Con la Sa Fa. Día 1. 30 de noviembre

CON LA SAGRADA FAMILIA

1.- EL TRONCO DE JESE. Mt. 1, 1-17

Ideas para la oración preparatoria.

• Reconocer a Dios como Padre de todo hombre y en particular como mi Padre. El es “EL PADRE”

• Reconocer que Cristo vive en mi interior, el Enviado, y está presente en cada hombre. Vive en mi familia, en la comunidad.

• Reconocer que el Espíritu Santo actúa en mi interior, en cada persona y en la historia humana. Anima la vida de la familia y de la comunidad.

• Pedir al Espíritu que mueva mi indiferencia, la inercia de mi vida, y que me ayude a reconocer el paso de Dios por mi vida actual, por la historia presente de la salvación, por la vida de cada hombre.

• Pedir a este mismo Espíritu que ore en mí, que me descubra el deseo del Padre y que me impulse a realizarlo.

• Pedir a María y a José que me revele el paso de Dios por su familia que hoy es también la mía.


Método: Situarse con la imaginación en la casa de Nazaret con Jesús, María y José y repasar con ellos la genealogía de Jesucristo en un ambiente de fe y de oración.


"Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:
Abraham engendró a Isaac,
Isaac engendró a Jacob,
Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró a Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom,
Esrom engendró a Aram,
Aram engendró a Aminadab,
Aminadab engendró a Naassón,
Naassón engendró a Salmón,
Salmón engendró, de Rajab, a Booz,
Booz engendró, de Rut, a Obed,
Obed engendró a Jesé,
Jesé engendró al rey David.

David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón,
Salomón engendró a Roboam,
Roboam engendró a Abiá,
Abiá engendró a Asaf,
Asaf engendró a Josafat,
Josafat engendró a Jorán,
Jorán engendró a Ozías,
Ozías engendró a Joatán,
Joatán engendró a Acaz,
Acaz engendró a Ezequías,
Ezequías engendró a Manasés,
Manasés engendró a Amón,
Amón engendró a Josías,
Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos cuando la deportación de Babilonia.

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel,
Salatiel engendró a Zorobabel,
Zorobabel engendró a Abiud,
Abiud engendró a Eliakim,
Eliakim engendró a Azor,
Azor engendró a Sadoq,
Sadoq engendró a Aquim,
Aquim engendró a Eliud,
Eliud engendró a Eleazar,
Eleazar engendró a Mattán,
Mattán engendró a Jacob y
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo.

Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación de Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación de Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones". Mt. 1. 1,17.

Comenzamos la visita a Nazaret con un poco de historia. ¿Quién es esta familia? ¿De dónde procede? San Mateo, que escribe para la comunidad judía, nos presenta su árbol genealógico. Nos ofrece una genealogía preparada, con notorios fallos de rigor histórico. Se aprecia rápidamente que estos fallos son voluntarios. Quiere destacar que Jesús es hijo de Abraham e hijo de David, porque la comunidad a quien escribe sabe perfectamente que así lo había prometido Dios a ambos. Se sitúa en una genealogía entendida desde el cumplimiento de las promesas realizadas por Dios a través de los profetas en la historia de la salvación, que culmina en Cristo resucitado. Es una genealogía teológica lo que encontramos en Mateo. Sin embargo, no por eso deja de ser histórica. El que omita personajes no quiere decir que dejen de ser reales los que cita.

Viene presentada en tres grupos generacionales con catorce generaciones cada uno. Cada grupo abarca un período de la historia. El primero abarca desde Abraham hasta David. El segundo comprende desde David hasta la cautividad de Babilonia. El tercero se extiende desde la cautividad hasta Cristo. Centra todo su interés en presentar a Cristo como el hijo de David y el hijo de Abraham, el padre en la fe. Mateo nos dice que en Cristo se cumplen las promesas hechas a Abraham y a David. Resume la fidelidad de Dios en la historia de la salvación en la llegada de Cristo como Mesías. Dios es siempre fiel. No falla.

• Dios no abandona al hombre, está presente y le acompaña en cada etapa de la salvación, en el estado su vida.

• Esta presencia se apoya en la trama de la vida humana y sólo se descubre desde la fe.

• Dios siempre es fiel, no falla. Su fidelidad es la garantía de nuestra fidelidad.

• En Cristo culmina la presencia, la fidelidad y la acción del Padre por cada hombre. Por los efectos de esta acción del Padre en Cristo confesamos hoy la fidelidad, la presencia salvadora de Dios en el hombre.

• Agradecer esta iniciativa salvadora, su fidelidad, su obra en cada persona.

• Reconocer que hoy continúa realizando esta misma iniciativa en la Iglesia, en la comunidad, en la familia, en los pobres, en aquellas personas con quienes tratamos.

• Pedir la alegría de saberse destinatario de esta salvación tan gratuita. Pedir también el don de manifestarla a través de la vida en la alegría, la caridad, la entrega y la atención al prójimo.

• Reconocer que mi fidelidad sólo alcanza consistencia en la fidelidad de Dios. Pedir la ayuda del Espíritu para que el Padre pueda seguir manifestándose fiel en mi persona, en la Iglesia.

Veamos cada uno de los personajes que forman la Sagrada Familia de Nazaret en el relato de Mateo.

Nos fijamos, en primer lugar, en María la Madre. Podemos resaltar dos aspectos en el texto de Mateo: en primer lugar, María es la única mujer que entra a formar parte integrante de la genealogía. Indica explícitamente el evangelista que son catorce las generaciones desde la cautividad de Babilonia hasta Cristo. Sin embargo sólo cita trece varones. Con María hacen catorce. Aunque en la genealogía sólo cuentan los hombres, introduce deliberadamente a María como parte integrante de la misma. Indica así el evangelista que María tiene un papel especial, único y distinto en la generación de Cristo. También señala que la génesis de Cristo viene por María, no por José.

En segundo lugar, San Mateo reitera esta misma idea en la expresión que emplea para citar a María. Dice: "... José, esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo". Cuando el evangelista cita a una mujer en el texto es para indicar en quién engendró el marido, como es el caso de Tamar, mujer de Judá, en quien engendró a Fares y Zara, o Rahab en quien engendra Salmón a Booz, o también Booz que engendra a Obed en Rut y por último David que engendra a Salomón en la mujer de Urías. Al hablar de José, no dice que engendrase a Jesús en María, como cabe esperar por las expresiones anteriormente usadas, sino que claramente distingue e indica que de ella nació Jesús, llamado Cristo.

Atribuye a José la paternidad legal y a María la maternidad (paternidad genealógica) real de Jesús. Es una manera de señalar que la concepción de Cristo es obra de Dios en María, como explícitamente señala el verso 18. Para San Mateo Cristo no es obra humana. Hay algo sustancialmente distinto en la génesis de Cristo, algo que no se da en las demás generaciones. Dios interviene de manera original, insólita y decisiva.

Podemos también decir que así ocurre siempre en la historia de la salvación. Cristo es el don del Padre, no es fruto del esfuerzo humano. En cada cristiano, en la comunidad, en la familia, Cristo no nace por la voluntad humana, aun cuando es imprescindible la colaboración de las personas. Es el Espíritu Santo, el mismo que cubrió a María con su sombra, quien engendra siempre a Cristo en la estructura humana, en la persona, en la familia, en la comunidad. Desde aquí, con el Espíritu y como regalo suyo, podemos esforzarnos por crear una comunidad, una familia donde Cristo crezca y se manifieste. En esta perspectiva nos situamos cuando aceptamos, por el Bautismo, por la consagración religiosa o por el sacramento del matrimonio, el compromiso vocacional de ser signos y testigos de la presencia salvadora de Cristo entre los hombres. Los esfuerzos espirituales y apostólicos, los medios humanos, son imprescindibles para que el Espíritu actúe pero son ineficaces por sí mismos. Con el evangelista sabemos que es necesaria la presencia del mismo Espíritu que engendra en María para que Cristo pueda hacerse presente hoy en el hombre, en la comunidad, en la familia, en la Iglesia.

• Agradecer al Padre el gran don de Jesucristo. Reconocer que el Hijo es siempre obra del Padre a través del Espíritu.

• Ver de qué manera concreta expreso este convencimiento en mi vivir cristiano. Qué hago para que Cristo crezca en mi persona, en mi comunidad, en mi familia, en aquellos con quienes trabajo.

• ¿Hay algo que tiene que cambiar, que conviene profundizar o enderezar? ¿Soy protagonista de mi propia acción o lo es el Espíritu Santo?

• Pedir al Padre lo que más convenga en este sentido. Dialogar con El sobre lo concreto de mi vida, de mi presencia, de mi acción entre los hombres, de mi situación.

También vemos que María entra en la genealogía machista como parte integrante de la misma. Con Cristo siempre entra la Madre. Es inútil intentar que Cristo crezca huérfano en cada uno de nosotros, en la comunidad, en la familia, en los jóvenes con quienes trabajamos. María está siempre con El desde Nazaret hasta el Calvario. Lo acompaña como Madre y como discípula. Le sigue acompañando hoy también en la Iglesia. El Vaticano II ha presentado el papel tan importante de María en la vida eclesial y en la historia de la salvación. Los papas se han esforzado en señalar que el Hijo y la Madre son inseparables. El misterio de María ilumina el misterio de Cristo. María es la verdadera discípula, la seguidora fiel.

Efectivamente, Dios Padre, "Cuando se cumplió el plazo, envió a su Hijo, nacido de una mujer, ... para que recibiéramos la condición de hijos". (Gál. 4, 4-5). María no es una figura marginal en el conjunto de la fe ni en la salvación.

Entre nosotros no puede ser de otra manera. Hemos de contar con la Madre para crecer en la vida espiritual, para construir día a día la comunidad que manifieste la presencia salvadora de Cristo, en el estilo de Nazaret, en la sencillez de la vida familiar y fraterna.

Con ella, la esclava del Señor, que canta la importancia de los humildes para que Dios pueda actuar, es posible consagrarse totalmente a la persona y a la causa del Hijo, sirviendo al ministerio de la salvación en la Iglesia, en la comunidad y en la familia a impulsos del Espíritu.

Con ella, la discípula, se puede escuchar, acoger y rumiar en el corazón la Palabra que el Hijo proclama, para que se haga vida y pueda ser transmitida en apostolado. Esta escucha y acogida tienen una resonancia especial cuando se comparte en familia o en comunidad. En María, la mujer sencilla de Nazaret, tenemos el fruto más espléndido de la redención, la garantía de cuanto el Padre se ha propuesto hacer con cada creyente.

- Dialogar con María: reconocer su presencia y su acción en mi vida. ¿Cuento con ella, qué medios empleo, qué repercusión tiene su persona maternal en mí?

- Agradecer su solicitud, sus atenciones de madre. Verla como madre, como esposa, como solícita agente en la familia.

- Pedir lo que más convenga.

- Hoy el Dios fiel y salvador sigue presente en mi vida. Quiere manifestarse a través de mi persona. Se ha empeñado en seguir actualizando su salvación. ¿Lo vivo con consciencia?

- María me acompaña en este día. Comparte mis afanes, mis preocupaciones, mi presencia entre los hombres. Es madre.

- Que encuentren en mi persona un corazón dispuesto y dócil.

- Que en la tarde pueda agradecer, con toda la Iglesia, su presencia en mi camino, su paso por la vida humana, por la comunidad, por la familia, por los humildes y necesitados.

- Que en este mes, María, la Madre, nos acompañe para meditar y vivir el misterio de Cristo revelado en Nazaret.


ORACION. Dios Padre nuestro que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo, haz que imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo.

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