31 de marzo de 2013



“No se asusten. ¿Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. ¡Ha resucitado!”

PRIMERA LECTURA
Lectura de los Hechos de los apóstoles   10, 34a. 37-43

              Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.
              Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.
              Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre.»
Palabra de Dios.

SALMO    Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23 (R.: 24) 
R.           Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.

              ¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
              porque es eterno su amor!
              Que lo diga el pueblo de Israel:
              ¡es eterno su amor!  R.

              La mano del Señor es sublime,
              la mano del Señor hace proezas.
              No, no moriré:
              viviré para publicar lo que hizo el Señor.  R.

              La piedra que desecharon los constructores
              es ahora la piedra angular.
              Esto ha sido hecho por el Señor
              y es admirable a nuestros ojos.  R.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas            3, 1-4

              Hermanos:
              Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.
Palabra de Dios.

              O bien:

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto            5, 6b-8

              Hermanos:
              ¿No saben que «un poco de levadura hace fermentar toda la masa»? Despójense de la vieja levadura, para ser una nueva masa, ya que ustedes mismos son como el pan sin levadura. Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
              Celebremos, entonces, nuestra Pascua, no con la vieja levadura de la malicia y la perversidad, sino con los panes sin levadura de la pureza y la verdad.
Palabra de Dios.

SECUENCIA
(Debe decirse hoy; en los días de la octava, es optativa)

              Cristianos,
              ofrezcamos al Cordero pascual
              nuestro sacrificio de alabanza.
              El Cordero ha redimido a las ovejas:
              Cristo, el inocente,
              reconcilió a los pecadores con el Padre.

              La muerte y la vida se enfrentaron
              en un duelo admirable:
              el Rey de la vida estuvo muerto,
              y ahora vive.

              Dinos, María Magdalena,
              ¿qué viste en el camino?
              He visto el sepulcro del Cristo viviente
              y la gloria del Señor resucitado.

              He visto a los ángeles,
              testigos del milagro,
              he visto el sudario y las vestiduras.
              Ha resucitado a Cristo, mi esperanza,
              y precederá a los discípulos en Galilea.

              Sabemos que Cristo resucitó realmente;
              tú, Rey victorioso,
              ten piedad de nosotros.

EVANGELIO 
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan       20, 1-9

              El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
              Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.

 (En lugar de este Evangelio se puede leer el de la Misa de la Vigilia) 

+ Lectura del santo Evangelio según san Marcos    16,1-8

         Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. 
Muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: 
“¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?” 
Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. 
Él les dijo: “No se asusten. ¿Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Miren el sitio donde lo pusieron. Ahora vayan a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, como les dijo.”
Palabra del Señor.

(Donde se celebre Misa vespertina, también puede leerse el Evangelio)

+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35

              Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
              Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?»
              Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «íTú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!»
              «¿Qué cosa?», les preguntó.
              Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.»
              Jesús les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?» Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
              Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba.»
              El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.                   Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
              En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, íel Señor ha resucitado y se apareció a Simón!»
              Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.

Para reflexionar

¿Quién no está “amenazado de muerte?” lo estamos todos desde que nacemos. Porque nacer es un poco sepultarse también… 
Amenazado de muerte. ¿Y qué? Si así fuere, los perdono anticipadamente. Que mi cruz sea una perfecta geometría de amor, desde la que puedas seguir amando, hablando, escribiendo y haciendo sonreír, de vez en cuando, a todos mis hermanos los hombres. 
Que estoy amenazado de muerte… Hay en la advertencia un error conceptual. Ni yo ni nadie estamos amenazados de muerte. Estamos amenazados de vida, amenazados de esperanza, amenazados de amor…
Un periodista guatemalteco

Alegrémonos de corazón. En medio de tantas noticias tristes o preocupantes que nos presenta la vida de cada día, esta es la Buena Noticia por excelencia que los cristianos escuchamos con gozo en cada pascua.
Dios ha dicho un “si” decisivo a la humanidad al resucitar de entre los muertos a su Hijo Jesucristo. Tenemos motivos verdaderos para cantar con alegría auténtica “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegra y nuestro gozo”.
¡Ha sucedido lo imposible y ahora todo es posible con la gracia de Dios.¡La muerte ha sido vencida! Jesús, el Hijo de Dios, pero también un hombre entre los hombres, vive eternamente. Esta novedad radical, que supera todo lo humanamente posible, actúa en el mundo para recrearlo desde un nuevo principio. Ha nacido en el mundo una esperanza contra toda esperanza, contra la muerte que todo lo destruye. Jesús, el Nazareno itinerante, el profeta que murió como un esclavo ha resucitado y ha sido constituido en Señor y Juez de la historia.
No  celebramos un aniversario más. Celebramos que hace dos mil años Jesús inauguró la Pascua y la Pascua sigue viva, Cristo Jesús, sigue vivo y está en medio de nosotros.
Decir “resurrección”, es decir que en Cristo el Reino es ya una realidad absoluta. Cristo es el primero en ser liberado de la servidumbre al pecado y a la muerte para surgir como un hombre «nuevo» Jesús encabeza el triunfo de la vida, es el primogénito: si él ha resucitado, su resurrección pasa a ser en la esperanza, el patrimonio de todos los creyentes, de todos los que luchan y mueren como Él.
Decir “resurrección” es proclamar la victoria de la vida sobre las limitaciones humanas, sobre los conflictos que degradan al hombre, sobre los obstáculos que se oponen a una Vida plena. 
La resurrección de Jesús cambió la historia. Transformó a Pedro y a los demás discípulos y busca transformarnos también a nosotros. La Pascua de Cristo es también nuestra Pascua. Algo nuevo Cristo quiere crear en nosotros: darnos su vida, su energía, su entusiasmo, su alegría. “los cristianos, hemos de celebrar nuestra Pascua no con levadura vieja, levadura de corrupción y de maldad, sino con los panes nuevos de la sinceridad y de la verdad”.
Decir “resurrección”,  es reconocer que el plan de Dios se realiza en cada hombre, ahora sólo entre luces y sombras y mañana como total realidad. La resurrección es la garantía del sentido trascendente de nuestra vida. Los cristianos creemos, que si bien hoy reina en el mundo la muerte bajo sus variadas formas, esa triste realidad puede cambiar y debe cambiar absolutamente, porque la resurrección es la manifestación más grande del poder absoluto de Dios
Jesús alcanza la resurrección después de pasar por la puerta dolorosa de la cruz pero nos revela que su muerte, en la entrega libre y por amor, no es un absurdo, ni un hecho «irreparable», sino que muy por el contrario es el único hecho “reparador”  que da sentido la muerte cuando se vive desde el amor. 
La resurrección del domingo de Pascua es el fruto recogido de una vida.  Jesús no se encontró sorpresivamente con la resurrección que le ofrecía Dios; sino que recogió desde su muerte lo que había sembrado durante toda su existencia. 
Sólo se puede entender la resurrección de Jesús si se la relaciona con toda su vida. Jesús no fue un idealista piadoso, un utópico desencarnado, un soñador iluso de la revolución social. Anunció la vida nueva del Reino; pero también la hizo efectiva: curó a los enfermos, dio de comer a los hambrientos, perdonó a los pecadores, se rebeló contra la mentira y la injusticia sin decir en ningún momento que todo se iba a resolver buenamente en la otra vida. Cuando Jesús dio su último aliento, terminó de triunfar en él la vida.
La resurrección fue la irrupción plena del Reino que Jesús, el Cristo de Dios anunció en el mundo.
Creemos en este “absurdo humano” del reino, lo que parece que no tiene cabida, ya ha tenido lugar. Creemos en el absurdo de la muerte generadora de vida, creemos porque esperamos en Dios, el dueño absoluto de los imposibles, y esta esperanza es la única fuerza que puede mover la historia.
Por eso Pascua es buena noticia y, a la vez, compromiso y estimulo para una vida nueva, según los sentimientos y actitudes de Cristo Jesús que se tiene que notar en nuestra misma vida, en nuestro amor, en nuestra actitud frente al pasado, frente al presente y al futuro. No es un optimismo pasajero, es una firme esperanza.
Pascua es fiesta y es también tarea porque supone el esfuerzo por cambiar, por pensar de nuevo las cosas como si hoy mismo comenzáramos a hacerlas, como si todo lo ya hemos hecho fuese sólo un peldaño en el ascenso hacia la plenitud de la vida del Reino.
Vivir la Pascua es creer, es tener confianza en el futuro, es vivir con esperanza y en positivo, es derrochar energía y alegría. Hoy se necesitan, como ayer, testigos de la resurrección.
Vivir la Pascua es, animados por su fe en el resucitado, vivificar la existencia, resucitar todo lo que se ha muerto y orientar decididamente nuestras fuerzas hacia la vida, superando cobardías, perezas, desgastes y cansancios que nos hacen vivir como en una muerte anticipada. Pero no sólo es  revivir personalmente sino de poner vida donde tantos ponen muerte.
La resurrección de Jesús nos descubre, antes que nada, que Dios es alguien que pone vida donde los hombres ponemos muerte. Alguien que genera vida donde los hombres la destruimos.
Apasionarse por la vida fue lo que vieron y experimentaron los que seguían al Señor, y era lo que secretamente esperaban:
la aparición de la VidaY la esperanza no fue defraudada.
Apasionarse y luchar por la Vida es el atributo propio de los que creemos en la resurrección y lo que debe impulsarnos a estar allí donde «la muerte vive jugando malas pasadas», para luchar con todas nuestras fuerzas, porque la última palabra en la historia ya la ha dicho Dios resucitando a Jesús de entre los muertos de una vez y para siempre. 
Estamos equivocados. Los cristianos no estamos amenazados de muerte. Estamos “amenazados” de resurrección. Porque además del Camino y de la Verdad , es el de la Vida , aunque esté crucificada en la cumbre del basurero del Mundo… (Un periodista guatemalteco)

Para discernir

¿Creo verdaderamente en la Resurrección?
¿Creo en su fuerza salvadora hoy y aquí?
¿Vivo como resucitado?

Repitamos a lo largo de este día

…tu cruz es mi salvación…

Para la lectura espiritual

Los cristianos hablamos casi siempre de la resurrección de Cristo como de un acontecimiento que constituye el fundamento de nuestra propia resurrección y es promesa de vida eterna, más allá de la muerte. Pero, muchas veces, se nos olvida que esta resurrección de Cristo es, al mismo tiempo, el punto de partida para vivir ya desde ahora de manera renovada y con un dinamismo nuevo. Quien ha entendido un poco lo que significa la resurrección del Señor, se siente urgido a vivir ya esta vida como «un proceso de resurrección», muriendo al pecado y a todo aquello que nos deshumaniza, y resucitando a una vida nueva, más humana y más plena.
No hemos de olvidar que el pecado no es sólo ofensa a Dios. Al mismo tiempo, es algo que paga siempre con la muerte, pues mata en nosotros el amor, oscurece la verdad en nuestra conciencia, apaga la alegría interior, arruina nuestra dignidad humana. Por eso, vivir «resucitando» es hacer crecer en nosotros la vida, liberarnos del egoísmo estéril y parasitario, iluminar nuestra existencia con una luz nueva, reavivar en nosotros la capacidad de amar y de crear vida.
Tal vez, el primer signo de esta vida renovada es la alegría. Esa alegría de los discípulos «al ver al Señor». Una alegría que no proviene de la satisfacción de nuestros deseos ni del placer que producen las cosas poseídas ni del éxito que vamos logrando en la vida. Una alegría diferente que nos inunda desde dentro y que tiene su origen en la confianza total en ese Dios que nos ama por encima de todo, incluso, por encima de la muerte.
Hablando de esta alegría, Macario el Grande dice que, a veces, a los creyentes «se les inunda el espíritu de una alegría y de un amor tal que, si fuera posible, acogerían a todos los hombres en su corazón, sin distinguir entre buenos y malos». Es cierto. Esta alegría pascual impulsa al creyente a perdonar y acoger a todos los hombres, incluso a los más enemigos, porque nosotros mismos hemos sido acogidos y perdonados por Dios.
Por otra parte, de esta experiencia pascual nace una actitud nueva de esperanza frente a todas las adversidades y sufrimientos de la vida, una serenidad diferente ante los conflictos y problemas diarios, una paciencia grande con cualquier persona.
FE/EXP-PASCUAL: Esta experiencia pascual es tan central para la vida cristiana que puede decirse sin exagerar que ser cristiano es, precisamente, hacer esta experiencia y desgranarla luego en vivencias, actitudes y comportamiento a lo largo de la vida.
JOSE ANTONIO PAGOLA

Para rezar

“Mi fe
en la Resurrección 
ha transfigurado mi vida;
he recibido
la fuerza que da
el Amor de Jesucristo;
mi corazón se ha abierto
al conocimiento
y a la caridad;
mis conversiones me hacen crecer
en sabiduría
y santidad”
Franck Widro

Complementamos con este soneto de Pedro Casaldáliga:

“Yo mismo lo veré”

Y seremos nosotros, para siempre,
como eres Tú el que fuiste, en nuestra tierra,
hijo de la María y de la Muerte,
compañero de todos los caminos.

Seremos lo que somos, para siempre,
pero gloriosamente restaurados,
como son tuyas esas cinco llagas,
imprescriptiblemente gloriosas.

Como eres Tú el que fuiste, humano, hermano,
exactamente igual al que moriste,
Jesús, el mismo y totalmente otro,

así seremos para siempre, exactos,
lo que fuimos y somos y seremos,
¡otros del todo, pero tan nosotros!

LECTIO DIVINA

Ha resucitado e irá antes que ustedes a Galilea 
   
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     28, 1-10

Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos.
El Ángel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado.
No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán". Esto es lo que tenía que decirles.»
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: «Alégrense.»
Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán.»
Palabra del Señor.

1.     LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

 ·   Guías para la lectura:
              
Nos encontramos en el amanecer del domingo. Fue entonces cuando María Magdalena y “la otra María”, es decir seguramente, “María la madre de Santiago y de José” (v.27.56),  fueron a ver el sepulcro. Mateo abrevia como en v.27.61, Marcos agrega a Salomé (v.16.1), Lucas agrega a Juana e indica que había otras (24.10). Seguramente su visita era provocada por la intención de ungirle y evitar de ese modo la descomposición rápida.
Al igual que en el momento de la muerte de Cristo (v.27.51) se produjo un temblor de tierra. El temblor fue también una señal de anuncio de la voz de Dios para Moisés en el monte Sinaí (Ex.19.18) y será en los últimos días, señal de apertura del séptimo sello (Ap.8.5) y del sonido de la séptima trompeta (Ap.11.19). El resultado inmediato del temblor o el acto seguido a éste, fue el descenso desde el cielo del mensajero especial de Dios, un Ángel. El sacó completamente la piedra y se sentó sobre el pesado bloque para simbolizar el triunfo de Cristo.
El miedo de los observadores ocupó un lugar central en la escena. Lo producía el Ángel, no solamente por la acción y posición ya narradas, sino debido a su misma presencia. Se nos dice que su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras blancas como la nieve.
Por ese miedo los guardias quedaron desmayados de manera fulminante y permanecieron inmóviles por un tiempo. Por lo que dice el v.11, parece que cuando finalmente volvieron “en sí” ya no eran una unidad organizada, pues no “todos” sino solamente “algunos”, fueron a la ciudad a contar lo sucedido.
Con relación a las mujeres y su miedo, el Ángel toma una actitud amorosa y reveladora. Primero,  las invita a no temer, entendiendo como se debían sentir y dando a conocer que sabía perfectamente a qué habían venido. Segundo,  les da el anuncio sobrenatural de que había resucitado, pero les aclara que esto ya les había sido avisado por el mismo Jesús. Tercero,  las invita a ingresar al santo sepulcro y a constatar con sus propios ojos que Jesús ya no estaba allí. Cuarto,  les conmina a dar la buenas nuevas a los discípulos. Finalmente,  les adelanta que Jesús mismo se hará ver por todos ellos a la brevedad camino a Galilea. El miedo no se alejó de ellas, pero de a poco la alegría fue ocupando lugar en su corazón y salieron a compartirla con los suyos.
Pero como si lo vivido por ellas no hubiera sido ya lo suficientemente extraordinario, de pronto Jesús en persona se les aparece en el camino. Les dice “Alégrense”. Qué palabra más oportuna para lo que ellas estaban sintiendo y que enseñanza para nosotros hoy de lo que debe haber en nuestros corazones en estos tiempos de Pascua. Ellas le adoran divinamente y Jesús vuelve a hablar. Esta vez refuerza la asistencia pastoral y emocional que necesitaban, les dice: “No teman”; y les reitera el envío a los suyos y la promesa de ser visto por todos camino a Galilea. Hay una palabra que Jesús usa que no debe pasar desapercibida. Llama a sus discípulos “mis hermanos”. ¡Qué amor inmenso llamarlos de esa tierna manera, a aquellos que habían huido cobardemente horas antes, o que como Pedro, le había negado varias veces!

2.     MEDITACIÓN - ¿QUÉ  ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
  
·                       Preguntas para la meditación: 

Ø     ¿De qué manera el escenario y la escena del relato bíblico me ayudan a dimensionar el suceso de la Resurrección del Señor? 
Ø     ¿Qué significado tienen para mí las palabras “No teman” y “Alégrense”? 
Ø     ¿De qué manera sigue vigente para mí el envío de dar la noticia de que Cristo ha resucitado? 

3.     ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
                          
Señor, Vos que venciste a la muerte para darme vida, ayúdame a vivirla con la alegría de tu victoria y la serenidad de tu presencia que me aleja del temor. Amén

4.     CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
     
Contemplo a Jesús Resucitado y me postro al igual que las mujeres y le abrazo con toda mi alma. Permanezco unos minutos reflexionando sobre la alegría de la Resurrección. 

5.     ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

·                        Preguntas para la acción: 

Ø    ¿De qué manera voy a expresar la alegría de la Resurrección de Cristo?
Ø    ¿Con quién voy a compartir las buenas nuevas en estas Pascuas? 
Ø  ¿Estoy dispuesto a narrar en mi ambiente familiar este relato bíblico para que todos puedan dimensionar lo extraordinario que tienen estas celebraciones pascuales?



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