28
de julio de 2019 – TO – DOMINGO DE LA XVII
SEMANA - Ciclo C
Podemos llamar
a Dios “¡Papá!”
PRIMERA
LECTURA
Lectura
del libro del Génesis 18, 20 – 21.23 – 32
El
Señor dijo: «El clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande, y su pecado tan
grave, que debo bajar a ver si sus acciones son realmente como el clamor que ha
llegado hasta mí. Si no es así, lo sabré.»
Dos
de esos hombres partieron de allí y se fueron hacia Sodoma, pero el Señor se
quedó de pie frente a Abraham.
Entonces
Abraham se le acercó y le dijo: « ¿Así que vas a exterminar al justo junto con
el culpable? Tal vez haya en la ciudad cincuenta justos. ¿Y tú vas a arrasar
ese lugar, en vez de perdonarlo por amor a los cincuenta justos que hay en él?
¡Lejos de ti hacer semejante cosa! ¡Matar al justo juntamente con el culpable,
haciendo que los dos corran la misma suerte! ¡Lejos de ti! ¿Acaso el Juez de
toda la tierra no va a hacer justicia?»
El
Señor respondió: «Si encuentro cincuenta justos en la ciudad de Sodoma,
perdonaré a todo ese lugar en atención a ellos.»
Entonces
Abraham dijo: «Yo, que no soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de
dirigirme a mi Señor. Quizá falten cinco para que los justos lleguen a
cincuenta. Por esos cinco ¿vas a destruir toda la ciudad?» «No la destruiré si
encuentro allí cuarenta y cinco», respondió el Señor.
Pero
Abraham volvió a insistir: «Quizá no sean más de cuarenta.»
Y
el Señor respondió: «No lo haré por amor a esos cuarenta.»
«Por
favor, dijo entonces Abraham, que mi Señor no lo tome a mal si continúo
insistiendo. Quizá sean solamente treinta.»
Y
el Señor respondió: «No lo haré si encuentro allí a esos treinta.»
Abraham
insistió: «Una vez más, me tomo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Tal
vez no sean más que veinte.»
«No
la destruiré en atención a esos veinte», declaró el Señor.
«Por
favor, dijo entonces Abraham, que mi Señor no se enoje si hablo por última vez.
Quizá sean solamente diez.»
«En
atención a esos diez, respondió, no la destruiré.»
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 137, 1-2a. 2b-3. 6-7a. 7c-8 (R.: 3a)
R.
Señor, me respondiste cada vez que te invoqué.
Te
doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque
has oído las palabras de mi boca,
te
cantaré en presencia de los ángeles.
Me
postraré ante tu santo Templo.
Y
daré gracias a tu Nombre
por
tu amor y tu fidelidad,
porque
tu promesa ha superado tu renombre.
Me
respondiste cada vez que te invoqué
y
aumentaste la fuerza de mi alma.
El
Señor está en las alturas,
pero
se fija en el humilde
y
reconoce al orgulloso desde lejos.
Si
camino entre peligros, me conservas la vida.
Tu
derecha me salva.
El
Señor lo hará todo por mí.
Tu
amor es eterno, Señor,
¡no
abandones la obra de tus manos!
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Colosas 2, 12-14
Hermanos:
En
el bautismo, ustedes fueron sepultados con él, y con él resucitaron, por la fe
en el poder de Dios que lo resucitó de entre los muertos.
Ustedes
estaban muertos a causa de sus pecados y de la incircuncisión de su carne, pero
Cristo los hizo revivir con él, perdonando todas nuestras faltas. El canceló el
acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo
desaparecer clavándola en la cruz.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 11, 1-13
Un
día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus
discípulos.»
El
les dijo entonces: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que
venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes
caer en la tentación.»
Jesús
agregó: «Supongamos que algunos de ustedes tiene un amigo y recurre a él a
medianoche, para decirle: “Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos
llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle,” y desde adentro él le responde:
“No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos
acostados. No puedo levantarme para dártelos.”
Yo
les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se
levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También
les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.
Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le
abre.
¿Hay
entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si
le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo,
le dará un escorpión?
Si
ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el
Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
El
libro del Génesis nos presenta a Abrahán en diálogo confiado con Dios. Sólo
ante quien se conoce en la densidad de su amor y la fuerza de su poder se puede
establecer un regateo intentando beneficiar a un tercero. Con la tenacidad del
comerciante oriental que intenta bajar más y más el precio a pagar, Abrahán
presenta a los buenos ante Dios para que éste olvide la culpa de los malos y
los perdone.
***
La
carta a los Colosenses nos indica la condición para esta esperanza casi
temeraria de los cristianos. Hemos sido sepultados junto con Cristo en el
bautismo y hemos resucitado con él en Pascua mediante la fe en la fuerza
de Dios. De este modo entre Dios, Señor de la alianza, y nosotros se
establece una relación directa e inmediata que elimina todos los impedimentos y
las acusaciones que pesan sobre nosotros. La cruz de Cristo quita todo
esto de en medio.
***
El
evangelio de Lucas nos ofrece hoy uno de los pasajes más bellos y entrañables
de ese caminar con Jesús como discípulos. Le revela tímidamente quién es el
Padre
Jesús,
en el evangelio de Lucas ora muy frecuentemente y los discípulos quieren
aprender. Además de querer tener una oración que los identificara ante los
demás grupos religiosos que existían, sienten que Jesús se transforma. Se trata
simplemente de una necesidad que tiene el Señor como hombre de estar en
contacto muy personal con Dios, con Dios su Padre.
Frente
a la pregunta de los discípulos, la respuesta de Jesús es sencilla: “Cuando
oren, digan ¡Padre!” Esta manera tan sencilla de dirigirse a Dios contrasta con
las expectativas que se habían formado a partir de los grandes títulos que se
le daban a Dios al inicio de muchas oraciones judías.
El
“abba”, que nos han conservado Marcos y Pablo son una invitación a tratar a
Dios como Padre. Esto implica una proximidad de corazón y una conciencia de
filiación, que lleva a la conciencia de fraternidad. “¡Padre Nuestro!”
Lo
novedoso y fundamental de la enseñanza que les da Jesús sobre la oración es
anunciar que Dios no es simplemente el Dios omnipotente y creador que premia a
los buenos y castiga a los malos, sino que es el ‘Abba’, es decir, es alguien
“que hace salir el sol sobre buenos y malos” porque está pendiente de nosotros,
que está esperando que le dirijamos una palabra o una mirada -como diría Santa
Teresa. Exactamente, como el mejor de los padres está volcado hacia su hijo
pequeño.
Jesús
presenta la oración como algo más que recitar unas fórmulas o poner en marcha
un mecanismo “comercial” para obtener favores de Dios. La oración es, sobre
todo, la convicción íntima de que Dios es nuestro Padre y que quiere nuestro
bien más que nosotros mismos.
Por
eso podemos reconocer nuestra limitación sin miedo ni culpa y pedirle que se
acuerde de nosotros, que nos fortalezca, que nos ayude, a nosotros y a todos
los hijos que con ternura entrañable él ama.
Jesús
enseña a rezar desde los íntimos sentimientos de su corazón de hijo que admira
y se embeleza como un niño ante aquel que todo lo sabe y todo los puede. De ahí
brota su deseo irreprimible de que su Padre sea santificado, conocido y amado.
“¡Santificado sea tu nombre”
En
Jesús, como sus hijos queridos podemos vivir en la fe de manera absoluta el
sentido de la gratuidad del amor de este Dios que es Padre; por eso nuestra
petición fundamental es que su bien querer manifestado en su Reino venga y sea
una realidad para todos los hombres: “¡Venga tu Reino!”
La
confianza en su amor de Padre que busca el bien de sus hijos y nunca “dará
piedras en lugar de panes”, un bien que se hace proyecto y que no nos abandona,
sino que está presente en todos los momentos nos permite sin temor alguno
abandonarnos a su querer y seguir su camino, un camino que es salvación… “¡Que
se haga tu voluntad!”. Que el mundo sea como siempre lo pensó y lo quiere;
conoce los caminos de la vida y sabe que el amor y la fraternidad deben ser
aquello que marque el latir de la vida del mundo y de los hombres. Por lo
tanto, nadie debe ser excluido ni quedar al margen de una vida digna.
Que
a nadie falte el pan en la mesa de cada día y tampoco el alimento del espíritu,
todo lo que necesitamos para crecer como personas y como creyentes. “¡Danos
nuestro pan!”
Por
esta confianza en la voluntad del Padre, el corazón de Cristo se abre de par en
par y se anima a no dejar sin descubrir ninguna de sus inquietudes, ni sus
deseos más hondos, ni sus dolores. No puede estar ausente el dolor por aquellos
que han equivocado el camino: los hermanos a quien el Padre habrá de perdonar
tantas veces porque son hijos pequeños, rebeldes y débiles.
Surge
enseguida confiadamente la petición del perdón acompañada de la promesa de
perdón que estamos dispuestos a dar y en la que Jesús nos da el ejemplo: “Padre
perdónalos…” Es el anhelo del corazón del hijo que el hombre sea capaz de amar
al hombre, y el amor tiene una de sus más auténticas manifestaciones en el
perdón. “¡Perdónanos como nosotros perdonamos!
Porque
nos sabemos queridos y no juzgados podemos mirar nuestra realidad débil y
pecadora pidiendo el sostén para no caer en la tentación. “¡No nos dejes caer
en la tentación!”
Como
todo Padre, Dios quiere que seamos felices; nos pone en la vida para que la
vivamos creciendo libertad y asume todos los riesgos. Saber que podemos contar
con Él, no quiere decir que tengamos que esperar que él nos resuelva todos los
problemas ni que se ponga a favor de nuestros pequeños intereses egoístas.
Saberlo
Padre quiere decir que él nos da la mano en nuestro caminar, nos da fuerza y
valor. Es experimentar que está a nuestro lado y que no nos deja nunca, es
poder vivir todo acontecimiento, por duro que sea, acompañado y sostenidos por
un amor muy grande, pleno, infinito. Es sabernos que no mide nuestras
debilidades e imperfecciones sino siempre nos anima a dar nuevos pasos con la
certeza de que tiene en cuenta no lo que hayamos alcanzado, sino el empeño y el
camino que hicimos y queremos hacer. Así, rezar es experimentar la
paternidad de Dios y atrevernos a estar, sin miedos, abiertos sus sorpresas, a
sus caminos y a sus pensamientos, como quien busca aquello que no tiene,
necesita y sabe quién puede y quiere dárselo. Así la oración aparece como
regalo, como misterio, como gracia porque es estar con el Padre que nos ama
gratuitamente, sin mérito de nuestra parte y sin esperar a cambio nada más que
seamos sus hijos.
Lejos
de ser una receta Jesús nos regala un modo de ser en la vida. El reino viene
por añadidura.
Para discernir
¿Qué
experimento al rezar la oración de Jesús?
¿Me
experimento hijo o esclavo?
¿Es
más fuerte el temor o el amor?
Repitamos a lo largo de este día
Quiero
tener tus sentimientos y tus palabras en mi boca y en mi corazón
Para la lectura espiritual
En
el evangelio Jesús se dirige a Dios con la seguridad del que sabe que el Padre
le «escucha siempre» (Jn 11,42). Y, como está en oración, sus discípulos le
piden que les enseñe a orar. Jesús les enseña su propia oración, el
Padrenuestro, y además les cuenta la parábola del hombre que despierta a
su amigo a medianoche para pedirle que le preste tres panes. En la parábola el
hombre tiene que insistir hasta llegar a ser importuno para obtener lo que
desea. Con Dios en realidad sobra la indiscreción, pero se exige la constancia
en la oración, en la búsqueda: hay que llamar a la puerta para que Dios Padre
abra a sus criaturas. Dios no duerme, está siempre dispuesto a «dar su
Espíritu Santo a los que se lo piden», pero no arroja sus preciosos dones a los
que no los desean o sólo los demandan con tibieza y negligencia. Lo que
Dios da es su propio amor inflamado, y éste sólo puede ser recibido por
aquellos que tienen verdadera hambre de él. Pedir a Dios cosas que por su esencia
El no puede dar (un «escorpión», una «serpiente») es un sinsentido; pero toda
oración que es según su voluntad y sus sentimientos, Él la escucha, incluso
infaliblemente, incluso inmediatamente, aunque no lo advirtamos en nuestro
tiempo pasajero. «Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la
han concedido, y la obtendréis» (Mc 11,24). «Si le pedimos algo según su
voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos,
sabemos que tenemos conseguido lo que le hayamos pedido» (1 Jn 5,14s).
Hans Urs von
Balthasar
Para rezar
Hijo
mío
que estás en la tierra, preocupado, solitario
desorientado. Yo conozco perfectamente
tu nombre, y lo pronuncio
santificándolo porque te amo.
No, no estás solo, sino
habitado por Mi y juntos
construiremos este Reino.
del que vas a ser heredero.
Me gusta que hagas mi Voluntad,
porque mi Voluntad,
es que tú seas feliz.
Cuenta siempre conmigo y
tendrás el pan para hoy
no te preocupes
Solo te pido que sepas
compartirlo con tus hermanos.
Sabes que te perdono todas tus ofensas,
antes incluso que las cometas, porque te pido que
hagas lo mismo
con los que a ti te ofenden
Para que nunca caigas en la tentación,
tómate fuerte de mi mano
y Yo te libraré del mal.
Te quiere desde siempre.
que estás en la tierra, preocupado, solitario
desorientado. Yo conozco perfectamente
tu nombre, y lo pronuncio
santificándolo porque te amo.
No, no estás solo, sino
habitado por Mi y juntos
construiremos este Reino.
del que vas a ser heredero.
Me gusta que hagas mi Voluntad,
porque mi Voluntad,
es que tú seas feliz.
Cuenta siempre conmigo y
tendrás el pan para hoy
no te preocupes
Solo te pido que sepas
compartirlo con tus hermanos.
Sabes que te perdono todas tus ofensas,
antes incluso que las cometas, porque te pido que
hagas lo mismo
con los que a ti te ofenden
Para que nunca caigas en la tentación,
tómate fuerte de mi mano
y Yo te libraré del mal.
Te quiere desde siempre.
Tu
Padre
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