(MISA DE LA NOCHE)
“Mientras se
encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su
Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no
había lugar para ellos en el albergue.”
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta
Isaías 9, 1-3. 5-6
El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto
una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado
una luz.
Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo;
ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando
reina la alegría por el reparto del botín.
Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre
su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día
de Madián. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía
reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios
fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz.» Su soberanía será grande, y
habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá
y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El
celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 95, 1-2a. 2b-3. 11-12. 13 (R.:
Lc 2, 11)
R. Hoy nos ha nacido un
Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre. R.
Día tras día, proclamen su victoria,
anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos. R.
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque. R.
Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:
él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a
Tito 2, 11-14
La gracia de Dios, que es fuente de salvación para
todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y
los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y
piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria
de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. El se entregó por nosotros, a
fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo
elegido y lleno de celo en la práctica del bien.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
+ Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 2, 1-14
En aquella época apareció un decreto del emperador
Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer
censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a
inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió
de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de
David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el
tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en
pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el
albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que
vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el
Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron
un gran temor, pero el Angel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena
noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les
ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal:
encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un
pesebre.» Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial,
que alababa a Dios, diciendo:
« ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra,
paz a los hombres amados por él!»
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Tantas familias salen a buscar regalos para sus hijos. Tantos jefes, para
sus empleados. Y son innumerables las personas que se preocupan para que a
nadie le falte lo necesario para celebrar esta noche
familiar, de paz, de amor, de cercanía fraterna y de incontables regalos. Sin embargo la generosidad de Dios nos envió su
mejor regalo, el regalo que no nos hubiéramos atrevido ni a soñar:
su propio Hijo para que fuera nuestro mejor hermano y único
redentor; y para que obrara la paz entre los hombres, produjo algo
extraordinario. Causó, a lo largo de los siglos y hasta el día
de hoy, la explosión de la generosidad en la tierra, tantas
veces manifestada pálidamente en un presente navideño, o la mesa de noche del
24.
Noche buena auténtica, es aquella en la que podemos revivir y hacer nuestra, la alegría de la primera Navidad.
Poder escuchar en esta noche del 24 de diciembre, con la sorpresa de una buena
noticia para todos nuestros pueblos, lo que los ángeles anunciaron en
Belén: “No teman, porque les traigo una
buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de
David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”.
Había tinieblas y sombras de muerte en esa tierra. Estaban bajo la dominación de los romanos. Los impuestos se los llevaba el Imperio. Se
infiltraban costumbres ajenas a su cultura, a sus tradiciones y a su religión.
Muchos de los guías espirituales del pueblo habían endurecido la interpretación de las Escrituras
y cerraban el acceso al Reino de los cielos.
Hoy también hay tinieblas y sombras de muerte en
esta tierra, bajo diversos nombres; son muchos los flagelos camuflados. Hoy no son los romanos, pero hay otras
formas solapadas de totalitarismos, que seducen dominando vidas y confundiendo
conciencias. Los impuestos a la vida, han hipotecado en muchos la esperanza.
Las costumbres que se infiltran despedazan nuestra cultura, nuestro
modo de vivir y nuestra fe. La interpretación de la palabra se nos hace árida y
el camino al reino parece oscurecido.
¡No teman! Ésas fueron las primeras palabras
del ángel a los que cuidaban el rebaño muy cerca del lugar donde nacía Jesús.
Había llegado la hora de alejarse de las tinieblas y del temor que dominaba la tierra. Era la hora de la verdad y de la gracia, de la
confianza y la alegría, de la santidad y de la paz.
¡No teman, les traigo una buena noticia, una gran alegría! Ha nacido Jesús, el Salvador. El evangelio hablando de María nos dice que le llegó
su hora. No es solamente la hora que llega a cada mujer cuando va a dar a luz a
su hijo, sino que ese hijo que va a brotar de las entrañas de María, marca una hora que es plenitud de los
tiempos, hora de Dios y hora de los
hombres, hora en que la historia se divide en un antes y después.
Un antes en que todo era esperanza, promesa, profecía. Un hoy en que la
esperanza de los viejos profetas y patriarcas se hace realidad en el niño que
nace y podemos acercarnos a tocar lo
que antes solamente intuía y deseaba nuestro corazón.
¡No teman!
A partir de Belén, toda aquella esperanza ha llegado a la plenitud. El Señor es Señor de la historia. El Señor de la historia es llamado Emmanuel, es decir: Dios-con-nosotros. Dios está en Jesús para nosotros, su ser es un ser para los hombres. Afirmar que Jesús es el Emmanuel, es afirmar que no estamos solos, que la energía de Dios, la fuerza de su Espíritu, está dentro mismo, de esta real y concreta historia en la que vamos caminando. Jesús pertenece a la historia de la humanidad, es totalmente Dios y es totalmente hombre, y con esa misma totalidad se comprometió con la historia de su pueblo. Jesús no es una idea o doctrina, no es un mito o una leyenda. Es realidad histórica; espresencia salvadora, es Dios haciendo historia de salvación
“El que me ve a mí, ve a mi Padre”, dirá Él mismo. Jesús es la manifestación de que el reino de Dios llega para todos los hombres, y que en todos los hombres, Dios se puede manifestar como liberación y salvación.
A partir de Belén, toda aquella esperanza ha llegado a la plenitud. El Señor es Señor de la historia. El Señor de la historia es llamado Emmanuel, es decir: Dios-con-nosotros. Dios está en Jesús para nosotros, su ser es un ser para los hombres. Afirmar que Jesús es el Emmanuel, es afirmar que no estamos solos, que la energía de Dios, la fuerza de su Espíritu, está dentro mismo, de esta real y concreta historia en la que vamos caminando. Jesús pertenece a la historia de la humanidad, es totalmente Dios y es totalmente hombre, y con esa misma totalidad se comprometió con la historia de su pueblo. Jesús no es una idea o doctrina, no es un mito o una leyenda. Es realidad histórica; espresencia salvadora, es Dios haciendo historia de salvación
“El que me ve a mí, ve a mi Padre”, dirá Él mismo. Jesús es la manifestación de que el reino de Dios llega para todos los hombres, y que en todos los hombres, Dios se puede manifestar como liberación y salvación.
¡No teman! Con Cristo, Dios se ha inyectado en la historia, con
el nacimiento de Cristo, el reino de Dios ya
está inaugurado en el tiempo de los hombres. Desde aquella Navidad todos
los años recordamos esta noche que el reino de Dios ya está en este mundo. El
nacimiento de Cristo es el grito que
despierta nuestra conciencia y nos dice que Dios está marchando
con los hombres en la historia, que la aspiración de los hombres por la paz,
por la justicia, por un reino de derecho divino, por algo santo, la podemos esperar confiadamente, no porque los
hombres seamos capaces de construir esa bienaventuranza, sino porque está ya en medio de los hombres el artífice y constructor
del reino de justicia, de amor y de paz.
¡No teman! A pesar de los desconcertantes
caminos de nuestro Dios. Sabiamente elige ser Dios con nosotros por
medio de un niño para arrancarnos toda inseguridad y todo temor. Belén es hora de gracia de la humanidad. Es causa de alegría y perplejidad para todo el pueblo. El Mesías
aparece en este mundo como un niño, con la sencillez y la sonrisa de un recién
nacido: sin imponer nada, conquistando con delicadeza nuestro
cariño y nuestra admiración, disipando temores y desconfianzas, y pidiendo simplemente nuestro corazón,
aun nuestra ayuda. Acaso ¿qué podrá ser más lejano al temor que un niño recién
nacido?
¡No teman! La noche se hizo más clara que el
mismo día. Acaba de aparecer el sol que nace de lo alto, venido a este mundo a iluminar nuestros
días, nuestros dolores, nuestros desconciertos y desaciertos, para que
amanezcan todas nuestras esperanzas. Acaba de iniciarse en Belén la revelación
más extraordinaria de Dios; Jesús es la manifestación de toda su ternura y
misericordia.
¡No teman! Ciertamente nos desesperanzamos, nos
cansamos de luchar, nos sentimos solos y dejamos a otros en su soledad,
desconfiamos de todos y llegamos a desconfiar de nosotros mismos, nos
endurecemos, y alimentamos rencores, optamos por actitudes soberbias, mezquinas
y por exigir más derechos, por amenazar y por cobrarles cuentas a los otros,
también por satisfacer anhelos a costa de los demás, y así perdemos la paz y
caemos en la inseguridad, la desconfianza y el temor. Por eso le pedimos
al Espíritu Santo que penetre como rocío de esperanza nuestros sentimientos más
profundos, y nos acerque a Dios, como hijos de su perdón y de su benevolencia,
y a los hermanos más queridos, como también a los más alejados.
¡No teman! La noche buena es noche de paz porque Dios optó por un
camino nuevo: no cobrarnos cuentas ni condenarnos, sino acercarse a
nosotros y amarnos primero, sonreírnos en Belén desde el rostro del Niño, y
ofrecernos su perdón hecho caricia. Así Dios nos convoca ahora, a tomar la
iniciativa, como Él, en la generosidad, la ternura y el perdón, ir al
encuentro del que está solo, afligido y desamparado. Nos convoca a erradicar todo lo que se opone al
espíritu de Belén: las enemistades, la violencia y las injusticias que la
provocan, las miserias, las deslealtades, el temor y la desesperanza. Nos invita a abrir nuestro espíritu para que
llegue a Él esa semilla de un mundo nuevo, que es la buena noticia del
nacimiento de Jesús y de la presencia entre nosotros de su evangelio, ya que Él
vino a dirigir nuestros pasos hacia el camino de la paz.
¡Cómo quisiéramos que también de todos nosotros se
diga un día que, vivimos según los pensamientos y según el corazón de
Dios, que pasamos haciendo el bien, siendo causa de alegría para nuestra familia y nuestros
vecinos, para nuestros compañeros de estudio y de trabajo, para el mundo que
camina en tinieblas y sombras de muerte!
NAVIDAD (S)
“Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.”
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta
Isaías 52, 7-10
¡Qué
hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del
que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la
salvación y dice a Sión: «¡Tu Dios reina!»
¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría,
porque ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión.
¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela
a su Pueblo, él redime a Jerusalén! El Señor desnuda su santo brazo a la vista
de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación de
nuestro Dios.
Palabra de Dios.
SALMO Sal
97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6 (R.: 3c)
R. Los confines de la
tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su
mano derecha y su santo brazo
le
obtuvieron la victoria. R.
El
Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó
de su amor y su fidelidad
en
favor del pueblo de Israel. R.
Los
confines de la tierra han contemplado
el
triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos. R.
Canten al Señor con el arpa
y al
son de instrumentos musicales;
con
clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los
Hebreos 1, 1-6
Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los
Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo
final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de
todas las cosas y por quien hizo el mundo.
El es
el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. El sostiene el universo con
su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se
sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo. Así llegó a ser tan
superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es el
Nombre que recibió en herencia.
¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado
hoy? ¿Y de qué ángel dijo: Yo seré un padre para él y él será para mí un hijo?
Y al
introducir a su Primogénito en el mundo, Dios nos dice: Que todos los ángeles
de Dios lo adoren.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Principio del santo Evangelio según san
Juan 1, 1-5. 9-14
Al
principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al
principio estaba junto a Dios.
Todas
las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que
existe.
En
ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La
luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.
La
Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella
estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino
a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
Pero
a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos
no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y la
Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y
nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Este evangelio de Navidad nos presenta dos elementos importantes para la
vida del cristiano: la Palabra y la Luz. La Palabra que nos viene de Dios se encarnó
en Jesús hace más de dos mil años y vino a traernos un mensaje
esperanzador.
Sus palabras de vida eterna, como las describió Pedro, promueven vida digna
para todos los seres humanos. Esa Palabra que existía desde la eternidad se
manifestó humanamente en la persona de Jesús, quien habitó entre nosotros y
vive hoy presente en medio de la humanidad sufriente y necesitada.
Por medio de la Palabra somos iluminados y enviados a anunciar el Evangelio
a todos los pueblos del planeta. Jesús es esa Luz verdadera que ilumina a toda
persona.
El vino al mundo, pero fue rechazado por los suyos y sigue siendo rechazado
hoy por los que no comparten su proyecto de vida. Nuestra misión como
seguidores de Cristo es la de ser testigos de esa Palabra y luz del mundo. Por
eso, acoger la Navidad que hoy celebramos con gozo y esperanza requiere acoger
de verdad el mensaje que vino a traernos el Redentor: “ámense unos a
otros como los he amado Yo”.
Celebramos el misterio de la encarnación. Dios asume la condición humana en
Jesús de Nazaret. Los evangelios enfatizan las condición humilde de su
nacimiento y señalan como condición para ese nacimiento la aceptación profunda
y consciente por parte de José y de María, la lógica del actuar de Dios
sucediendo en un pueblo pobre y sencillo.
Hermanos y hermanas, ser seguidor de Jesús es asumir su mismo camino, el
camino de la encarnación en los retos y desafíos de una cultura y de una época;
una obediencia incondicional a Dios hasta la muerte.
Por eso celebrar la Navidad no es solo un recuerdo, es luchar dentro de
nuestros pueblos y nuestras circunstancias para que la dignidad de hombres y
mujeres sea respetada, para que tengamos condiciones dignas de vida, y por
hacer de nuestros países lugares más acordes al sueño de Dios, el Reino.
En este espíritu, esencia del cristianismo, ¡Feliz Navidad para
todos!
***
Ante un recién nacido, experimentamos sentimientos de ternura. Un nacimiento vivido de cerca es, cada
vez, una verdadera maravilla: palpamos, podríamos decir, lasfuentes de la vida, las fuentes de nuestra misma humanidad, y nos hacemos más “humanos”, más aún cuando este niño es Jesús de
Nazaret, es un Dios humano, un Dios-con-nosotros.
***
Isaías recuerda la liberación del pueblo
judío de la opresión de Asiria y su retorno del destierro de Babilonia. Un
mensajero trae el pregón de la victoria y la buena noticia de la paz. Los vigías de las murallas responden
con cantos y con gritos de alegría. Es una alegría tan estrepitosa y atronadora que va creciendo y se amplía hasta los
confines de la tierra, a tal punto que hasta las piedras de las ruinas de la
ciudad, rompen a cantar porque “ya reina tu Dios”.
***
El texto es la introducción a la carta a los
Hebreos. Dios toma la iniciativa y se revela ante el hombre, primero por medio de los profetas,
y ahora por medio de su Hijo, palabra hecha persona. Esta primera parte resume en pocas
líneas el Antiguo Testamento y su fin con la encarnación del Verbo de Dios. Él
es el centro de la creación, por Él se hizo todo. Es la cima y quien “mantiene el universo”. Esimagen y reflejo del Padre. Por su sangre realizó la salvación y
luego recibió la glorificación. Por ser Hijo de Dios es superior a los ángeles
y recibe el nombre de“Señor”.
***
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Dios
crea por su Palabra, re-crea por su Palabra, se hace Palabra en Jesús. Y Jesús nos revela la vida íntima de Dios, que es la luz de los hombres. Dios se hace hombre, como uno de nosotros. Desde aquella Navidad Dios tiene un rostro: Jesús. Él es el rostro de Dios, el lugar de Dios para el hombre. Desde aquella Navidad la pregunta por Dios, del hombre de hoy y de todos los tiempos, se concreta y se aclara de forma definitiva. La pregunta por Dios será la pregunta por Jesús. Las palabras de Jesús son palabras de Dios, las actitudes de Jesús son actitudes de Dios.
crea por su Palabra, re-crea por su Palabra, se hace Palabra en Jesús. Y Jesús nos revela la vida íntima de Dios, que es la luz de los hombres. Dios se hace hombre, como uno de nosotros. Desde aquella Navidad Dios tiene un rostro: Jesús. Él es el rostro de Dios, el lugar de Dios para el hombre. Desde aquella Navidad la pregunta por Dios, del hombre de hoy y de todos los tiempos, se concreta y se aclara de forma definitiva. La pregunta por Dios será la pregunta por Jesús. Las palabras de Jesús son palabras de Dios, las actitudes de Jesús son actitudes de Dios.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Jesús nace en Belén y esto nos grita
que Dios está de nuestra parte. Dios no es un Dios lejano que se coloca
frente a nosotros para juzgarnos, sino el Dios-con-nosotros y en favor nuestro: el Emmanuel. En Jesucristo y por Jesucristo Dios hizo
suya la causa del hombre y ha empeñado su palabra en la salvación del mundo.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Esta es la culminación de todos
los ensayos de Dios para vivir en medio de los hombres. Se ha encarnado en la historia para orientarla y hacerla luminosa.
Ya no estamos en tinieblas. Existe unsentido en la vida, un futuro, una esperanza. Siguiendo el camino de Jesús, entramos
en comunión con la vida de Dios. Ha desaparecido la distancia entre Dios y el
hombre y la búsqueda angustiada de Dios.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Siendo Dios, se hace hombre, uno
cualquiera. Nace de una familia humilde, en soledad y pobreza, sin protocolos, ni solemnidades
palaciegas, sólo un niño, indefenso, impotente, accesible y que reclama amor. La salvación no
viene de la riqueza, ni del poder, ni de la violencia. El amor será su predicación, su ley, el motivo de su muerte, y el
fundamento de la resurrección. El amor es el mensaje de Navidad, el amor es
la tarea a renovar cada Navidad.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Dios pone su tienda en el campamento de
la humanidad, haciéndose solidario del empeño humano, de construir la
fraternidad universal. Dios se hace nuestro prójimo, y el prójimo
se transforma en el punto de mira que nos orienta y conduce a Dios. Jesús une indisolublemente el amor a Dios y el amor al prójimo, de modo que ya no son sino dos caras de la misma moneda. El nacimiento de Jesús significa el encuentro de Dios con los hombres, pero significa también el encuentro del hombre -de todos los hombres- con Dios.
se transforma en el punto de mira que nos orienta y conduce a Dios. Jesús une indisolublemente el amor a Dios y el amor al prójimo, de modo que ya no son sino dos caras de la misma moneda. El nacimiento de Jesús significa el encuentro de Dios con los hombres, pero significa también el encuentro del hombre -de todos los hombres- con Dios.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Al venir Dios a este mundo abre
definitivamente el camino de los hombres a Dios y a los que lo reciben les da
el poder ser hijos de Dios, no por obra de la raza, sangre o nación,
sino por la fe. En Jesús y por Jesús, los hombres, hijos todos de
Dios, debemos aprender a vivir como en familia, como una gran familia.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Ésta es nuestra fe, Jesús vive y está
con nosotros. Esta es nuestra esperanza también. Lo que celebramos en laNavidad no es sólo aquello que fue, lo que
pasó en aquel tiempo y en aquel lugar, sinolo que sigue pasando en todo el mundo,
porque fue y es una Navidad definitiva.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Dios nos ha hecho hijos suyos por
nuestra unión a Jesús, su Hijo único hecho uno de nosotros. Por eso también
nosotros estamos llamados ser, en el mundo, el resplandor de la Gloria del Padre por
nuestras actitudes de amor, de rectitud, de bondad, de misericordia. Este es el mejor regalo que Dios quiere
dar a la humanidad: una Iglesia que sabe amar, que sabe perdonar, que
sabe salvar porque, desde ella, continúa actualizándose en
el mundo el poder amoroso, misericordioso y salvador de Dios a favor de toda la humanidad.
Que el niño Jesús los bendiga.
¡De corazón, muy feliz Navidad para todos!
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
PAZ EN LA TIERRA
Paz en la tierra a los hombres que Dios ama.
La vida del hombre está llena de conflictos,
enfrentamientos violentos y mutua agresividad. Las relaciones entre los pueblos
están salpicadas de guerras. Encontramos conflictos en las familias y grupos
sociales. Lo detectamos en nuestra propia persona. La falta de paz en el mundo
es como una maldición implacable que se ha apoderado de la humanidad y amenaza
con destruirla.
Ante los conflictos, los hombres tanto individualmente
como colectivamente, tienen que hacer una opción: escoger el camino del
diálogo, de la razón, del mutuo entendimiento o seguir los caminos de la
violencia.
El hombre ha escogido casi siempre este segundo
camino. Y a pesar de que todas las generaciones han ido experimentando el poder
destructivo y absurdo que se encierra en la violencia, el hombre no ha sabido
renunciar a ella.
Incluso, en nuestros días, en que siente con horror la
amenaza de una posible aniquilación total de la vida sobre el planeta, parece
que nada le puede detener en este camino de destrucción.
Desde estas tinieblas de violencia hemos de escuchar
los creyentes el mensaje de Navidad: «Paz en la tierra a los hombres que ama el
Señor». La paz firme, duradera y estable no se impondrá por las armas sino con
el amor. La salvación del mundo no está en manos de las armas sino en manos de
Dios.
Por eso nos atrevemos a celebrar una vez más la
Navidad, pese a la angustia, la falta de paz y las guerras que siguen acosando
al hombre y en vez de disminuir, siguen aumentando.
Navidad es una fiesta que no la hemos inventado ni
hecho los hombres, sino que nos ha sido regalada por el mismo Dios. Este Niño
es para nosotros el signo y la garantía de que Dios tiene la última palabra en
la historia del mundo.
Cuando sentimos que las tinieblas del mal y la
violencia crecen, los cristianos celebramos a este Niño como la única esperanza
verdadera del mundo. Creemos que en este pequeño se encierra la fuerza
salvadora de la humanidad.
Este día de Navidad se nos pide confiarnos a Dios.
Creer en la fuerza del amor. Descubrirla en lo pequeño y humilde.
Cada uno de nosotros hemos de sentirnos llamados a
llenar nuestro corazón de amor, no de violencia, de ternura, no de agresividad,
de diálogo, no de guerra. Entonces podremos cantar también este año: «Gloria a
Dios en los cielos y en la tierra paz a los hombres que ama Dios».
JOSE ANTONIO PAGOLA
PARA REZAR
¡Ven Señor
Jesús!
¡Ven Señor Jesús! Señor, vivimos tiempos difíciles y
duros:
las naciones se agitan temerosas unas de otras.
Millones de seres humanos viven en la extrema pobreza
mientras unos pocos acaparan inmensas fortunas.
¡Ven Señor Jesús! Vivimos en medio de odios raciales y
religiosos,
de luchas sociales, de miedos y persecuciones…
Aumenta el hambre, la pobreza, el abandono de los
niños,
la penuria de los ancianos, la miseria de los
marginados…
¡Ven Señor Jesús! necesitamos Tu presencia,
la que nos trae tu reino de amor, de comprensión,
de justicia, de paz, de perdón y de
reconciliación.
¡Ven Señor Jesús! Porque llega el reino que nos
anunciaste,
la nueva humanidad donde brilla la armonía y la paz,
pues los lobos habitan con los corderos
mientras que los niños juegan con las serpientes,
porque los que se odiaban ya se han perdonado
y los que estaban distantes ya se han unido.
¡Ven Señor Jesús! Porque tu reino ya está cerca,
porque ya percibimos sus signos entre nosotros,
porque esta comunidad también ha sido llamada y
elegida,
porque sabemos que nos amas y que nos salvas.
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