4 de octubre de 2012
– TO – JUEVES DE LA SEMANA XXVI
San
Francisco de Asís
"¡Que descienda la paz sobre esta casa!”
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Job 19, 21-27
Job dijo:
¡Apiádense, apiádense de mí, amigos
míos, porque me ha herido la mano de Dios! ¿Por qué ustedes me persiguen como
Dios y no terminan de saciarse con mi carne? ¡Ah, si se escribieran mis
palabras y se las grabara en el bronce; si con un punzón de hierro y plomo
fueran esculpidas en la roca para siempre!
Porque yo sé que mi Redentor vive y
que él, el último, se alzará sobre el polvo. Y después que me arranquen esta
piel, yo, con mi propia carne, veré a Dios. Sí, yo mismo lo veré, lo
contemplarán mis ojos, no los de un extraño. ¡Mi corazón se deshace en mi
pecho!
Palabra
de Dios.
SALMO Sal 26, 7-8a.
8b-9c. 13-14 (R.: 13)
R. Yo creo que contemplaré la bondad del
Señor, en la tierra de los vivientes.
¡Escucha, Señor, yo te invoco en
alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Mi corazón sabe que dijiste:
«Busquen mi rostro.» R.
Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda. R.
Yo creo que contemplaré la bondad
del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor. R.
EVANGELIO
+ Lectura del
santo Evangelio según san Lucas 10,
1-12
El Señor designó a otros setenta y
dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y
sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: «La cosecha es abundante,
pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe
trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de
lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a
nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan
primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!” Y si hay allí alguien
digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a
ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya,
porque el que trabaja merece su salario.
No vayan de casa en casa. En las
ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus
enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de
ustedes." Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan
a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a
nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de
Dios está cerca."
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma
será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.»
Palabra
del Señor.
Para discernir
- Hoy
recordamos a San Francisco de Asís, que fue un incansable promotor de la
paz. Para Francisco, como para el evangelio, la paz no se identifica sin
más con la tranquilidad.
- En
la cultura semita la palabra paz se identifica con el bienestar, con la
felicidad, con la abundancia de bienes. De hecho, la calidad de vida es un
concepto fundamental de lo que ellos consideran la riqueza de una nación.
- Pues,
no basta con tener dinero, es necesario ‘estar bien’, y eso indica no sólo
abundancia de recursos, sino que implica también relaciones armoniosas con
los demás y con Dios. La paz en este sentido es una bonanza o shalom.
- En
cambio, la concepción romana de paz se identifica más con la tranquilidad,
con la ataraxia griega, es decir, con la ausencia de conflicto y
frustraciones. Este tipo de tranquilidad es indispensable para el
desarrollo de la actividad comercial y política, pero no hace demasiado
énfasis ni en el bienestar ni en la felicidad.
- El
evangelio nos propone una paz que es la síntesis y la superación de estas
dos anteriores, porque el bienestar, la tranquilidad y la felicidad se
alcanzan a partir del amor universal y de la justicia solidaria.
+++
- La situación de Job es triste: su mujer lo
desprecia, los siervos no lo obedecen, los niños lo desprecian. Sigue
doliendo la llaga, Job pide piedad y reafirma su inocencia, contra
las dudas de sus amigos, que quieren convencerlo de que los males que lo
afligen se deben a sus pecados. Aunque por un instante apele Job al
juicio de la historia, la fe lo abre a un juicio mejor: el Dios de los padres y de los sabios de
Israel le salvará.
- Job
se
solidariza con el sufrimiento de los inocentes de todas las épocas,
por eso quiere que sus palabras queden escritas, grabadas en
cobre, escritas para siempre en la roca. La
fe de Israel reconoce al Señor como a su goel, su salvador.
Para el pueblo de Israel el "goel", es el pariente más próximo
que sale en defensa de una viuda o de un huérfano o de uno que ha sido
tratado injustamente.
- Es
el gran acto de fe de Job que preludia la idea de la
resurrección y, sobre todo, aclara el concepto de Dios. En
el fondo Job
tiene fe en Dios, y aunque en el Antiguo Testamento todavía no
tenían idea clara de la otra vida, él sabe que
está vivo su redentor y que verá a Dios. Job espera asistir a su rehabilitación y ver a
Dios con sus ojos mortales. Al fiarse de Dios de alguna
manera parece intuir ya lo que nos revelará más plenamente el Nuevo
Testamento.
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- Jesús envía un grupo de 72 discípulos
a anunciar el evangelio en tierra samaritana. No teniendo en cuenta las
divisiones étnicas y los conflictos entre el pueblo samaritano y el pueblo
judío, decide
comunicar la Buena Nueva a todos los hombres. Para lograrlo se
apoya en esta comunidad de discípulos que sale con
su mandato, del mismo modo que antes habían salido el grupo
de los doce.
- Junto
al envío Jesús da claras indicaciones: pide a sus enviados renuncia a toda seguridad humana y abandono.
Que la experiencia de inseguridad los lleve a poner
la confianza sólo en Dios para que todo lo que hagan, lo
hagan en nombre de ese Padre misericordioso y providente, “que quiere que todos los hombres y
mujeres se salven y hace salir el sol sobre justos e injustos”.
- La
buena
noticia será el anuncio
de que «Ya ha llegado el reino de
Dios». Empieza un orden
nuevo, que se ha de notar por los frutos abundantes que
produce. Jesús
los envía de dos en dos, formando una pequeña comunidad, para que
muestren con hechos lo que anuncian de palabra. Han de
compartir techo y mesa con aquellos que los reciben, curando a los
enfermos que haya, liberando a la gente de todo aquello que los atormente.
- El mensaje del Reino es llamada a la realización gozosa de la comunión entre los hombres. Anuncio que exige signos visibles. Partir y compartir el alimento y la vida de los hombres. Compasión y solidaridad como expresión del triunfo sobre el dolor producido por el egoísmo e indiferencia de los hombres.
- Junto
al gozo del anuncio que se brinda, se debe estar dispuesto a
aceptar la incomprensión
y el rechazo
que llega por parte de aquellos que viven y construyen un mundo al margen
y en oposición a los valores del Reino de Dios. Por eso la Palabra de
anuncio, será también palabra de denuncia dolorida ante los
obstáculos a la realización de una convivencia más humana de acuerdo al
querer de Dios.
- El
Reino apremia y
necesita ser proclamado por todas partes y a toda persona, y de forma urgente por
eso no hay tiempo que perder. Este Reino iniciado con la llegada de Jesús,
debe extenderse para que la
Creación llegue a su plenitud.
- Nosotros hoy, como Iglesia,
debemos ser plenamente conscientes
de nuestra misión. La evangelización no es obra exclusiva de
algunos. La misión es la vocación y tarea de toda la comunidad cristiana.
Nosotros también tenemos el compromiso de que el Reino acontezca aquí y
ahora en palabras y gestos.
Para discernir
- ¿Siento apremio por
anunciar el reino?
- ¿Estoy dispuesto a
soportar el rechazo?
·
¿Acepto que el anuncio es mi
vocación más profunda como cristiano?
Repitamos a lo largo de este día
"¡Que
descienda la paz sobre mi casa!”
Para rezar
Te
comparto mi esperanza de esperar cada momento
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Ofrecer siempre las manos abiertas y no cerradas,
saber entregar amor a través de la mirada.
Aprender a dar la vida, compartir la espera larga,
al lado de los que sufren, hacer la fe solidaria.
Soñar con las utopías, vivir para realizarlas,
luchando por los ideales, y la justicia sumarla.
Saber caminar con otros en lucha comunitaria, para que
todos los hombres vivan una vida más humana.
Vivir para los demás, como nos mostró Jesús,
hasta entregarnos su vida en lo alto de una cruz.
Vivir mirando las cosas con la mirada de Dios,
para hacer un mundo nuevo de Justicia, Paz y Amor.
No creas que será fácil caminar este camino pero
las crisis ayudan a ir descubriendo el sentido.
La verdad que hay en las cosas es un tesoro escondido,
quien equivoca la senda, tal vez su vida ha perdido.
El Evangelio te muestra como no errar el camino,
de veras, vale la pena a Jesucristo seguirlo.
Te comparto mi esperanza de empezar cada momento
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Marcelo A. Murúa
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Ofrecer siempre las manos abiertas y no cerradas,
saber entregar amor a través de la mirada.
Aprender a dar la vida, compartir la espera larga,
al lado de los que sufren, hacer la fe solidaria.
Soñar con las utopías, vivir para realizarlas,
luchando por los ideales, y la justicia sumarla.
Saber caminar con otros en lucha comunitaria, para que
todos los hombres vivan una vida más humana.
Vivir para los demás, como nos mostró Jesús,
hasta entregarnos su vida en lo alto de una cruz.
Vivir mirando las cosas con la mirada de Dios,
para hacer un mundo nuevo de Justicia, Paz y Amor.
No creas que será fácil caminar este camino pero
las crisis ayudan a ir descubriendo el sentido.
La verdad que hay en las cosas es un tesoro escondido,
quien equivoca la senda, tal vez su vida ha perdido.
El Evangelio te muestra como no errar el camino,
de veras, vale la pena a Jesucristo seguirlo.
Te comparto mi esperanza de empezar cada momento
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Marcelo A. Murúa
ü Para profundizar un poco
más
4 de octubre - SAN FRANCISCO DE
ASÍS - (+ 1226)
Nacido
en Asís entre 1181 y 1182, tuvo la fortuna de poseer una madre piadosa, Madonna
Pica, de la que recibió una honda educación cristiana. Su padre, Pedro
Bernardone, era un rico mercader en telas. De carácter jovial, altruista,
soñador, caballeresco, Francisco amaba la vida y se entregó a ella. Por eso lo
encontramos constituido en jefe de la juventud, en organizador y alma de todas
las fiestas juveniles. Este carácter alegre, jovial, desprendido, volverá a
manifestarse con mucha frecuencia a lo largo de su vida. En medio de sus
enfermedades cantaba. A sus frailes los quería ver siempre alegres, con esa
sana y honda alegría que nace del saber que se tiene a Dios. En medio de su
pobreza daba cuanto tenía a otro, tal vez menos pobre que él. A su Orden le
imprimió ese sello característico de alegría y de pobreza que se ha hecho
proverbial. Pero de una pobreza que, cuando no tiene que dar, se da a sí misma
de una manera alegre por amor de Dios.
A
los veinte años le sobrevino una crisis. En su ciudad natal se declararon la
guerral, nobles y plebeyos. Aquellos aliados con la vecina ciudad de Perusa
vendieron a éstos y Francisco, que había luchado en las filas de los humildes
tuvo que soportar en Perusa un año de prisión. Al poco tiempo de verse libre,
en 1203, se apoderó de él una fiebre gravísima. Durante la convalecencia se
percata, con gran sorpresa suya, de que las fiestas juveniles ya no le llenaban
el alma, y entonces, sediento de aventuras, en 1205 emprendió viaje hacia el
sur de Italia para luchar contra el Imperio al lado de las fuerzas de Inocencio
III. Inesperadamente, desde Spoleto, regresa a Asís cuando apenas había hecho
otra cosa que iniciar el viaje. Es que la mano de Dios había comenzado a
trabajarlo de una manera definitiva. Poco a poco va perdiendo el gusto por las
diversiones bulliciosas. Poco a poco se va dando cuenta de que algo quiere Dios
de él. ¿Qué será?
Años
cruciales y difíciles fueron para Francisco los transcurridos entre 1205 y
1208. Abandonado de sus amigos, distanciado de su mismo padre, a quien en
presencia del obispo de Asís le entregó hasta los vestidos que llevaba puestos,
inició amistad con los pobres y con los leprosos. Su carácter dinámico y
resuelto le impulsó a restaurar tres ruinosas ermitas de Asís una vez que en la
de San Damián le pareció oír del crucifijo la voz de que restaurase su casa. El
nuevo comportamiento del joven no podía menos de parecer absurdo a quienes lo
habían conocido antes. Pero lo grave para Francisco no era tanto el hecho de
que sus conciudadanos comenzasen a mirarlo como un lastimoso enajenado, cuanto
la angustiosa incertidumbre en que vivía respecto de la voluntad de Dios.
Después
de tan larga crisis, el 24 de febrero de 1208 le vino la luz repentinamente. Al
oír las palabras del Evangelio en que Jesucristo enviaba a sus apóstoles por el
mundo a hacer bien a todos, desprovistos de todo y expuestos a cualquier trato
que quisieran darles, Francisco, súbitamente iluminado por Dios, comprendió que
esto mismo era lo que el Señor pedía de él. A su característico dinamismo le
faltó tiempo para llevar a la práctica el programa evangélico. No importaba que
sus conciudadanos se mofasen de él. Descalzo, vestido de túnica y capuchón
aldeanos, y ceñido con una cuerda, apareció por las calles de Asís predicando,
con el entusiasmo y vigor que le eran propios, la paz, la pobreza y la caridad
cristianas.
Si
una obra es de Dios, tarde o temprano termina por triunfar. Francisco
experimentó muy pronto que la suya era obra divina. Mientras la mayor parte de
los habitantes de Asís esperaban que el nuevo apóstol fracasase en su empeño, a
los dos meses de su decisión se le comenzaron a unir hombres tan sensatos y
respetados en la ciudad como el rico y sesudo Bernardo de Quintaval, el pobre
pero honrado Gil de Asís y el noble e ilustrado canónigo de la catedral Pedro
Cattani. Incomprensiblemente a los ojos de los prudentes del mundo, estos hombres
abandonaron la sabiduría y riqueza humanas para, al igual que Francisco,
dedicarse a predicar a los demás el Evangelio viviéndolo ellos personalmente de
la manera más radical.
Cuando
a estos tres discípulos de la primera hora se le sumaron otros ocho, el Santo
experimentó la necesidad de trazar para los doce un único programa de vida.
Recopiló con este fin varios textos del Evangelio, aquellos precisamente que
hablan de la renuncia a todo y del seguimiento decidido de Jesucristo, y con
sus discípulos se presentó a Inocencio III para que le aprobase el nuevo modo
de vida. La iniciativa de someter previamente al Papa la breve regla de una
naciente Orden religiosa era inusitada entonces. Pero más llamativo que este
gesto original de Francisco era el contenido de la regla misma. Nadie, ni
incluso Inocencio III, creían posible vivir como Francisco y sus compañeros se
proponían. ¿Es que entonces, objetaba el Santo, era imposible vivir el
Evangelio? El Papa comprendió que Francisco tenía razón y aprobó verbalmente su
programa de vida. Era el año 1209. El año del nacimiento de la Orden
franciscana.
Constituido
en padre de una familia religiosa, San Francisco en adelante ya no es sólo él,
sino también sus hijos. Pero ni él ni sus hijos se pueden comprender si las cualidades
humanas del padre las seccionamos del elemento divino que comenzó a intervenir
a raíz de su crisis.
La
gracia no cambia la naturaleza. A sus veintiséis o veintisiete años, Francisco
seguía conservando su espíritu idealista y caballeresco de años atrás. Se trata
de aquel espíritu caballeresco de la Edad Media que lo arriesgaba todo por el
honor o por la gloria de depositar los laureles a los pies de la amada, y que
Francisco no pudo saciar cuando, de camino hacia el sur de Italia para
participar en la guerra, la gracia divina le hizo regresar a Asís. Esta misma
gracia es la que ahora, apoderándose de su espíritu caballeresco inicialmente
contrariado, lo proyectó hacia nuevos ideales. Francisco y sus compañeros se
convirtieron en caballeros andantes del Evangelio, porque sin un quijotismo
espiritual como el suyo, a nadie se le hubiera ocurrido lanzarse a la conquista
de las almas desprovistos de todo, renunciando a todo, descalzos, burdamente
vestidos, dependiendo de la benévola caridad de los demás.
Sorprendentemente,
este género de vida obtuvo un éxito que nadie hubiera podido pronosticar. La
Iglesia necesitaba entonces de reforma y todos anhelaban un cristianismo más
impregnado de Evangelio, sobre todo en el aspecto de la pobreza. Este ambiente
dio origen a una verdadera pululación de sectas heréticas que se proclamaban
las restauradoras del cristianismo evangélico o apostólico como entonces se
llamaba. Reflejando los deseos de todos y oponiéndose a las desviaciones
heterodoxas, Francisco ofreció con su Orden la verdadera solución a los
problemas de la Iglesia.
De aquí que las gentes se volcaran sobre él: a los doce años
de su fundación, en 1221, la Orden contaba ya con el sorprendente número de más
de tres mil frailes; en 1212 fundó con Santa Clara de Asís la rama femenina de
las clarisas, en 1221, para dar cabida en la Fraternidad a los muchos que lo
solicitaban, pero que por diversas circunstancias no podían hacerse religiosos,
instituyó la Orden
Tercera , es decir, la de los terciarios franciscanos.
La
pobreza es lo que externamente resalta más, tanto en San Francisco como en sus
frailes, aún actualmente. Incluso no se puede negar que es un elemento de gran
importancia lo mismo en la espiritualidad del fundador que en la de su Orden.
Pero se equivocaría quien sólo, o principalmente, considerase a Francisco en
función de esta virtud. Por debajo de la pobreza late otro elemento, el más
fundamental de todos: un incondicional amor a Jesucristo, que llevó a Francisco
y a sus frailes a identificarse lo más posible con el Salvador. Repercusión
inmediata de este amor incondicional, Ilamémosle caballeresco, es la vivencia
del Evangelio de una manera literal, incluso bajo el aspecto de no poseer
absolutamente nada, es decir, de la más estrecha pobreza,
Aquí
es donde reside el secreto de San Francisco y lo que impulsa todos sus
movimientos. Se trata de una proyección espiritual, en cuanto usufructuado por
la gracia, de las grandes cualidades afectivas que poseía el Santo.
Enfocada
esta capacidad de amar hacia Jesucristo con el nuevo impulso de la gracia, no
es extraño que llegara a donde llegó.
"¡El
Amor no es amado! ¡El Amor no es amado!", repetía frecuentemente el Santo,
herido en su fina sensibilidad de amante, al comprobar la fría indiferencia de
los cristianos ante las amorosas finezas del Redentor.
Este
amor a Jesucristo será el resorte mágico que le impulsará a realizar acciones
que un hombre superficial tal vez considere como niñerías. Cada vez que oía
pronunciar el nombre de Jesús se relamía los labios. Deseaba que sus frailes
recogiesen del suelo los fragmentos de pergamino que hallasen porque en ellos
podía encontrarse escrito el nombre del Señor. En cierta ocasión se desnudaron
él y su compañero para vestir a un mendigo, porque los pobres eran hermanos de Jesucristo.
En la Sagrada Escritura se alude al Redentor como a un leproso, razón
suficiente para que Francisco reservase para estos desgraciados, a quienes
llamaba los hermanos cristianos, sus más finas atenciones. La fidelidad
incondicional a la Iglesia y la devoción al Papado, una de las grandes virtudes
del Santo, no frecuentes en una época minada por pequeñas pero múltiples
heterodoxias, obedecía a su firme persuasión de que la Iglesia era la Esposa de
Jesucristo, y el Papa su Vicario en la tierra.
Dotado
de una imaginación viva y enemigo de lo abstracto, en el Santo este amor iba
dirigido a Jesucristo, considerado sobre todo en sus misterios de sabor humano.
Para vivir plenamente la fiesta de Navidad, Francisco representó plásticamente
en Greccio, en 1223, el nacimiento del Niño Jesús, primera representación
origen de nuestros belenes. La Pasión y la Eucaristía constituían el centro de
sus pensamientos. San Francisco tiene el mérito de haber introducido en la
Iglesia de una manera definitiva la devoción a la humanidad de Jesucristo.
Fue
también el amor al Salvador lo que le infundió una sed insaciable de almas, que
le condujo a él y a sus frailes a lanzarse desde el primer momento a la
predicación, de la misma manera que quería Jesucristo lo hicieran sus
apóstoles: " No poseáis oro, ni plata, ni dinero en vuestras fajas, ni
alforja para el camino, ni dos túnicas, ni zapato, ni cayado" (Mt.
10,9-10).
A
partir de la fundación de la Orden el Santo apenas tendrá un momento de reposo
(tampoco lo tendrán sus frailes), acuciado por llevar almas a Jesucristo. Esta
será en los doce años que siguen su ocupación más frecuente, y la Italia central su preferido
campo de acción. En 1210 lo encontramos evangelizando la Umbría y estableciendo la
paz entre los nobles y plebeyos de Asís. Luego pasa a Toscana y pacifica
asimismo la ciudad de Arezzo, ensangrentada por luchas fratricidas. En 1217
quiere pasar a Francia, pero se vio obligado a detenerse en Florencia. Todavía
en 1222, cuando ya sus enfermedades le hacían sufrir no poco, lo encontramos
predicando y ofreciendo un testimonio viviente del Evangelio en la parte
oriental y meridional de Italia, Sus pláticas eran sencillas, salpicadas de
vivas imágenes, de tono cálidamente familiar y al aire libre. Poseía una
oratoria personalísima e inconfundible, que ofrecía un marcado contraste con la
vigente en aquellos tiempos. Sus historiadores nos aseguran que, atraídos por
ella, 'hombres y mujeres, clérigos y religiosos, corrían ansiosos de ver y
escuchar al hombre de Dios". Y añaden, refiriéndose a la región de Umbría:
"Así se vio entonces transformarse en breve tiempo la faz de toda la
comarca y aparecer risueña y hermosa la que antes se mostraba cubierta de
máculas y fealdades". Su deseo de dar a conocer a Jesucristo le indujo en
cierta ocasión a pararse en mitad del camino y dirigir la palabra a sus
hermanas aves, que, solícitas y silenciosas, acudieron a escucharle.
La
correspondencia suprema y tangible por parte del Salvador al amor que Francisco
le profesaba sobrevino en la mitad de septiembre de 1224. Encontrándose en el
monte de La Verna ,
Jesucristo se le aparece al Santo en forma de serafín y lo identifica
humanamente consigo imprimiéndole sus cinco llagas. Francisco quedó convertido
en un Cristo viviente. Con razón se le ha !llamado "el Cristo de la Edad
Media".
Enfermo,
casi ciego, con el agudo dolor de las llagas, pero siempre alegre (precisamente
en esta época compuso y cantaba frecuentemente el hermoso Cántico de las
criaturas o del hermano sol), el Santo expiró en Asís el atardecer del 3 de
octubre de 1226, junto a su amada capilla de la Porciúncula , centro de
todo el movimiento franciscano y testigo, mediante la indulgencia obtenida del
Papa por el Santo, del oculto retorno a Cristo de tantas almas descarriadas.
Con
su atractivo personal, su altísima y austera pero agradable santidad, sus
intuiciones y geniales innovaciones en la Iglesia, San Francisco termina
siempre ganándose la simpatía de cuantos se acercan a él.
Aún
bajo el aspecto puramente humano, su nueva manera de ver las cosas obliga a los
historiadores a considerarlo como el primer hombre moderno y el forjador,
mediante su Orden, del humanismo cristiano.
PEDRO
BORGES MORAN, O. F. M.
LECTIO DIVINA
Esa paz reposará sobre él
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas 10, 1-12
El Señor designó a
otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas
las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: «La
cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los
sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a
ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se
detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una
casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!." Y si
hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo
contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y
bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario.
No vayan de casa en
casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de
ustedes." Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan
a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a
nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de
Dios está cerca."
Les aseguro que en
aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.»
Palabra del Señor.
1.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Guías para la lectura:
Jesús había enviado a los Doce para que fueran a
las doce tribus de Israel. Ahora envía a otros setenta y dos para que vayan a
todo el mundo, porque en ese tiempo se pensaba que las naciones de la tierra
eran setenta y dos.
Las consignas que les da Jesús son semejantes a
las que en su momento dio a los Doce (9, 2-5). El envío de Jesús es urgente y
no permite dilaciones. Por eso no pueden detenerse a saludar a nadie en el
camino (10,4), porque según las costumbres de aquella época, saludar a alguien
significaba quedarse algún tiempo como huésped en su casa (Hch 21,75;
25,13-14). ¡El anuncio del Reino de paz
apremia!
Con frecuencia, los enviados por Jesús serán
rechazados por aquellos a quienes les llevan la Buena Noticia (10,10). Con la
imagen de sacudirse “hasta el polvo de esta ciudad que se ha pegado a nuestros
pies” (10, 11). Jesús les pide a sus mensajeros que no adquieran las mismas
actitudes de los que se oponen al Evangelio.
Comentario
extraído de “Evangelios de la Biblia de la Iglesia en América” (BIA). Consejo
Episcopal Latinoamericano (CELAM)
2.
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para la meditación:
¿Cuál es la relación entre la misión encomendada y
la disponibilidad de misioneros?
¿Por qué son enviados como “ovejas en medio de
lobos”?
¿Cuál es el saludo y la “carta de presentación” de
un misionero del Señor?
3.
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
SALMO
Sal
26, 7-8a. 8b-9c. 13-14 (R.: 13)
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Mi corazón sabe que dijiste:
«Busquen mi rostro.»
Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Mi corazón sabe que dijiste:
«Busquen mi rostro.»
Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor
4.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Repito varias veces y
reflexiono en las palabras de Jesús:
“La cosecha es
abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados
que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan!”
5.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para la acción:
¿Tengo el sentido de
la urgencia y necesidad de misionar que tenía Jesús?
¿Estoy dispuesto a ir
a llevar el mensaje de paz del Evangelio?
¿Qué significa hoy
que el Reino de Dios esté cerca?
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