Santos Ponciano, papa, Hipólito,
presbítero, mártires
…Cuídense de
despreciar a estos pequeños…
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del
Deuteronomio 31, 1-8
Moisés fue a decir estas
palabras a todo Israel: «Ya tengo ciento veinte años. En adelante no podré
ejercer ninguna actividad; además, el Señor me dijo: “Tú no pasarás el Jordán.”
El Señor, tu Dios, es el que cruzará delante de ti; él eliminará de tu
presencia a todas esas naciones, y tú las desposeerás de sus dominios. Será
Josué el que cruzará al frente de ti, como el Señor lo ha ordenado. El Señor
tratará a esas naciones como trató a Sijón y a Og -los reyes amorreos- y a sus
países, cuando los destruyó por completo. El las pondrá en tus manos, y
entonces ustedes deberán comportarse con ellas conforme a la orden que les di.
¡Sean fuertes y valientes! No
tengan miedo ni tiemblen ante ellas. Porque el Señor, tu Dios, te acompaña, y
él no te abandonará ni te dejará desamparado.»
Después Moisés llamó a Josué y
le dijo en presencia de todo Israel: «Sé fuerte y valiente. Tú irás con este
pueblo hasta la tierra que el Señor les dará, porque así lo juró a sus padres,
y tú los pondrás en posesión de ella. El Señor irá delante de ti; él estará
contigo y no te abandonará ni te dejará desamparado. No temas ni te acobardes.»
Palabra de Dios.
SALMO
Deut 32, 3-4a. 7. 8. 9 y 12 (R.: 9a)
R. La parte del Señor es su
pueblo.
Yo voy a proclamar el nombre
del Señor:
¡Den gloria a nuestro Dios!
El es la Roca: su obra es
perfecta. R.
Acuérdate de los días lejanos,
considera las épocas pasadas;
pregúntale a tu padre, y él te
informará,
a los ancianos, y ellos te lo
dirán. R.
Cuando el Altísimo dio una
herencia a cada nación,
cuando distribuyó a los
hombres,
él fijó las fronteras de los
pueblos
según el número de los hijos
de Dios. R.
Pero la parte del Señor es su
pueblo,
la porción de su herencia es
Jacob.
El Señor solo lo condujo,
no había a su lado ningún dios
extranjero. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 18, 1-5. 10. 12-14
En aquel momento los
discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: « ¿Quién es el más grande en
el Reino de los Cielos?»
Jesús llamó a un niño, lo puso
en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen
como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga
pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que
recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a
cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo
están constantemente en presencia de mi Padre celestial.
¿Qué les parece? Si un hombre
tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve
restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a
encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y
nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo
no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.
Palabra del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
La entrada a la Tierra prometida no fue un
juego para niños. Israel tuvo que conquistarla a la fuerza y se le pide que
sea fuerte y valeroso.
Moisés se siente viejo y confiesa
que no puede ya desplazarse; como muchos ancianos es un inválido. La
Biblia nos habla de que tenía «ciento veinte años» que es una cifra simbólica
que indica «la perfección».
Moisés no va a poder entrar en la tierra prometida, por más que se lo haya pedido a Dios. A
pesar de esto, no va a producirse un «vacío de poder» en un momento tan
delicado como éste, en que están ya a las puertas de Canaán y se disponen a
iniciar su ocupación. Dios convence a Moisés de que ha llegado el momento
de transmitir sus poderes a Josué.
Llamó Moisés a Josué y le ordenó entrar con el pueblo
en la tierra que el Señor juró dar a sus padres. El carisma de guiar al pueblo
pasa ahora de Moisés a Josué; pero en realidad el guía seguirá siendo el
mismo, Yahvé. En esta transmisión de poderes, Dios está siempre presente.
Dios repetirá las proezas del pasado para continuar su
obra liberadora. Esta presencia activa de Yahvé es la que ha de
animar y convencer íntimamente a Josué que la conquista tendrá éxito.
***
Los discípulos, todavía inmaduros y sin penetrar a fondo
en el sentir de Jesús, aspiraban a ser hombres de prestigio a la sombra
del Maestro. Tienen la humana preocupación del lugar que
ocupan en la comunidad y se lo preguntan a Jesús.
La respuesta de Jesús es realmente desconcertante.
Llama a un niño y lo pone como medida y modelo a
seguir. Igual que los extranjeros, los enfermos y las mujeres, los
niños carecían también de valor en el mundo antiguo. Su simplicidad e impotencia
ante la vida, eran despreciadas en la mentalidad de la cultura antigua. Solo
los varones adultos tenían algún valor.
Jesús, sin embargo, aprovecha ese significado de la
niñez en aquella cultura, para enseñar la condición fundamental del
discípulo. El niño que pone en medio es un joven sirviente de los que
habitualmente había en las casas. Al colocarlo en medio, lo hace Jesús centro
de atención y modelo para los discípulos, echando por tierra que El más
importante, va a ser el que más sabe o, el más dotado de cualidades
humanas. El más importante es aquel que se hace niño.
Lo que Jesús alaba de un niño es su pequeñez,
su indefensión, su actitud de apertura, su necesidad de los demás. Y,
en los tiempos de Cristo, también su condición de marginado en la sociedad.
Por lo tanto, hacerse como niños es cambiar de actitud,
convertirse, ser sencillos de corazón, abiertos, sin vueltas ni cálculos fríos,
convencidos de que no podemos nada por nuestras solas fuerzas y necesitamos de
Dios y de los demás.
En la comunidad de discípulos, la grandeza se juzga
por criterios opuestos a los de la sociedad. El que sirve, no el que manda, es
el más grande. Toda ambición de preeminencia o de dominio queda excluida.
El pequeño servidor pasa a ser modelo de discípulo. La disposición al servicio debe acompañar al discípulo en la misión; llevando de este modo con él, la presencia de Jesús.
El pequeño servidor pasa a ser modelo de discípulo. La disposición al servicio debe acompañar al discípulo en la misión; llevando de este modo con él, la presencia de Jesús.
Teniendo claro quién es el mayor, Mateo,
presenta la actitud que debe tener la comunidad con
los “pequeños”, mediante la imagen de los pastores que abandonan el cuidado
del rebaño para ir a buscar la oveja que se extravió. Con este relato sacado de
la vida diaria de sus oyentes, muestra hasta dónde llega la misericordia
de Dios y hasta dónde debe llegar la preocupación de la comunidad por
cada uno de sus miembros, especialmente por los más pequeños o débiles
A la actitud de los fariseos, excesivamente
intransigente en su justicia, que veían en el pecador a un enemigo de Dios,
Jesús opone la alegría de Dios, que prefiere la conversión del
pecador, a la satisfacción de los justos estancados en sus hábitos adquiridos.
Dios no espera el arrepentimiento para amar al pecador, sino que lo deja todo
para ir en su búsqueda.
Cristo presenta la misericordia de Dios, como el
esfuerzo incesante de Dios para salvar a los pecadores. Jesús mismo es,
fiel al deseo del Padre y, lleva hasta las últimas consecuencias la búsqueda
del pecador.
Los discípulos somos invitados a hacer la experiencia
espiritual de la misericordia de Dios, que nos acepta tal como somos. Dios
está siempre, anda siempre, en nuestra búsqueda. Aquel que no se avergüenza
frente a Dios de sus límites y pide ayuda como un niño, puede gozar de la
gracia que el Señor quiere derramar. La misericordia es la
que llama al pecador a la conversión y la que lo restaura para
que pueda vivir en la libertad de los hijos de Dios.
El testimonio del discípulo pasa por
su vida reconciliada. El signo evangelizador en una sociedad que margina,
clasifica y excluye, es el ejercicio de la misericordia para con los
demás, para con toda miseria humana.
La Iglesia, como comunidad de discípulos, tiene que
mostrar en su actitud concreta de plena acogida y
de búsqueda a aquellos que se sienten en inferioridad de condiciones,
o cualquier tipo de marginación; la valoración que Dios tiene de cada
uno y la dignidad que nos regala por pura misericordia. Todo lo que
se hace por el menor, por el más pequeño, es a Cristo a quien se hace.
PARA
DISCERNIR
¿Qué imagen tengo del discípulo?
¿Quiénes son los más importantes para mí?
¿Qué actitud tengo con los errados?
REPITAMOS
Y VIVAMOS HOY LA PALABRA
Hazme pequeño como un niño, Señor…
PARA
LA LECTURA ESPIRITUAL
«Vuestro Padre del cielo no quiere que se pierda ni
uno de estos pequeños»
…”Ven, Señor Jesús, busca a tu siervo; busca a tu oveja fatigada; ven,
pastor… Mientras tú te retrasas por los montes, tu oveja va errante: deja,
pues, a las noventa y nueve restantes, que son tuyas y ven a buscar a la única
que se ha perdido. Ven sin hacerte ayudar, sin hacerte anunciar; ahora es a ti
a quien espero. No cojas tu látigo, coge tu amor; ven con la suavidad de tu
Espíritu. No dudes en dejar en los montes a estas noventa y nueve ovejas que ya
son tuyas; sobre las cumbres en que las has puesto, los lobos no tienen acceso
a ellas… Ven a mí, que me extraviado quedando lejos de los rebaños de allá
arriba, porque también a mi me habías colocado con ellas, pero los lobos de la
noche me han hecho abandonar tus apriscos.
¡Búscame, Señor, puesto que mi oración te busca! ¡Búscame, encuéntrame,
levántame, llévame! Al que tú buscas, puedes encontrarlo, al que encuentras,
dígnate levantarlo, al que levantas, póntelo sobre tus hombros. Esta carga de
tu amor, jamás te es cargosa, y sin cansarte te haces el pagador de la
justicia. Ven, pues, Señor, porque es verdad que me extravío, «no he olvidado
tu palabra» (Sl 118,16), y sé que seré curado. Ven, Señor, tú eres todavía el
único capaz de llamar a tu oveja perdida, y a las otras que vas a dejar, no les
causarás ningún
dolor; también ellas estarán contentas de ver como regresa el pecador. Ven, y habrá salvación en la tierra y gozo en el cielo (Lc 15,7).
dolor; también ellas estarán contentas de ver como regresa el pecador. Ven, y habrá salvación en la tierra y gozo en el cielo (Lc 15,7).
No mandes a tus pequeños servidores, no mandes mercenarios, ven tú mismo a
buscar a tu oveja. Levántame en esta misma carne en que cayó Adán. Por tu gesto
reconoce en mí, no al hijo de Eva sino al hijo de María, virgen pura, virgen
por gracia, sin ninguna sospecha de pecado; después, llévame hasta tu cruz,
ella es la salvación de los extraviados, el solo descanso de los cansados, la
única vida de los que mueren”…
San Ambrosio (hacia 340-397), obispo de Milán y doctor
de la Iglesia
Comentario al salmo 118, 22, 27-30; CSEL 62, 502-504
PARA
REZAR
Luz para mis pobres ojos,
luz que ilumina por dentro,
luz que señala el sendero,
luz que da color a las cosas,
luz que despeja horizontes,
luz que rodea los montes,
luz que clarifica mi mente,
luz que desvanece las tinieblas,
luz que eres Dios, horno ardiente,
luz, siempre luz, plena luz.
Luz total, luz incandescente,
Luz de Luz, toda la luz.
Toda está en Ti,
envuelve en Ti, penetra en Ti,
y nos la das para que vivamos en Ella.
Carmen Cerezo
luz que ilumina por dentro,
luz que señala el sendero,
luz que da color a las cosas,
luz que despeja horizontes,
luz que rodea los montes,
luz que clarifica mi mente,
luz que desvanece las tinieblas,
luz que eres Dios, horno ardiente,
luz, siempre luz, plena luz.
Luz total, luz incandescente,
Luz de Luz, toda la luz.
Toda está en Ti,
envuelve en Ti, penetra en Ti,
y nos la das para que vivamos en Ella.
Carmen Cerezo
LECTIO
DIVINA
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos
pequeños
+ Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Mateo
18, 1-5. 10. 12-14
Los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande
en el Reino de los Cielos?»
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si
ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los
Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande
en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre,
me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que
sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre
celestial.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no
deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se
extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella
que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre
que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.
Palabra del
Señor.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
Guías para la
lectura:
“Les aseguro
que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de
los Cielos”. Así comienza
el cuarto discurso de Jesús, acerca de la comunidad. La palabra del Hijo,
revelada sobre el monte, proclamada en la misión y explicada en las parábolas,
se realiza en la comunidad de los hermanos: el reino del Padre se realiza en la
fraternidad entre sus hijos. En relación con el otro se vive el reino del Otro,
en relación con el hermano se vive el reino del Padre.
La comunidad
cristiana no está formada por personas ejemplares o excepcionales, sino por los
pequeños (vs. 1-11) y extraviados (vs 12-14), por los pecadores (vs 15-18)
perdonados que a su vez perdonan (vs 21-35). Su fuerza es la oración dirigida
al Padre en el nombre de Jesús, siempre presente en medio de los suyos (vs
19-20). Las palabras claves del cap. 18 son: el niño (vs. 1-5) – el pequeño que
se escandaliza, se desprecia, se extravía y no hay que dejar que se pierda (vs.
6-14) – y el hermano que peca, a quien hay que amonestar y perdonar (vs
15-18.21-35).
Esta
comunidad, donde nos acogen como Él nos ha acogido, es el verdadero tributo que
debemos y podemos pagar a Dios: la fraternidad, presencia del Hijo y del Padre
en el Espíritu, salvación de todos los hombres.
En este cap.
18 están las bases de la vida comunitaria. Lo que uno no es, la valentía real o
presunta, sino la “pequeñez” acogida en el Hijo. Lo que mantiene la unión no es
el acuerdo impecable y perfecto, sino el perdón que se recibe y se concede
constantemente.
La finalidad
de la acción del Hijo es la comunidad, donde somos hermanos porque somos hijos
e hijas. Ella es el mismo reino de Dios sobre la tierra: es la fraternidad
abierta a todos que muestra al mundo que Dios es Padre.
En la
comunidad están comprometidos el cielo y la tierra. Por una parte está el Padre
con sus ángeles y el Hijo con su Espíritu, por otra los hombres, tales como
son, con sus pequeñeces, escándalos, descarríos y pecados. En ella hay de todo;
no se presuponen personas mejores ni un mundo mejor. El mal no obstaculiza el
bien; antes bien, desarrolla toda su potencialidad: toda miseria se convierte
en lugar de la misericordia.
Los vs 1-5
constituyen el principio y fundamento del nuevo modo de estar en comunidad: el
objetivo que se persigue es, paradójicamente, el de llegar a ser como los
niños. El que es pequeño necesita ser acogido para crecer, y el que es grande
debe hacerse pequeño para acoger – y el más pequeño es el más grande.
La comunidad
tiene en su centro, como valor absoluto, a Aquel que se hizo último y servidor
de todos: el Señor crucificado, revelación de Dios amor que se hizo pequeño
para acoger a los pequeños.
Las
limitaciones propias y ajenas, donde no son aceptadas, se convierten en lugar
de defensa y ataque, de violencia y división; donde son aceptadas, en cambio,
se convierten en un lugar de entendimiento y comunión. Todo puede vivirse con
antagonismo y conflictualidad o, por el contrario, con respeto y aceptación,
según si se vive con el espíritu de muerte o con el Espíritu de Dios.
En último
análisis podemos decir que siempre el otro me sirve como espejo. Por eso es el
infierno o mi salvación. Pero no puedo prescindir de él: “No es bueno que el
hombre esté solo” (Gn. 2,18). Sin el otro, no soy yo mismo: en efecto, soy
imagen de Dios, que es Trinidad de amor.
Jesús es el
Hijo que vive con los hermanos el mismo amor del Padre.
La Iglesia
está formada por los pequeños, los extraviados, perdidos y pecadores, que en
virtud de la oración son perdonados y perdonan. En el perdón es vencida la
muerte y se resucita a la vida de Dios. En la fraternidad brilla la gloria del
Hijo: el rostro del Padre.
“El Padre que
está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños”, dice Jesús. Él mismo vino a salvar lo
que estaba perdido. De este modo muestra el amor del Padre hacia todos sus
hijos, comenzando por los últimos, los pequeños.
El justo no se
sienta en compañía de los pecadores (Sal 1); aún más, se siente con el deber de
exterminar a todos los impíos del país (Sal 101,8). Jesús, por el contrario, se
hace compañero y comensal suyo. Lo llaman “comilón y bebedor, amigo de
publicanos y pecadores” (11,19), y al final será contado entre los impíos (Lc
22,37; Is 53,12).
En Mateo, esta
parábola se coloca al interior del discurso acerca de la comunidad, para que
ella tenga hacia los pequeños, los hermanos débiles y extraviados, la misma
actitud de Jesús, el cual, en lugar de marginarlos, los coloca en el centro de
su atención. Dios no quiere que se pierda ninguno de sus hijos. La preocupación
del Pastor supremo es la primera regla de cualquier solicitud pastoral.
La
comunidad está compuesta de pequeños que fácilmente se extravían, si
ninguno los busca, están perdidos. Al pequeño no sólo hay que acogerlo; es
necesario también que no se le escandalice si es débil, y si está extraviado
hay que buscarlo, hay que corregirlo si se ha desviado; hay que perdonarlo
hasta setenta veces siete si ha pecado. Esto significa acoger realmente al otro
en su dignidad como hijo. Fundamento de la comunidad es vivir las limitaciones
propias y ajenas como lugar de comunión, de ayuda y de perdón recíproco.
La
amonestación consiste en no despreciar al débil, porque es valioso a los ojos
del Padre y del Hijo (vs 10-11), introduce la exhortación a buscarlo cuando se
ha extraviado, para que no se pierda (vs 12-14). Estamos llamados a usar para
con él los mismos cuidados que el Padre y el Hijo.
Jesús es el
Hijo, que ha “bajado del monte de la Trinidad” y se hizo hermano nuestro para
buscar a los hermanos perdidos.
La Iglesia no
es una secta de justos que se separan de los pecadores; es una comunidad de
justificados que justifican, de agraciados que comunican la gracia, de
perdonados que perdonan. El centro de todo cuidado pastoral es la búsqueda del
hermano extraviado.
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
Preguntas para
la meditación:
¿Quiero ser
“grande” en el Reino de los Cielos o “importante” en la Iglesia?
¿Cómo debo
cambiar y hacerme como niño?
¿Hay alguna
“oveja perdida” que debería ir a rescatar?
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
Señor, Vos que
viniste para atender a los humildes, pequeños, despreciados y perdidos, ten
piedad de mí y ayúdame a vivir el discipulado cristiano cerca de corazón e
intenciones.
Amén.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO
BÍBLICO?
Trato de
imaginar el efecto que debe haber provocado en los discípulos, deseosos de
saber quién es el mayor, la enseñanza de Jesús con el niño en medio.
Repaso la
parábola de la oveja perdida y pienso acerca de mi lugar de reconciliación y
amor dentro de la Iglesia de Cristo.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO
BÍBLICO?
Preguntas para
la acción:
¿Qué haré para
ser como un niño a los ojos de Cristo?
¿De qué manera
me prepararé para recibir a un “pequeño” en el Nombre de Jesús?
¿Estoy
dispuesto a ir en búsqueda del hermano que está solo y extraviado en el camino
de la fe?
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