15
de mayo de 2019 - MIÉRCOLES DE LA IV SEMANA DE PASCUA
Yo soy la luz y he venido al mundo
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 12, 24-13, 5
La
Palabra de Dios se difundía incesantemente. Bernabé y Saulo, una vez cumplida
su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado
Marcos.
En
la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban
Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia
del tetrarca Herodes, y Saulo.
Un
día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les
dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado.»
Ellos,
después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Saulo
y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se
embarcaron para Chipre. Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en
las sinagogas de los judíos.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
66, 2-3. 5. 6 y 8 (R.: 4)
R. ¡Que
los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias!
El
Señor tenga piedad y nos bendiga,
haga
brillar su rostro sobre nosotros,
para
que en la tierra se reconozca su dominio,
y
su victoria entre las naciones. R.
Que
canten de alegría las naciones,
porque
gobiernas a los pueblos con justicia
y
guías a las naciones de la tierra. R.
¡Que
los pueblos te den gracias, Señor,
que
todos los pueblos te den gracias!
Que
Dios nos bendiga,
y
lo teman todos los confines de la tierra. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 12, 44-50
Jesús
exclamó:
«El
que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que
me ve, ve al que me envió.
Yo
soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca
en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo,
porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
El
que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra
que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé
por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y
anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las
digo como el Padre me lo ordenó.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Desde
un principio, las comunidades cristianas estuvieron estructuradas con «cargos»
y responsabilidades diferentes, determinados de acuerdo a las diferentes
capacidades y vocaciones. En la Iglesia fundada en Antioquia, había profetas y
doctores.
Los
profetas eran cristianos especialmente capaces de discernir la voluntad de Dios
en los acontecimientos concretos de la vida humana y de la historia. Los
doctores eran cristianos especialmente capaces de discernir la voluntad de Dios
en las Escrituras, comentando el antiguo Testamento y el Nuevo, que se estaba
elaborando entonces.
En
aquella época no había lugares oficiales de culto. “Celebran el culto en una
reunión que constaba de dos partes: primero una liturgia de la Palabra de Dios,
con lecturas de textos sagrados y salmos cantados… luego una liturgia de la
eucaristía que terminaba con la comunión…
Un
día, durante una «celebración» de culto y ayuno, el Espíritu Santo les dijo que
separen a Bernabé y a Pablo para “la obra a la que los había llamado”.
Comienza
el primero de los tres grandes viajes misioneros de Pablo, que llevará al
Apóstol a evangelizar primero la isla de Chipre y después algunas regiones del
sur de Asia Menor. El Espíritu Santo está en el origen de todo esfuerzo
misionero. La «comunidad» acepta la responsabilidad de aquellos a los que
envía, «se sacrifica y ora» por ellos.
***
Este
pasaje, en el evangelio de san Juan, sigue a la resurrección de Lázaro y a la
unción en Betania. El contenido fundamental es: el que cree en Jesús, cree
también en Dios, el Padre. Después de realizada la revelación de Dios en el
Hijo, la fe en Cristo y la fe en Dios son para Juan la misma cosa. Son esa
única y misma cosa, porque el Hijo y el Padre son uno.
Jesús
es la epifanía de Dios, de manera que quien ve a Jesús ve al Padre. En la
persona de Jesús es Dios quien sale al encuentro del hombre. Con esto queda
dicho que de ahora en adelante a Dios sólo se le puede ver y encontrar en
Jesucristo.
Esta
vez la revelación de su identidad la hace a través de la imagen de la luz, y
así el que cree en Él no quedará en tinieblas».
Desde
la encarnación del mundo, la luz ya no es una metáfora, sino Jesucristo en
Persona. El es la luz que viene al mundo, el portador de la salvación para los
hombres. La luz vino al mundo justamente para que brille el plan salvador y
universal de Dios en la oscuridad más profunda de la cruz.
Pero
algunos no quieren ver esa luz. Cristo como luz sigue dividiendo a la humanidad
porque la luz siempre pone en evidencia lo que hay, tanto si es bueno como
defectuoso.
Jesús
es la más clara manifestación de la voluntad salvadora de Dios. El hombre tiene
que acoger con libertad íntima la salvación que Dios gratuitamente le ofrece;
debe responder con su amor al amor que Dios ofrece. Por eso el hombre conserva
siempre una responsabilidad última sobre sí y su salvación.
Quien
no acepta a Jesús y sus palabras encuentra su juez en esa misma palabra.
El
juicio del hombre no consiste en un acto externo sino que es un autojuicio. El
hombre con su conducta pronuncia sentencia sobre sí mismo. La decisión se da
aquí y ahora entre fe e incredulidad. Lo que ocurrirá en “el último día” no
será más que la manifestación pública de la decisión tomada aquí.
Somos
discípulos de Jesús, en la medida que aceptamos plenamente en nuestra vida su
luz, que nos viene a través de su Palabra. Si bien somos llamados a ser «hijos
de la luz», sabemos que también en nuestra vida hay zonas que permanecen en la
penumbra. Ser hijos de la luz significa caminar en la verdad, sin trampas, sin
subterfugios. Significa caminar en el amor, sin odios o rencores porque quien
ama a su hermano permanece en la luz». La «tiniebla» es tanto dejarnos
manipular por el error, como encerrarnos en nuestro egoísmo y no amar.
Para discernir
¿Cuándo
somos iluminados por Jesús?
¿Cómo
descubro que estoy siguiendo al Maestro?
¿Cómo
es mi obediencia a la Palabra del Padre?
Repitamos a lo largo de este día
Que
brille sobre nosotros la luz de tu rostro
Para la lectura espiritual
…El Señor dice:
Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que
tendrá la luz de la vida. Esta breve sentencia contiene un mandato y una
promesa. Cumplamos, pues, lo que nos manda, y así tendremos derecho a esperar
lo que nos promete. No sea que nos diga el día del juicio: «¿Ya hiciste lo que
te mandaba, pues qué esperas alcanzar lo que prometí?» «¿Qué es lo que
mandaste, Señor, Dios nuestro?» Te dice: «Que me siguieras.»
Has pedido un
consejo de vida. ¿Y de qué vida sino de aquella acerca de la cual está escrito:
En ti está la fuente viva?
Por
consiguiente, ahora que es tiempo, sigamos al Señor; deshagámonos de las
amarras que nos impiden seguirlo. Pero nadie es capaz de soltar estas amarras
sin la ayuda de aquel de quien dice el salmo: Rompiste mis cadenas. Y como
dice también otro salmo: El Señor liberta a los cautivos, el Señor endereza a los que ya se doblan.
dice también otro salmo: El Señor liberta a los cautivos, el Señor endereza a los que ya se doblan.
Y nosotros, una
vez libertados y enderezados, podemos seguir aquella luz de la que afirma: Yo
soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá
la luz de la vida. Porque el Señor abre los ojos al ciego. Nuestros ojos,
hermanos, son ahora iluminados por el colirio de la fe. Para iluminar al ciego
de nacimiento, primero le untó los ojos con tierra mezclada con saliva. También
nosotros somos ciegos desde nuestro nacimiento de Adán, y tenemos necesidad de
que él nos ilumine. Mezcló saliva con tierra. La Palabra se hizo carne y puso
su morada entre nosotros. Mezcló saliva con tierra; por eso estaba escrito: La
verdad brota de la tierra; y él mismo dijo:
Yo soy el
camino, la verdad y la vida.
Disfrutaremos de
la posesión de la verdad cuando lo veamos cara a cara, ya que también esto se
nos ha prometido. Pues, ¿cómo nos atreveríamos a esperar lo que Dios no se
hubiera dignado prometernos o darnos?…
De los Tratados
de San Agustín, obispo, sobre el evangelio de San Juan
Para rezar
Tú has visitado,
Señor,
la noche de
nuestro mundo:
bendito seas por
la luz,
que habita junto
a ti desde siempre.
Tú has hecho que
la luz brille en nuestras tinieblas
y que, día tras
día,
el Espíritu de
tu Hijo transfigure nuestra tierra.
Te pedimos
que amanezca de
nuevo para nosotros
el tiempo de tu
gracia,
que venga tu Día
y que jamás tenga ocaso.
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