1 de agosto de 2011

1 de agosto de 2011 – TO – LUNES DE LA SEMANA XVIII – Lectio Divina

Levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición
y dio los panes a sus discípulos,
y ellos los distribuyeron entre la multitud
.


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 14, 13-21

Al enterarse de la muerte de Juan el Bautista, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos.»
Pero Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos.»
Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados.»
«Tráiganmelos aquí», les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Palabra del Señor.

1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

• Guías para la lectura:

v. 13-14: “Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, sanó a los enfermos”.
Anuncian al Salvador la muerte del Bautista; al oírlo, éste se retira a un lugar desierto, no como piensan algunos por temor a la muerte, sino para evitar que sus enemigos agreguen un homicidio a otro. O bien porque quería diferir su propia muerte hasta el día de Pascua, en el cual, de acuerdo al rito sagrado, debe ser inmolado el cordero y se deben rociar con su sangre la jambas de las puertas de los creyentes. Tal vez se retiró para enseñarnos con su ejemplo a evitar la temeridad de los que se entregan a sí mismos, porque no todos perseveran en los tormentos con la misma constancia que tuvieron al ofrecerse. Por esto ordena en otro lugar: “Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra”. Acertadamente el evangelista no dice huyo a un lugar desierto sino se retiró, más evitar a sus perseguidores que por miedo a ellos. (JERÓNIMO)
v. 15-16: “Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos. Pero Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos”.
Examinemos atentamente a qué se refieren con despedir a la gente. Algunos de los que seguían a Cristo estaban poseídos por espíritus malignos y suplicaban ser librados de ellos; otros también buscaban cura de diversas enfermedades. Como los discípulos sabían que bastaba con que Jesús considerase lo que ansiaban los que sufrían para que se cumpliese, el texto habla de “despedirlos”. Pero no era porque pensasen que el tiempo de Jesús fuese demasiado valioso, sino porque tenían amor por la muchedumbre y, como ocupándose ya en cuestiones pastorales, comenzaban a cuidarse del pueblo. (CIRILO DE ALEJANDRÍA)
v. 17: “Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados”.
Como los discípulos le aconsejaran que enviase a las muchedumbres a las ciudades más próximas para que pudieran comprar alimentos, Él les respondió: “No hace falta que vayan”. Así se señala que aquellos de los que cuidaba no necesitaban alimentarse de una doctrina puesta a la venta, y tampoco tenían necesidad de volver a Judea para comprar alimentos; por eso manda a los apóstoles que les den su propia comida. (HILARIO DE POITIERS)
v. 18:”Tráiganmelos aquí, les dijo”.
El Señor interviene decididamente y les dice: “Traedme aquí esos panes”. Porque si el lugar es desierto, aquí está el que alimenta a la tierra entera. Si la hora de comer ha pasado ya, ahora os habla el que no está sujeto a hora ninguna. (JUAN CRISÓSTOMO)
v. 19: “Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud”.
Por el lugar, pues, en que se hallaban, por el hecho de no darles de comer sino pan y peces, y darles a todos en igual medida y en común, y que a nadie se le procurara mayor porción que a otro, el Señor daba a las muchedumbres lecciones varias de humildad, de templanza, de caridad, de aquella igualdad que había de imperar entre todos y de la comunidad de bienes en que habían de vivir. (JUAN CRISÓSTOMO)
v. 20: “Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas”.
Se repartieron los panes entre los apóstoles porque los dones de la gracia divina debían ser distribuidos por ellos. La muchedumbre quedó alimentada con los cinco panes y los dos peces. Una vez saciados todos, se recogieron las sobras de pan y de peces hasta llenar doce canastas. con otras palabras: la multitud se sació con la palabra de Dios, proveniente de la enseñanza de la Ley y de los profetas, y a continuación del ministerio del alimento eterno, la abundancia del poder de Dios, reservada al pueblo de los gentiles, desborda hasta la plenitud de los doce apóstoles. (HILARIO DE POITIERS)
v.21: “Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños”.
Se puede constatar que el número de los que comieron es el mismo número que el de los futuros creyentes. En efecto, conforme a una detallada narración en el libro de los Hechos, de la inmensidad del pueblo de Israel creyeron cinco mil hombres. Saciado el pueblo, los panes partidos juntamente con los peces se recogen hasta el número destinado a ser, por una parte, el del pueblo creyente, y por otra, el de los apóstoles que reciben la plenitud de la gracia del cielo. De esta manera la medida se adapta al número, y el número a la medida. Dentro de sus límites, la razón de este cálculo era obtener el fin deseado y dependía del poder divino. (HILARIO DE POITIERS)
Párrafos extraídos de “La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia” – Evangelio según San Mateo – Editorial Ciudad Nueva.

• Preguntas para la lectura:

û ¿Por qué Jesús se retiró solo y por qué la gente lo siguió?
û ¿Qué hizo Jesús con la gente antes de darles de comer?
û ¿Por qué el sentimiento compasivo de Jesús no fue el de los discípulos?

2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

• Preguntas para la meditación:

û ¿Soy como la multitud que sigue a Jesús motivada por su fe?
û ¿Tengo compasión por las necesidades de la gente?
û ¿Busco excusas para no atenderlas o soy solicito en suplirlas?

3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Señor, que tenga yo la compasión integral de las necesidades de las personas que están a mi alrededor. Dame también la decisión de tomar acciones concretas de misericordia en abundancia. Amén.

4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Me “coloco” dentro de la multitud que buscó a Jesús, recibió sus milagros y luego siente hambre. “Escucho” las palabras de Jesús y las reticencias de los discípulos. Luego “recibo” en abundancia el alimento.

5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

• Preguntas para la acción:

û ¿Cómo percibiré las necesidades primarias populares?
û ¿Cómo será mi dialogo en oración con el Señor sobre estas situaciones?
û ¿Qué haré concretamente con los bienes que recibo del Señor?

LECTURAS COMPLETAS Y COMENTARIO

ALZÓ LA MIRADA AL CIELO, PRONUNCIÓ LA BENDICION, Y DIO LOS PANES A LOS DISCÍPULOS

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Números 11, 4b-15

Los israelitas dijeron: « ¡Si al menos tuviéramos carne para comer! ¡Cómo recordamos los pescados que comíamos gratis en Egipto, y los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos! ¡Ahora nuestras gargantas están resecas! ¡Estamos privados de todo, y nuestros ojos no ven nada más que el maná!»
El maná se parecía a la semilla de cilantro y su color era semejante al del bedelio. El pueblo tenía que ir a buscarlo; una vez recogido, lo trituraban con piedras de moler o lo machacaban en un mortero, lo cocían en una olla, y lo preparaban en forma de galletas. Su sabor era como el de un pastel apetitoso. De noche, cuando el rocío caía sobre el campamento, también caía el maná.
Moisés oyó llorar al pueblo, que se había agrupado por familias, cada uno a la entrada de su carpa. El Señor se llenó de una gran indignación, pero Moisés, vivamente contrariado, le dijo: « ¿Por qué tratas tan duramente a tu servidor? ¿Por qué no has tenido compasión de mí, y me has cargado con el peso de todo este pueblo? ¿Acaso he sido yo el que concibió a todo este pueblo, o el que lo dio a luz, para que me digas: "Llévalo en tu regazo, como la nodriza lleva a un niño de pecho, hasta la tierra que juraste dar a sus padres?" ¿De dónde voy a sacar carne para dar de comer a todos los que están llorando a mi lado y me dicen: "Danos carne para comer"? Yo solo no puedo soportar el peso de todo este pueblo: mis fuerzas no dan para tanto. Si me vas a seguir tratando de ese modo, mátame de una vez. Así me veré libre de mis males.»
Palabra de Dios.

SALMO Sal 80, 12-13. 14-15. 16-17 (R.: 2a)
R. Canten con júbilo al Señor, nuestra fuerza.

Mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no me quiso obedecer:
por eso los entregué a su obstinación,
para que se dejaran llevar por sus caprichos. R.

¡Ojalá mi pueblo me escuchara,
e Israel siguiera mis caminos!
Yo sometería a sus adversarios en un instante,
y volvería mi mano contra sus opresores. R.

Los enemigos del Señor tendrían que adularlo,
y ese sería su destino para siempre;
yo alimentaría a mi pueblo con lo mejor del trigo
y lo saciaría con miel silvestre. R.

EVANGELIO
X Lectura del santo Evangelio según san Mateo 14, 22-36

Después que se sació la multitud, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman.»
Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua.»
«Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame.» En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios.»
Al llegar a la otra orilla, fueron a Genesaret. Cuando la gente del lugar lo reconoció, difundió la noticia por los alrededores, y le llevaban a todos los enfermos, rogándole que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron curados.
Palabra del Señor.

Para reflexionar

• El libro de los Números trata de nuevo el tema de la marcha por el desierto.
• En el pasaje de hoy, el autor toma una antiquísima tradición sobre el maná y sobre la llegada de una bandada de codornices provocada por la súplica de Moisés. Como telón de fondo, está la murmuración incesante del pueblo.
• Durante su paso por el desierto, el pueblo elegido se vio frecuentemente beneficiado por la presencia inesperada de algún medio de subsistencia, a pesar que podía sobrevivir normalmente gracias a lo que le brindaban los animales que llevaban. Pero, seguramente, fue durante los períodos de sequía que el pueblo descubrió un alimento inesperado.
• Son frecuentes, en el desierto del Sinaí, las bandadas de pájaros que agotados por la lucha contra el viento, caen sin fuerzas en el suelo. Asimismo, abundan los árboles que en los meses de junio y julio producen una forma comestible, muy abundante por la mañana, y que constituye el alimento principal, cuando no el único, de los frecuentadores del desierto.
• Desde el momento en que el pueblo advirtió la utilidad de este jugo de árboles, al que llamó maná, la tradición lo elevó a la categoría de milagroso, verdadera alimentación sobrenatural, resultado de la plegaria de Moisés y signo de la providencial elección de Dios.
• Posteriormente, se opondrá este sustento venido de Dios, a los alimentos terrestres; y habrá un especial hincapié en las murmuraciones del pueblo, que, víctima del hambre, añoraba la alimentación recibida en Egipto y se mostraba incapaz de esperar de Dios su subsistencia.
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• Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos a que se embarcaran y que se adelantaran a la otra orilla, mientras El despedía a la gente. Estos, maravillados por el milagro, querían arrastrar a Jesús a la aventura política intentando proclamarlo rey.
• Jesús conocía a sus discípulos, que compartían esa misma perspectiva de mesianismo temporal. Por eso los obligó a alejarse de allí. Después de despedir a la multitud, Jesús ora por ellos, para que no cedan a la tentación de un Mesías de poder.
• Al anochecer, seguía allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario. De madrugada, se les acercó Jesús caminando por el lago. Los discípulos se asustaron mucho creyendo que era un fantasma, pero Jesús los invita a no tener miedo y no se presenta; dice sencillamente: "Soy yo".
• Pedro, con cierta presunción, desafía en cierto modo a Jesús. Le pide que lo mande ir hacia Él sobre el agua. Cree en el poder «milagroso» de Jesús, no en la fuerza del Reino. Pedro quiere andar sobre el agua, participar de la misma condi¬ción divina de Jesús. Éste lo acepta y lo invita. Sin embargo, Pedro ante el viento, siente miedo; esperaba la condición divina sin obstáculos, de manera automática y milagrosa. Se ha olvi¬dado que el discípulo vive en medio de la oposición y persecución del mundo.
• Pedro siente miedo porque no ha entendido que la misión se realiza con la entrega total. Pedro llama a Jesús en el momento de la dificultad, forzándolo a intervenir. Cree todavía que la salvación, será una in¬tervención milagrosa de Dios, desde el cielo, que resuelve la situa¬ción desesperada del hombre. El concepto de Jesús es distinto: estando con El, el hombre se basta a sí mismo y ya está salvado. La presencia de Jesús hizo que amainara el viento. La reacción del grupo de apóstoles está llena de admiración: «realmente eres Hijo de Dios».
• Jesús compaginaba su intenso y generoso trabajo misionero con los momentos de soledad y oración. En el diálogo con su Padre es donde encontraba, también Él, la fuerza para su entrega a los demás.
• Para que nuestra actividad no sea sólo humanamente buena y hasta generosa, sino que sea realizada desde las motivaciones de Dios, necesitamos ese contacto permanente con el Padre.
• La barca de los discípulos, zarandeada por vientos contrarios, es símbolo de la Iglesia que vive agitada por los problemas internos y la oposición. Pero también es símbolo de nuestra propia vida, con sus tempestades y vaivenes. En ambos casos, sin Jesús en la barca todo parece hundirse. Si lo dejamos subir, el viento calma. En los momentos de tempestad, deben resonar las palabras de Jesús: «Ánimo, soy yo, no tengan miedo». Y confiar en Él.
• La actitud de Pedro también nos llama a no fiarnos demasiado de nuestras propias fuerzas. Igual que Pedro, que deja la relativa seguridad de la barca, tenemos que saber arriesgarnos y abandonar seguridades cuando Dios lo pide y no quedarnos en lo aparentemente seguro.
• La vida nos da golpes, pero ahí está el Señor a la espera de nuestra petición de ayuda. Necesitamos ir aprendiendo a arriesgarnos, a pesar del viento, pero convencidos de que la fuerza y el éxito están en Jesús, no en nuestras técnicas y talentos, porque «realmente Él es el Hijo de Dios».
• La victoria es fruto únicamente de la fe en Jesús Salvador; fe que excluye cualquier sentimiento de confianza en uno mismo, de entusiasmo inútil, de temor o de duda. A pesar de que tengamos que caminar sobre las aguas embravecidas del sufrimiento, físico o moral, entre vientos de oposiciones; no dudemos de la presencia de Jesús; El no permitirá que la prueba supere nuestras fuerzas.

Para discernir

• ¿Cuáles son mis puntos de apoyo en mi vida de fe?
• ¿Me abandono sin miedo a la voluntad de Dios?
• ¿Soy capaz de hacer una opción segura por el reino?

Repitamos a lo largo de este día

…Habla, Señor: anunciaré tu Palabra…

Para la lectura espiritual

…”El camino de la experiencia gradual de Dios fue también, para la Iglesia de los orígenes, el camino de una libertad cada vez mayor. Para mí, la vía de la mística es el auténtico camino hacia la libertad.
Por el camino místico nos tropezamos, en primer lugar, con nuestra verdad personal. Y sólo la verdad nos hará libres. Descubrimos aquí los modelos de vida de los que somos prisioneros, nuestros modos de ver ilusorios que distorsionan la realidad y a causa de los cuales nos hacemos mal. Cuanto más nos acercamos a Dios, con mayor claridad reconocemos nuestra verdad. Cuanto más unidos estamos a Dios, más libres nos volvemos.
Todos anhelamos la libertad, pero la verdadera libertad no consiste en la liberación con respecto a una soberanía externa a nosotros mismos, sino que consiste en la libertad interior, en la libertad respecto al dominio del mundo, en la libertad respecto al poder de los otros hombres y mujeres, y respecto a la libertad de las constricciones interiores y exteriores.
Debe quedar claro que la libertad constituye un aspecto esencial del mensaje cristiano y que todo camino espiritual auténtico conduce al final a la libertad interior. Y esto es así porque la experiencia de Dios y la experiencia de la libertad están intrínsecamente conectadas”…
Anselm Grün- edición española: Portarse bien con uno mismo, Sígueme, Salamanca 1999.

Para rezar

TE COMPARTO MI ESPERANZA

Te comparto mi esperanza de esperar cada momento
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Ofrecer siempre las manos abiertas y no cerradas,
saber entregar amor a través de la mirada.
Aprender a dar la vida, compartir la espera larga,
al lado de los que sufren hacer la fe solidaria.
Soñar con las utopías, vivir para realizarlas,
luchando por los ideales, y la justicia sumarla.
Saber caminar con otros en lucha comunitaria, para que
todos los hombres vivan una vida más humana.
Vivir para los demás, como nos mostró Jesús,
hasta entregarnos su vida en lo alto de una cruz.
Vivir mirando las cosas con la mirada de Dios,
para hacer un mundo nuevo de Justicia, Paz y Amor.
No creas que será fácil caminar este camino pero
las crisis ayudan a ir descubriendo el sentido.
La verdad que hay en las cosas es un tesoro escondido,
quien equivoca la senda, tal vez su vida ha perdido.
El Evangelio te muestra como no errar el camino,
de veras, vale la pena a Jesucristo seguirlo.
Te comparto mi esperanza de empezar cada momento
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Marcelo A. Murúa

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