7 de enero de 2018 –TO – DOMINGO
I - Ciclo B
BAUTISMO DEL SEÑOR (F)
…Tú eres mi
Hijo Amado, mi predilecto…
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta
Isaías 55,1-11
Así dice el Señor:
“Oíd, sedientos todos, acudid por agua,
también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y
leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en
lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos
sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis. Sellaré con
vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David: a él lo hice mi
testigo para los pueblos, caudillo y soberano de naciones; tú llamarás a un
pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti; por el Señor,
tu Dios, por el Santo de Israel, que te honra.
Buscad al Señor mientras se le encuentra,
invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal
sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es
rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis
caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis
caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.
Como bajan la lluvia y la nieve del cielo,
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla
germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi
palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad
y cumplirá mi encargo.”
Palabra de Dios.
SALMO Isaías 12, 2-6
R. Sacarán aguas
con gozo de las fuentes de la salvación.
El Señor es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R.
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
“Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.” R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta
del apóstol san Juan 5,1-9
Queridos hermanos:
Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha
nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha
nacido de él.
En esto conocemos que amamos a los hijos
de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste
el amor a Dios: en que guardamos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son
pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha
conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo, sino el
que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con
sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu
es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Porque tres son los testigos: el Espíritu,
el agua y la sangre, y los tres están de acuerdo. Si aceptamos el testimonio
humano, más fuerza tiene el testimonio de Dios. Éste es el testimonio de Dios,
un testimonio acerca de su Hijo.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Marcos 1, 7-11
En aquel tiempo, proclamaba Juan: “Detrás
de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle
las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu
Santo.” Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo
bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al
Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: “Tú eres mi
Hijo amado, mi predilecto.”
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
El pueblo había perdido la patria, el
poder político y el templo, que era el centro de su vida religiosa, se había
convertido en un montón de ruinas. En esta situación les llega el mensaje del
siervo que anuncia la liberación.
Tenemos aquí la primera de las cuatro
piezas conocidas con el nombre de “cantos del siervo de Yahvé”. La misión del
siervo hunde sus raíces en la elección o llamada del Señor. Se describe la
figura del discípulo verdadero de Yahvé que ha sido elegido para enseñar “el
derecho” a las naciones, que ha sido fortalecido para soportarlo todo, con tal
de cumplir su misión y que, después de expiar con su dolor los pecados del
pueblo, será glorificado por Dios.
La forma de actuar del siervo en nada se
parece a la del común de los mortales: “no gritará, no clamará…” no se hace
propaganda, ni busca compensación alguna.
***
La igualdad de los hombres ante Dios era
comúnmente aceptada por los helenistas, esto es, por los cristianos procedentes
de la gentilidad que habían sido mentalizados por la filosofía estoica. Sin
embargo, para Pedro y los cristianos procedentes del judaísmo se trataba de un
cambio radical en su concepción de la historia de salvación.
Pedro confiesa abiertamente que ahora
comprende lo que dicen las Escrituras. El apóstol se encuentra en casa de
Cornelio compartiendo su mesa y le anuncia el Evangelio. Comprende que no debe
distinguir ya entre alimentos puros e impuros y tampoco entre gentiles y
judíos. Ante el asombro de todos proclama la universalidad de la salvación que
realiza Dios en Cristo. Todos los hombres son iguales ante la salvación de
Dios.
Pedro aprovecha para predicar el Evangelio
de Jesucristo describiendo su actividad pública a partir del Jordán y
comenzando en Galilea. Jesús es el “ungido”, es decir, el Cristo o Mesías.
Sobre Él descendió el Espíritu Santo y fue consagrado con toda la plenitud de
Dios. Pedro destaca especialmente el poder de hacer milagros y la fuerza con la
que Jesús libera a los oprimidos por el diablo. Su dignidad mesiánica está
inseparablemente unida a su misión salvadora.
***
En el evangelio de Marcos, Jesús entra en
nuestra historia a través del bautismo de Juan. Con este gesto se introduce en
la historia de salvación del pueblo de Dios. Se pone entre los pecadores y se
somete, junto con ellos, al juicio de Dios. El bautismo de Jesús inaugura su
misión de Siervo Doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo. Se abren los cielos, que el pecado de
Adán había cerrado.
Jesús viene de Nazaret de Galilea, para
ser bautizado por Juan en el Jordán. Es el primer acto de su vida pública.
Jesús empieza por hacerse discípulo de Juan Bautista recibiendo su bautismo, se
coloca en la fila de los pecadores como un “hombre cualquiera”. El bautismo de
Jesús es el comienzo de su misión como enviado de Dios. Lleno del Espíritu
Santo irá por los caminos de Israel curando a los enfermos, consolando a los
atribulados, perdonando a los pecadores, resucitando a los muertos, enseñando y
proclamando a todos la buena noticia de la salvación.
***
Puesto en la cola de los pecadores, Jesús
Siervo de Yahvé, inaugura su misión profética de traer la luz a las naciones y
de liberar a los oprimidos llevando a cabo lo que hasta ahora fue promesa: Dios
visitando a su pueblo, Dios a la mesa de los pobres, Dios en lo más bajo de la
vida, Dios asumiendo el pecado, Dios tendiendo la mano. Será su palabra la que
abra a la novedad, pero será su vida la que abra ciertamente a esperanza.
Palabra y vida conjugadas en una misión evangelizadora y liberadora.
No atropella ni descarta nada de lo que
pasó , por eso se empalma con la misión de Juan Bautista y como uno más, se
acerca para recibir su bautismo; para desde ahí mostrar y dar un nuevo
Bautismo: superior; no sólo de agua y conversión sino de agua y Espíritu Santo.
“Tú eres mi Hijo amado”, escucharán los
demás en esa cola de pecadores. Palabras de unción y confirmación. La
manifestación del Espíritu lo unge visiblemente como Mesías-Profeta. Solamente
puede hablar en nombre de Dios aquel a quien Él envía con sus credenciales.
Jesús es el enviado… “También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena
Nueva del Reino de Dios porque para esto he sido enviado”. “Te hice luz de las
naciones para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la
prisión”: anuncia la liberación a los hombres resuena en los oídos de Jesús
como susurro amoroso y constante del Padre.
Investido de poder Jesús será sin embargo
el Siervo Doliente, aquel que rehúsa un mesianismo triunfante, humanamente
ganador y meramente político. Para liberar se hace “esclavo”. Va a vencer las
miserias humanas asumiéndolas y pasando como el más miserable de los hombres.
Va a sentir en su propia carne la vivencia humana de la limitación, y promete
una situación de liberación de las esclavitudes en que vive el hombre. Para
realizar la justicia, encarnará sobre sí toda la injusticia y desde sus mismas
entrañas regalará la justicia nueva, la de la verdad transparente, aquella que
se experimenta, sin revanchismos, desde la pureza de un corazón que a pesar del
dolor y la contradicción, se ha dejado ganar por el amor grande a todos.
El Inocente se ha hecho pecado para la
salvación del hombre y así ha querido mezclar lo divino con lo humano, para
trasformar lo humano en divino; porque donde abundó el pecado, abundó más la
gracia, y donde el dolor estruja el corazón, con Dios se abre la posibilidad de
seguir esperando.
La misión de Jesús no quedó interrumpida
con su muerte. Aquellos que creemos en Él fuimos invitados a recorrer su camino
de testimonio entre los pueblos: hacernos solidarios con esta humanidad,
revestida de pecado y de debilidad, para liberarla de la muerte y transformarla
en riqueza de vida. ¿Quién es el que vence sino el que cree?
Somos el nuevo pueblo con una misión, una
vocación que afecta a toda la comunidad: denunciar la esclavitud en que está
sumida y los pecados que la consumen como hiciera Jesús; aquel que pasó por la
vida de los hombres, no como un tímido anodino llamado a la bondad interior,
sin repercusiones sobre lo concreto de la historia y de la convivencia
comunitaria. No fue un justiciero violento; no obstante “proclamará la justicia
e implantará el derecho en la tierra”. No siguió el camino fácil pero ineficaz
de la lucha con odio, ni el de la indiferencia estéril ausente de lucha. Siguió
el camino de una justicia que se sostiene: en y desde el amor.
Por el bautismo, somos la comunidad de los
“hijos muy amados” que han recibido la misión, de ayudar a los hermanos a
romper cadenas; anunciando -desde la cola de los pecadores- la liberación
obrada en Cristo.
Nuestro Dios, es un Dios que sale
imprevisiblemente al cruce de los caminos del hombre. El pesebre y la cruz, las
bodas de Caná y la tormenta embravecida, lo tuvieron como invitado. Pero ya
desde el comienzo de su vida pública, marcó una línea que se continuará a lo
largo de toda su vida. Jesús de Nazaret, el de la misión profética con destino
universal, se pone -en la cola de los pecadores- como uno más. Dios no hace
acepción de personas, dijo Pedro en la casa de Cornelio. Dios no hace acepción
de lugares, todo lugar es buen lugar, cuando se hace espacio de encuentro con
Dios y por lo tanto espacio de salvación.
Para
discernir
¿Qué rasgos del estilo misionero de Jesús me conmueven
más?
¿Qué actitudes de Jesús cuestionan mi testimonio?
¿Cuál es mi experiencia de “hijo muy amado”, puedo
contagiarla, comunicarla, anunciarla?
Repitamos a
lo largo de este día
…El los bautizará con el Espíritu Santo…
Para la
lectura espiritual
…”Fred, lo que quiero decirte es que eres
amado, y lo que espero es que tú puedas escuchar estas palabras como te fueron
dichas, con toda la ternura y la fuerza que el amor puede darles. Mi único
deseo es que estas palabras puedan resonar en cada parte de tu ser: tú eres
amado.
El máximo regalo que mi amistad puede
hacerte es el don de hacerte reconocer tu condición de “ser amado”. Puedo
hacerte este don sólo en la medida en que lo quiero para mí mismo. ¿No es ésta
la amistad: darnos uno al otro el don de “ser amados”? Sí, es la voz, la voz
que habla desde lo alto, desde dentro de nuestros corazones, que susurra
dulcemente y declara con fuerza: «Tú eres el amado, en ti me complazco». No es
ciertamente fácil escuchar esta voz en un mundo lleno de otras voces que
gritan: «No eres bueno, eres feo, eres indigno; eres despreciable, no eres
nadie… y no puedes demostrar lo contrario».
Estas voces negativas son tan fuertes y
tan insistentes que es fácil creerlas. Esta es la gran trampa. Es la trampa del
rechazo de nosotros mismos. En el curso de los años, he llegado a darme cuenta
de que, en la vida, la mayor trampa no es el éxito, la popularidad o el poder,
sino el rechazo de nosotros mismos. Naturalmente, el éxito, la popularidad o el
poder pueden ser una tentación grande, pero su fuerza de seducción deriva a
menudo del hecho de que forman parte se una tentación mayor, la del rechazo de
nosotros mismos. Cuando se presta oídos a las voces que nos llaman indignos y.
no amables, entonces el éxito, la popularidad o el poder son fácilmente
percibidos como soluciones atractivas. Pero la verdadera trampa, repito, es el
rechazo de nosotros mismos”…
H. J. M. Nouwen,
Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo
secular, Madrid s.f.
Para
rezar
Dios Creador
¡Oh Señor!, tú has creado todas las cosas. Tú les has
dado su ser y las has puesto en equilibrio y armonía. Están llenas de tu
misterio, que toca el corazón si es piadoso.
También a nosotros, ¡oh Señor!, nos has llamado a la
existencia y nos has puesto entre ti y las cosas. Según tu modelo nos has
creado y nos has dado parte de tu soberanía. Tú has puesto en nuestras manos tu
mundo, para que nos sirva y completemos en él tu obra. Pero hemos de estarte
sometidos, y nuestro dominio se convierte en rebelión y robo si no nos
inclinamos ante ti, el único que llevas la corona eterna y eres Señor por
derecho propio.
Maravillosa, ¡oh Dios!, es tu generosidad. Tú no has
temido por tu soberanía al crear seres con poder sobre ellos mismos y al
confiar tu voluntad a su libertad. ¡Grande y verdadero Rey eres tú!
Tú has puesto en mis manos el honor de tu voluntad.
Cada palabra de tu revelación dice que me respetas y te confías a mí, me das
dignidad y responsabilidad. Concédeme la santa mayoría de edad, que es capaz de
aceptar la ley que tú guardas y de asumir la responsabilidad que tú me
transfieres. Ten despierto mi corazón para que esté ante ti en todo momento, y
haz que mi actuación se convierta en ese dominio y esa obediencia a que tú me
has llamado.
Amén.
Romano Guardini
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