18 de abril de 2018 - Miércoles de la semana III de Pascua
El que ve al Hijo tiene Vida Eterna
Lectura de los Hechos de los
Apóstoles 8, 1b-8
Ese mismo día, se desencadenó una violenta
persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los Apóstoles, se dispersaron
por las regiones de Judea y Samaría.
Unos hombres piadosos enterraron a Esteban y lo
lloraron con gran pesar. Saulo, por su parte, perseguía a la Iglesia; iba de
casa en casa y arrastraba a hombres y mujeres, llevándolos a la cárcel.
Los que se habían dispersado iban por todas partes
anunciando la Palabra.
Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí
predicaba a Cristo. Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían
unánimemente las palabras de Felipe. Porque los espíritus impuros, dando
grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de
paralíticos y lisiados quedaron curados. Y fue grande la alegría de aquella
ciudad.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 65, 1-3a. 4-5.
6-7a (R.: 1)
R. ¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre!
Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!» R.
Toda la tierra se postra ante ti,
y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
Vengan a ver las obras del Señor,
las cosas admirables que hizo por los hombres. R.
El convirtió el Mar en tierra firme,
a pie atravesaron el Río.
Por eso, alegrémonos en él,
que gobierna eternamente con su fuerza. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Juan 6, 35-40
Jesús dijo a la gente:
«Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás
tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho:
ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a
mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para
hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.
La voluntad del que me ha enviado es que yo no
pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al
Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
La muerte de Esteban desató una violenta
persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, a excepción de los Apóstoles
se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. La persecución ha provocado
el comienzo de la gran «expansión» misionera del evangelio. El movimiento ha
comenzado: el evangelio no queda encerrado en Jerusalén ni en el mundo judío.
La Iglesia, tal como Jesús la ha querido, llevará
el evangelio hasta los «confines de la tierra», y no será una simple
prolongación del judaísmo con sus estrechas tentaciones nacionalistas. El
evangelio está destinado a todas las naciones y debe ser proclamado en todas
las lenguas. El simbolismo del milagro de Pentecostés tenía que hacerse
realidad.
Felipe huye y en su camino pasa por Samaria. Los
judíos despreciaban a los samaritanos, considerándolos un pueblo bastardo, que
al haberse mezclado con gentiles, habían adquirido costumbres heréticas.
La multitud unánimemente escucha con atención las
palabras de Felipe acerca de Jesús, y su predicación obtiene un gran éxito en
ese mundo nuevo, que no está aferrado a sus propias certezas y prejuicios.
La Palabra de Dios, es anunciada en «palabras de
hombres», y toca el corazón provocando una gran alegría.
***
En el evangelio vemos como Cristo se esfuerza en
hacer pasar a sus interlocutores del recuerdo de los signos realizados por
Moisés, a la constatación de los que El mismo realiza, y desde estos, al
misterio de su propia persona y de su misión.
El Padre toma la iniciativa porque quiere “salvar”
a los hombres. La respuesta por parte del hombre es “ir a Jesús”. “Ver” al
Hijo, es reconocer su relación con el Padre, expresada por la obediencia a su
voluntad y su misión. Para Juan esto debe reproducirse en la relación de Jesús
con el discípulo.
El Hijo, obediente al Padre es enviado; el
discípulo obediente al Hijo es enviado en su nombre.
“Creer” y “venir a Jesús”, aparecen aquí como
equivalentes. La fe, es una “actitud vital de adhesión a la persona de Cristo”,
más que ser el “asentimiento intelectual a una suma de verdades ” aunque no las
excluye. “Venir a Jesús”, es imitarlo, es reproducir su actitud en nuestra
vida.
El mismo Jesús quiere saciarnos en el hambre que
tenemos de una existencia abierta a la trascendencia, al anhelo de felicidad,
justicia, paz y amor verdaderos; a la vida en la plenitud de sus posibilidades
y de su perfecta realización; lo que el evangelista llama sintéticamente “vida
eterna”.
Y lo hace con su propia vida, que se nos da como
alimento. En Él, encontramos la fuerza para vivir como discípulos, y continuar
trabajando como testigos de su resurrección. Este Pan de Vida nos hace uno con
Él, para que continúe su obra de salvación en el mundo y su historia.
Sólo unidos a Él, debemos ser un pan que se entrega
por el bien de los demás. Si bien el mal existe en el mundo; mucho más fuerte
es la misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad. Saciar las hambres, levantar a nuestro
prójimo de sus miserias, compartir lo propio con todos, es nuestra contribución
para que la resurrección de Cristo se haga realidad en el mundo.
Para
discernir
¿Soy testigo con mi vida de la resurrección de
Cristo?
¿Me acerco a la Eucaristía como a un encuentro con
Jesús resucitado?
¿Experimento la necesidad del Pan de Vida para
vivir cristianamente?
Repitamos a
lo largo de este día
…Grandes son tus obras Señor…
Para la
lectura espiritual
…Existe una compenetración entre el sufrimiento
—llamémoslo cruz, una palabra que lo resume y transfigura— y el compromiso
apostólico, esto es, la construcción de la Iglesia. No es posible ser apóstol
sin cargar con la cruz. Y si hoy se ofrece el deber y el honor del apostolado a
todos los cristianos de manera indistinta, para que la vida cristiana se revele
hoy tal cual es y debe ser, es señal de que ha sonado la hora para todo el
pueblo de Dios: todos nosotros debemos ser apóstoles, todos nosotros debemos
cargar con la cruz.
Para construir la Iglesia es preciso esforzarse, es
preciso sufrir. Esta conclusión desconcierta ciertas concepciones erróneas de
la vida cristiana presentada bajo
el aspecto de la facilidad, de la comodidad, del interés temporal y personal, cuando su rostro tiene que estar siempre marcado por el signo de la cruz, por el signo del sacrificio soportado y realizado por amor: amor a Cristo y a Dios, amor al prójimo, cercano o alejado. Y no es ésta una visión pesimista del cristianismo, sino una visión realista. La Iglesia debe ser un pueblo de fuertes, un pueblo de testigos animosos, un pueblo que sabe sufrir por su fe y por su difusión en el mundo, en silencio, de modo gratuito y con amor…
el aspecto de la facilidad, de la comodidad, del interés temporal y personal, cuando su rostro tiene que estar siempre marcado por el signo de la cruz, por el signo del sacrificio soportado y realizado por amor: amor a Cristo y a Dios, amor al prójimo, cercano o alejado. Y no es ésta una visión pesimista del cristianismo, sino una visión realista. La Iglesia debe ser un pueblo de fuertes, un pueblo de testigos animosos, un pueblo que sabe sufrir por su fe y por su difusión en el mundo, en silencio, de modo gratuito y con amor…
Beato Pablo VI, Audiencia general del 1 de septiembre de 1976.
Para rezar
Gracias Señor por la Eucaristía
Gracias Señor, porque en la última cena
partiste tu pan y vino en infinitos trozos,
para saciar nuestra hambre y nuestra sed…
Gracias Señor, porque en el pan y el vino nos entregas
tu vida y nos llenas de tu presencia.
Gracias Señor, porque nos amaste hasta el final,
hasta el extremo que se puede amar:
morir por otro, dar la vida por otro.
Gracias Señor, porque quisiste celebrar tu entrega,
en torno a una mesa con tus amigos,
para que fuesen una comunidad de amor.
Gracias Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO contigo,
nos unes a tu vida, en la medida en que estamos
dispuestos a entregar la nuestra…
Gracias, Señor, porque todo el día puede ser una preparación
para celebrar y compartir la eucaristía…
Gracias, Señor, porque todos los días puedo volver a empezar,
y continuar mi camino de fraternidad con mis hermanos,
y mi camino de transformación en ti.
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