21
de mayo de 2019 - MARTES DE LA V SEMANA DE PASCUA
La paz que nos da Jesús
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 14, 19-28
Vinieron
de Antioquía y de Iconio algunos judíos que lograron convencer a la multitud.
Entonces apedrearon a Pablo y, creyéndolo muerto, lo arrastraron fuera de la
ciudad. Pero él se levantó y, rodeado de sus discípulos, regresó a la ciudad.
Al
día siguiente, partió con Bernabé rumbo a Derbe. Después de haber evangelizado
esta ciudad y haber hecho numerosos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y
a Antioquía de Pisidia. Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a
perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas
tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.
En
cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los
encomendaron al Señor en el que habían creído.
Atravesaron
Pisidia y llegaron a Panfilia. Luego anunciaron la Palabra en Perge y
descendieron a Atalía. Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido
encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de
cumplir.
A
su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que
Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los
paganos. Después permanecieron largo tiempo con los discípulos.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
144, 10-11. 12-13ab. 21 (R.: cf. 12a)
R. Que
tus amigos, Señor, manifiesten la gloria de tu reino.
Que
todas tus obras te den gracias, Señor,
y
tus fieles te bendigan;
que
anuncien la gloria de tu reino
y
proclamen tu poder. R.
Así
manifestarán a los hombres tu fuerza
y
el glorioso esplendor de tu reino:
tu
reino es un reino eterno,
y
tu dominio permanece para siempre. R.
Mi
boca proclamará la alabanza del Señor:
que
todos los vivientes bendigan su santo Nombre,
desde
ahora y para siempre. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 14, 27-31a
Jesús
dijo a sus discípulos:
«Les
dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni
teman! Me han oído decir: “Me voy y volveré a ustedes.” Si me amaran, se
alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les
he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Ya
no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este
mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que
yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»
Palabra
de Dios.
Para reflexionar
Estamos
al término del “primer viaje misionero” de san Pablo. Ayer leíamos que los
ensalzaban como a dioses, y hoy, que los apedrean hasta dejarlos medio muertos.
Pablo y sus acompañantes experimentan una vez más que el Reino de Dios padece
violencia y que no es fácil predicarlo en este mundo. Pero no se dejan
atemorizar: se marchan de Listra y van a predicar a otras ciudades.
Pablo
y Bernabé no se contentan con anunciar el evangelio. En un segundo tiempo,
algunos años después de su viaje de ida, vuelven, fundan comunidades
estructuradas y designan a «ancianos» para jefes de las mismas.
Animan
a las comunidades a perseverar a pesar de la tribulación. El sufrimiento
acompaña al cristiano, como a todo ser humano, pero su sufrimiento puede tener
sentido: sabemos que es un «paso», un momento doloroso que conduce al Reino, es
decir, a la felicidad total junto a Dios. Pablo ya se atrevía a decir esas
cosas a los recién convertidos.
***
En
el clima de la despedida, los discípulos están preocupados por el futuro. Los
perturba y angustia el anuncio de la traición de Judas y de la negación de
Pedro. Jesús los tranquiliza y les da la paz en la forma tradicional del saludo
y despedida de los semitas. El judío usaba la fórmula de paz no sólo como
saludo ordinario, sino también como parte de un acto sagrado. En el Antiguo
Testamento, llegó a ser fórmula litúrgica de bendición en el culto en
Jerusalén. En el Nuevo Testamento aparece desde el nacimiento de Juan Bautista
y de Jesús, hasta la resurrección.
Jesús
insinúa que quiere dar “su” paz, que no es igual a la paz que dan los que son
del mundo, sino que esta paz viene de lo alto.
No
es la paz superficial que queda reducida solamente a una ausencia de guerras, o
esa paz egoísta, que significa que no se metan en mi vida ni me compliquen, o
la paz de los cementerios.
La
paz de Jesús, es una paz que se recibe primero como don, y que se conquista
para el mundo con gran esfuerzo. Se trata del mayor bien que el hombre puede
desear. La paz del hombre nuevo, hijo de Dios y hermano de todos; el hombre
reconciliado con Dios, con él mismo, con los hombres y con toda la creación. La
paz infundida por el Espíritu Santo incluye el perdón de los pecados. Esta paz,
don del resucitado a su Iglesia, no es de este mundo pero, necesita hacerse
presente también en este mundo.
Por
eso el lugar de esa nueva paz es sobre todo la comunidad cristiana, como
espacio de la presencia de Cristo. Esta paz nunca dejará de ser combatida,
porque expone al discípulo al conflicto con el mundo; precisamente porque cree,
y sus valores no son los del mundo. La promesa de paz de Jesús se realiza en
medio de la agitación y de todos los peligros.
Jesús
estará presente en su comunidad por medio de su Espíritu y de su Palabra, y
estará también junto al Padre. Porque está junto al Padre su presencia puede
ser permanente en la comunidad.
De
ese modo se cierra el círculo. A través de su camino hacia la cruz en
obediencia a la voluntad del Padre, Jesús se convierte ahora definitivamente en
el revelador del amor de Dios. Sólo se vence el odio cuando se aprende a dar la
vida. Paradójicamente “luchar por la paz” es hacerse capaz de “recibir el don
de la paz”.
Hoy
Jesús nos da esa misma paz que ratifica su presencia. La paz es un verdadero
estado de gracia, construido en lo más profundo del corazón del hombre. Ella
posibilita que nos acerquemos al otro como a un hermano. Lo que ofrece Jesús es
una paz nacida de la solidaridad, el respeto por la vida y la entrega generosa.
Para discernir
¿Qué
paz doy, qué paz busco?
¿Es
un ideal la paz por la que lucho?
¿Vivo
la Paz del mundo, o anhelo esa paz de Dios que es armonía por la búsqueda del
bien y la verdad en el amor?
¿Pienso
que la paz es simplemente fruto de un acuerdo o un bien por el cual luchar?
Repitamos a lo largo de este día
Que
no se inquiete nuestro corazón. Nos dejó su paz
Para la lectura espiritual
…Es una pregunta
clásica de los psiquiatras. Te dicen una palabra y el paciente responde con lo
que aquella cosa le sugiere. Si a los cristianos nos dijesen “¿Morada de
Dios?”, es muy posible que en un porcentaje alto contestáramos: Templo. Y sin
embargo, el evangelio de hoy responde a esta pregunta de un modo totalmente
diferente.
Para el
evangelio la morada de Dios es el propio cristiano. Al cristiano, dice Jesús,
que vendrá con su Padre para morar en él. Para que esta realidad
insospechada se dé, Cristo pone un presupuesto: que el cristiano le ame y guarde su palabra.
insospechada se dé, Cristo pone un presupuesto: que el cristiano le ame y guarde su palabra.
Podemos estar
orgullosos de nuestro Dios. Ni soñando hubiéramos podido imaginar este
comportamiento como propio de Dios. Al recordar el plan amoroso de Dios en su
relación con los hombres, un sentimiento de profunda gratitud nos debe embargar
a todos nosotros.
Antes, se
concebía a Dios como una realidad exterior al hombre y distante de él. En la
exposición que hace Jesús, la comunidad y cada miembro se convierten en morada
de la divinidad, la misma realidad humana se hace santuario de Dios.
No hay ámbitos
sagrados donde Dios se manifieste, fuera del hombre mismo.
Tal vez, nadie
ha expresado esto tan bellamente como S. Agustín:
“Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Tú estabas dentro de mí; yo,
fuera. Por fuera te buscaba y me lanzaba sobre el bien y la belleza, creados
por ti. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo ni conmigo. Me retenían lejos
las cosas. No te veía ni te sentía ni te echaba de menos. Mostraste tu resplandor
y pusiste en fuga mi ceguera. Exhalaste tu perfume y respiré y suspiro por Ti.
Gusté de Ti y siento hambre y sed. Me tocaste y me abraso en tu paz”.
En
ausencia de Jesús, los discípulos contarán con la ayuda del Espíritu, que les
hará penetrar en todo lo que Jesús ha dicho. El Espíritu colaborará en la
construcción de la comunidad. Hará posible la interpretación del mensaje de
Jesús.
Jesús se despide
deseándoles la paz. No es un saludo trivial. Les asegura que no va a estar
ausente. Esto debe darles la serenidad y quitarles todo temor. Ir al Padre no
es una tragedia, puesto que su muerte va a ser la manifestación suprema del
amor del Padre, la victoria sobre el mundo y la muerte…
Pedro
Olalde
Para rezar
¡Feliz de ti
si desalojas de
tu corazón
la violencia
destructiva,
y luchas por la
paz,
tantas veces
amenazada a tu alrededor,
y en el mundo
entero,
por las
discordias y odios,
los rencores y
las guerras.
Feliz de ti
si tus justas y
necesarias rebeldías
contra todo lo
malo
no te impulsan a
destruir todo lo viejo,
sino a construir
un mundo nuevo,
sobre los
cimientos de la paz,
la convivencia
fraternal
y la solidaridad
entre los hombres.
Feliz de ti
Si descubres los
caminos
de la amistad
que construye.
feliz de ti si,
desde ahora,
aprendes a
recorrer el camino del diálogo,
escuchando a los
demás
evitando
cerrarte en ti mismo,
para convivir
con nosotros.
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