14 de julio de 2013


…Ve y procede de la misma manera…

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Deuteronomio   30, 10-14

         Moisés habló al pueblo, diciendo:
         Todo esto te sucederá porque habrás escuchado la voz del Señor, tu Dios, y observado sus mandamientos y sus leyes, que están escritas en este libro de la Ley, después de haberte convertido al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma.
         Este mandamiento que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que digas: « ¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica?» Ni tampoco está más allá del mar, para que digas: « ¿Quién cruzará por nosotros a la otra orilla y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica?» No, la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques.
Palabra de Dios.

SALMO        
Sal 68, 14 y 17. 30-31. 36-37 (R.: cf. 33) 
R.      Busquen al Señor, humildes, y vivirán.

         Mi oración sube hasta ti, Señor,
         en el momento favorable:
         respóndeme, Dios mío, por tu gran amor,
         sálvame, por tu fidelidad.

         Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor,
         por tu gran compasión vuélvete a mí;
         Yo soy un pobre desdichado, Dios mío,
         que tu ayuda me proteja:
         así alabaré con cantos el nombre de Dios,
         y proclamaré su grandeza dando gracias.

         Porque el Señor salvará a Sión
         y volverá a edificar las ciudades de Judá:
         el linaje de sus servidores la tendrá como herencia,
         y los que aman su nombre morarán en ella.

         O bien:                  
Sal 18, 8. 9. 10. 11 (R.: 9a)
R.      Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón.

         La ley del Señor es perfecta,
         reconforta el alma;
         el testimonio del Señor es verdadero,
         da sabiduría al simple.

         Los preceptos del Señor son rectos,
         alegran el corazón;
         los mandamientos del Señor son claros,
         iluminan los ojos.

         La palabra del Señor es pura,
         permanece para siempre;
         los juicios del Señor son la verdad,
         enteramente justos.

         Son más atrayentes que el oro,
         que el oro más fino;
         más dulces que la miel,
         más que el jugo del panal.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas       1, 15-20

         Cristo Jesús es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, los seres visibles y los invisibles. Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de Él y para Él.
         Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en él. Él es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia.
         Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que Él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en Él residiera toda la Plenitud.
         Por Él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas     10, 25-37

         Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?»
         Jesús le preguntó a su vez: « ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
         Él le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo.»
         «Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida.»
         Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?»
         Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver.”
         ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?»
         «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor.
         Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera.»
Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Muchas veces tenemos una visión fragmentada de la vida y de la realidad. Las situaciones, los acontecimientos, los afectos, los progresos, las crisis, las injusticias pareciera que son compartimentos estancos. Contemplamos muchos dolores a diario, nos damos cuenta de muchas heridas y las miramos individualmente como si no fueran parte de un todo;  de un mundo que está lacerado y clama por sus heridas. Quizás esta postura aligera la responsabilidad que nos toca frente al desarrollo y transformación del mundo. 
Contemplamos las heridas de la niñez que es lesionada en las guerras, en la indiferencia de sus familias en la vida de mendicidad o trabajo temprano. Contemplamos la lesión de las personas hambrientas que sufren por causa de la injusticia. Las heridas de las mujeres que son violadas o mercantilizadas. Contemplamos las lesiones de las personas sin hogar, que viven en la calle. Las heridas de las personas que anhelan amor y seguridad. Contemplamos la laceración de los azotados por el flagelo del “paco” y sus consecuencias. Contemplamos la desesperanza de muchos jóvenes sin posibilidades de futuro. 
Sin embargo, a pesar de ver estas heridas nos vamos acostumbrando a convivir con ellas y siguiendo lo que impone la moda, en lugar de tratar de curarlas, las maquillamos.
La vida es puro maquillaje cuando se trata de lograr lo más que se puede con el mínimo desgaste: hay que estar al día con el automóvil, la casa y el dinero, participar de los eventos adecuados simulando que está todo bien. Tener la apariencia esperada a fuerza de botox en las arrugas, siliconas donde hay que rellenar y lipoaspiración donde sobra. El que está desempleado, enfermo o discapacitado, se queda al margen, mirando como pasa la vida.
La globalización del mundo no ha hecho desaparecer el egoísmo del “sálvese quien pueda”. Se fue imponiendo una «cultura economicista» que hace crecer el individualismo exacerbado y la búsqueda ciega de seguridad material. Pero la pregunta sobre el sentido de la vida, sobre cómo alcanzar la felicidad sigue. Se trata de licuar su contenido con respuestas mediocres o interesadas.  Todos queremos la felicidad, pero no siempre acertamos a darnos cuenta que una felicidad sin los otros no es completa ni alcanzable.
Esta es la pregunta del letrado de este domingo: “Maestro: ¿qué tengo que hacer para alcanzar la vida terna” que hoy podríamos traducir como: ¿Maestro: te tengo que hacer para ser feliz, para que tenga sentido mi vida?
***
La primera lectura nos muestra que Dios quiere que la Alianza hecha con su pueblo, Israel, sea respetada por éste. Con este fin, Dios inscribe en el corazón del hombre su Ley. Por esto, mirando al interior de uno mismo, el hombre puede escuchar al Espíritu de Dios que está ahí y podemos dejarnos guiar por él: “El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca”, dice la primera lectura.
***
La carta a los Colosenses nos ofrece hoy un himno cristológico: Cristo es la imagen de Dios, pero es criatura como nosotros también. Lo más profundo de Dios, lo más misterioso, se nos hace accesible por medio de Cristo. Y así, Él es el “primogénito de entre los muertos”.
 Aquel en quien anticipadamente se nos muestra el destino final de todos los hombres que buscan sinceramente a Dios. Si a Él, Dios lo ha resucitado de entre los muertos, también a nosotros se nos dará la vida que Él tiene.
***
En el evangelio, la pregunta del letrado se presenta en función de “la vida eterna”. Se diría que es un eco de la palabra de Jesús, en la invitación al seguimiento: “que cargue con su cruz cada día…” El seguimiento de Jesús no implica una búsqueda imposible de actitudes nuevas e inesperadas, como si fuera necesario inventar constantemente la vida cristiana. Jesús, al escriba que quiere “tener la vida”, no le dio una respuesta nueva ni original. Apeló a la sabiduría humana contenida en la Escritura y que les servía de oración diaria “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”. Pero ¿Quién es mi prójimo?
El escriba quiere asegurarse la vida eterna, la salvación, y quiere que Jesús le puntualice exactamente qué es lo que debe hacer. Quiere una respuesta “jurídica” que lo complazca, los límites exactos de su deber. No estaba claro, ni mucho menos, a quién se debía tratar como “prójimo”. Por eso la parábola presenta a “un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó…” Es el hombre, cualquier hombre, todo hombre, el objeto de nuestro amor. Hacerse prójimo es no pasar de largo ante quienquiera que nos precise. Jesús se interesa más por el sujeto del amor que por el objeto del mismo; por el amor que se da más que por el amor que se recibe. 
Lo importante no es saber quién es mi prójimo, sino hacerse uno prójimo de los demás, acercarse, aproximarse, ayudar al otro. Hacerse prójimo es amar con “amor eficaz”. Jesús quiere hacerle ver que importa más amar que ser amado, que no es bueno condicionar el amor y que, amando al hombre, sea quien sea, haciéndose prójimo de todos es como se vive la plenitud de la ley. 
Pero, por otro lado, no se es prójimo por casualidad, sino que hacernos prójimo unos de otros y en especial del caído y maltratado es una decisión. Todos tenemos la tentación de perdernos en disquisiciones verbales e intelectuales mientras el hermano se está muriendo desangrado en el camino y también todos tenemos la tentación de aislarnos, haciendo sapiencial el refranero popular: ojos que no ven, corazón que no siente.
Sentirse prójimo del otro; es sentirse tan cercano como a uno mismo; de tal modo que se lo ama como a uno mismo. Los tres vieron a aquel hombre caído; pero uno solo se sintió identificado con él; uno solo lo cuidó como se hubiera cuidado a sí mismo.
Según Jesús, sólo hay una manera de «tener vida». Y no es la del sacerdote y el levita que ven al necesitado y «dan un rodeo» para seguir su camino, sino la del samaritano que camina por la vida con los ojos y el corazón bien abiertos para detenerse ante quien puede necesitar su cercanía.
Jesús nos indica claramente que el amor al prójimo es mucho más que la simple simpatía, la camaradería o la defensa de los “nuestros”. Es un amor, fruto de una renuncia y del olvido de uno mismo para hacernos «uno mismo con el otro».
Esta parábola, antes de ser un anuncio de la ética cristiana, es una revelación acerca del Dios revelado en Jesucristo. Es una revelación del amor de Dios manifestado en Jesucristo a la humanidad herida por el pecado, sus injusticias y abandonada en el camino a sus propias y pobres fuerzas. Dios se ha hecho próximo en su Hijo, mediador único y universal, de quien proviene todo y es fuente del amor misericordioso del Padre. 
Cristo es el verdadero Buen Samaritano, que antes de enseñar la parábola, la hizo realidad en su vida ante cada herido del camino, amando a los pobres, perdonando a los pecadores, defendiendo a los marginados, curando a los enfermos, salvando hasta entregar la última gota de su sangre en la cruz.
Jesucristo es quien, hoy también, llega junto a nosotros, se detiene lleno de ternura y compasión, sin preguntas ni condicionamientos ante cada caído, toca las heridas, las sana, lo lleva a la posada de su propio corazón, lo cuida como único y paga la cuenta con su vida entregada.
El discípulo de Jesucristo pasa por la vida asumiendo y enamorándose de su mismo estilo, vive la pasión de  realizar lo mismo que El hace. Lucha por tener sus mismas convicciones. Reconoce, sin embargo, que este amor no se tiene de una vez para siempre, sino que se reafirma cada día en el ejercicio concreto. Vive el gozo de saber que este amor misericordioso es creador y elevador de la propia experiencia y de la de los demás.
El camino del discípulo no es otro que el de Jesucristo, nuestro Buen Samaritano y el discípulo está llamado a vivir la conversión de dejarse desarmar de sus propias ideas y proyectos, para dejarse armar el corazón y la vida según el proyecto de Dios en el “Ve, y procede tú de la misma manera” con los heridos que encuentres en tu camino, ya sean individuos o grupos o realidades.
Una Iglesia que quiera  responder a los signos de los tiempos debe seguir este mismo camino de la sanando las heridas del mal y del pecado, gastándose y desgastándose en el servicio, curando con el  aceite del consuelo y el vino de la esperanza las heridas de cada persona y del mundo.
Así es como Jesucristo entra en nuestro mundo, en nuestras vidas: lleno de compasión y para sanar todas las heridas. En este camino de Buen Samaritano, sus discípulos, la iglesia debe estar  dispuesta a todo para transformar a cada herido en un hombre sano, en pie, dispuesto a todo, para transformar este mundo distorsionado por las diversas formas de injusticia… y si es necesario pagar la cuenta con la entrega de la propia vida, para que todos conozcan el amor de Dios por cada herido del camino, el amor que da sentido a la vida.
La Iglesia se declaró  a sí misma como la servidora de la humanidad. Nos toca a nosotros hacer vida esta propuesta.

 PARA DISCERNIR

¿Qué imagen tengo del amor?
¿Descubro la necesidad de amar a los hermano para demostrar que amo a Dios?
¿En que modifica mi amor a Dios a la hora de amar a mis hermanos?

 REPITAMOS Y VIVAMOS HOY LA PALABRA

…que pueda acercarme a los me necesitan…

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?
En el camino de la vida el hombre se pregunta quien es su prójimo y la Palabra de Dios le responde que el problema es otro: hacerse y sentirse en toda circunstancia próximo o prójimo de los demás. La maravillosa parábola del buen samaritano, que se lee en este domingo, es un reflejo de cómo hay que vivir en concreto la ley del amor a Dios y a los hombres.
Conviene recordar que Dios ha sido el primero que se ha hecho próximo al hombre a través de su palabra y de la manifestación de su poder. La Biblia está salpicada de diálogos con el hombre ya desde las primeras páginas del Génesis. Pero sobre todo Dios se ha hecho próximo en su Hijo, mediador único y universal, de quien proviene todo y es fuente del amor misericordioso del Padre. Cristo es el verdadero Buen Samaritano, que antes de enseñar la parábola, la hizo realidad en su vida acogiendo a todos, amando a los pobres, perdonando a los pecadores, defendiendo a los marginados, curando a los enfermos, salvando hasta entregar la última gota de su sangre en la cruz.
En un mundo en que se acercan las distancias y se incrementan a todos los niveles las comunicaciones, muchos hombres no logran estar próximos a otros porque las actitudes interiores diversas no van en consonancia con la proximidad física. ¡Cuántos están solos en medio del barullo de la gran ciudad! Reciben codazos al andar entre la multitud y no reciben ninguna muestra de amor. 
Andrés Pardo

 PARA REZAR


Señor:

Sólo Tú puedes soportar ofensas, indiferencia,
ingratitud, abandono y permanecer inalterable.

Dame Señor un corazón como el tuyo disponible para todos
por igual, sin egoísmos para que pueda servir a los demás
y no fallarles, para que mi amor sea siempre sincero,
constante, grande y perfecto como el Tuyo.

Bendice a los que me aman y a los que Tú sabes que no.

Reconozco que soy quien levanto barreras de prevención
y miedo, indiferencias y rechazos, disgustos y reclamos.

Permíteme dar un testimonio vivo de amor que no sea sólo apariencia.
Te pido que pongas en mi corazón sentimientos más puros y sinceros.
Necesito generosidad, renuncia, comprensión y confianza.

Tu me amas Señor, no por lo que soy sino a pesar de lo que soy.

¡¡¡ ENSÉÑAME A AMAR !!!

María Eugenia Ochoa Medina

LECTIO DIVINA
  
¿Quién es mi prójimo?

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     10, 25-37

    Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?»
    Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
    Él le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo».
    «Has respondido exactamente, -le dijo Jesús-; obra así y alcanzarás la vida».
    Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?»
    Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver".
    ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?»
    «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor.
    Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».
Palabra del Señor. 

1.     LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

 ·   Guías para la lectura:                

Si el domingo pasado comentábamos que Jesús rompe los esquemas, en este domingo vuelve a hacerlo, y de forma más radical, tanto por haber escogido a un samaritano como el “bueno de la partida”, el “súper héroe”, y proponiendo como “villanos” al sacerdote y al levita, quienes, al contrario, eran considerados las personas más religiosas y, por ende, más santas.  
El que Jesús haya empleado estas tres figuras (sacerdote, levita y samaritano) para transmitir su mensaje a través del género de parábolas, indica una clara intencionalidad, principalmente cuando es solamente el evangelista Lucas que la cita.  
Es necesario destacar que Lucas escribe su evangelio a un tal Teófilo (que significa amigo de Dios) que, más que un personaje real y concreto, pareciese ser un personaje genérico y universal: el evangelio de Lucas está dirigido a todo aquel que se consuele con la misericordia de un Dios bueno, bondadoso y cercano. 
Al escoger al sacerdote y el levita, ambos personajes acogidos por el pueblo, cercanos a éste, e interrelacionados con el Templo por sus oficios, destacan que la “caridad” y el ejercicio de ésta no es algo que va con el “cargo” o con el desempeño de una función, pero sí como un dato de “humanidad”. 
Destacar la “compasión” del samaritano hacia el herido y moribundo, señala que sentir “compasión” no es algo que te viene por el oficio, pero sí por un corazón generoso que no reconoce ni clases ni niveles de sociedad ni razas. Nace de la exigencia de la caridad y de la justicia. 
Detengámonos para pensar en el herido y moribundo: El suceso que lo deja herido “permite” crear la situación de empatía a la que responderá el samaritano. Pero, ¿no está herido todo aquel que todavía no conoce a Jesús? En nuestra vida y nuestro “camino” encontraremos a millones que con sus realidades de “otro” nos darán la oportunidad de compadecernos como “prójimos”, de tener un corazón lleno de compasión.  
Por otro lado el cumplimiento de la ley va mucho más allá del cumplimiento de la norma (seguro el sacerdote y el levita estaban cumpliendo la norma). El cumplimiento de la ley tiene plenitud cuando parte del reconocimiento hacia el otro, parte de la visión que “el otro” me es necesario. 
  
2.     MEDITACIÓN - ¿QUÉ  ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
  
·                       Preguntas para la meditación: 

Ø                 ¿Qué puedo aprender del samaritano?
Ø                 ¿Me limito a “cumplir la ley” o busco “vivirla en plenitud”?
Ø                 ¿Mis acciones son acordes con el amor de Jesús? 

3.     ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
                               
El Papa Francisco nos invita a ver en el dolor del hermano un motivo de oración y compromiso; unámonos al sentir de Santa Faustina Kowalska pidiendo la gracia de ser misericordiosos con el prójimo.

Deseo transformarme en Tu misericordia
y ser un vivo reflejo de Ti,
¡Oh, Señor! Que este más grande atributo de Dios,
es decir, Su insondable misericordia,
pase a través de mi corazón y mi alma al prójimo.
Ayúdame Señor,
a que mis oídos sean misericordiosos
para que tome en cuenta las necesidades
de mi prójimo y no sea indiferente
a sus penas y gemidos.
Ayúdame Señor,
a que mis manos sean misericordiosas
y llenas de buenas obras
para que sepa hacer solo el bien a mi prójimo
y cargar sobre mí
las tareas más difíciles y penosas.
Ayúdame Señor,
a que mi corazón sea misericordioso
para que yo sienta todos
los sufrimientos de mi prójimo.
Que Tu misericordia, oh Señor,
repose dentro de mí.
Señor mío, transfórmame en Tí,
porque Tú lo puedes todo.


Santa Faustina Kowalska (Diario 163)

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