Peregrinación a
Luján
En la Arquidiócesis de Buenos Aires se celebra la misa
propia de Nuestra Señora de Luján
A continuación la correspondiente al Domingo XXVII
Domingo
6 de octubre 2019 – NUESTRA SEÑORA DE
LUJAN
Madre, ayudanos
a unirnos como pueblo
PRIMERA
LECTURA
Lectura
del libro del profeta Isaías
35, 1-7
35, 1-7
¡Regocíjense
el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca
como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada
la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la
gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios.
Fortalezcan
los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están
desalentados: « ¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza,
la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos.»
Entonces
se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos;
entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de
júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el
páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales; la
morada donde se recostaban los chacales será un paraje de caña y papiros.
Palabra
de Dios
O bien
Lectura
del libro del profeta Isaías
58, 7-8, 10
58, 7-8, 10
Este
es el ayuno que yo amo – oráculo del Señor- : soltar las cadenas injustas,
desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos
los yugos. Compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin
techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne.
Entonces
despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante
de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces
llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: “¡Aquí estoy!”.
Si
eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si
ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se
alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía.
Palabra
de Dios
SALMO
Lc 1, 46-48. 49-50. 51-53. 54-55 (R.: cf. 49)
R.
El Señor hizo en mí maravillas: ¡gloria al Señor!
«Mi
alma canta la grandeza del Señor,
y
mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque
él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En
adelante todas las generaciones me llamarán feliz
Porque
el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su
Nombre es santo!
Su
misericordia se extiende de generación en generación
sobre
aquellos que lo temen.
Desplegó
la fuerza de su brazo,
dispersó
a los soberbios de corazón.
Derribó
a los poderosos de su trono
y
elevó a los humildes.
Colmó
de bienes a los hambrientos
y
despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió
a Israel, su servidor,
acordándose
de su misericordia,
como
lo había prometido a nuestros padres,
en
favor de Abraham
y
de su descendencia para siempre.»
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Efeso
1, 3-6. 11-12
1, 3-6. 11-12
Bendito
sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él,
antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su
presencia, por el amor.
El
nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al
beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos
dio en su Hijo muy querido.
En
él hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano -según el previo
designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad- a ser aquellos
que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria.
Palabra
de Dios
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27
Junto
a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de
Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a
quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al
discípulo: «Aquí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento, el discípulo la
recibió en su casa.
Palabra
del Señor
Para reflexionar
María
Peregrina
En
este tiempo, en este día: queremos y debemos mirar de una manera especial a
nuestra Madre: María es la estrella que refleja los rayos del Sol de Justicia
que viene de lo alto y nos muestra el camino de nuestro peregrinar. María nos
educa «consiguiéndonos abundantes dones del Espíritu Santo y proponiéndonos, al
mismo tiempo, el ejemplo de aquella “peregrinación de la fe”, de la cual es
maestra incomparable» (Juan Pablo II).
Su
vida se consume en el seguimiento radical de ese Camino que es su propio Hijo,
y recorriendo con ella sus pasos, vamos caminando hacia la santidad. Ella es la
“Madre del peregrino”, que nos acompaña siempre, y especialmente en los
momentos de cansancio o dificultad. María es peregrina por excelencia. Además
del Señor Jesús, ella es quién ha comprendido mejor que nadie, que este mundo
no es un lugar para instalarse, sino para realizar el Plan de Dios.
Su
vida estuvo marcada por las peregrinaciones. La primera es aquella por la que
sale de sí para abrirse al plan de Dios, luego vendrá la que emprende para
atender a su prima Isabel, quien, como Ella, está embarazada. Ambos embarazos
son fruto del amor de Dios por su pueblo. Se pone en camino después que el
ángel le anuncia que será la Madre del Redentor; luego de su peregrino “Hágase”
lleno de confianza y amor, María inicia una peregrinación para vivir el
servicio humilde y necesario. La que lleva la Palabra en su vientre “se
levanta” y se pone en marcha, a la ciudad de Ain Carim, para ofrecer su
servicio de compasión y amor. Todo su ser expresa esa unión íntima, con el Hijo
a quien lleva en sus entrañas.
María,
responde a la alabanza de Isabel redireccionando su saludo y volviéndolo una
alabanza al buen Dios. Poco tiempo después María, peregrina hacia José, hacia
la oscuridad que se hace luz y juntos inician su peregrinar, ahora como
familia, a Belén, la ciudad de David. La Madre de Jesús experimenta las
dificultades del camino, la indiferencia de los posaderos, las incomodidades y
necesidades de un pesebre. Pero nada podrá empañar la inmensa alegría del
nacimiento del Señor, acompañada por la solidaridad de los pobres pastores y
por el homenaje de los reyes que manifiestan la esperanza de todos los pueblos
por el Mesías.
Peregrinarán
luego para cumplir con las prescripciones de la Ley de Moisés, y recibe la
profecía del dolor y la contradicción por parte del anciano Simeón. Peregrina a
Jerusalén para la fiesta de la Pascua cuando Jesús tuvo doce años. Año tras año
María peregrinó a Jerusalén, la Ciudad Santa, año tras año, llevó a su Hijo
educándolo en el sentido de la peregrinación y dejándose educar por Él, que
debía estar en las cosas del Padre.
Peregrina
al pie de la cruz
Todas
estas peregrinaciones, la preparan para la peregrinación hasta los pies de la
Cruz de su Hijo Jesús, donde hace su propio Vía Crucis. María acompaña a su
hijo viviendo la “compasión”, sufriendo en su interior los dolores de su Hijo
por la misteriosa, amorosa y profunda unión que vivían. Ella participa
activamente en el camino de la Cruz. Ofrece a Dios todo su dolor y se
configura con Jesús en este momento de sufrimiento.
Ella
no desfallece en el seguimiento de Cristo cuando éste se hace cada vez más
doloroso y exigente. No pierde el paso, no se aleja. Está siempre al lado de su
Hijo y en lo alto del monte Calvario está de pie en medio de su dolor
inimaginable.
Y
está de pie porque en lo más íntimo de su ser, por debajo de esta peregrinación
de dolor, corre, como un río profundo, una alegría inmensa que brillará en todo
su esplendor en la Resurrección. Ella sabe, con la certeza de la fe, que en la
Cruz su Hijo está venciendo el pecado y la muerte, sabe que allí está
reconciliando a los hombres con el Padre.
Desde
lo alto de la Cruz, en el culmen de esa peregrinación de dolor y alegría, Jesús
nos entrega a su Madre, como compañía en el camino de nuestro cotidiano
peregrinar. El Señor le confía la misión de ser Madre nuestra y Ella cumple con
fiel amor este encargo, acompañando este andar de la Iglesia primitiva, de la
Iglesia de todos los tiempos.
La
palabra del Crucificado al discípulo y, por medio de él, a todos los discípulos
de Jesús se hace de nuevo verdadera en cada generación. María se ha convertido
efectivamente en Madre de todos los creyentes. La esperanza de María al pie de
la cruz encierra una luz más fuerte que la oscuridad que reina en muchos
corazones: ante el sacrificio redentor, nace en María la esperanza de la
Iglesia y de la humanidad.
En
el momento de la máxima entrega, María está a la altura del Amor de su Hijo y
se entrega plenamente, otra vez, a la bondadosa voluntad de Dios sobre los
hombres, y por eso se le encarga la maternidad de todos los hombres: Esta nueva
maternidad de María, engendrada por la fe, es fruto del nuevo amor que maduró
en ella definitivamente al pie de la cruz, por medio de su participación en el
amor redentor de su Hijo.
Este
es el gran legado que Cristo concede desde la Cruz a la humanidad. Es como una
segunda Anunciación para María. Hace treinta y tres años un ángel la invitó a
entrar en los planes salvadores de Dios. Ahora, no ya un ángel, sino su propio
Hijo, le anuncia una tarea nueva: recibir como hijos de su alma a los causantes
de la muerte de su primogénito. María” Madre de Dios”, “Madre de Cristo”,
“Madre de los hombres”.
Sólo
Jesús sabe lo que hay en el corazón de su madre, por eso la llama mujer, no
María o mamá. En la cruz no le puede pedir que renuncie a ser madre. Jesús sabe
que comienza una nueva época para la humanidad. Su nueva maternidad le agranda
el corazón hasta límites insospechados. Jesús entrega a su Madre como Madre de
todos los vivientes, especialmente de los que serán hijos de Dios por la
gracia.
A
su bondad materna, se dirigen los hombres de todos los tiempos y de todas
partes del mundo, en sus necesidades y esperanzas, en sus alegrías y
contratiempos, en su soledad y en su convivencia». En Pentecostés, atrae con su
oración el Espíritu Santo sobre los Apóstoles, que la llena de fuerza para la
tarea evangelizadora y el servicio generoso.
María
es Madre del Pueblo de Dios y desde su Asunción a los cielos nos guía y
acompaña en nuestro peregrinar hacia la Patria definitiva. «La Madre de Jesús,
es la imagen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada en el futuro
siglo; así en esta tierra, hasta que llegue el día del Señor, antecede con su
luz al Pueblo de Dios peregrinante como signo de esperanza y de consuelo».
Y
desde su cielo se hizo, también, peregrina hasta nuestra patria para quedarse
de un modo particular y amoroso en las orillas del río Luján como signo de su
maternal entrega por estos hijos suyos.
6
de octubre de 2019 – TO – DOMINGO XXVII – Ciclo C
Si tuvieras fe
Lecturas del domingo XXVII excepto Arquidiócesis de Buenos Aires
PRIMERA
LECTURA
Lectura
de la profecía de Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
¿Hasta
cuándo, Señor, pediré auxilio sin que tú escuches, clamaré hacia ti:
«¡Violencia!», sin que tú salves? ¿Por qué me haces ver la iniquidad y te
quedas mirando la opresión? No veo más que saqueo y violencia, hay contiendas y
aumenta la discordia.
El
Señor me respondió y dijo: Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para
que se la pueda leer de corrido. Porque la visión aguarda el momento fijado,
ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque
vendrá seguramente, y no tardará. El que no tiene el alma recta, sucumbirá,
pero el justo vivirá por su fidelidad.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
94, 1-2. 6-7. 8-9 (R.: 8)
R. Ojalá
hoy escuchéis la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.»
¡Vengan,
cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos
a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos
hasta él dándole gracias,
aclamemos
con música al Señor! R.
¡Entren,
inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos
la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque
él es nuestro Dios,
y
nosotros, el pueblo que él apacienta,
las
ovejas conducidas por su mano. R.
Ojalá
hoy escuchen la voz del Señor:
«No
endurezcan su corazón como en Meribá,
como
en el día de Masá, en el desierto,
cuando
sus padres me tentaron y provocaron,
aunque
habían visto mis obras.» R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo
a
Timoteo 1, 6-8. 13-14
Querido
hermano:
Te
recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de
mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor,
sino de fortaleza, de amor y de sobriedad.
No
te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su
prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario
padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.
Toma
como norma las saludables lecciones de fe y de amor a Cristo Jesús que has
escuchado de mí. Conserva lo que se te ha confiado, con la ayuda del Espíritu
Santo que habita en nosotros.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 17, 3b-10
Dijo
el Señor a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente,
perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti
diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo».
Los
apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe.» El respondió: «Si ustedes
tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está
ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar,” ella les obedecería.
Supongamos
que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este
regresa del campo, ¿acaso le dirá: “Ven pronto y siéntate a la mesa”? ¿No le
dirá más bien: “Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que
yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después”? ¿Deberá mostrarse
agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
Así
también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: “Somos
simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Habacuc
presenta la fe como sostenimiento en medio de una situación dramática, cuando
parece que todo se hunde: quien se sostiene en Dios, podrá vivir en medio de
los conflictos, aunque todo se vaya al traste: al final, queda Dios. El
creyente camina por el difícil camino personal y colectivo de la humanidad,
convencido de que Dios le sostiene y que sostiene el camino de todos.
***
Pablo
llama “tesoro” a la gracia y a le fe recibidas. A cada creyente le ha sido
confiado este tesoro: el tesoro de la fe, el tesoro del Evangelio, el tesoro de
la vida nueva en Jesucristo. Un tesoro para ser amado, para ser conservado,
para ser vivido, para ser transmitido en todas las circunstancias de la vida,
con la fuerza del Espíritu Santo.
***
La
súplica de fe de los Apóstoles tiene como contexto la exigencia del perdón
total. Es tan difícil este perdón que los apóstoles piden la capacidad de
aceptar las debilidades de los hermanos, así como ellos tienen que aceptar las
suyas.
Los
apóstoles han comprendido que tienen fe, pero comprenden que no es suficiente y
que esta fe es un don. Pero no se trata de aumentar la cantidad, sino de saber
recibir con disponibilidad el don que debe dar fruto.
A
la petición de los apóstoles de que se les aumente la fe, Jesús responde
hablando del poder y sentido de la fe. Basta un mínimo de fe para mover el
mundo. La frase de Jesús no tiene una perspectiva milagrera de tal modo que los
problemas se pueden resolver casi por arte de magia con sólo abrir los labios y
poner a Dios a nuestro servicio. Jesús no responde exactamente a la petición de
sus discípulos. Aprovecha la ocasión para expresar la eficacia de la verdadera
fe, capaz de obtenerlo todo de Dios.
La
petición de los apóstoles los sitúa y nos sitúa en el centro de toda la oración
cristiana. Pedirle a Jesús que nos aumente la fe es:
aceptar
con nuestra vida el misterio del Dios que se revela en Jesús
valorar
lo que él valora y como él lo valora, traduciéndolo en vida.
La
fe toca el fondo de Dios y el centro del corazón de los hombres. La fe nos hace
participar de la vida del Dios que todo lo puede, del Dios que no tiene límites
en su amor.
La
fe es reconocimiento de debilidad. Quien no se siente débil, nunca tendrá el gozo
de poder sentir la fortaleza de Dios.
La
fe es el convencimiento de que en la lucha por la transformación del mundo el
mal puede ser arrancado de raíz. Es el poder que vence al mundo.
La
fe es un modo nuevo de vivir en el mundo y por el mundo.
La
fe es una fuerza interior que nos empuja y nos hace capaces de afrontar las
dificultades de la vida sabiendo que, al fin y al cabo, todo lo que existe
tiene un sentido y todo está bajo la mirada de Dios.
La
fe no es sólo creer que Dios existe: es fiarse, esperar, caminar por donde
Jesús caminó guiados por su palabra sabiendo desde lo más profundo de nosotros
mismos que, si creemos, no es porque nosotros lo hayamos logrado con nuestro
trabajo, sino porque el Padre nos ha llamado y nos ha dado su mano, nos ha hecho
descubrir que todo esto vale la pena.
La
fe tiene que estar unida a la vida, contrastada por la vida. No es un puro
asentimiento intelectual que se conforma con recitar el Credo. La ortodoxia de
la fe exige la ortopraxis. Las obras son la marca de la verdadera fe.
La
fe es calidad de vida, actitud existencial que hace posible lo imposible. Pero
esta actitud puede tener el riesgo de la vanidad. Para contrarrestar este
posible riesgo Lucas propone la parábola del criado que, obedeciendo al amo, no
hacía más que cumplir con su deber. El criado es criado y tiene que hacer lo
que se le mande.
de
hombre que viva en la libertad y en el amor ya es suficiente premio. Tener fe
es aprender a vivir con intensidad y gozo la experiencia humilde de sentirse
llamado a vivir de un modo nuevo y hacer nuevas todas las cosas. Y esto no debe
ser motivo de envanecimiento porque se está haciendo lo que debe aquí y ahora.
Cuando
respondemos a esta llamada lo único que hacemos es corresponder a un amor que
nos lo ha dado todo y ser agradecidos.
Dios
no está obligado a nada, sin embargo sabemos que se preocupa de nosotros y que
podemos confiar en su ayuda. Nos quiere mucho más de lo que nosotros podamos
imaginar y por eso estamos seguros en sus manos. No sabemos lo que nos dará,
pero tenemos la confianza en que siempre es mucho más de lo que hubiéramos
soñado.
Si
la recompensa es esperada, debe ser recibida como un don de la bondad del
Padre.
Para discernir
¿Pedimos
al Señor que nos aumente la fe?
¿Nos
pensamos con derechos ante Dios?
¿Valoramos
la fe como un premio?
Repitamos a lo largo de este día
Señor,
auméntanos la fe
Para la lectura espiritual
Somos
unos pobres siervos
Éste
es un modo de servir que hace humilde al que sirve. No adopta una posición de
superioridad ante el otro, por miserable que sea momentáneamente su situación.
Cristo ocupó el último puesto en el mundo —la cruz—, y precisamente con esta
humildad radical nos ha redimido y nos ayuda constantemente. Quien es capaz de
ayudar reconoce que, precisamente de este modo, también él es ayudado; el poder
ayudar no es mérito suyo ni motivo de orgullo. Esto es gracia.
Cuanto
más se esfuerza uno por los demás, mejor comprenderá y hará suya la palabra de
Cristo: «Somos unos pobres siervos» (Lc 17,10). En efecto, reconoce que no
actúa fundándose en una superioridad o mayor capacidad personal, sino porque el
Señor le concede este don. A veces, el exceso de necesidades y lo limitado de
sus propias actuaciones le harán sentir la tentación del desaliento. Pero,
precisamente entonces, le aliviará saber que, en definitiva, él no es más que
un instrumento en manos del Señor; se liberará así de la presunción de tener
que mejorar el mundo —algo siempre necesario— en primera persona y por sí solo.
Hará con humildad lo que le es posible y, con humildad, confiará el resto al
Señor.
Papa Benedicto
XVI – Encíclica «Deus caritas est», § 35
Para rezar
Dame
fe como un grano de mostaza, Señor
Para
que, orando, me olvide de todo lo que me rodea
y,
viviendo, sepas que Tú habitas en mí.
Para
que, creyendo en Ti, anime a otros a fiarse de Ti
a
moverse por Ti
a
no pensar sino desde Ti
¿Me
ayudarás, Señor?
¿Será
mi fe como el grano de mostaza?
Dame
la capacidad de esperar y soñar siempre en Ti
Dame
el don de crecer
y
de robustecer mi confianza en Tí
Dame
la alegría de saber que, Tú, vives en mí
Dame
la fortaleza que necesito para luchar por TI
Dame
fe como un grano de mostaza.
sencilla,
pero obediente y nítida,
radical,
pero humilde y acogedora,
soñadora,
pero con los pies en la tierra.
Con
la mente en el cielo, pero con los ojos despiertos.
Con
los pies en el camino, pero con el alma hacia Ti.
¿Me
ayudarás, Señor?
Dame
fe, como un grano de mostaza
¿Será
suficiente, Señor?
Javier
Leoz
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