11 de enero de
2018 – TO - Jueves
de la primera semana
…Si quieres,
puedes purificarme…
Lectura del primer libro de
Samuel 4, 1b-11
Los filisteos se reunieron para combatir
contra Israel. Israel les salió al encuentro para el combate, y acamparon en
Eben Ezer, mientras los filisteos acampaban en Afec. Los filisteos se alinearon
en orden de batalla frente a Israel, y se entabló un duro combate. Israel cayó
derrotado delante de los filisteos, y unos cuatro mil hombres fueron muertos en
el frente de batalla, en campo abierto.
Cuando el pueblo regresó al campamento,
los ancianos de Israel dijeron: « ¿Por qué el Señor nos ha derrotado hoy delante
de los filisteos? Vayamos a buscar a Silo el Arca de la Alianza del Señor: que
ella esté presente en medio de nosotros y nos salve de la mano de nuestros
enemigos.»
El pueblo envió unos hombres a Silo, y
trajeron de allí el Arca de la Alianza del Señor de los ejércitos, que tiene su
trono sobre los querubines. Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí, acompañaban
el Arca.
Cuando el Arca de la Alianza del Señor
llegó al campamento, todos los israelitas lanzaron una gran ovación y tembló la
tierra.
Los filisteos oyeron el estruendo de la
ovación y dijeron: « ¿Qué significa esa estruendosa ovación en el campamento de
los hebreos?» Al saber que el Arca del Señor había llegado al campamento, los
filisteos sintieron temor, porque decían: «Un dios ha llegado al campamento.» Y
exclamaron: « ¡Ay de nosotros, porque nada de esto había sucedido antes! ¡Ay de
nosotros! ¿Quién nos librará de este dios poderoso? Este es el dios que castigó
a los egipcios con toda clase de plagas en el desierto. ¡Tengan valor y sean
hombres, filisteos, para no ser esclavizados por los hebreos, como ellos lo
fueron por ustedes! ¡Sean hombres y luchen!»
Los filisteos libraron batalla. Israel fue
derrotado y cada uno huyó a sus campamentos. La derrota fue muy grande, y
cayeron entre los israelitas treinta mil hombres de a pie. El Arca del Señor
fue capturada, y murieron Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí.
Palabra de Dios.
SALMO Sal
43,10-11.14-15.24-25
¡Líbranos, Señor, por tu misericordia!
Ahora, Señor nos rechazaste y humillaste:
Dejaste de salir con nuestro ejército,
Nos hiciste retroceder ante el enemigo
Y nuestros adversarios nos saquearon. R.
Nos expusiste a la burla de nuestros
vecinos,
A la risa y al escarnio de los que nos
rodean;
Hiciste proverbial nuestra desgracia
Y los pueblos nos hacen gestos de
sarcasmo.R.
¡Despierta, Señor! ¿Por qué duermes?
¡Levántate, no nos rechaces para siempre!
¿Por qué ocultas tu rostro
y te olvidas de nuestra desgracia y
opresión? R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1,
40-45
Se acercó a Jesús un leproso para pedirle
ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme.» Jesús,
conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado.»
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole
severamente: «No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y
entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de
testimonio.»
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo
a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía
entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en
lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
La presencia de Dios se concretizaba en el
seno del pueblo, en el arca y pasará después a la ciudad santa y a su templo,
después al corazón del justo y del servidor de Dios.
En la lectura de hoy, aparece el desastre
anunciado primero por un hombre de Dios y después por Samuel y que se cumple en
la batalla de Afeq hacia el 1050 antes de Cristo.
Los filisteos se reunieron para combatir a
Israel. Se libró una gran batalla e Israel fue vencido por los filisteos y
cerca de cuatro mil hombres murieron. El Arca de Dios fue capturada y murieron
los dos hijos de Elí. Esta batalla debió ser una auténtica catástrofe nacional
para el pueblo de Israel.
De repente los israelitas se acuerdan del
«Arca» de Dios que debía de estar muy olvidada. El Arca era un cofrecito que contenía
las palabras principales de la Alianza y que estaba cubierto con una tapa de
oro y las imágenes de unos querubines. Ella era para los israelitas, sobre todo
durante su período nómada por el desierto, uno de los símbolos de la presencia
de Dios entre ellos.
Si el Señor está con nosotros, entonces sí
somos invencibles. Pero no tenemos que absolutizar esa presencia sólo en unas
cosas o unos objetos o unos actos. Dios no es un amuleto de buena suerte. Dios
es nuestro Padre, amoroso y misericordioso y nuestra Alianza con Él no es sólo
para recibir sus beneficios, sino para que seamos fieles a su proyecto
salvador.
***
En el evangelio de Marcos se van
sucediendo, en este primer capítulo los diversos episodios de curaciones y
milagros de Jesús. La lepra era la peor enfermedad de su tiempo y nadie podía
tocar ni acercarse a los leprosos. Al leproso se le consideraba impuro y se le
aislaba de la comunidad. Lo que el enfermo pide a Jesús no es solamente una
curación física, sino ser aceptado entre los suyos, ser nuevamente parte de la
comunidad. Jesús «sintiendo compasión, extendió la mano» y lo curó.
Después le hace la recomendación de no
divulgar lo sucedido. Jesús no tiene una actitud de falsa modestia, ni pretende
pasar de incógnito. No quiere que la gente lo reconozca como el Mesías a partir
de acontecimientos maravillosos como los milagros, a riesgo de no descubrir lo
profundo del nuevo mensaje y las exigencias que lleva descubrirse hermanos e
hijos de un mismo Padre. No quiere que su mesianismo se quede atrapado en las
redes del espectáculo.
Al tocar Jesús al leproso también se
convirtió en “impuro”, según la ley. Sin embargo, no es la impureza la que de
ahora en adelante dominará, sino la pureza. Jesús no queda impuro al tocar al
leproso, sino que es éste, el que queda puro.
El leproso no puede contener su alegría y
proclama quién lo ha curado, a pesar de la expresa prohibición de Jesús. Los
signos de curación que Jesús hace van extendiendo su fama.
El leproso del evangelio de hoy nos
presenta una realidad muy cercana a nosotros: la pobreza de nuestra condición
humana. La experimentamos y nos la topamos a diario: no sólo en las
enfermedades, sino también en nuestro carácter que dificulta nuestra relación
con los demás; la inconstancia cotidiana, la debilidad de nuestra voluntad, el
egoísmo, la sensualidad, la soberbia … Sin embargo, el caso del leproso nos
muestra otra realidad que sobrepasa la frontera de nuestras limitaciones
humanas: Cristo. El, hoy, para cada uno de nosotros sigue siendo el liberador
total. El nos quiere comunicar su salud pascual, la plenitud de su vida; vida
en abundancia. Sólo necesita que igual que el leproso, nos reconozcamos
necesitados, nos acerquemos a Él, le pidamos, confiando en su compasión, bondad
y poder.
Para
discernir
¿Me reconozco necesitado de purificación?
¿Me acerco a pedirla con humildad?
¿Margino y segrego a los que no son como
yo?
Repitamos a
lo largo de este día
…Purifícame Señor y quedaré limpio…
Para la
lectura espiritual
San Francisco cura de sus miedos a un leproso
…”Un día, cuando el joven Francisco
montaba a caballo cerca de Asís, se le acercó un leproso. Normalmente Francisco
sentía horror hacia los leprosos, y por eso tuvo que hacerse violencia; bajó
del caballo y le dio una moneda de plata besándole al mismo tiempo la mano.
Después de recibir del leproso un beso de paz, volvió a montar al caballo y
siguió su camino. A partir de este momento fue superándose cada vez más hasta
llegar a una completa victoria sobre sí mismo por la gracia de Dios.
Unos días más tarde, habiéndose provisto
de muchas monedas, se dirigió al hospicio de los leprosos y, habiéndolos
reunido a todos, dio a cada una limosna besándole la mano al mismo tiempo. Al
regresar, fue exactamente así: lo que antes se le hacía amargo –es decir, ver y
tocar a los leprosos- se le había convertido en dulzura. Ver a los leprosos,
tal como él mismo lo había dicho, le era hasta tal punto penoso que no tan sólo
rechazaba verlos sino que ni tan sólo podía acercarse a su habitación; si
alguna vez los veía o pasaba cerca de la leprosería… giraba su rostro y se
tapaba la nariz. Pero la gracia de Dios hizo que los leprosos le fueran hasta
tal punto familiares que, como dice él mismo en su Testamento, vivía entre
ellos y les servía humildemente. La visita a los leprosos le había
transformado”…
Narración de tres compañeros de san Francisco de Asís
(hacia 1244) § 11
Para rezar
Tu mano apretada
No pida yo nunca estar libre de peligros,
sino denuedo para afrontarlos.
No quiera yo que se apaguen mis dolores,
sino que sepa dominarlos mi corazón.
No busque yo amigos
por el campo de batalla de la vida
sino más fuerza en mí.
No anhele yo,
con afán temeroso, ser salvado
sino esperanza de conquistar,
paciente, mi libertad.
¡No sea yo tan cobarde, Señor,
que quiera tu misericordia en mi triunfo,
sino tu mano apretada en mi fracaso!
sino denuedo para afrontarlos.
No quiera yo que se apaguen mis dolores,
sino que sepa dominarlos mi corazón.
No busque yo amigos
por el campo de batalla de la vida
sino más fuerza en mí.
No anhele yo,
con afán temeroso, ser salvado
sino esperanza de conquistar,
paciente, mi libertad.
¡No sea yo tan cobarde, Señor,
que quiera tu misericordia en mi triunfo,
sino tu mano apretada en mi fracaso!
Tagore
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