17 de abril de 2013


17 de abril de 2013 – MIERCOLES DE LA SEMANA III DE PASCUA

Unos Momentos con Jesús y María

Lecturas del 17-4-13 (Miércoles de la Tercera Semana de Pascua)

SANTORAL: Nuestra Señora del Valle  de Catamarca
                        San Esteban Harding

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 8, 1b-8

Ese mismo día, se desencadenó una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los Apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría.
Unos hombres piadosos enterraron a Esteban y lo lloraron con gran pesar. Saulo, por su parte, perseguía a la Iglesia; iba de casa en casa y arrastraba a hombres y mujeres, llevándolos a la cárcel.
Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Palabra.
Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo. Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe. Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados. Y fue grande la alegría de aquella ciudad.
Palabra de Dios. 

SALMO Sal 65, 1-3a. 4-5. 6-7a (R.: 1)
 
R. ¡Aclame al Señor toda la tierra!

 ¡Aclame al Señor toda la tierra!
 íCanten la gloria de su Nombre!
 Tribútenle una alabanza gloriosa,
 digan al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!»  R.

 Toda la tierra se postra ante ti,
 y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
 Vengan a ver las obras del Señor,
 las cosas admirables que hizo por los hombres.  R.

 El convirtió el Mar en tierra firme,
 a pie atravesaron el Río.
 Por eso, alegrémonos en él,
 que gobierna eternamente con su fuerza.  R.
 

X Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 35-40

Jesús dijo a la gente:
«Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.
La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día.»
 
Palabra del Señor.



Reflexión    

Con esta referencia a él mismo, Jesús aclara el sentido de todo lo que les había dicho antes y de la señal de la multiplicación de los panes. 
Les ha sido revelado a todos que el pan de vida es Jesús mismo. 
Estas palabras, las recibimos también nosotros con fe. Y esa fe, en el Señor, en su presencia real en la Eucaristía, que nos alimenta, nos hacer saciar el hambre y la sed de este mundo. 
La Eucaristía es el alimento que no perece y alimenta nuestra esperanza, ya que es un anticipo de la Resurrección final y de la inmortalidad de Dios. 
¿Nos imaginamos el impacto de este primera declaración que hizo a esa gente, Jesús: "Yo Soy el Pan de Vida"? 
Ellos podrían haberse imaginado lo que sería el Pan de Vida, pero no pueden jamás haber pensado que era Cristo mismo. 
Sólo la fe que nacía en algunos les dejó ver la verdad, otros reaccionaron humanamente y simplemente se alejaron de Jesús. 
A nosotros nos ha llegado esta revelación de la Eucaristía después de muchos siglos de fe de la Iglesia, y nosotros también reconocemos al Señor en ese pan y en ese vino consagrados. 
El Sacramento de la Eucaristía es sin duda el acto de amor mayor que realizó Jesús, al entregarse no ya a la humanidad entera, sino a cada uno de nosotros en particular. La Comunión es siempre única e irrepetible. Cada una es un prodigio del amor de Dios. 
Toda vida, para desarrollarse, necesita de alimento. Y nuestra vida interior, que recibimos en el Bautismo, también tiene esta necesidad. Para la vida interior del hombre, el verdadero alimento es el Cuerpo de Cristo, que se nos entrega en la Santa Comunión.
El Señor lo dice en este pasaje del Evangelio: Yo soy el Pan de Vida. Y en otra parte agrega: El que come mi carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna. 
Jesús nos quiere decir: Para vivir me necesitás con tanta urgencia como el pan de cada día
La Eucaristía es una verdadera comida. Toda comida sirve pare estrechar los vínculos de hermandad entre los participantes.
Con mayor razón, la eucaristía es un signo de unidad. Al recibir la Comunión entramos en común unión con Jesucristo y todos lo hermanos. 
Comulgamos no solamente el Cuerpo de Jesús, sino también a su Espíritu, su estilo de vida. sus ideales, y su ideal de fraternidad. 
Las faltas cotidianas, que nos resultan imposibles de evitar, no son obstáculo para recibir la comunión. No por reconocernos pecadores vamos a dejar de comulgar. Por el contrario, eso nos debe llevar más a acercarnos a la Comunión, para remedio del alma. Solo los pecados graves impiden recibir dignamente al Señor, y requieren del Sacramento de la confesión  
Vamos a proponernos en este tiempo Pascual, acudir con más frecuencia, con más fe y mejor preparados, a recibir el Pan de Vida donde es el mismo Jesús que se nos ofrece en cada Eucaristía.
 

Señor, el día empieza. Como siempre,
postrados a tus pies, la luz del día
queremos esperar.
Eres la fuerza
que tenemos los débiles, nosotros.

Padre nuestro,
que en los cielos estás, haz a los hombres
iguales: que ninguno se avergüence
de los demás; que todos al que gime
den consuelo; que todos, al que sufre
del hambre la tortura, le regalen
en rica mesa de manteles blancos
con blanco pan y generoso vino;
que no luchen jamás; que nunca emerjan,
entre las áureas mieses de la historia,
sangrientas amapolas, las batallas.

Luz, Señor, que ilumine las campiñas
y las ciudades; que a los hombres todos,
en sus destellos mágicos, envuelva
luz inmortal; Señor, luz de los cielos,
fuente de amor y causa de la vida.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.
Himno de la Liturgia de las Horas 
 
SANTORAL: Nuestra Señora del Valle  de Catamarca
Históricamente, María Santísima ayudó muchísimo a los indígenas, pero siempre buscando su conversión a la verdadera Fe e integración en la Civilización Cristiana.
Un bello ejemplo de ello lo constatamos en la historia de Nuestra Señora del Valle de Catamarca en la Argentina.

Cerca de 1542, los españoles comenzaron a civilizar el Valle de Catamarca, donde fueron se estableciendo sacerdotes y pobladores católicos, empeñados en hacer apostolado con los indios de la región, los calchaquíes.
Poco después de convertidos, éstos comenzaron a venerar una imagen de Nuestra Señora que se encontraba en la gruta de Ambato, cerca del poblado de Choya. Era una imagen de mármol, de 42 centímetros de altura, que representaba la Inmaculada Concepción.

El origen de la imagen
Unos la atribuyen a San Francisco Solano y otros a los padres jesuitas, pero los indios juzgaban que la había hecho el mismo Dios.
Los españoles tomaron conocimiento de la existencia de la imagen en 1630 cuando uno de los indios comunicó el hecho a Don Manuel de Salazar, administrador del Valle y defensor de los indígenas. Este caballero, buen cristiano y de origen noble, fue a verificar la veracidad del hecho, pues temía que los indios estuviesen adorando algún ídolo. Al confirmar que no había nada de pagano en aquella devoción, intentó convencer a los indios que llevasen la imagen a la ciudad de los españoles. Pero los indios, para impedirlo, llegaron hasta a montar guardia delante de la imagen.
Finalmente, al ver que la imagen sonreía y reflejaba una luz en la mirada, consintieron en el traslado. Fue llevada a un altar en la casa del propio Salazar, de donde varias veces huyó a la primitiva gruta hasta que le fue edificada una iglesia.

Disgusto de Nuestra Señora con la apostasía de los indios
Lamentablemente, los calchaquíes se apartaron de la Fe y se transformaron en una de las más terribles tribus enemigas de la civilización católica en la región.
La imagen de Nuestra Señora comenzó a desaparecer de la iglesia, pero esta vez para mostrarles a los indios su disgusto con la apostasía.
Los documentos de época dan testimonio de que los más aterradores combates de la rebelión indígena coinciden con nuevas desapariciones de la imagen, la cual retornaba a la iglesia con el manto lleno de polvo, salpicado de barro, con pequeñas hojas y la fisonomía ruborizada.
Fue especialmente notoria la aparición de Nuestra Señora a los indígenas en 1658 durante el ataque a la ciudad del Valle Viejo y al fuerte San Bernardo. Diez años después, algunos indios prisioneros, llevados a la iglesia donde se encontraba la imagen, comenzaron a gritar asustados pues reconocieron en ella a la “guerrera que vimos en muchas batallas”.

Socorro maternal para los hijos fieles
Un devoto de la Virgen del Valle recuperó la salud gracias a su intercesión. Para agradecer el favor recibido, decidió hacer una peregrinación hasta su Santuario. Al llegar a la región de Salinas, seca por excelencia, le faltó agua. Estaba por morirse, cuando encontró un jarro de plata lleno de agua. Grande fue su sorpresa, pues encontrar agua ya habría sido un milagro, pero prodigio mayor era encontrarla en un jarro de plata de mucho valor, en pleno desierto. Decidió entonces llevarlo al Santuario, en agradecimiento a Nuestra Señora. Al entrar en la sacristía tomó conocimiento de que ese mismo jarro había desaparecido misteriosamente del Santuario el mismo día en que él se encontraba en el desierto...
Pensemos en estos hechos: algunos tenían todo y todo perdieron por el pecado; otro, que
nada tenía y estaba en las puertas de la muerte, fue salvado por la devoción a Nuestra Señora. Seamos como ese hijo fiel y lleno de confianza en la poderosa intercesión de María Santísima.



SANTORAL:  San Esteban Harding
San Esteban Harding vivió entre los siglos XI y XII. Nacido en Inglaterra, de padres ricos y nobles, se educó con los monjes en el condado de Dorset. Al salir de la abadía, viajó a Escocia, a París y a Roma. Vuelto a Francia con un amigo, en Lyón tuvo noticias del monasterio benedictino de Molesmes, fundado por san Roberto en 1076, en Langres. Se encontró allí con el fundador y con Alberico, con quienes más adelante había de fundar la orden del Císter. Los tres tenían el mismo ideal: consagrarse a la oración, la penitencia y la pobreza. Unos pocos hombres se les habían unido, formando una comunidad. Con la tala de algunos árboles habían erigido un oratorio y con ramas, unas cabañas para descansar. comían hierbas y raíces y se sentían contentos en la pobreza más extrema.
Con el tiempo, el espíritu ascético de la comunidad fue decayendo. Roberto, Albernico y Esteban, y algunos más, abandonaron Molesmes y erraron, buscando un sitio desierto, hasta llegar a la aldea de Citeaux, cerca de Dijon, donde encontraron un espeso bosque. Allí se afincaron; levantaron algunas chozas para alojarse y construyeron una capilla, que dedicaron a la Virgen. En 1098, el 21 de marzo, día entonces de san Benito, quedó fundada la orden del Císter (que es el nombre castellano de Citeaux). Roberto fue el abad, Alberico  el prior y Esteban el subprior. Pero un año más tarde Roberto regresó a Molesmes, llamado por los monjes, y Alberico murió poco después. De tal modo Esteban lo sucedió como abad. Pero fue tan exigente que las vocaciones disminuyeron. 
Inesperadamente le llegó un providencial auxilio. Unos treinta jóvenes se acercaron al monasterio; querían ser admitidos como novicios; los dirigía un joven noble borgoñón, de nombre Bernardo, y los demás eran amigos y parientes suyos.
A partir de este momento, la orden cisterciense tuvo un pujante desarrollo. De todas partes afluyeron postulantes con ansias de penitencia y sacrificio. Gentes de distintas condiciones y estados fueron golpeando las puertas de la abadía. Se multiplicaron las fundaciones: Pontigny, Morimond, Claraval ...
En 1119 dependían de Citeaux y Claraval nueve abadías, y ese mismo año san Esteban promulgó la Carta de caridad, que reglamenta la vida de la orden cisterciense. Las abadías debían estar fuera de los centros urbanos y ofrecer una imagen de pobreza y sencillez; no tendrían otras tierras que las que pudiesen explotar, y la única ocupación que podían tener los monjes eran la oración y el trabajo manual; sus conocimientos se ceñirían a lo necesario para el sacerdocio. Se suprimiría todo ornato y magnificencia en el culto y los monjes se abstendrían de poseer propiedades o rentas; la comunidad debería sostenerse con el trabajo propio.
A pesar de todas estas restricciones, los cistercienses se vieron obligados, por los problemas de la Iglesia y del siglo, a salir de los claustros, para combatir la herejía, para predicar en los países eslavos, para mediar en la lucha entre el Papado y el Imperio,  para abogar las cruzadas. Casi ciego, Esteban murió en 1134.


LECTIO DIVINA

Esta es la voluntad de mi Padre,
que el que ve al Hijo tenga vida eterna

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     6, 35-40

Jesús dijo a la gente
«Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.
La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día.»
Palabra del Señor.

LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Guías para la lectura:

La lectura de hoy es continuadora de la de ayer, que está dentro del contexto narrativo del “Discurso sobre el Pan de Vida”.
Jesús declara que Él mismo es el pan de Vida, dándole de esa manera sujeto y sustento al núcleo de su discurso. Por la construcción de la oración en el original, vemos que Jesús se identifica con este “pan de la vida” (en el original se trata de un genitivo cualitativo, que hace referencia no a cualquier clase de vida, sino a la vida espiritual). El secreto y la permanencia del alimento espiritual consisten en la unión íntima con Cristo, asimilándolo del mismo modo que el pan físico como alimento corporal.
Cuando Jesús prosigue diciendo “El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed” (v.35b), se refiere naturalmente, al hambre y la sed espirituales. También Jesús define la fe como un acto de venir a Él, que necesariamente implica una declaración de dependencia, de que es Jesús, el único que puede dar alimento perdurable para el alma humana.
Pero Jesús, hace girar su discurso volviéndoles a hablar, a quienes minutos antes, le habían “pedido” un signo que amerite que es digno del depósito de su confianza. Les dice directamente: “Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen” (v.36). Si en la persona de Jesús se debe concentrar la vista “Fijemos la mirada…en Jesús” quien se constituye en “el iniciador y consumador de nuestra fe”  (Hebreos 12.2 a), el hecho de tenerlo cara a cara y no creerle, era el “botón de muestra” de la ceguera espiritual de la multitud.
Por ello, Jesús hace una declaración de su persona, pero ahora en íntima filiación con el Padre, reiterando su pertenencia, procedencia, envío y misión. Estas declaraciones están entre los versículos 37-40 de la lectura de hoy. Los conceptos mencionados se nutren de las palabras: “Todo lo que me da el Padre”, “porque he bajado del cielo”, “el que me ha enviado”, “no para hacer mi voluntad sino la de aquel que me envió”. Comienza haciendo un nuevo llamamiento a ir a Él: “Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí no lo rechazaré” (v.37). Culmina reafirmando el concepto de la necesidad de la mirada de fe, para encontrar Vida: “Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día” (v.40)

MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la meditación:

¿Tengo la mirada puesta en Jesús?
¿Qué significa para mí la aseveración de Jesús que la voluntad del Padre es que no pierda nada de lo que le dio?
¿De qué distintas maneras voy a Jesús en búsqueda de la Vida?

ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Señor, ayúdame a tener siempre la mirada puesta en Vos, reconociendo mi dependencia de recibir el alimento espiritual que viene de Vos.
Fortalece mi débil fe. Gracias por cuidar hasta “el último día”  lo que el Padre te dio en su voluntad. Amén.

CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Reflexiono en cada una de las palabras claves del texto pronunciadas por Jesús. Me tomo todo el tiempo necesario con cada una de ellas, hasta que se “hagan carne” en mí.
Busco poner mi mirada en Jesús el iniciador y consumador de mi fe.

ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la acción:

¿Qué maneras buscaré para ir al encuentro de Jesús?
¿Cómo lo miraré a Él para alimentar mi espíritu?
¿Con qué nueva mirada de fe participaré de la Eucaristía?

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