Día 30. 29 de diciembre

MES DE LA SAGRADA FAMILIA

CON LA SAGRADA FAMILIA
Autor: H. Francisco Cabrerizo Miguel
Madrid, 2010
Propiedad Intelectual – Derechos Reservados
Edita: Hermanos de la Sagrada Familia


30.- LA SAGRADA FAMILIA PEREGRINA EN LA FE.

II

María y José fueron probados en la fe a lo largo de toda su vida. No fue precisamente un camino de evidencias ni de éxtasis el suyo. Aceptaron a Dios como misterio y siguieron los caminos de la fe con las mismas garantías que tenemos todos los creyentes. Creer fiándose en entrega.

A María y a José se les ofrecen signos que iluminan de alguna manera, y hasta garantizan. el sí que se les pide. Así, en la anunciación, a María se le ofrece el signo de su prima Isabel, la estéril, que ha concebido. Está lejos. Puede ser una broma de la naturaleza, pero no hay más signo. María va a visitar a su prima, para ayudarla, ciertamente, pero también para confirmar el signo que se la ofrece. No porque dude de la palabra del ángel, sino por apreciarla. Vive la zozobra y el gozo de creer. Entra en cuestión con ella misma. Y camina al encuentro de su prima. Al comprobar la certeza del signo, experimenta una explosión de luz y de alegría, de agradecimiento: "se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava". (Lc. 1, 46-47) Es una nueva revelación que confirma cuanto dijo el ángel. Antes se fiaba desde la fe desnuda, ahora desde la fe confirmada en el signo.

A José, el único signo que se le ofrece es que María ha concebido. El hecho unido a la persona concreta de María. Se conocen, y no duda de cuanto le haya hablado María. Por eso vive la noche oscura de la incertidumbre del no saber qué hacer. Se le disipa el temor en sueños: "No temas recibir a María en tu casa porque...". (Mt. 1,20) La alegría es compartida por los dos, pero siempre en el asombro del misterio y en la confianza en Dios, a la espera de los acontecimientos, en la entrega.

Y Dios va revelando poco a poco el misterio, pero siempre de manera indirecta y en signos. Y así, la adoración de los pastores supone una nueva revelación, por las cosas que decían del niño. María y José se admiran y no terminan de entender. Lo mismo les pasa con Simeón en el templo y cuando Jesús tiene doce años. En todos los casos dice el evangelista que "María conservaba todas estas cosas en su corazón" (Lc. 2, 19)y las meditaba. Este es el secreto de su progreso en la fe: el discernir, el meditar e interiorizar los acontecimientos. Descubrir la novedad de Dios desde lo que ya conocen, desde la revelación y la Escritura. Tenían gran seguridad en la palabra de Dios pero no por eso se entregan a lo que salga. Reflexionan, meditan, archivan en el corazón lo que no saben, a la espera de una nueva luz, y tratan de iluminarlo desde lo que ya conocen.

La oración y la confianza tienen una importancia excepcional en este proceso de la fe. María y José crecen en la fe pero desde Dios, por su reflexión con Dios, sabiendo que sólo El puede iluminar los acontecimientos. La novedad siempre viene de Dios. En el encuentro íntimo con Él a través de la oración, se halla la fuerza para fiarse cada día, para entregarse, para aceptar.

Viven su fe de manera paralela a la nuestra, pero con perseverancia, con constancia, sin dudar. Aquí dimana su mérito: en que no se desaniman, en la seguridad que ponen en Dios aunque no entiendan. En que se entregan. La fe es cuestión de corazón y de docilidad. No es la inteligencia quien lleva la iniciativa. Es siempre el amor y la confianza.

María es modelo de fe en la Iglesia, es la madre de la fe. Ella es la madre de los creyentes. San Lucas la relaciona con Abraham, el padre en la fe, empleando las mismas palabras de garantía que la Biblia pone en boca de Dios cuando anuncia a Abraham la concepción en Sara: "porque para Dios nada hay imposible". Así, María es proclamada Madre de los creyentes.

La fe es virtud teologal básica en cada uno de nosotros. Una fe creciente, lúcida, cultivada y viva como dice el Venerable Hermano Gabriel, nuestro Fundador. Una fe que es capaz de descubrir el paso de Dios por la vida a través de los signos que encontramos en los hombres, en la Iglesia, en la sociedad, en nosotros mismos. Una fe audaz, alimentada en la oración y en la escucha de la Palabra. Una fe que nos compromete con la comunidad hasta hacer creíble el poder transformador de Dios en cada hermano, y que permite el crecimiento espiritual y humano de la comunidad reunida en torno a Cristo. Una fe que exige celebración comunitaria de su confianza, de su entrega. Es el culto mismo que arranca de la fe vivida y celebrada en comunidad.

Desde la fe, podemos asumir con alegría las limitaciones de la propia persona y de la Institución, porque sólo Dios es el primero. La soledad y los fallos de la vida se encajan bien desde la fe. Una fe que haga posible la obediencia al estilo de Jesús, María y José, con un compromiso definido y claro por cumplir la voluntad de Dios, aunque parezca rara y a pesar de las deficiencias que se dan en la mediación concreta.

Desde la fe es posible lanzarse al apostolado sin temores ni cálculos egoístas, sin miedo a perder seguridades, sin condicionantes de lugares o de personas. Es posible afrontar la vida como testimonio cristiano, encontrar lugares y medios de formación, hallar personas que compartan la misma inquietud de fe. Llegará el desaliento y hasta el fracaso, pero nunca el abandono. La fe hace renacer la esperanza cada mañana. Es siempre audaz.

Como la Sagrada Familia, también nosotros estamos llamados a vivir una fe que nos introduzca en la oración, en el encuentro con Dios, a pesar de la repugnancia personal, de la poca eficacia que quizá notamos en ello. Con la fe podemos discernir lo bueno de lo útil o de lo necesario, sin dejarnos absorber por lo inmediato en cada momento.

Que la Sagrada Familia nos ayude a discernir, a escuchar y acoger la Palabra, a prolongar cada día la entrega a los planes del Padre que ellos vivieron. Están con nosotros en las pruebas de la fe. Son nuestra garantía. Que se pueda decir de cada hermano y de cada comunidad, de cada fraternidad y de cada familia, lo que se decía del Venerable Hermano Gabriel: Tenía una fe viva.

ORACION: Dios, Padre nuestro, que has acompañado la fe de la Sagrada Familia y has manifestado en ellos tu poder, te pedimos que mantengas nuestra fe y continúes manifestando tu grandeza entre nosotros.

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