Día 29. 28 de diciembre

MES DE LA SAGRADA FAMILIA

CON LA SAGRADA FAMILIA
Autor: H. Francisco Cabrerizo Miguel
Madrid, 2010
Propiedad Intelectual – Derechos Reservados
Edita: Hermanos de la Sagrada Familia


29.- LA SAGRADA FAMILIA PEREGRINA EN LA FE.

I

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. (Lc. 1, 39-45)

La fe es generosidad, es fiarse de Dios, es confiar sin reservas en Él. Por eso mismo también es peregrinación, estar a lo que salga, a lo que el Espíritu sople, con la tienda siempre dispuesta para ir allá donde Dios indica. La fe es amor confiado, entregado, certeza de que Dios no falla.

Cristo llama bienaventurados a todos aquellos que "acogen la palabra de Dios y la viven" (Lucas 11, 28). Podemos entender estas palabras como dirigidas a los que viven de la fe. En este texto evangélico, Cristo proclama solemnemente la referencia evangélica de valoración que es la fe. Alaba la fe de María, admira más la fe de su madre que las demás circunstancias naturales, que son las que aprecian sus contemporáneos. Jesús ofrece una referencia nueva en la admiración y en la valoración de las persona. Algo que mira al corazón, que engloba todo el ser. No son las apariencias lo que importa sino el interior.

En San Lucas, se proclama la fe de María en la casa de Zacarías, en casa del incrédulo que no creyó el anuncio del ángel. Y además por boca de Isabel, testigo excepcional de ambos sucesos. Isabel la saluda cambiándola el nombre: "Dichosa tú, la que has creído (la creyente), porque se cumplirá cuanto te ha dicho el Señor". Isabel, arrebatada por el Espíritu, proclama la fe de María, su docilidad a cuanto la anunció el ángel. Es la creyente, Madre de los creyentes. Profetiza que cuando se cree se cumple siempre lo que Dios ha anunciado, aunque parezca imposible. “Todo es posible para el que cree” dirá después Jesús.

María expresa su fe en la anunciación fiándose de Dios, sin condiciones, dispuesta a peregrinar: "Hágase en mí según tu palabra". Reconoce que Dios puede hacer cuanto le plazca, hasta lo imposible para el cálculo humano, y reconoce también que Dios interviene eficazmente en la vida humana. Su colaboración consiste en dejar plena libertad a Dios para que pueda intervenir en Ella con eficacia. Para María, la fe no es pasividad sino colaboración activa, compromiso existencial, amor en entrega. Disponibilidad confiada.

San Mateo nos coloca, de manera paralela, la actitud de José. La fe de José es una fe que se manifiesta en la acción: recibe a María (y al niño que lleva en su seno) en su casa, se fía de Dios, aunque la revelación tenga lugar en "sueños". José expresa siempre su confianza en Dios, su fiarse de Dios actuando. No dice nada, acepta y obedece. Así adopta también la misma actitud de María: compromiso total con los planes del Padre, poner su persona a disposición de los planes de Dios en María y en Jesús. La recibe en su casa, la lleva a Egipto, regresa a Nazaret, acompaña. Siempre acompaña y sirve. La fe se expresa en servicio y compañía, en presencia. No valen solamente las palabras. Cristo lo aclarará con la parábola de los dos hijos enviados a la viña. No basta decir que sí, hay que actuar.

Esta es quizá la actitud fundamental de la fe: fiarse de Dios aceptando, comprometiendo a la persona entera, aunque no se entienda o parezca imposible el compromiso. Es la actitud del niño, que Cristo alaba en sus seguidores, y sin la cual es imposible entender el reino de Dios. Desde esta actitud resulta fácil ver la acción de Dios en la vida, su paso por los acontecimientos. Ahí puede entrar el Espíritu, cabe Dios, puede mostrar la eficacia de la fe.

María y José expresan su fe descubriendo el paso y el querer de Dios en los acontecimientos de la vida, los ordinarios y los más llamativos. Así se maravillan de lo que cuentan los pastores, cuando llegan a la cueva y ven que se ha cumplido cuanto se les había anunciado, por más natural que parezca el anuncio. O también cuando escuchan las palabras de Simeón sobre el Hijo y la madre, palabras duras y extrañas pero que guardan en el corazón. O cuando reciben la extraña y sorprendente respuesta de Jesús en el templo, después de tres días de búsqueda angustiosa. Se admiran, aunque no entiendan todo el contenido de cuanto oyen y ven, lo meditan, y esperan que Dios cumpla sus planes, que realice lo anunciado. En lugar de rechazar el signo que se les ofrece, lo guardan en el corazón, y, con toda certeza, lo comentan entre ellos muchas veces. Se apoyan en la respuesta y se ayudan a vivir la fe.

Conversar de los signos de Dios, descubrir su paso por la existencia humana y por la historia, es la actitud frecuente y natural del hombre de fe. Escudriñar la presencia y la acción de Dios entre las noticias de la vida, en los acontecimientos, sobre todo en las personas. El hombre de fe reconoce que las mediaciones son el medio habitual elegido por Dios para revelarse al hombre. Sabe que Dios habla dónde y cuando quiere, y que lo más importante es estar en sintonía, a la escucha, con el corazón dispuesto ante Dios. No le marca caminos, no le impone fechas ni condiciones. La fe es su fuerza, para comenzar cada día, para seguir fiándose de Dios, para mantener el sí en cada circunstancia. Incluso en la oscuridad y el absurdo total, como en el Calvario

Por la fe, María y José descubren a Dios como amor y como misterio. María es llamada por el ángel: "querida de Dios", "la agraciada". El no tener pecado la permite, de manera singular, sentirse amada por Dios. El pecado dificulta siempre la comprensión de Dios amor y pone obstáculos a la entrega. José no quiere denunciar a María, y eso que es varón justo, se da cuenta de que hay algo misterioso y que además Dios está de por medio. Esta incertidumbre ante el misterio la vive también María y la comparten ambos durante toda su vida con Jesús. Ellos viven su fe en Dios sin conocer la revelación del Nuevo Testamento, sin tener el dato clave de la resurrección. Se fían en el Dios único y trascendente que conocen, pero se fían siempre en penumbra. Su única certeza es saber que Dios no falla. Así aceptan su futuro, tan incierto y misterioso, dispuestos a cargar con la cruz cuando venga. La fe es siempre aceptación de la cruz. María y José escuchan este anuncio por boca de Simeón: "El niño es signo de contradicción y una espada traspasará el corazón de la madre". La espada es la Palabra de Dios que se cumple sin entender, que pide asentimiento total en entrega, que espera cumplirse sin indicar fechas ni marcar metas. Y María fue traspasada por la Palabra, y de qué forma.

Y luego, día a día, la vida en Nazaret, donde parece que todo cuanto dijo el ángel es un simple sueño. Jesús, sin un sólo signo, como un niño cualquiera. Y así año tras año. ¿Qué hacer?. ¿A qué les obliga su responsabilidad y el hecho de que conozcan el misterio que se da en el hijo? En nada notan que el hijo sea distinto a los demás, y sin embargo siguen creyendo con la misma confianza que tenían el día en que aceptaron el anuncio. Cuántas veces María y José intentarían entender desde la fe el misterio que Cristo les revela y que la evidencia les niega. Es la noche de la fe para ambos. Es el tiempo de la purificación y de la noche oscura.

Podemos decir con toda certeza que la vida de la Sagrada Familia fue un continuo peregrinar en la fe, fiándose de Dios, obedeciendo en la penumbra, en el abandono a las manos del Padre. Así es la vida de fe en el creyente, en la comunidad, en la familia. Un peregrinar en la fe con la tienda de campaña permanentemente dispuesta a continuar la marcha. El hombre de fe es siempre sedentario.

Que con la gracia de Dios y la protección de la Sagrada Familia, podamos también nosotros vivir la aventura del sí en la penumbra de la fe y en la fidelidad de la vocación a que nos ha llamado. No busquemos evidencias sino entrega. La palabra de Dios también se cumplirá en nosotros. Desde ella, aprenderemos a descubrir a Dios presente en la propia historia.

ORACION: Dios, Padre nuestro, que has iluminado la fe de la Sagrada Familia y has acompañado su caminar, te pedimos que acompañes nuestros pasos y fortalezcas nuestra fe.

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