14
de noviembre de 2019 – TO – JUEVES DE LA XXXII
SEMANA
El Reino de
Dios está entre ustedes
Lectura
del libro de la Sabiduría 7, 22-8, 1
En
la Sabiduría hay un espíritu inteligente, santo, único, multiforme, sutil,
ágil, perspicaz, sin mancha, diáfano, inalterable, amante del bien, agudo,
libre, bienhechor, amigo de los hombres, firme, seguro, sereno, que todo lo
puede, lo observa todo y penetra en todos los espíritus: en los inteligentes,
los puros y hasta los más sutiles.
La
Sabiduría es más ágil que cualquier movimiento; a causa de su pureza, lo
atraviesa y penetra todo. Ella es exhalación del poder de Dios, una emanación
pura de la gloria del Todopoderoso: por eso, nada manchado puede alcanzarla.
Ella es el resplandor de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de
Dios y una imagen de su bondad.
Aunque
es una sola, lo puede todo; permaneciendo en sí misma, renueva el universo; de
generación en generación, entra en las almas santas, para hacer amigos de Dios
y profetas.
Porque
Dios ama únicamente a los que conviven con la Sabiduría. Ella, en efecto, es
más radiante que el sol y supera a todas las constelaciones; es más luminosa
que la misma luz, ya que la luz cede su lugar a la noche, pero contra la
Sabiduría no prevalece el mal.
Ella
despliega su fuerza de un extremo hasta el otro, y todo lo administra de la
mejor manera.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
118, 89. 90. 91. 130. 135. 175 (R.: 89a)
R. Tu
palabra, Señor, permanece para siempre.
Tu
palabra, Señor, permanece para siempre,
está
firme en el cielo. R.
Tu
verdad permanece por todas las generaciones;
tú
afirmaste la tierra y ella subsiste. R.
Todo
subsiste hasta hoy conforme a tus decretos,
porque
todas las cosas te están sometidas. R.
La
explicación de tu palabra ilumina
y
da inteligencia al ignorante. R.
Que
brille sobre mí la luz de tu rostro,
y
enséñame tus preceptos. R.
Que
yo viva y pueda alabarte,
y
que tu justicia venga en mi ayuda. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 17, 20-25
Los
fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: «El
Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: “Está aquí” o
“Está allí.” Porque el Reino de Dios está entre ustedes.»
Jesús
dijo después a sus discípulos: «Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver
uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. Les dirán: “Está aquí”
o “Está allí”, pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un
extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.
Pero
antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Salomón,
el modélico rey de Israel reconoce humildemente su condición de hombre mortal,
hijo de la tierra, no es sabio por descender de David sino que ha obtenido la
sabiduría como fruto de una plegaria suplicante, como don gratuito de Dios.
La
lectura de hoy forma parte del grupo de textos que hablan de la sabiduría en sí
misma. El autor enumera cualidades de la sabiduría. Hay en la «sabiduría» un
espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, puro,
sincero, amable… amigo de los hombres, apacible…
Es
un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente,
el reflejo de la gloria eterna, el espejo sin mancha de la actividad de Dios,
la imagen de su bondad.
La
Sabiduría es única y lo puede todo. Sin salir de sí misma, renueva todas las
cosas.
La
Sabiduría de Dios trabaja en el corazón del hombre y de todo hombre. En todas
las edades, entrando en las almas santas, la Sabiduría forma en ellas amigos de
Dios y profetas.
***
Para
los antiguos, los acontecimientos de la naturaleza, de la vida colectiva y de
la existencia cotidiana, eran expresiones inmediatas de la voluntad divina.
Hasta que llegó Cristo, el hombre consideró el tiempo como una fatalidad que se
le imponía desde fuera. El judío, a pesar de que ansiaba un tiempo de tipo
lineal e “histórico”, seguía concibiendo su evolución como una iniciativa
exclusiva de Dios.
Por
eso estaban quienes trataban de descifrar por cambios de la naturaleza lo que
sucedería, y quienes oficialmente se dedicaban a seguir las fases de la luna,
para determinar exactamente las fiestas del calendario.
Jesús,
intenta sin duda desanimar a sus discípulos para que no sigan pensando en la
fecha concreta de la llegada del Reino, como si fuera una invasión militar o un
golpe político. Quiere cambiarles la mentalidad acerca de una venida del Reino
que se pueda calcular, son ellos los que deben prepararse a la venida del
Espíritu “dentro de los corazones”.
La
expresión Reino de Dios, para los judíos, contenía como en concentrado, toda la
espera de Israel del día en que Dios tomaría el poder, y salvaría a su pueblo
de todos sus opresores. Era la espera de días mejores, la espera de la gran
noche, el deseo de una humanidad feliz.
Sin
embargo, Lucas plantea que el Reino ya está presente en la vida de cada uno; y
este esperar masivamente los acontecimientos de tipo apocalíptico, como
expresiones de la llegada del Reino, es no comprender esta interpretación.
No
son los signos de la naturaleza los que anuncian el tiempo del reino, sino que,
el mismo hombre lo define, mediante su compromiso con la realidad cotidiana.
Cristo
no esperó un “día extraordinario”; vivió hasta el final siendo fiel a su
condición de hombre, y “su día” fue continuamente el día de su fidelidad a
Dios, en lo que la realidad le iba presentando.
El
reino de Dios es una realidad palpable aquí y ahora. Allí donde, Dios a través
de Jesús interviene y salva una vida; allí donde, hay hombres como Jesús que
tienen el valor y la fe suficientes para comprender que esta salvación es un
don de Dios, y abrirla a los demás hombres; allí donde, hombres y mujeres se
comprometen en la justicia por el bien de todos; allí ha empezado ya el reino
de Dios.
Para discernir
¿Qué
imagen tengo del reino de Dios?
¿Trabajo
por el reino, quiero que venga?
¿Cuál
es mi aporte para el establecimiento del reino?
Repitamos a lo largo de este día
Que
venga tu Reino Señor
Para la lectura espiritual
El
Reino de Dios está en medio de vosotros
...”El
Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, hecho El mismo carne y
habitando en la tierra, entró como hombre perfecto en la historia del mundo,
asumiéndola y recapitulándola en sí mismo. El es quien nos revela que «Dios es
amor» (1Jn 4,8), a la vez que nos enseña que la ley fundamental de la
perfección humana, es el mandamiento nuevo del amor… Así, pues, a los que creen
en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los
caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son
cosas inútiles. Al mismo tiempo advierte que esta caridad no hay que buscarla
únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida
ordinaria. El, sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores, nos enseña
con su ejemplo a llevar la cruz que la carne y el mundo echan sobre los hombros
de los que buscan la paz y la justicia.
Constituido
Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el
cielo y en la tierra (Mt 28,18), obra ya por la virtud de su Espíritu en el
corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del siglo futuro, sino
alentando, purificando y robusteciendo también con ese deseo aquellos generosos
propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia
vida y someter la tierra a este fin. Mas los dones del Espíritu Santo son
diversos: si a unos llama a dar testimonio manifiesto con el anhelo de la
morada celestial y a mantenerlo vivo en la familia humana, a otros los llama
para que se entreguen al servicio temporal de los hombres, y así preparen la
materia del reino de los cielos. Pero a todos les libera, para que, con la
abnegación propia y el empleo de todas las energías terrenas en pro de la vida,
se proyecten hacia las realidades futuras, cuando la propia humanidad se
convertirá en oblación acepta a Dios.
«Señor,
que fructifique en nosotros la celebración de la Eucaristía con la que tú nos
enseñas, ya en nuestra vida mortal, a descubrir el valor de los bienes eternos
y a poner en ellos nuestro corazón». (Misal romano: oración de postcomunión del
1er domingo de Adviento)”…
Concilio
Vaticano II
Constitución
sobre la Iglesia en el mundo de hoy «Gaudium et spes», 38
Para rezar
El
Reino, los cielos nuevos y la tierra nueva,
que
anuncia Jesús no tiene un estilo espectacular,
llamativo
o estrepitoso.
Para
Jesús es como el fermento,
que
actúa en lo escondido,
es
como la semilla que, sepultada en la tierra,
va
produciendo su fruto.
Jesús,
que “venga a nosotros tu Reino”.
Tu
Reino es imprevisible, está oculto,
pero
ya está actuando: en la Iglesia,
en
su Palabra, en los sacramentos,
en
la fuerza y entrega de tantos cristianos,
que
creen en el evangelio y lo viven sin medir consecuencias.
Ya
está presente en los humildes y sencillos,
en
los limpios de corazón y en los que buscan la paz,
en
los que lloran y en los que ríen,
en
todos los que te buscan con sincero corazón.
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