Patrona de la República Argentina
…Aquí tienes a
tu hijo. Aquí tienes a tu madre…
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Isaías: 35, 1-7
¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca,
alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y
prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el
esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el
esplendor de nuestro Dios.
Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las
rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: « ¡Sean fuertes, no
teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo
viene a salvarlos.»
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se
destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo
y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el
desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la
tierra sedienta en manantiales; la morada donde se recostaban los chacales será
un paraje de caña y papiros.
Palabra de Dios.
SALMO Lc 1, 46-48. 49-50. 51-53.
54-55 (R.: cf. 49)
R. El Señor hizo en mí maravillas: ¡gloria al Señor!
«Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi
Salvador,
porque él miró con bondad la pequeñez de su
servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán
feliz. R.
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes
cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en
generación
sobre aquellos que lo temen. R.
Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono
y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías. R.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham
y de su descendencia para siempre.» R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Efeso 1, 3-6. 11-12
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes
espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del
mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.
El nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por
medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de
la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido.
En él hemos sido constituidos herederos, y
destinados de antemano -según el previo designio del que realiza todas las
cosas conforme a su voluntad- a ser aquellos que han puesto su esperanza en
Cristo, para alabanza de su gloria.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
X Lectura del santo Evangelio según san
Juan 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la
hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la
madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer,
aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.»
Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en
su casa.
Palabra del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
El Señor dirige su palabra a estos testigos fieles
y silenciosos que permanecen al pie de la cruz: María y Juan que lo observan con dolorosa
atención. Jesús mirando a la Madre le dice: “Mujer, he aquí a tu hijo”. Jesús le
encomienda la nueva misión de extender su maternidad a todos los hombres
representados por Juan.
En el momento oportuno, cuando Jesús llega a su máxima
entrega, María está a la altura del Amor de su Hijo y se
entrega plenamente a la voluntad de Dios sobre los hombres, y por eso se le encarga la maternidad de todos los
hombres.
Esta nueva maternidad de María, engendrada por la fe, es fruto del
nuevo amor que maduró en ella definitivamente al pie de la cruz. La esperanza de María al pie de la cruz encierra una
luz más fuerte que la oscuridad que reina en los que lo llevaron a la cruz. Al pie de la cruz nace la esperanza de la Iglesia y de la
humanidad.
Esta es la gran herencia que Cristo concede desde la
Cruz a la humanidad. Es como una segunda Anunciación para María. Hacía más de treinta años que el ángel
la invitaba a entrar en los planes salvadores de Dios. Ahora, es su propio Hijo
el que le anuncia la nueva tarea. María desde ese momento es la Madre por excelencia. María Madre de Dios, Madre de Cristo, Madre de los hombres. Esta
nueva maternidad
agranda su corazón, aún más, hasta límites insospechados. Jesús entrega a su Madre como Madre de todos los vivientes: a los solos, a los abandonados, a los desprotegidos, a todos los que se harán hijos de Dios por la gracia.
agranda su corazón, aún más, hasta límites insospechados. Jesús entrega a su Madre como Madre de todos los vivientes: a los solos, a los abandonados, a los desprotegidos, a todos los que se harán hijos de Dios por la gracia.
…”Con la maternidad divina, María abrió plenamente su corazón a Cristo y, en
él, a toda la humanidad. La entrega total de María a la obra de su Hijo se
manifiesta sobre todo, en la participación en su sacrificio. Según el
testimonio de san Juan, la Madre de Jesús «estaba junto a la cruz». Por
consiguiente, se unió a todos los sufrimientos que afligían a Jesús. Participó
en la ofrenda generosa del sacrificio por la salvación de la humanidad.
Esta unión con el sacrificio de Cristo dio origen en María a una nueva maternidad. Ella que sufrió por todos los hombres, se convirtió en madre de todos los hombres. Jesús mismo proclamó esta nueva maternidad cuando le dijo desde la cruz: «Mujer, he ahí a tu hijo». Así quedó María constituida madre del discípulo amado y, en la intención de Jesús, madre de todos los discípulos, de todos los cristianos.
Esta maternidad universal de María, destinada a promover la vida según el Espíritu, es un don supremo de Cristo crucificado a la humanidad. Al discípulo amado le dijo Jesús: «He ahí a tu madre», y desde aquella hora «la acogió en su casa», o mejor, «entre sus bienes», entre los dones preciosos que le dejó el Maestro crucificado. Las palabras «He ahí a tu madre» están dirigidas a cada uno de nosotros. Nos invitan a amar a María como Cristo la amó, a recibirla como Madre en nuestra vida, a dejarnos guiar por ella en los caminos del Espíritu Santo”… Juan Pablo II
Esta unión con el sacrificio de Cristo dio origen en María a una nueva maternidad. Ella que sufrió por todos los hombres, se convirtió en madre de todos los hombres. Jesús mismo proclamó esta nueva maternidad cuando le dijo desde la cruz: «Mujer, he ahí a tu hijo». Así quedó María constituida madre del discípulo amado y, en la intención de Jesús, madre de todos los discípulos, de todos los cristianos.
Esta maternidad universal de María, destinada a promover la vida según el Espíritu, es un don supremo de Cristo crucificado a la humanidad. Al discípulo amado le dijo Jesús: «He ahí a tu madre», y desde aquella hora «la acogió en su casa», o mejor, «entre sus bienes», entre los dones preciosos que le dejó el Maestro crucificado. Las palabras «He ahí a tu madre» están dirigidas a cada uno de nosotros. Nos invitan a amar a María como Cristo la amó, a recibirla como Madre en nuestra vida, a dejarnos guiar por ella en los caminos del Espíritu Santo”… Juan Pablo II
La Virgen en Luján eligió el lugar donde quedarse para siempre junto al pueblo argentino. Desde
ahí su maternidad se extendió a todos los argentinos.
Ella recoge nuestras súplicas, ella asume
los dolores de este pueblo como asumió los de su hijo en la espera
confiada de la Pascua. La incesante peregrinación de fieles que hace ya casi
cuatro siglos acuden a sus pies la transformaron en nuestra patrona, en nuestra
protectora, en nuestra Reina pero sobre todo en nuestra Madre.
PARA REZAR
venimos a tu casa a orar, peregrinos de tu amor
materno.
Necesitamos dones materiales
y estructuras sociales y políticas,
pero precisamos antes corazones nuevos,
que rechazando la codicia, la
ambición y todo pecado,
se vuelvan a Dios y acojan su perdón
y su gracia.
Todos somos indigentes espirituales
y especialmente quienes tenemos
la responsabilidad de la dirigencia.
Por todos venimos a implorar tu
bondad.
Jesús el clamor del pueblo que
necesita de tu ternura,
y de la misericordia de tu Hijo.
de tus hijos más pequeños,
en nombre de nuestro pueblo que es
el tuyo,
que te honra con la sencillez de su
vida
y la dignidad de su sufrimiento.
que tengamos pan para cada mesa,
trabajo para cada mano,
salud para cada familia,
educación para cada niño y cada
joven,
esperanza para todos.
Que el Señor nos dé especialmente a los dirigentes,
ojos limpios que permitan reconocernos como pueblo
y nos dé la fuerza y el coraje de la solidaridad
fraterna. Amén
Obispos
Argentinos
LECTIO DIVINA
Aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu madre
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 19, 25-27
Junto a la
cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de
Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a
quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al
discípulo: «Aquí tienes a tu madre.»
Y desde aquel
momento, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del
Señor.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Guías para la
lectura:
Esta escena
ocupa el centro del relato de la crucifixión y muerte del Señor. Jesús tiene el
protagonismo principal. Se inicia con la nómina de las mujeres que “estaban
junto a la cruz” en la que estaba crucificado Jesús. Según se coloquen los
signos de puntuación, el texto del evangelio de Juan permite entender que estas
mujeres eran dos, tres, o cuatro. La lectura más posible es que se trataran de
cuatro: “La Madre de Jesús y su hermana, María de Cleofás y María Magdalena”.
El texto dice
que las mujeres “estaban junto a la cruz”, mientras que los tres sinópticos
coinciden en que “estaban contemplando desde lejos”. Tratándose de la muerte de
un condenado, se supone que los soldados no permitirían que en las cercanías
estuvieran personas que intentaran obstaculizar o impedir la ejecución. Pero la
ubicación junto a la cruz es requerida por el relato para justificar el diálogo
posterior.
El evangelista
ha nombrado a cuatro mujeres, pero centra su atención sólo en la Madre de
Jesús. De las otras tres ya no volverá a ocuparse en esta escena. Junto a la
Madre se encuentra “el discípulo amado”, que no fue mencionado en la lista
precedente.
Desde la cruz,
Jesús se dirige en primer lugar a su Madre, y le dice que se haga cargo del
discípulo, recibiéndolo como hijo. Después de haber hablado a la Madre, Jesús
se dirige al discípulo para decirle: “Aquí tienes a tu Madre”. El discípulo
debe reconocer como madre propia a aquella que le ha dado Jesús. El evangelista
concluye diciendo: “Desde aquella hora…” “La hora” es una expresión
característica del evangelio de Juan que designa el momento de la glorificación
de Jesucristo; es el momento de su “paso desde este mundo al Padre” (ver 13.1)
que está cumpliendo en la cruz.
La mayor parte
de los comentaristas está de acuerdo en que las palabras que Jesús dijo desde
la cruz a su Madre y al discípulo amado no representan la preocupación filial
por la madre que queda viuda y privada de su hijo. El cambio de pronombre
posesivo de “la Madre de Él (de Jesús)” en el v.25, a “tu Madre (del
discípulo) en el v.27, y la indicación de que el discípulo hace suya esta
voluntad recibiendo a la Madre entre aquello que es lo suyo más propio, indica
un traspaso de propiedad, algo así como el testamento de Jesús.
A partir de la
edad media ha obtenido gran difusión la interpretación mariológica. El
simbolismo que antes tenía María se le transfirió al discípulo, que comenzó a
ser figura de la Iglesia, y se le confirió a la Madre de Jesús una especial
función de madre con respecto a los creyentes, representados en el discípulo
amado.
Extractos tomados del libro “El Evangelio de Juan
Luis Heriberto Rivas – Editorial San Benito.
Pag.496-499
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para
la meditación:
¿Qué aprendo
del gesto de amor de las mujeres y del discípulo de correr el riesgo que
significaba estar junto a la cruz?
¿Qué
significan para mí hoy las palabras dichas por Jesús en ese momento tan crucial
de su existencia terrenal?
¿Qué significa
para mí el hecho que a partir de ese día el discípulo recibió a María en su
casa?
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO
BÍBLICO?
Señor, dame la
actitud de compromiso que tuvieron las mujeres y el discípulo amado de estar
siempre cerca de Jesús, sin importar circunstancias ni riesgos. Amén.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Me acerco a la
escena y la contemplo, buscando interpretar con un sentido nuevo y profundo,
cada gesto y cada palabra de ese diálogo tan importante en la Pasión del Señor.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para
la acción:
¿Qué tan cerca
quiero estar de Jesús en mi andar diario?
¿Mi casa sería
un lugar donde Jesús recomendaría estar a su Madre?
¿Qué palabras
de Jesús del texto renuevan mi fe y mi compromiso cristiano?
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