18 de abril de 2013


18 de abril de 2013 – JUEVES DE LA SEMANA II DE PASCUA 

Unos Momentos con Jesús y María

Lecturas del 18-4-13 (Jueves de la Tercera Semana de Pascua)

SANTORAL:
Beata María de la Encarnación

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 8, 26-40

El Angel del Señor dijo a Felipe: «Levántate y ve hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza: es un camino desierto.» El se levantó y partió.
Un eunuco etíope, ministro del tesoro y alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, había ido en peregrinación a Jerusalén y se volvía, sentado en su carruaje, leyendo al profeta Isaías.
El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y camina junto a su carro.»
Felipe se acercó y, al oír que leía al profeta Isaías, le preguntó: «¿Comprendes lo que estás leyendo?»
El respondió: «¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?»
Entonces le pidió a Felipe que subiera y se sentara junto a él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era el siguiente:
Como oveja fue llevado al matadero; y como cordero que no se queja ante el que lo esquila, así él no abrió la boca. En su humillación, le fue negada la justicia. ¿Quién podrá hablar de su descendencia, ya que su vida es arrancada de la tierra?
El etíope preguntó a Felipe: «Dime, por favor, ¿de quién dice esto el Profeta? ¿De sí mismo o de algún otro?»
Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este texto de la Escritura, le anunció la Buena Noticia de Jesús.
Siguiendo su camino, llegaron a un lugar donde había agua, y el etíope dijo: «Aquí hay agua, ¿qué me impide ser bautizado?» Y ordenó que detuvieran el carro; ambos descendieron hasta el agua, y Felipe lo bautizó.
Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, y el etíope no lo vio más, pero seguía gozoso su camino.
Felipe se encontró en Azoto, y en todas las ciudades por donde pasaba iba anunciando la Buena Noticia, hasta que llegó a Cesarea.
Palabra de Dios. 

SALMO Sal 65, 8-9. 16-17. 20 (R.:1)
R. ¡Aclame al Señor toda la tierra!

 Bendigan, pueblos, a nuestro Dios,
 hagan oír bien alto su alabanza:
 él nos concedió la vida
 y no dejó que vacilaran nuestros pies.  R.

 Los que temen al Señor, vengan a escuchar,
 yo les contaré lo que hizo por mí:
 apenas mi boca clamó hacia él,
 mi lengua comenzó a alabarlo.  R.

 Bendito sea Dios,
 que no rechazó mi oración
 ni apartó de mí su misericordia.  R.
 

X Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 44-51

Jesús dijo a la gente:
«Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios.
Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.»
Palabra del Señor. 

Reflexión   

En la primera parte del discurso del Pan de Vida que leímos desde el martes, Jesús ha declarado que Él es el pan vivo bajado del cielo y que quien cree en Él, tiene ya la vida definitiva. Él es el pan que nos da su Padre.
Ahora Jesús promete que nos va a dar de comer su carne y de beber su sangre, para la vida del mundo.
Dar de comer su carne es darse él mismo en comida; dar de beber su sangre es darse en bebida de salvación por el mundo. 
No basta creer en Jesús. Hay que vivir unido a Él, hay que permanecer en él con una comunión de vida. 
En la época en que el apóstol San Juan escribe este evangelio, ya la Eucaristía era en la Iglesia, el centro de culto y de vida. 
Cada vez que nosotros comemos el cuerpo y bebemos la sangre de Cristo, nos identificamos con Él, hacemos nuestros su vida y sus sentimientos. 
Esta parte del discurso es bastante cruda, Jesús dice textualmente que comeremos su carne y beberemos su sangre.
Y el Señor, lejos de retirar estas palabras por el horror que causaron en algunos de sus seguidores, en vez de eso, las reitera y las confirma.
Por eso es bueno que nos preguntemos hoy nosotros, si realmente le creemos a Jesús. Si realmente creemos que en la hostia consagrada y en el vino consagrado está Jesús realmente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad.
El Señor quiso dejarnos como alimento su cuerpo y su sangre, pero quiso hacerlo de una forma que nos resultara natural. Por eso se quedó escondido en un pedazo de pan y en el vino, y quiere que lo veamos a través de la fe. 
Por eso hoy, creyendo firmemente que en cada comunión recibimos a Cristo, Pan vivo, Pan de Vida, deberíamos preguntarnos, si el efecto de su presencia se nota en nuestras vidas.
En nuestro ambiente, muchas veces se asiste frecuentemente a recibir al Señor, y sin embargo, esa presencia de Cristo no se nota en la vida de la comunidad.
La eficacia de la Eucaristía, depende no sólo de ella que siempre es fuente de agua viva, sino también de nosotros.
Para que realmente la Eucaristía dé frutos en nosotros, debemos esforzarnos por hacer vida la vida de Cristo.
Si no lo hacemos, el efecto transformador de la Eucaristía no será todo el esperado, porque en nosotros no habrá encontrado el terreno que necesita.
Vamos a pedirle hoy al Señor que nos ayude a preparar nuestro corazón para recibirlo dignamente en cada Eucaristía. Queremos que en nosotros, se vea los frutos.

Cantan tu gloria, Cristo Sacerdote,
los cielos y la tierra:
a ti que por amor te hiciste hombre
y al Padre como víctima te ofrendas.

Tu sacrificio nos abrió las puertas,
de par en par, del cielo;
ante el trono de Dios, es elocuente
tu holocausto en la cruz y tu silencio.

Todos los sacrificios del los hombres
quedaron abolidos:
todos eran figuras que anunciaban
al Sacerdote eterno, Jesucristo.

No te basta el morir, que quieres darnos
alimento de vida:
quedarte con nosotros y ofrecerte
sobre el altar: hacerte eucaristía.

Clavado en cruz nos miras, te miramos,
crece el amor, la entrega.
Al Padre, en el Espíritu, contigo,
eleva nuestro canto y nuestra ofrenda. Amén.
Himno de la Liturgia de las Horas 

SANTORAL:  Beata María de la Encarnación

Nació el 1º de febrero de 1.566 en París (Francia).  Pertenecía a una familia muy católica. Sus padres la pusieron interna en un convento de Clarisas. A los doce años recibió allí la primera comunión, suceso que acrecentó su fe. Quiso ingresar a la vida religiosa pero sus padres se lo impidieron, especialmente su madre. Así el 24 de agosto de 1.582 se casó, por orden de sus padres, con el vizconde Villemor, Pedro Acarie; hombre muy piadoso y caritativo.
De esta unión nacieron seis hijos, tres mujeres y tres varones, que María educó con dedicación. Pero su virtud más destacada fue la caridad que practicaba diariamente.
Su marido fue acusado de conspirar contra el rey, por lo que fue desterrado y sus bienes embargados. Sin embargo esta buena mujer no se dejó vencer por la adversidad sino que salió a pelear para demostrar que su marido era inocente.
Después de un tiempo logró probarlo. Pudo regresar a su hogar y recuperar algunas de sus cosas. En 1.601, tuvo dos visiones en las cuales se le apareció santa Teresa de Jesús, dándosele a entender que la orden reformada por esta santa debía instalarse en París.
Se decidió y convenció a las carmelitas descalzas para que se instalaran en aquella ciudad.
Tres años más tarde se abría el primer convento de esta congregación y en 1.609 crecían cinco más. En 1.613 muere su esposo y ella decide ingresar a la orden carmelita como hermana lega. Solicitó los trabajos  más humildes, pero pronto se destacó por sus virtudes y su vida de penitencia.
Pasado un tiempo, la beata fue elegida priora pero se negó a tomar el cargo por lo que las hermanas debieron ceder. Murió el 16 de abril de 1.618.

LECTIO DIVINA

Yo soy el pan vivo bajado del cielo     
     
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     6, 44-51

Jesús dijo a la gente:
«Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios.
Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.»
Palabra del Señor. 

1.     LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

 ·   Guías para la lectura:             

Al igual que las lecturas del martes y miércoles próximos pasados, el texto de hoy se encuentra dentro del “Discurso sobre el Pan de Vida”, que Jesús da a la multitud que lo siguió del otro lado del mar, donde había tenido lugar el signo de la multiplicación de los panes. Según palabras del mismo Jesús, la real motivación de la multitud seguidora no era porque vieron signos, sino porque comieron pan hasta saciarse (v.26). 
En el comienzo del texto leído, Jesús reitera lo que viene afirmando sobre la necesidad de ir hacia Él. ”Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió…” (v.44)  Líneas más arriba y luego de su declaración mesiánica “Yo soy el pan de Vida”  (v.35) declara que “el que viene a mí jamás tendrá hambre…” (v.35). Inmediatamente también agrega a esa necesidad la relación con la voluntad dadora del Padre, “Todo lo que da el Padre viene a mí, y el que venga a mí yo no lo rechazaré” (v.37).  De allí que en el versículo 44, reitera que la atracción hacia su persona es producto de la voluntad de envío del Padre. Finalmente, en ese versículo reafirma el contenido soteriológico y escatológico de ese encuentro: “y yo lo resucitaré en el último día”. Este concepto ya había sido expresado por Jesús en el versículo 39. 
Las reiteraciones y ratificaciones de su identidad mesiánica, pertenencia filial con el Padre y misión salvífica, son producto de que  las primeras afirmaciones de este tipo produjeron en la multitud, una serie de murmuraciones. No podían comprender cómo, de quien conocían su familia, pudiera hacer semejante aseveración sobre su procedencia divina. (vs.41-42). Por eso,  toda esta sección debe leerse luego de la introducción que Jesús da a sus palabras: “No murmuren entre ustedes”  (v.43). 
En el versículo 45a: “Todos serán instruidos por Dios”, Jesús “se apoya bíblicamente” en la literatura profética. Si bien la cita es muy general, y responde más al espíritu profético que a la letra, bien podría asimilarse a Isaías 54.13a “Todos tus hijos serán discípulos del Señor”.   
Entre los versículos 45b y 47, Jesús insiste en remarcar su pertenencia filial única con el Padre. Lo hace relacionando directamente la voz y enseñanza del Padre con el encuentro con Él “Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza viene a mí”, y dejando en claro que su conocimiento personal del Padre es imposible para ellos, a menos que pongan su mirada en Él: “Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre”. Como necesaria consecuencia de esa intimidad divina, la Vida eterna está directamente ligada a tener fe en Él: “Les aseguro que el que cree, tiene vida eterna”. 
Lo que sigue en la lectura del texto, entre los versículos 48-51,  es también una reafirmación de conceptos ya dichos en el discurso, pero con un final inesperado. Vuelve a trabajar profundamente sobre los conceptos de “Pan y Vida”. Al igual que en los versículos 35 y 38  les revela sus credenciales celestiales: “Yo soy el pan de Vida…este pan que desciende del cielo”,  y les hace una comparación del maná en el desierto que es perecedero y “su pan” que es imperecedero: “…comieron el maná y murieron….el que coma de este pan vivirá eternamente”. Como si todo esto fuera poco, Jesús culmina este segmento discursivo, con una declaración controversial para su audiencia: “…el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”. Jesús está hablando sobre un futuro próximo, que luego serán develados en la instauración de la Eucaristía y su sacrifico en la cruz. Como es fácil imaginar, tamaña declaración, provoca una reacción importante entre sus oyentes. Pero eso será tema de la lectio divina de mañana.   

2.  MEDITACIÓN - ¿QUÉ  ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
  
·                       Preguntas para la meditación: 
              
Ø     ¿Para qué quiero ir al encuentro con Jesús teniendo en cuenta las afirmaciones del texto?
Ø     ¿Qué significa “creer” en función de las revelaciones hechas por Jesús?
Ø     ¿Qué significado e importancia tiene que Jesús culmine esta parte del discurso hablando de su carne como el pan de Vida? 

3.  ORACIÓN - ¿QUÉ  LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
             
Señor, Vos que sos el pan de Vida que nos ofrece la Vida eterna, fortalece mi fe para ir cada día a tu encuentro.
Que pueda siempre yo comer de ese Pan que no perece y vivifica. Amén. 

4.  CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Reflexiono en cada una de las palabras de Jesús, tratando de ponerme dentro del auditorio e imaginando los pensamientos y reacciones que cada una de ellas iba provocando.
Medito en el contenido de las palabras principales (Pan-Vida-Padre, etc.) para asimilar mejor el núcleo de la enseñanza de Jesús. 

5.  ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

·                        Preguntas para la acción: 

Ø     ¿Cómo fortalece mi fe saber que mi encuentro con Jesús es motivado por la atracción del Padre (v.44)?
Ø     ¿Qué contribuye a mi paz espiritual el conocer las afirmaciones que Jesús hace sobre su persona y la Vida presente y eterna?
Ø     ¿Cómo me acerco al encuentro de Jesús y a la Eucaristía, al escuchar a Jesús declarar que “el pan que yo daré es mi carne”?
   

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