13 de septiembre de 2018 – TO – JUEVES DE LA
XXIII SEMANA
Hagan por los demás lo que quieren que hagan por ustedes
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Corinto 8, 1.4b – 13
Hermanos:
El conocimiento llena de orgullo, mientras que el
amor edifica. Si alguien se imagina que conoce algo, no ha llegado todavía a
conocer como es debido; en cambio, el que ama a Dios es reconocido por Dios.
En cuanto a comer la carne sacrificada a los
ídolos, sabemos bien que los ídolos no son nada y que no hay más que un solo
Dios. Es verdad que algunos son considerados dioses, sea en el cielo o en la
tierra: de hecho, hay una cantidad de dioses y una cantidad de señores. Pero
para nosotros, no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y a
quien nosotros estamos destinados, y un solo Señor, Jesucristo, por quien todo
existe y por quien nosotros existimos.
Sin embargo, no todos tienen este conocimiento.
Algunos, habituados hasta hace poco a la idolatría, comen la carne sacrificada
a los ídolos como si fuera sagrada, y su conciencia, que es débil, queda
manchada. Y así, tú, que tienes el debido conocimiento, haces perecer al débil,
¡ese hermano por el que murió Cristo! Pecando de esa manera contra sus hermanos
e hiriendo su conciencia, que es débil, ustedes pecan contra Cristo.
Por lo tanto, si un alimento es ocasión de caída
para mi hermano, nunca probaré carne, a fin de evitar su caída.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 138, 1-3. 13-14b.
23-24 (R.: 24b)
R. Señor, llévame por el
camino eterno.
Señor, tú me sondeas y me conoces
tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares. R.
Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras! R.
Sondéame, Dios mío, y penetra mi interior;
examíname y conoce lo que pienso;
observa si estoy en un camino falso
y llévame por el camino eterno. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 6, 27-38
Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus
enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen,
rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale
también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo
el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres
hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque
hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos
que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los
pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen?
También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin
esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán
hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es
misericordioso.
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
En este fragmento de su primera carta a los
corintios, el apóstol Pablo, nos permite llegar a la centralidad del misterio
pascual de Cristo a través de otro camino: el de la caridad fraterna.
En Corinto, vivían algunos cristianos que hacían
gala de comer carne sacrificada a los ídolos. Esta situación, si bien no estaba
completamente prohibida, era considerada al menos muy inconveniente para otros.
Así estos cristianos, provocaban escándalos entre los creyentes, sobre todo
entre aquellos que eran menos firmes en la fe. De esta manera, en la comunidad
se oponían los fuertes a los débiles, sembrando escándalo y decaimiento
espiritual en lugar de animar y estimular la vivencia de la vida cristiana.
Pablo les recuerda entonces, a todos, dos verdades:
-”Pero para nosotros, no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo
procede y a quien nosotros estamos destinados, y un solo Señor, Jesucristo, por
quien todo existe y por quien nosotros existimos”. Esta es una revelación de
Dios como Padre de nuestro Señor Jesucristo, del que nos viene no sólo el
mandamiento del amor, sino también la posibilidad de cumplirlo.
Y el misterio pascual de Cristo, cuando dice: “Y
así, tú, que tienes el debido conocimiento, haces perecer al débil, ¡ese
hermano por el que murió Cristo!”, advirtiendo de esta manera que la muerte y
resurrección de Jesús aparece en pleno contraste con la actitud de quienes, en
el seno de la comunidad y mediante el escándalo, provocan la muerte, aunque
sólo sea espiritual, de un hermano en la fe, tal vez sin esperanza de
resurrección.
***
Este pasaje se sitúa en el centro mismo del
evangelio de Jesús, descubriendo el sentido de Dios y de la vida humana. Esta
segunda parte del discurso del llano va orientada a todo el pueblo y está
estructurado en dos partes.
Primero, trata del amor a los enemigos y después
hace una invitación a no condenar a nadie. Jesús invita a todos a un amor
generoso y universal, a fin de llegar a asemejarnos al Padre del cielo. El
hombre que se abre al amor se vuelve generoso como el Dios de la creación.
Frente a cualquier reduccionismo o ideología, el Evangelio ofrece un claro y
desafiante proyecto: “Amar a los enemigos”.
A la idea jurídica de recompensa, Lucas sustituye
la de “agradecimiento”. Mientras que en el mundo griego el amor consistía en la
búsqueda de la plenitud personal, en el cristianismo consiste en el sacrificio
y en la entrega de la propia vida por los demás, teniendo como modelo el amor,
la entrega y sacrificio de Jesús. Dios es el Padre de Jesús, que ama de tal
forma a la humanidad que se entrega en la persona de su Hijo, se sacrifica en
el intento de salvarnos.
Es un amor que busca el camino de la confrontación,
del diálogo, de la tolerancia, que no responde con agresión porque sabe que ni
la violencia ni la venganza, es la medida con la que Dios juzga al mundo. Sólo
el reconocimiento del enemigo como persona, como ser humano puede llevar a
responder desde la misericordia de Dios, a la maldad ajena.
Amar a quien nos odia es la medida del verdadero
amor. Porque quién sólo ama a quien le retribuye con los mismos sentimientos,
no sobrepasa la medida del amor egoísta. Beneficiar a quien nos causa daño,
bendecir al que nos maldice, y ser generosos con los egoístas, invierte la
lógica del mundo. Esta manera de actuar no nace de la ingenuidad, sino de la
conciencia de que el Hombre Nuevo es superior a cualquier mezquindad.
Jesús no sólo pide que seamos buenos o que
mejoremos nuestro modo de ser, nos pide que nos abramos a Dios y cambiemos la
mediocridad de nuestro egoísmo por la grandeza de la generosidad.
Los discípulos deben ser reconocibles por el amor.
Un amor que Jesús no concibe como un simple sentimiento, sino como una actitud
que tiene la raíz existencial en la paternidad de Dios. Por el amor, Dios
reconoce al hombre como hijo suyo y el hombre se reconoce hijo de Dios. El
premio del que habla Jesús es experimentar a Dios como Padre.
Es el Padre quien da sentido y coherencia a la vida
de los hermanos. Sólo así tiene sentido que podamos y tengamos que amar a todo
hombre, que no es nada más ni nada menos que un hermano mío.
Sólo a un hermano se lo comprende, se lo acepta, se
lo soporta, no se lo juzga, no se lo condena, se lo corrige, se lo espera, se
lo perdona.
Las relaciones con el prójimo son vistas desde la
perspectiva de la misericordia. El discípulo no es aquel que tiene el oficio de
condenar, sino la tarea de ser bondadoso y compasivo; es aquel que, como el
Padre del cielo, otorga misericordia y encuentra el gozo en la entrega y el
amor.
El seguimiento de Jesucristo no se trata en
absoluto de reproducir materialmente una u otra actitud, sino de mirar la
realidad como El lo ha hecho, estar disponible como El ante el acontecimiento.
Se trata no de reproducir sino de inventar, ya que cada acontecimiento es
siempre nuevo y único, por lo tanto el discípulo tratará de que su respuesta
esté a la altura del acontecimiento.
El amor al enemigo no es un dato marginal, sino el
sentido y centro del amor de los cristianos. Sólo cuando se da sin esperar
recompensa, cuando se ama sin que el otro lo merezca, cuando se pierde para que
el otro gane, sólo entonces se ha llegado hasta el misterio del amor que nos
enseña y nos ofrece Cristo.
Para
discernir
¿Qué criterios rigen nuestro amor?
¿A quién considero enemigos?
¿Qué actitud tomo frente a mis enemigos?
Repitamos a
lo largo de este día
Dame tu amor Señor
Para la
lectura espiritual
…Viendo Dios que los hombres se hacen atraer por
beneficios, quiso cautivarlos para su amor por medio de los suyos. Dijo por
tanto: «Quiero atraer a los hombres para que me amen con aquellos lazos con que
los hombres se hacen atraer, a saber: con los vínculos del amor». Esos fueron
precisamente los dones que Dios hizo al hombre. El, después de haberlos dotado
de alma con potencias a su imagen, de memoria, intelecto y voluntad, así como
de un cuerpo provisto de sentidos, creó para él el cielo y la tierra y tantas
otras cosas, todas ellas por amor al hombre; a fin de que sirvieran al hombre y
éste le amara por gratitud a tantos dones.
Pero Dios no se contentó con darnos todas estas
hermosas criaturas. Para hacerse con todo nuestro amor, llegó a dársenos todo él
mismo. El Padre eterno llegó a darnos a su mismo y único Hijo. Al ver que todos
nosotros estábamos muertos y privados de su gracia a causa del pecado, ¿qué
hizo? Por su amor inmenso -más aún, como escribe el apóstol, por el excesivo
amor que nos tenía-, mandó a su Hijo amado para que satisficiera por nosotros y
para devolvernos así aquella vida que el pecado nos había arrebatado. Y al
darnos a su Hijo (no perdonando a su Hijo para perdonarnos a nosotros), junto
con el Hijo nos dio todo bien: su gracia, su amor y el paraíso”…
Alfonso María de Ligorio, [edición española:
Práctica del amor a Jesucristo, Rialp, Madrid 1999]
Para rezar
Amar como Jesús,
siguiendo su ejemplo
que nace del servicio y de la entrega
desinteresada a los demás.
Amar como Jesús
optando por los más débiles,
los que sufren
y están al margen de la vida.
Amar como Jesús
apasionados por la justicia y la paz,
ofreciendo lo mejor de cada uno
para lograr una vida digna para todos.
Amar como Jesús
abierto a los demás y a sus necesidades
compartiendo los dones recibidos
viviendo la alegría del dar.
Que así sea
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