San Juan José de la Cruz
Jesús le respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta
setenta veces siete.”
PRIMERA
Lectura de la profecía de
Daniel 3, 25. 34-43
Azarías,
de pie en medio del fuego, tomó la palabra y oró así:
No nos
abandones para siempre a causa de tu Nombre, no anules tu Alianza, no apartes
tu misericordia de nosotros, por amor a Abraham, tu amigo, a Isaac, tu
servidor, y a Israel, tu santo, a quienes prometiste una descendencia numerosa
como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar.
Señor,
hemos llegado a ser más pequeños que todas las naciones, y hoy somos humillados
en toda la tierra a causa de nuestros pecados. Ya no hay más en este tiempo, ni
jefe, ni profeta, ni príncipe, ni holocausto, ni sacrificio, ni oblación, ni
incienso, ni lugar donde ofrecer las primicias, y así, alcanzar tu favor.
Pero
que nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humillado nos hagan aceptables
como los holocaustos de carneros y de toros, y los millares de corderos
cebados; que así sea hoy nuestro sacrificio delante de ti, y que nosotros te
sigamos plenamente, porque no quedan confundidos los que confían en ti.
Y ahora
te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro. No nos cubras de
vergüenza, sino trátanos según tu benignidad y la abundancia de tu
misericordia. Líbranos conforme a tus obras maravillosas, y da gloria a tu Nombre,
Señor.
Palabra de Dios.
SALMO Sal
24, 4-5a. 6-7bc. 8-9 (R.: 6a)
R. Acuérdate,
Señor, de tu compasión.
Muéstrame,
Señor, tus caminos,
enséñame
tus senderos.
Guíame
por el camino de tu fidelidad;
enséñame,
porque tú eres mi Dios y mi salvador. R
Acuérdate,
Señor, de tu compasión y de tu amor,
porque
son eternos.
Por tu
bondad, Señor,
acuérdate
de mí según tu fidelidad. R.
El
Señor es bondadoso y recto:
por eso
muestra el camino a los extraviados;
él guía
a los humildes para que obren rectamente
y
enseña su camino a los pobres. R.
EVANGELIO
+ Lectura del santo Evangelio
según san Mateo 18, 21-35
Se
adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi
hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?»
Jesús
le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por
eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas
con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil
talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su
mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El
servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: “Señor, dame un plazo y te pagaré
todo.”
El rey
se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al
salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios
y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: “Págame lo que me debes.”
El otro
se arrojó a sus pies y le suplicó: “Dame un plazo y te pagaré la deuda.”
Pero él
no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los
demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a
contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: “¡Miserable! Me
suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu
compañero, como yo me compadecí de tí?”
E
indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo
que debía.
Lo
mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a
sus hermanos.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
El fundamento
de la relación de un cristiano con su prójimo es extensión de la relación que
Dios tiene con él. Lo que Dios ha hecho con una persona, es lo que la persona
tiene que hacer con sus semejantes, sus hermanos.
Jesús insiste
que hay que amarse mutuamente de la misma manera que Él nos amó. Pablo nos
recuerda que el perdón hay que hacerlo efectivo, ya que el Padre-Dios es el que
ha perdonado primero.
Esta parábola
propia de Mateo, colocada como conclusión del discurso sobre la comunidad, es
una verdadera exhortación al perdón. La comunidad vive no porque no cometamos
errores o no nos ofendamos, sino porque somos perdonados y perdonamos.
El mal, en
lugar de dividir y aislar al uno del otro, debe superarse en el perdón
reciproco. Precisamente donde hay comunidad huye el mal ¿y de dónde podría huir
sino de ella, desde el momento en que toda la ley se compendia en el amor al
hermano? El perdón es la victoria constante del amor.
Que durante
este tiempo de Cuaresma podamos alejarnos del pecado, que divide y excluye, y
pasemos a una experiencia del Espíritu, que une en el perdón, incluye y
promueve la vida.
***
La época de Daniel es un
período de prueba, de mucha humillación. Los judíos han sido deportados a
Babilonia. Y, en esa situación, la peor tentación es la impresión
turbadora de “estar abandonado de Dios”.
Con el sentimiento de haber
sido humillados en el mundo entero a causa de sus pecados, es cuando Daniel
eleva a Dios su plegaria apoyada por entero en la «misericordia» de Dios. Para
el pueblo de la alianza, la oración eficaz, es la que se pueda hacer en medio
de sacrificios litúrgicos o por intermedio de un profeta. Pero en medio de la
persecución no existe ninguna estructura ni institución: «ni jefe, ni
profeta, ni príncipe, ni holocausto, ni sacrificio de ofrenda, ni incienso, ni
siquiera un lugar para rezar. . .»En lugar de abatirse, el autor de la
oración descubre el alcance de sacrificio que tiene la penitencia y la
contrición. La oración del perseguido vale por todos los sacrificios de ovejas
y corderos.
Dios ha ido educando
progresivamente a su pueblo para que pase de los sacrificios de sangre del
comienzo, que no comprometen verdaderamente a los que participan en él, sino a
la víctima, a los sacrificios de oblación espiritual en los que el sentimiento
personal constituye la esencia del sacrificio.
Son la
obediencia, el arrepentimiento y la búsqueda de la justicia lo que constituye
la materia del sacrificio.
***
Una vez más el evangelio da un
paso adelante: si la primera lectura nos invitaba a pedir perdón a Dios, ahora
Jesús nos presenta otra consigna, que sepamos perdonar nosotros a los demás.
La pregunta de Pedro es
razonable, según nuestras medidas humanas. Le parece que ya es mucho perdonar
siete veces. La cifra siete, que pone Pedro, era simbólica. Para un judío de
entonces, era una cifra sagrada, que simboliza la perfección. A pesar de esto,
recibe de Jesús una respuesta que no se esperaba: hay que perdonar setenta veces siete, o sea, siempre.
El método que Jesús usa para
enseñar aquí, es el mismo de sus grandes enseñanzas: desde la parábola pone
el acento en el estilo de Dios a la hora de otorgar el perdón. El rey
después de llamar al orden a su deudor moroso y de haberle hecho ver la
gravedad de la situación, se dejó enternecer repentinamente por su petición
dolida y humilde. Dios perdona sin límites al arrepentido y convertido. El
final negativo y triste de la parábola, muestra la ilogicidad de quien no
quiere perdonar habiendo sido perdonado de una deuda incontablemente mayor.
Ciertamente esto va más allá de
lo “razonable”. Lo que es inverosímil para el hombre, resulta ser
estrictamente verdadero, y desconcertante, en el caso de Dios. Para Jesús,
la inmensidad del perdón de Dios, su amor sin medida, su misericordia sin
tregua y sin límite es lo que debe suscitar nuestra misericordia respecto a
nuestros hermanos.
El punto central de la
enseñanza de la parábola es la misericordia, que aparece como la característica
fundamental del actuar de Dios; que puede ser experimentada en la vida de cada
hombre, y que para ser conservada exige que se convierta en actitud permanente
que vitalice las relaciones fraternas. Sólo cuando somos capaces de
compartir el perdón de Dios, perdonando a los hermanos, nuestro corazón está
abierto a la fuente del perdón, al Padre del Cielo.
Jesús no se cansa de
reiterarnos que la llegada del Reino tiene categorías distintas al proceder
habitual humano. Perdonar y ser compasivos con los hermanos, es una necesidad y
un deber en agradecimiento a Dios que nos ha perdonado y sigue siendo compasivo
con nosotros.
El Reino se realiza allí donde
existe el amor gratuito, el perdón; a pesar de que cuando se perdona se corren
riesgos. Cuaresma, tiempo de
perdón, de reconciliación en todas las direcciones, con Dios y con el prójimo;
de realización sencillamente y visible de la misericordia. Perdonando el pasado
doloroso se construye un futuro esperanzador.
Para discernir
¿Me
abro al perdón de Dios con confianza de hijo?
¿Pongo
límites al perdón de Dios? ¿Hasta dónde dejo que rehaga mi vida?
¿Creo
que es posible inventar una nueva historia?
¿Pongo
límites al perdón hacia los demás?
Repitamos a lo largo del
día
…Aprendan de
mí que soy manso y humilde de corazón…
Para la lectura
espiritual
…Ser
plenamente sinceros significa hacer todo preocupándose únicamente de lo que
Dios piensa de nuestras acciones. Significa, por consiguiente, no adoptar
actitudes diversas según el ambiente, no pensar de un modo cuando estamos solos
y de otro cuando se está con alguien, sino hablar y actuar bajo la mirada de
Dios, que lee los corazones. La sinceridad consiste en esforzarse para que
nuestro porte externo coincida cada vez más con nuestro interior. Y,
naturalmente, sin provocación, sino sencillamente siendo lo que somos, sin
falsear la verdad por temor a desagradar a los demás. Esta sinceridad exige
pureza de intención, es decir, preocuparnos en nuestro actuar del juicio de Dios,
no de los juicios humanos; actuar preocupándonos más de lo que agrada o
desagrada a Dios que de lo que agrada o desagrada a los hombres. Este es uno de
los puntos esenciales de la vida espiritual.
Habitualmente
-no nos hagamos ilusiones- nos domina la preocupación de agradar o desagradar a
los hombres, interesándonos de mejorar la imagen que los otros pueden tener de
nosotros. Y, sin embargo, nos preocupamos poco de lo que somos a los ojos de
Dios; y por esta razón nos saltamos con frecuencia lo que sólo Dios ve: la
oración oculta, las obras de caridad secretas. Y ponemos mayor empeño en lo
que, aunque lo hagamos por Dios, lo ven también los hombres y va implicada
nuestra reputación. Llegar a una total sinceridad -esto es, a obrar
bien lo mismo si no nos ven que si nos ven- significa llegar a una perfección altísima…
bien lo mismo si no nos ven que si nos ven- significa llegar a una perfección altísima…
J.
Daniélou, Brescia 1963, 334s
Para rezar
Que inmenso es tu
amor,
Padre bueno y lleno
de ternura.
Nos sentimos tan
mezquinos
ante la grandeza de
tu amor y tu perdón.
Nos llamaste
gratuitamente a la vida
y no dejas de
manifestarte
generoso ante
nuestras faltas y pecados.
Ayudanos a no
olvidar tu amor
que no dudó en
darnos lo que tenía
como más precioso:
Jesús.
El es la Palabra
que salva,
la mano que tendés
a los pecadores,
el consuelo que nos
trae la paz
la caricia que sana
nuestra heridas.
Abrí nuestro
corazón para que descubramos
la grandeza de tu
misericordia
y que la gracia de
tu perdón
se haga fecunda en
nuestra vida
y en la vida de
nuestros hermanos,
la misma gracia que
nos das
cuando tu amor toca
nuestra pobreza.
LECTIO DIVINA
Si no perdonan de corazón a sus hermanos,
tampoco el Padre los perdonará a ustedes
tampoco el Padre los perdonará a ustedes
+ Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Mateo 18, 21-35
Se adelantó
Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las
ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le
respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el
Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus
servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil
talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su
mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se
arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré
todo."
El rey se
compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este
servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y,
tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes."
El otro se
arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda."
Pero él no
quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás
servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo
a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y
te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero,
como yo me compadecí de tí?"
E indignado,
el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará
también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus
hermanos.»
Palabra del
Señor.
LECTURA
- ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Guías para la
lectura:
Todo el
contexto de la lectura del Evangelio de hoy está enmarcado en el tema del
perdón. Jesús viene hablando acerca de la metodología reconciliadora del perdón
(vs.15-20). Allí pone la responsabilidad de la restauración de la relación
perdida en el ofendido, dejando de lado de una vez la discusión interminable de
quién debe acercarse primero ante un conflicto personal. La metodología es
trabajosa e incansable, ya que no se agota en un primer contacto, sino que en
la búsqueda de la sanidad reconciliadora, el ofendido sigue adelante
involucrando en su empresa a otros hermanos y hasta toda la comunidad de fe.
Entonces
Pedro, advirtiendo lo costoso que resulta para el orgullo personal la búsqueda
sincera de la reconciliación, intenta encontrar límites “razonables” (¿siete?)
al perdón con su pregunta: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi
hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete?”. La respuesta de Jesús es
categórica “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Aquí
el uso de un múltiplo de siete, número que simboliza la perfección, es una
manera de decir que para el perdón no debe haber límites.
La parábola
continúa con el tema del perdón, tratado en 18.21-22. Jesús la relaciona
directamente cuando comienza su relato diciendo “Por eso…”. Además, hace una
referencia al continente dentro del cual se encuadra el perdón cristiano “…el
Reino de Dios se parece a…”.
En la
parábola, un personaje central es el servidor del rey, que se vio obligado
junto con sus colegas a rendirle cuentas del uso del dinero real. La deuda que
éste tenía con el rey era inmensa (diez mil talentos) y a la vez imposible para
hacerle frente. Entonces, el rey inmediatamente expide su sentencia, “que fuera
vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía para saldar la
deuda”. El deudor desesperado ante la inminente condena sólo atina en actitud
humillante a solicitar mayor plazo para pagar, cosa que se puede inferir sólo
dilataría un tiempo su inevitable condena.
El rey toma
con su servidor una actitud sorprendente. No le da mayor plazo ¡le perdona toda
la deuda! ¿La razón? Solamente su compasión. Resulta evidente a esta altura de
la parábola, que Jesús simboliza al rey con Dios y al servidor con todo los que
pecamos contra Él, teniendo una deuda imposible de afrontar, con o sin
moratoria. Sólo la compasión y el perdón de Dios nos puede librar de tamaña deuda.
Sin embargo,
la parábola toma un rumbo inesperado. En forma inmediata “al salir…”, este
servidor perdonado se encuentra con uno de sus compañeros quien tenía una deuda
insignificante con él (cien denarios). Un talento equivalía a seis mil
denarios (o el salario por seis mil días de trabajo). Diez mil talentos
equivaldrían a sesenta millones de denarios. La diferencia entre esta suma y la
del versículo 28 (cien denarios) es intencionalmente exagerada. Este compañero
toma una actitud idéntica en su forma y contenido a la que minutos antes el
ahora acreedor, había tenido con el rey. El texto bíblico dice: “se arrojó a
sus pies y le suplicó: Dame un plazo y te pagaré la deuda” (versículo 26 y 29
son deliberadamente similares). Penosamente, el acreedor toma un camino
diferente al que recibió del rey, lo pone en la cárcel hasta que pagara la
deuda, cosa que aparece como improbable en esas condiciones de privación de
libertad de trabajo.
Son los
colegas de ambos, que fueron testigos de toda la escena, quienes con gran pena
ponen al corriente al rey de lo sucedido. El rey califica duramente al servidor
perdonado, lo llama “miserable”. En su pregunta se encuentra el climax
narrativo y centro de la enseñanza de Jesús “¿No debías también tú tener
compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?”.
Finalmente el
rey dicta nuevamente sentencia, pero ahora, indignado, ésta resulta más dura
que la primera. En el versículo 34, Jesús alude al uso que algunos déspotas
orientales hacían de la tortura, mediante la cual obligaban a un deudor a
revelar el monto total de sus bienes.
La enseñanza
de la parábola, Jesús, la expone sin eufemismos en el versículo 35: “Lo mismo
hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus
hermanos”.
De manera que
el perdón cristiano tiene una regla comparativa que es imposible igualar. Aquél
que ha recibido y entendido la magnitud de su pecado perdonado por Dios, no
puede sino perdonar cualquier ofensa recibida que resultará infinitamente
menor al perdón recibido. Una actitud distinta resulta no sólo injusta, sino
miserable.
MEDITACIÓN
- ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para
la meditación:
¿Cuántas veces
debo estar dispuesto a perdonar?
¿Quién y cuál
es mi vara comparativa para perdonar?
¿Existe en mi
corazón la actitud del servidor despiadado?
ORACIÓN
- ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
Señor, gracias
por tu infinito perdón de mi deuda de pecado que no podría nunca pagar por mi
cuenta, ni aún recibiendo de tu parte innumerables moratorias.
Señor,
perdóname porque tantas veces tomé una actitud miserable con alguien que debí
perdonar.
Señor, ayúdame
a perdonar siempre, todas la veces que sea necesario, y teniendo en cuenta la
infinita relación con el perdón y la misericordia recibida de tu parte conmigo.
Amén
CONTEMPLACIÓN
- ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Me ubico en la
escena de la parábola como un servidor del rey que debe rendir cuentas de mi
mayordomía de bienes cristianos recibidos. Recibo del rey su perdón y
reflexiono sobre mi actitud con alguien que me ha ofendido.
Medito en la
infinita distancia que existe entre el tamaño de la deuda que tengo con Dios
por mis pecados, y la que otros tienen conmigo por sus ofensas.
Con gratitud a
Dios, me libero de la culpa de mis pecados y a la vez libero dentro de mi
corazón a quienes me han hecho daño y les guardo rencor.
ACCIÓN
- ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para
la acción:
¿A qué persona
que me ha ofendido y busco una revancha voy a hacer destinataria hoy de mi
perdón?
¿Cómo será mi
actitud respecto a mi posición de auto justificación ante Dios entendiendo el
lugar del servidor en la parábola?
¿De qué manera
renovada voy a vivir en gozo y gratitud por el infinito perdón recibido de
Dios?
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