24 de diciembre de 2013 – TIEMPO DE NAVIDAD - 24 DE DICIEMBRE
Misa de la noche
¡¡¡ Hoy nos ha nacido un Salvador!!!
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta
Isaías 9, 1-3. 5-6
El pueblo que
caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el
país de la oscuridad ha brillado una luz.
Tú has
multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu
presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el
reparto del botín.
Porque el yugo que
pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso
lo has destrozado como en el día de Madián. Porque un niño nos ha nacido, un
hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por
nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la
paz.» Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David
y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia,
desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 95, 1-2a. 2b-3. 11-12. 13 (R.: Lc 2,
11)
R. Hoy nos ha
nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Canten al Señor un
canto nuevo,
cante al Señor toda
la tierra;
canten al Señor,
bendigan su Nombre. R.
Día tras día,
proclamen su victoria,
anuncien su gloria
entre las naciones,
y sus maravillas
entre los pueblos. R.
Alégrese el cielo
y exulte la tierra,
resuene el mar y
todo lo que hay en él;
regocíjese el
campo con todos sus frutos,
griten de gozo los
árboles del bosque. R.
Griten de gozo
delante del Señor,
porque él viene a
gobernar la tierra:
él gobernará al
mundo con justicia,
y a los pueblos con
su verdad. R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a Tito 2, 11-14
La gracia de Dios,
que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos
enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida
presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz
esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador,
Cristo Jesús. El se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad,
purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica
del bien.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 2, 1-14
En aquella época
apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo
en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la
Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que
pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se
dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su
esposa, que estaba embarazada.
Mientras se
encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su
Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no
había lugar para ellos en el albergue.
En esa región
acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.
De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los
envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: «No
teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el
pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el
Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido
envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y junto con el Angel, apareció
de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
« ¡Gloria a Dios
en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!»
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Tantas familias salen a
buscar regalos para sus hijos. Tantos jefes, para sus empleados. Y
son innumerables las personas que se preocupan para que a nadie le falte lo
necesario para celebrar estanoche familiar, de paz, de amor, de cercanía
fraterna y de incontables regalos. Sin embargo la generosidad de Dios
nos envió su mejor regalo, el regalo que no nos hubiéramos atrevido ni a soñar:
su propio Hijo para que fuera nuestro mejor hermano y único
redentor; y para que obrara la paz entre los hombres, produjo algo
extraordinario. Causó, a lo largo de los siglos y hasta el
día de hoy, la explosión de la generosidad en la tierra, tantas veces
manifestada pálidamente en un presente navideño, o la mesa de noche del 24.
Noche buena auténtica, es aquella en la que
podemos revivir y hacer nuestra, la alegría de la primera Navidad. Poder
escuchar en esta noche del 24 de diciembre, con la sorpresa de una buena
noticia para todos nuestros pueblos, lo que los ángeles anunciaron en Belén: “No
teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el
pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el
Mesías, el Señor”.
Había tinieblas y sombras de
muerte en esa tierra. Estaban bajo la dominación de
los romanos. Los impuestos se los llevaba el Imperio. Se
infiltraban costumbres ajenas a su cultura, a sus tradiciones y a
su religión. Muchos de los guías espirituales del pueblo habían endurecido la
interpretación de las Escrituras y cerraban el acceso al Reino
de los cielos.
Hoy también
hay tinieblas y sombras de muerte en esta tierra, bajo diversos nombres; son
muchos los flagelos camuflados. Hoy no son los romanos, pero
hay otras formas solapadas de totalitarismos, que seducen dominando vidas y
confundiendo conciencias. Los impuestos a la vida, han hipotecado en muchos la
esperanza. Las costumbres que se infiltran despedazan nuestra cultura, nuestro
modo de vivir y nuestra fe. La interpretación de la palabra se nos hace árida y
el camino al reino parece oscurecido.
¡No teman! Ésas fueron las primeras
palabras del ángel a los que cuidaban el rebaño muy cerca del lugar donde nacía
Jesús. Había llegado la hora de alejarse de las tinieblas y del temor
que dominaba la tierra. Era la hora de la verdad y de la gracia, de
la confianza y la alegría, de la santidad y de la paz.
¡No teman, les traigo una buena
noticia, una gran alegría! Ha nacido Jesús, el Salvador. El evangelio
hablando de María nos dice que le llegó su hora. No es solamente la hora que
llega a cada mujer cuando va a dar a luz a su hijo, sino que ese hijo que va a
brotar de las entrañas de María, marca una hora que es plenitud de
los tiempos, hora de Dios y hora de los
hombres, hora en que la historia se divide en un antes y después. Un
antes en que todo era esperanza, promesa, profecía. Un hoy en que la esperanza
de los viejos profetas y patriarcas se hace realidad en el niño que nace
y podemos acercarnos a tocar lo que antes solamente intuía y deseaba
nuestro corazón.
¡No teman! A partir de Belén, toda aquella
esperanza ha llegado a la plenitud. El Señor es Señor de la historia. El Señor
de la historia es llamado Emmanuel, es decir: Dios-con-nosotros. Dios está
en Jesús para nosotros, su ser es un ser para los hombres. Afirmar que Jesús es
el Emmanuel, es afirmar que no estamos solos, que la energía de
Dios, la fuerza de su Espíritu, está dentro mismo, de esta real y concreta
historia en la que vamos caminando. Jesús pertenece a la historia de la
humanidad, es totalmente Dios y es totalmente hombre, y con esa misma totalidad
se comprometió con la historia de su pueblo. Jesús no es una idea o
doctrina, no es un mito o una leyenda. Es realidad histórica; espresencia salvadora,
es Dios haciendo historia de salvación
“El que me ve a mí, ve a mi Padre”, dirá Él mismo. Jesús es la manifestación de que el reino de Dios llega para todos los hombres, y que en todos los hombres, Dios se puede manifestar como liberación y salvación.
“El que me ve a mí, ve a mi Padre”, dirá Él mismo. Jesús es la manifestación de que el reino de Dios llega para todos los hombres, y que en todos los hombres, Dios se puede manifestar como liberación y salvación.
¡No teman! Con Cristo, Dios se ha
inyectado en la historia, con el nacimiento de Cristo, el reino de Dios ya
está inaugurado en el tiempo de los hombres. Desde aquella Navidad todos los
años recordamos esta noche que el reino de Dios ya está en este mundo. El
nacimiento de Cristo es el grito que despierta nuestra conciencia y
nos dice que Dios está marchando con los hombres en la historia, que la
aspiración de los hombres por la paz, por la justicia, por un reino de derecho
divino, por algo santo, la podemos esperar confiadamente, no porque los
hombres seamos capaces de construir esa bienaventuranza, sino porque está
ya en medio de los hombres el artífice y constructor del reino de justicia, de
amor y de paz.
¡No teman! A pesar de los
desconcertantes caminos de nuestro Dios. Sabiamente elige ser Dios
con nosotros por medio de un niño para arrancarnos toda inseguridad y
todo temor. Belén es hora de gracia de la humanidad. Es
causa de alegría y perplejidad para todo el pueblo. El Mesías aparece en este
mundo como un niño, con la sencillez y la sonrisa de un recién
nacido: sin imponer nada, conquistando con delicadeza nuestro
cariño y nuestra admiración, disipando temores y desconfianzas, y
pidiendo simplemente nuestro corazón, aun nuestra ayuda. Acaso ¿qué
podrá ser más lejano al temor que un niño recién nacido?
¡No teman! La noche se hizo más clara
que el mismo día. Acaba de aparecer el sol que nace de lo alto, venido a este
mundo a iluminar nuestros días, nuestros dolores, nuestros desconciertos y
desaciertos, para que amanezcan todas nuestras esperanzas. Acaba de iniciarse
en Belén la revelación más extraordinaria de Dios; Jesús es la
manifestación de toda su ternura y misericordia.
¡No teman! Ciertamente nos
desesperanzamos, nos cansamos de luchar, nos sentimos solos y dejamos a otros
en su soledad, desconfiamos de todos y llegamos a desconfiar de nosotros
mismos, nos endurecemos, y alimentamos rencores, optamos por actitudes
soberbias, mezquinas y por exigir más derechos, por amenazar y por cobrarles
cuentas a los otros, también por satisfacer anhelos a costa de los demás, y así
perdemos la paz y caemos en la inseguridad, la desconfianza y el temor. Por
eso le pedimos al Espíritu Santo que penetre como rocío de esperanza
nuestros sentimientos más profundos, y nos acerque a Dios, como hijos de su
perdón y de su benevolencia, y a los hermanos más queridos, como también a los
más alejados.
¡No teman! La noche buena es noche de
paz porque Dios optó por un camino nuevo: no cobrarnos
cuentas ni condenarnos, sino acercarse a nosotros y amarnos
primero, sonreírnos en Belén desde el rostro del Niño, y ofrecernos su
perdón hecho caricia. Así Dios nos convoca ahora, a tomar la iniciativa,
como Él, en la generosidad, la ternura y el perdón, ir al encuentro del que
está solo, afligido y desamparado. Nos convoca a erradicar
todo lo que se opone al espíritu de Belén: las enemistades, la violencia y las
injusticias que la provocan, las miserias, las deslealtades, el temor y la
desesperanza. Nos invita a abrir nuestro espíritu para que llegue a
Él esa semilla de un mundo nuevo, que es la buena noticia del nacimiento de
Jesús y de la presencia entre nosotros de su evangelio, ya que Él vino a
dirigir nuestros pasos hacia el camino de la paz.
¡Cómo quisiéramos que también de todos nosotros se diga un día
que, vivimos según los pensamientos y según el corazón de Dios, que pasamos
haciendo el bien, siendo causa de alegría para nuestra familia y nuestros
vecinos, para nuestros compañeros de estudio y de trabajo, para el mundo que
camina en tinieblas y sombras de muerte!
Que el niño Jesús los bendiga.
¡De corazón, muy feliz Navidad para todos!
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