5 de julio de 2013 – TO – VIERNES DE LA SEMANA XIII
San Antonio María Zaccaría, presbítero
…No quiero sacrificios sino misericordia…
PRIMERA
LECTURA
Lectura del libro del
Génesis 23, 1-4; 24, 1-8. 62-67
Sara vivió ciento
veintisiete años, y murió en Quiriat Arbá -actualmente Hebrón- en la tierra de
Canaán. Abraham estuvo de duelo por Sara y lloró su muerte.
Después se retiró
del lugar donde estaba el cadáver, y dijo a los descendientes de Het: «Aunque
yo no soy más que un extranjero residente entre ustedes, cédanme en propiedad
alguno de sus sepulcros, para que pueda retirar el cadáver de mi esposa y darle
sepultura.
Abraham ya era un
anciano de edad avanzada, y el Señor lo había bendecido en todo. Entonces dijo
al servidor más antiguo de su casa, el que le administraba todos los bienes:
«Coloca tu mano debajo de mi muslo, y júrame por el Señor, Dios del cielo y de
la tierra, que no buscarás una esposa para mi hijo entre las hijas de los
cananeos, con los que estoy viviendo, sino que irás a mi país natal, y de allí
traerás una esposa para Isaac.»
El servidor le
dijo: «Si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra, ¿debo hacer que tu
hijo regrese al país de donde saliste?»
«Cuídate muy bien
de llevar allí a mi hijo», replicó Abraham. «El Señor, Dios del cielo, que me
sacó de mi casa paterna y de mi país natal, y me prometió solemnemente dar esta
tierra a mis descendientes, enviará su Angel delante de ti, a fin de que puedas
traer de allí una esposa para mi hijo. Si la mujer no quiere seguirte, quedarás
libre del juramento que me haces; pero no lleves allí a mi hijo.»
Entretanto, Isaac
había vuelto de las cercanías del pozo de Lajai Roí, porque estaba radicado en
la región del Négueb. Al atardecer salió a caminar por el campo, y vio venir
unos camellos. Cuando Rebeca vio a Isaac, bajó del camello y preguntó al
servidor: « ¿Quién es ese hombre que viene hacia nosotros por el campo?»
«Es mi señor»,
respondió el servidor. Entonces ella tomó su velo y se cubrió.
El servidor contó
a Isaac todas las cosas que había hecho, y este hizo entrar a Rebeca en su
carpa. Isaac se casó con ella y la amó. Así encontró un consuelo después de la
muerte de su madre.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 105, 1-2. 3-4a. 4b-5 (R.: 1a)
R. ¡Den gracias al
Señor, porque es bueno!
¡Den gracias al
Señor, porque es bueno,
porque es eterno
su amor!
¿Quién puede
hablar de las proezas del Señor
y proclamar todas
sus alabanzas? R.
¡Felices los que
proceden con rectitud,
los que practican
la justicia en todo tiempo!
Acuérdate de mí,
Señor,
por el amor que
tienes a tu pueblo. R.
Visítame con tu
salvación,
para que vea la
felicidad de tus elegidos,
para que me alegre
con la alegría de tu nación
y me gloríe con el
pueblo de tu herencia. R.
EVANGELIO
X Lectura del
santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13
Jesús, al pasar,
vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de
impuestos, y le dijo: «Sígueme.» El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús
estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se
sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a
los discípulos: « ¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús, que había
oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino
los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no
sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores.»
Palabra del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
Sara, la mujer de Abraham, murió. Es un
luto familiar. Un «acontecimiento» corriente en todas las familias. Abraham
como hombre de Fe transformará ese episodio en un acto profético, en el sentido
del Futuro prometido por Dios. Abraham, siendo nómada, compra una parcela de
tierra, para enterrar dignamente a su esposa. Es el primer paso hacia la
posesión de la tierra prometida por Dios.
Abraham es ya muy anciano y su muerte está
muy próxima. Hace jurar a su servidor Eliezer, que encontrará una mujer para su
hijo que no sea cananea. El juramento en contacto con el miembro viril es muy
antiguo. Queda excluida terminantemente la posibilidad de que Isaac vuelva a la
tierra nativa de Abrahán, ya que el plan de Dios y el camino de salvación
emprendido por Abrahán no admiten marcha atrás. Según costumbre de aquel
tiempo, la esposa debe pertenecer al mismo clan; los israelitas no se casaban
con una extranjera, porque la transmisión de la Fe y de la Promesa están en
juego.
Isaac es un hombre del desierto. A la
caída de la tarde ve llegar una caravana de camellos. Rebeca monta uno de
ellos. Salta de su camello y pregunta a su servidor por ese joven que sale al
encuentro» Luego enrojece y cubre el rostro con su velo.
Los dos relatos, están explícitamente en
relación el uno con el otro. Queda de manifiesto la importancia de las mujeres
en una cierta transmisión de la herencia humana y de la herencia de la Fe. La
esposa de Isaac relevará a su propia madre. Transmitir la vida no es tan sólo
dar la vida biológica, sino la vida del espíritu.
***
Después de los tres milagros de los días
pasados, el evangelio intercala la llamada de Mateo, una escena de vocación
apostólica. Es el mismo a quien llaman Leví y al que se atribuye uno de los
cuatro evangelios.
El plan de Dios llevado a cabo en
Jesucristo es contrario al plan de Dios que habían imaginado los judíos. Jesús
planteó todo lo contrario a lo que el pueblo de Israel había creído acerca de
Dios. Para los judíos, sólo los de su raza, más aún, sólo los hombres y los
justificados por la ley merecían el amor de Dios. Se olvidaron que si Dios los
amaba era por pura gracia y no porque lo merecieran
Jesús propone a todos el Reino de Dios.
Dios no se limita sólo a los hombres y a los judíos puros, Jesús presenta el
amor de Dios a las mujeres, a todos los que la ley consideraba impuros; a los
despreciados y desprotegidos. Por eso, significativamente elige a un recaudador
de impuestos al servicio de la potencia ocupante, Roma, y, como publicano, con
muy mala fama entre el pueblo. Jesús le da un voto de confianza, sin pedirle
confesión pública de conversión.
Mateo, dejándolo todo, lo sigue
inmediatamente. Seguir a Jesús es dejar todo atrás. Es cargar con el pasado
pero no como condena sino como lugar de encuentro con la gracia salvadora y
escuela para una vida nueva hacia delante liberado de la esclavitud del pecado.
Mateo le ofrece en su casa una comida de
agasajo a la que también invita a otros publicanos, con gran escándalo para los
«creídos por buenos». Para el legalismo judío la mesa es el lugar donde sólo se
podían sentar los que eran puros según el legalismo judío.
Jesús con su actitud declara que la
misericordia de Dios es abundante y es para todos. Se pone así de manifiesto la
preferencia del Dios de Jesús por todos aquellos que aparecen desfavorecidos en
la estructura religiosa de la época: publicanos y pecadores. Ellos son,
particularmente, destinatarios de la gracia salvadora que trae Jesús.
La necesidad humana es la circunstancia
determinante de la iniciativa divina. Esta será la ocasión para que Jesús pueda
expresar abiertamente su intención: «no he venido a llamar a los justos, sino a
los pecadores».
Jesús pone, por encima de la mera
observancia externa y del culto la misericordia y la compasión. Así como
aparece la cercanía de Jesús hacia los pecadores, al mismo tiempo se enfrenta y
ataca la justicia autosuficiente e inmisericorde de los fariseos. No tienen
curación posible los que no se reconocen enfermos y buscan al médico.
Jesús curando a los enfermos, al paralítico,
quiere simbolizar que es el “medico” que sana la enfermedad del pecado, que es
la más profunda. Los caminos de Dios no son los nuestros. El estilo de Dios en
su elección y amor no es el nuestro. El juicio de Dios sobre las personas y sus
actitudes no es como el nuestro.
La existencia de los excluidos en la
Iglesia o en cualquier otra institución religiosa es el termómetro para
determinar si se está en comunión con el querer salvador de Dios. El reino es
gracia, don, invitación amorosa y persuasiva. Jesús no es el premio por buena
conducta que Dios nos ofrece: es el médico que necesitan los enfermos, es el
perdón y la gracia que buscan los que se saben pecadores.
PARA
DISCERNIR
¿De qué grupo formo parte, del de las
personas perfectas o del de los que se reconocen sinceramente necesitados?
¿Me siento justo frente a los demás?
¿Juzgo con facilidad?
¿Me siento merecedor de Dios?
PARA REZAR
¡Qué alegría!
JESUCRISTO:
¡Qué alegría!
saber que estás de mi parte,
haga lo que haga,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
sentir que me aceptas como soy,
y que no necesitas que me justifique,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
comprobar tu fidelidad inagotable,
inamovible como la Roca,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría! poder decirte “Te quiero”,
y tú creértelo a pesar de todo,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
hacer contigo de la vida una historia de amor,
hecha de holas y adioses,
por tu amor.
¡Qué alegría!
descubrir que otros te aman y que Tú les amas,
y saber que sus amores,
como el mío te son imprescindibles,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
poder regalarte algo
de todo lo que tú me has dado antes,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
tenerlo todo en Ti,
no teniendo yo nada,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría me da Señor,
que me quieras tanto!
Jesucristo, por tu amor.
JESUCRISTO:
¡Qué alegría!
saber que estás de mi parte,
haga lo que haga,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
sentir que me aceptas como soy,
y que no necesitas que me justifique,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
comprobar tu fidelidad inagotable,
inamovible como la Roca,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría! poder decirte “Te quiero”,
y tú creértelo a pesar de todo,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
hacer contigo de la vida una historia de amor,
hecha de holas y adioses,
por tu amor.
¡Qué alegría!
descubrir que otros te aman y que Tú les amas,
y saber que sus amores,
como el mío te son imprescindibles,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
poder regalarte algo
de todo lo que tú me has dado antes,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría!
tenerlo todo en Ti,
no teniendo yo nada,
Jesucristo, por tu amor.
¡Qué alegría me da Señor,
que me quieras tanto!
Jesucristo, por tu amor.
Padre José María Garbayo
LECTIO DIVINA
Sígueme. El se levantó y lo siguió
+ Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Mateo
9, 9-13
Jesús vio a un
hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos,
y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús
estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se
sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a
los discípulos: « ¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús, que
había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico,
sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no
sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores.»
Palabra del
Señor.
LECTURA
- ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Guías para la
lectura:
“Porque yo no
he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. El paralítico que camina es señal
del gran milagro: el pecador es llamado a seguir a Jesús. Ha sido curado y
puesto en pie por el perdón, y puede entrar en su casa y acoger al que lo ha
acogido, junto con muchos hermanos, necesitados como él de perdón y de acogida.
Continúa el
tema iniciado en el texto anterior: la ley denuncia el pecado y castiga al
pecador, mientras el Señor perdona el pecado y acoge al pecador. Dios no es
ley, sino amor; no es sanción de castigo, sino de perdón y medicina. Nuestra
miseria es nuestro título para acogerlo a Él, que es misericordia sin límites.
El pecado no
excluye del Reino. Antes bien, representa un “privilegio” en dos sentidos: Dios
ama más al pecador, porque tiene mayor necesidad, y también el pecador lo amará
más, porque ha recibido mayor amor (Lc 7, 36-50).
El enfermo,
mientras más enfermo esté, más tiene derecho al médico y mayores son los
deberes de éste con respecto a él. Así sucede con el pecador: mientras más
alejado esté, más derecho tiene a la misericordia y mayores son los deberes de
Dios con respecto a él. Además, su pecado no le impide la experiencia de Dios:
antes bien, precisamente en él lo llama por su verdadero nombre, que es Jesús,
Dios - salva (1,21; Lc 1,77).
El trozo se
desarrolla en tres partes. En el v. 9 Jesús llama al publicano, que se
identifica con Mateo; en el v. 10 Jesús con sus discípulos entra en su casa y
viene a ser comensal con él y con otros colegas suyos; en los vs. 11-13, a la
objeción de los fariseos contra los discípulos, Jesús responde declarando que
su misión es la de salvar, que corresponde a su nombre. En ese trozo se
presenta un problema constante en la Iglesia: los “justos”, como el hermano
mayor de Lc 15, con dificultad aceptan a los pecadores. Lo hacen con
dificultad, y solamente si éstos se convierten y se esfuerzan por volverse
buenos. En cambio Jesús acepta a los que todavía no se han convertido. No
perdona al pecador porque se convierte; lo perdona antes, para que pueda
convertirse.
Lo difícil
para el Señor no es convertir a los de Nínive a la penitencia, sino a Jonás, el
justo, al perdón. Dios es amor y gracia. El pecador fácilmente lo reconoce,
porque tiene necesidad de Él. En cambio el justo le resiste con todas sus
fuerzas. Antes debe aceptar al pecador como hermano suyo, su mellizo, aún más,
como a sí mismo, incluso como su Señor que se hizo maldición y pecado por él
(Ga 3,13; 2 Co 5,21); sólo entonces conoce a Dios y se convierte a la “justicia
superior” (5,20), la del Dios misericordioso, de grande amor, clemente, de gran
corazón, que se deja compadecer (Gn 4,2). Si excluye de su banquete al pecador,
excluye al mismo Señor, que banquetea con los pecadores.
Nuestro único
título de mérito con respecto al Dios que salva es nuestra perdición.
Jesús llama a
todos, y es comensal con los pecadores, no sólo los convertidos, como Mateo,
sino también con los otros. También Mateo no fue llamado por haberse
convertido, sino que se convirtió porque fue llamado. Él es nuestro médico
precisamente porque está con nosotros pecadores: su cercanía es la medicina.
La Iglesia no
está formada por justos, sino por pecadores perdonados, siempre necesitados de
recibir y dar el perdón. Los cristianos no viven de la propia justicia, sino de
su “gracia”: perdonados por el Señor, dan el perdón los unos a los otros (Ef
4,32).
MEDITACIÓN
- ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para
la meditación:
¿Por qué Jesús
llama a Mateo en su situación y circunstancias?
¿Qué significa
la rápida respuesta de acción de Mateo?
¿Por qué Jesús
hace esa distinción algo irónica sobre los enfermos y los sanos?
ORACIÓN
- ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
Señor, ayúdame
a responder a tu llamado como lo hizo Mateo. Líbrame de cuestionamientos vacíos
y legalistas sobre quienes se acercan a Vos y son perdonados e incorporados a
la Iglesia.
CONTEMPLACIÓN
- ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Reflexiono
acerca del significado que tuvo para los discípulos que Jesús llamara a un
publicano para ser su discípulo y fuera a comer a su casa.
Medito sobre
la reacción de los fariseos y la profunda respuesta de Jesús.
ACCIÓN -
¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para
la acción:
¿Estoy
dispuesto a seguir a Jesús dejando mi comodidad circunstancial?
¿Me uniría a
una mesa de “pecadores perdonados” no “bien vistos socialmente” como lo hizo
Jesús?
¿Cómo me
considero, sano o enfermo delante de Dios?
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