14 de febrero
de 2018 – Tiempo de Cuaresma - Miércoles de Ceniza
Tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de
Joel 2, 12-18
Ahora dice el Señor: Vuelvan a mí de todo corazón,
con ayuno, llantos y lamentos. Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y
vuelvan al Señor, su Dios, porque él es bondadoso y compasivo, lento para la
ira y rico en fidelidad, y se arrepiente de sus amenazas. ¡Quién sabe si él no
se volverá atrás y se arrepentirá, y dejará detrás de sí una bendición: la
ofrenda y la libación para el Señor, su Dios!
¡Toquen la trompeta en Sión, prescriban un ayuno,
convoquen a una reunión solemne, reúnan al pueblo, convoquen a la asamblea,
congreguen a los ancianos, reúnan a los pequeños y a los niños de pecho! ¡Que
el recién casado salga de su alcoba y la recién casada de su lecho nupcial!
Entre el vestíbulo y el altar lloren los
sacerdotes, los ministros del Señor, y digan: « ¡Perdona, Señor, a tu pueblo,
no entregues tu herencia al oprobio, y que las naciones no se burlen de ella!
¿Por qué se ha de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?»
El Señor se llenó de celos por su tierra y se
compadeció de su pueblo.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 50, 3-4. 5-6a.
12-13. 14 y 17 (R.: cf. 3a)
R. Ten piedad, Señor, porque
hemos pecado.
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado! R.
Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos. R.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga:
Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Corinto 5, 20-6, 2
Hermanos:
Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y
es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les
suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. A aquel que no
conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de
que nosotros seamos justificados por él.
Y porque somos sus colaboradores, los exhortamos a
no recibir en vano la gracia de Dios. Porque él nos dice en la Escritura: En el
momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí. Este es
el tiempo favorable, este es el día de la salvación.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6.
16-18
Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante
de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna
recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no
lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y
en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya
tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore
lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve
en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas:
a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles,
para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu
habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu
Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como
hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les
aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y
lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu
Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
El profeta Joel llama al pueblo de Israel a una
jornada de penitencia. Les urge a que se conviertan de su mal y se pongan con
decisión en la línea del seguimiento de Dios. Esto sucedía unos cuatro siglos
antes de Cristo. El ambiente se ve que estaba bastante apático y decadente.
Además, estaban padeciendo en aquellos momentos los efectos de una catástrofe
natural, una larga sequía y una plaga de langostas o saltamontes que había
arrasado toda la cosecha. La conversión tiene que ser interior: volverse de
corazón a Dios, buscar sinceramente su voluntad y cumplirla.
El Salmo 50, el «Miserere», da a este día inaugural
de la Cuaresma un tono penitencial por excelencia. Es el salmo -atribuido a
David- en el que un pecador muestra su arrepentimiento e implora humildemente
de Dios que lo perdone y que lo ayude a renovar su vida: «borra mi culpa… crea
en mí un corazón puro… devuélveme la alegría de tu salvación».
Pablo nos dice igual que hace dos mil años: «ahora
es el tiempo de la gracia, ahora es el día de la salvación». Se muestra
orgulloso de ser «embajador de Cristo», y la embajada que trae de parte de Él
es ésta: «dejaos reconciliar con Dios». Reconciliación que ofrece Dios a todos
por medio de la muerte salvadora de su Hijo Jesús.
En el evangelio Jesús describe tres aspectos de la
vida de un creyente que se puede decir, abarcan las tres direcciones de cada
persona: para con Dios a través de la oración, para con el prójimo desde la
limosna y para consigo mismo con el ayuno. En las tres, el discípulo de Jesús
tiene que profundizar, no quedarse en lo exterior, sino situarse delante de
Dios Padre, que es el que nos conoce hasta lo más profundo del ser, sin buscar
premios o aplausos aquí abajo.
***
Hoy, Dios nos invita a reconocer nuestra debilidad
y la distancia que hay entre nosotros y el Evangelio, entre nosotros y la vida
de fidelidad, entregada totalmente, de Jesús y al bien de los hermanos.
Hoy, Dios nos invita a ser sinceros; pero, al mismo
tiempo a no quedarnos encerrados en nuestras fallas y en nuestra infidelidad al
Evangelio, porque quedaríamos, con toda seguridad, destrozados.
Cuaresma es tiempo para que desde una mirada
introspectiva reconozcamos nuestro pecado; y al mismo tiempo es invitación a fijar
la mirada en Dios, nuestro Padre, y reafirmar nuestra confianza en su amor. La
Cuaresma no es simplemente un ejercicio penitencial. Lo que le da sentido es el
reconocimiento de que tenemos un Padre que nos atrae amorosamente hacia Él. “El
Padre que está escondido… el Padre que ve en lo secreto, te recompensará”.
Jesús, nos asegura que el Padre está en lo secreto
de nuestro corazón y conoce nuestras búsquedas, nuestras luchas y también
nuestros esfuerzos. Si orientamos a Él nuestras pequeñas y grandes decisiones,
buscando por encima de todo el cumplimiento de su voluntad, como hizo Jesús, no
sólo tendremos la paz del corazón y nuestra vida tendrá sentido, sino que se
nos darán todas las demás cosas por añadidura…
Lo que el Padre tiene preparado para nosotros
supera inmensamente las pasajeras recompensas terrenas hechas a la medida de
nuestro yo y de los intereses egoístas de un mundo interesadamente manipulado.
El camino del discípulo pasa por verificar
constantemente con sinceridad la orientación de fondo del corazón y rectificar
con mayor fuerza y profundidad la opción fundamental. Nuestro Señor y Maestro
nos dará todo lo que necesitamos para ser felices, para ser verdaderamente
hermanos e hijos del Reino.
Hoy, la imposición de la ceniza sobre nuestra cabeza
será esta señal de reconocimiento. Será como decir: somos débiles, somos
pecadores, no acabamos de salir de esta situación, de este estado.
Pero esto no agota la verdad de la celebración
porque escucharemos una buena noticia: “Conviértete y cree en el Evangelio” que
nos invita a vivir la Cuaresma como un tiempo para hacer nuestros, los
hechos y las palabras de Jesús. Hechos y palabras de Jesús que siempre nos
animan a ser más confiados, más esperanzados, más generosos, más felices; a
darle sentido a nuestra vida.
La Cuaresma debe renovar la esperanza que nos
hace sentir con toda una historia por construir, la historia donde
tenemos que vivir nuestra fe y hacer presente a Dios que siempre nos
acompaña. Es dentro de la historia que vamos viviendo la invitación de
Dios a que recibamos el reino de Jesús y que, al mismo tiempo, movidos por
su Espíritu, pongamos manos a la obra para construirlo en medio del mundo.
Para discernir
¿Somos dueños de nuestros deseos y nuestros
intereses?
¿Tratamos habitualmente de imponer nuestro criterio
y nuestra voluntad?
¿Ejercitamos nuestra capacidad de renuncia de
dinero, de tiempo, de tranquilidad para el servicio a los demás?
¿Nos esforzamos por comprender a los que no son o
piensan como nosotros? ¿De qué manera tenemos presente a Dios en nuestras
vidas?
Repitamos a lo largo de este día
Venid, volvamos al Señor (Os 6,1a).
Para la lectura espiritual
Arrepentimiento no equivale a autocompasión o
remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la
Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado.
Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios.
Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la
gracia divina podemos llegar a ser…
El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a
la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos,
en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo.
Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a
adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia
entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a
guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones
del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra
las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel
del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos,
la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente, pensando en lo que
es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel
corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.
La purificación de las pasiones lleva a su fin, por
gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad
espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una
inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia
de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos
incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor
K. Ware, El
camino del cristiano Magnano 1998, 182-185 passim
Para rezar
Dios, en tus
manos me abandono
Yo me
abandono ¡oh Dios! en tus manos.
Toma este barro y trabájalo
como arcilla entre las manos del alfarero
dale una forma y después, rómpela, si quieres
como es despedazada la vida de tantos hermanos.
Pide, ordena ¿Qué quieres que haga?
¿Qué quieres que no haga?
Ensalzado o humillado, perseguido,
incomprendido,
calumniado, alegre o triste,
o inútil para todo, sólo diré,
a ejemplo de tu Madre:
“Hágase en mí según tu palabra”.
Dame el amor por excelencia,
el amor de la cruz.
Pero no de las cruces heroicas
que podrían nutrir mi vanidad,
sino de las cruces vulgares que,
sin embargo, llevo con repugnancia.
De esas que se encuentran cada día
en la contradicción,
en el olvido, en los juicios falsos,
en la frialdad del alma,
en los desaires y desprecios de los demás;
en el malestar y defectos del cuerpo,
en la oscuridad de la mente
y en el silencio y aridez del corazón.
Entonces sólo Tú sabrás que te amo,
aunque ni yo lo sepa, con eso me basta.
Amén
Toma este barro y trabájalo
como arcilla entre las manos del alfarero
dale una forma y después, rómpela, si quieres
como es despedazada la vida de tantos hermanos.
Pide, ordena ¿Qué quieres que haga?
¿Qué quieres que no haga?
Ensalzado o humillado, perseguido,
incomprendido,
calumniado, alegre o triste,
o inútil para todo, sólo diré,
a ejemplo de tu Madre:
“Hágase en mí según tu palabra”.
Dame el amor por excelencia,
el amor de la cruz.
Pero no de las cruces heroicas
que podrían nutrir mi vanidad,
sino de las cruces vulgares que,
sin embargo, llevo con repugnancia.
De esas que se encuentran cada día
en la contradicción,
en el olvido, en los juicios falsos,
en la frialdad del alma,
en los desaires y desprecios de los demás;
en el malestar y defectos del cuerpo,
en la oscuridad de la mente
y en el silencio y aridez del corazón.
Entonces sólo Tú sabrás que te amo,
aunque ni yo lo sepa, con eso me basta.
Amén
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