6
de noviembre de 2019 - JUEVES DE LA VII SEMANA
DE PASCUA
Que sean
perfectamente uno
Lectura
de los Hechos de los apóstoles 22, 30; 23, 6-11
Queriendo
saber con exactitud de qué lo acusaban los judíos, el tribuno le hizo sacar las
cadenas, y convocando a los sumos sacerdotes y a todo el Sanedrín, hizo
comparecer a Pablo delante de ellos.
Pablo,
sabiendo que había dos partidos, el de los saduceos y el de los fariseos,
exclamó en medio del Sanedrín: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos, y
ahora me están juzgando a causa de nuestra esperanza en la resurrección de los
muertos.»
Apenas
pronunció estas palabras, surgió una disputa entre fariseos y saduceos, y la
asamblea se dividió. Porque los saduceos niegan la resurrección y la existencia
de los ángeles y de los espíritus; los fariseos, por el contrario, admiten una
y otra cosas.
Se
produjo un griterío, y algunos escribas del partido de los fariseos se pusieron
de pie y protestaron enérgicamente: «Nosotros no encontramos nada de malo en
este hombre. ¿Y si le hubiera hablado algún espíritu o un ángel…?»
Como
la disputa se hacía cada vez más violenta, el tribuno, temiendo por la
integridad de Pablo, mandó descender a los soldados para que lo sacaran de allí
y lo llevaran de nuevo a la fortaleza.
A
la mañana siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: «Animo, así como
has dado testimonio de mí en Jerusalén, también tendrás que darlo en Roma.»
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
15, 1-2a y 5. 7-8. 9-10. 11 (R.: 1)
R. Protégeme,
Dios mío, porque me refugio en ti.
Protégeme,
Dios mío,
porque
me refugio en ti.
Yo
digo al Señor: «Señor, tú eres mi bien.»
El
Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
tú
decides mi suerte! R.
Bendeciré
al Señor que me aconseja,
hasta
de noche me instruye mi conciencia!
Tengo
siempre presente al Señor:
él
está a mi lado, nunca vacilaré. R.
Por
eso mi corazón se alegra,
se
regocijan mis entrañas
y
todo mi ser descansa seguro:
porque
no me entregarás la Muerte
ni
dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R.
Me
harás conocer el camino de la vida,
saciándome
de gozo en tu presencia,
de
felicidad eterna a tu derecha. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 17, 1b. 20-26
Jesús
levantó los ojos al cielo y oró diciendo:
«Padre
santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su
palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en
ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me
enviaste.
Yo
les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos
uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca
que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.
Padre,
quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen
la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo.
Padre
justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que
tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer,
para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en
ellos.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
En
Pentecostés, del año 57, Pablo ha llegado a Jerusalén. Los hermanos le anuncian
que algunos judíos lo acusan de “incitar” a la traición de las tradiciones de
Moisés, abandonando la circuncisión y otros ritos heredados. Estaba orando en
el Templo de Jerusalén cuando es perseguido, a los gritos, acusado de enseñar
“contra el pueblo, contra la ley y contra este lugar santo”. La policía romana
interviene y conduce a Pablo a la fortaleza. Esta vez su cautiverio durará
varios años, en Jerusalén, en Cesarea, capital romana de Palestina y después en
Roma.
El
oficial romano, queriendo saber con certeza de qué lo acusaban los judíos,
mandó que le quitaran las cadenas, convocó al Gran Consejo e hizo que Pablo
compareciera ante ellos.
Es
una cuestión entre las dos grandes corrientes religiosas de la época: el
partido de los Saduceos que no cree en la resurrección y el partido de los
Fariseos que cree en ella. La astucia de Pablo lo va a salvar cuando provoca
una discusión entre estos dos grupos a tal punto que se olvidan de él.
Como
la pelea iba creciendo, el oficial romano temiendo que Pablo fuese despedazado
por ellos, mandó a la tropa que lo llevase de nuevo a la fortaleza.
Pablo
apela al César como ciudadano romano, e invoca su derecho de ser juzgado en
Roma. De noche oye en visión la voz del Señor que le da ánimo, para que dé
testimonio a favor suyo en Roma.
***
Esta
es la última plegaria de Jesús antes de entrar en su Pasión: es la intención
principal por la que ofrecerá el sacrificio de su vida, es su testamento.
Jesús
agrandando el horizonte de su comunidad a aquellos que vendrán, ora por la
comunidad futura. Su obra debe continuar y el mensaje del Padre y su mensaje,
tendrá que ser también el de los discípulos. Este mensaje no puede ser una
doctrina aprendida ni una ley externa a la que se está obligado.
Ruega
por sus discípulos y por cuantos creerán en Él por su palabra. Pide para que
los que lo siguen y los que lo seguirán en el futuro sean “uno”, como el Padre
está en Él, y Él en el Padre, para que el mundo crea que el Padre lo ha
enviado.
El
amor no se puede proponer si no se vive; si no se comunica como experiencia
propia. El mensaje vivido es lo que produce la adhesión a Jesús. El mensaje no
es una teoría sobre el amor, sino el anuncio de la vida y muerte de Jesús como
expresión de su amor y del amor del Padre.
Jesús
pide la unidad como distintivo de la comunidad de fe. El modelo es siempre el
amor y la unidad, que existe entre Jesús y el Padre. El amor de los cristianos
tiene por modelo el amor mismo de Dios.
La
comunión de los hombres con Dios se evidencia a través de las obras que revelan
su amor y será la prueba convincente de la misión divina de Jesús. No se
convence con palabras, sino con hechos.
Cuando
Jesús pide la unidad, ratifica el supremo mandato: “ámense unos a otros como yo
los amo, en esto los reconocerán como mis discípulos”. Es un mandato y un
anuncio. Promete el don de su Espíritu porque nadie puede amar con su amor sino
le es dado.
Esta
unidad es la cumbre del evangelio, es la “buena nueva”: el amor mismo de Dios,
el amor trinitario es dado a los que creen. Es ese amor perfecto que une al Padre,
al Hijo y al Espíritu Santo, lo que está trabajando en el corazón de la
humanidad cuando busca, desde y por la unidad, nuevos caminos para la justicia,
la paz y el amor.
Para discernir
¿Dónde
pongo el acento de mi fe?
¿Cuál
es mi esfuerzo más grande?
¿Cuáles
son mis argumentos de credibilidad?
¿Cómo
expreso este llamado a la unidad?
La
unidad ¿es unidad conmigo o unidad en el Señor?
Repitamos a lo largo de este día
Estemos
unidos para que el mundo crea
Para la lectura espiritual
…No
hay que olvidar que el Señor pidió al Padre la unidad de los discípulos para
que den testimonio de su misión y que el mundo pueda creer que el padre le ha
enviado. Se puede decir que el movimiento ecuménico se inició, en un sentido, a
partir de la experiencia negativa de aquellos que, anunciando el evangelio
único, se sabían cada uno miembro de su Iglesia particular o de su comunidad
eclesial particular. Esta gran contradicción quedaba manifiesta ante aquellos
que escuchaban el mensaje de salvación y en ello encontraban un obstáculo para
acoger el anuncio evangélico.
Esta
grave dificultad, desgraciadamente, no está superada. Es verdad que no estamos
en plena comunión. Y no obstante, a pesar de las divisiones, estamos dispuestos
a recorrer el camino de la plena unión, de la unión que caracterizaba la
Iglesia apostólica en sus inicios y que nosotros buscamos sinceramente. Guiada
por la fe, nuestra oración común lo testimonia. En la oración, nos reunimos en
el nombre de Cristo que es uno. El es nuestra unión…
San Juan Pablo
II
Para rezar
Danos Señor
un corazón de carne
Danos
Señor un corazón de carne,
para
que como Tú, nos conmovamos
ante
el dolor del prójimo más próximo.
Recrea
en nosotros entrañas de misericordia,
para
que inflamados en tu amor
seamos
testigos y testimonio con nuestras obras,
de
tu presencia en el mundo.
Señor,
resucítanos hoy,
y
regálanos como al hijo de la viuda,
la
oportunidad de levantarnos
por
sobre nuestras mezquindades y miserias,
y
transmitir con el ejemplo, las maravillas que Tú obras.
Te
lo pedimos por la intercesión de María Santísima,
a
ti, Señor que vives y reinas,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.