Tu fe te ha
salvado
PRIMERA
LECTURA
Lectura del segundo libro de Samuel 18, 9-10. 14ab.
24-26. 31-19, 1
Absalón se encontró frente a
los servidores de David. Iba montado en un mulo, y este se metió bajo el tupido
ramaje de una gran encina, de manera que la cabeza de Absalón quedó enganchada
en la encina. Así él quedó colgado entre el cielo y la tierra, mientras el mulo
seguía de largo por debajo de él.
Al verlo, un hombre avisó a
Joab: « ¡Acabo de ver a Absalón colgado de una encina!»
Entonces Joab replicó: «No voy
a perder más tiempo contigo.» Y tomando en su mano tres dardos, los clavó en el
corazón de Absalón.
David estaba sentado entre las
dos puertas. El centinela, que había subido a la azotea de la Puerta, encima de
la muralla, alzó los ojos y vio a un hombre que corría solo. El centinela lanzó
un grito y avisó al rey. El rey dijo: «Si está solo, trae una buena noticia.»
Mientras el hombre se iba
acercando, el centinela divisó a otro que venía corriendo y gritó al portero: «
¡Otro hombre viene corriendo solo!» El rey comentó: «Ese también trae una buena
noticia.»
En seguida llegó el cusita y
dijo: « ¡Que mi señor, el rey, se entere de la buena noticia! El Señor hoy te
ha hecho justicia, librándote de todos los que se sublevaron contra ti.»
El rey preguntó al cusita: «
¿Está bien el joven Absalón?» El cusita respondió: « ¡Que tengan la suerte de
ese joven los enemigos de mi señor, el rey, y todos los rebeldes que buscan tu
desgracia!»
El rey se estremeció, subió a
la habitación que estaba arriba de la Puerta y se puso a llorar. Y mientras iba
subiendo, decía: « ¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Ah, si
hubiera muerto yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío!»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 85, 1-2. 3-4. 5-6 (R.: 1a)
R. Inclina tu oído, Señor,
respóndeme.
Inclina tu oído, Señor,
respóndeme,
porque soy pobre y miserable;
protégeme, porque soy uno de
tus fieles,
salva a tu servidor que en ti
confía. R.
Tú eres mi Dios: ten piedad de
mí, Señor,
porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu
servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi
alma. R.
Tú, Señor, eres bueno e
indulgente,
rico en misericordia con
aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi
plegaria,
escucha la voz de mi súplica!
R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 5,
21-43
Cuando Jesús regresó en la
barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó
junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y
al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está
muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva.» Jesús fue con él
y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer
que desde hacia doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos
de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario,
cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás,
entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto
quedaré curada.» Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo
que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida
de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la
multitud, preguntó: « ¿Quién tocó mi manto?»
Sus discípulos le dijeron: «
¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?»
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy
asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a
arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: «Hija, tu fe te
ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad.»
Todavía estaba hablando,
cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron:
«Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?» Pero Jesús,
sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas,
basta que creas.» Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro,
Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.
Allí vio un gran alboroto, y
gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: « ¿Por qué se alborotan y
lloran? La niña no está muerta, sino que duerme.» Y se burlaban de él.
Pero Jesús hizo salir a todos,
y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él,
entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que
significa: « ¡Niña, yo te lo ordeno, levántate.» En seguida la niña, que ya
tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron
de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo
sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
La insurrección de Absalón condujo a la victoria de
David. El rey David es acosado por su hijo y por sus enemigos. Con astucia y
con habilidad militar, el ejército del rey logra derrotar al rebelde Absalón y
éste muere trágicamente entre los árboles del bosque. Yahvé no ha retirado su
amor a David pese a su grave pecado; David no retira su amor a Absalón pese al
asesinato del primogénito Amnón y la posterior rebeldía.
El rey había dado órdenes de respetar la vida de su
hijo: pero el capitán Joab aprovechó para saldar viejas cuentas y mató al
rebelde. David podrá entrar en su capital, Jerusalén. Los allegados a David van
a anunciarle como una buena noticia que se ha destruido al oponente.
Más que el resultado de la batalla, lo que le interesa
es saber si ha salido de ella con vida Absalón. No pudo alegrarse con el
triunfo porque su hijo Absalón había muerto. Lo que podría haber sido una
victoria y el final de una rebelión incómoda, llena de dolor a David, que
muestra una vez más un gran corazón.
El rey se estremece, se retira solo a su cuarto y
rompe a llorar. Sollozando decía: « ¡Hijo mío, Absalón; hijo mío, hijo mío
Absalón! ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo
mío!»
La victoria, se transformó en duelo aquel día para
todo el ejército y el pueblo. Poco a poco, el pueblo de Dios llegará a entender
que no necesita de técnicas militares para acabar con sus enemigos: el verdadero
combate se da «contra las fuerzas del mal que alienan a la humanidad». «Perdonar» es una victoria mayor que
«vencer».
Mientras David llora por su hijo muerto, el ejército
vencedor no se atreve a celebrar el triunfo y entra en la ciudad a escondidas.
Tristemente vencedor, David ve volver a él, pidiéndole perdón, a cuantos le
habían traicionado, atacado o insultado. A todos perdona, los restablece en sus
cargos y bienes.
El gran corazón de David recuerda la inmensidad del
amor de Dios. Como David no quería la muerte del hijo, por rebelde que fuera,
así Dios nos dice: «yo no quiero la muerte del pecador, sino que se
convierta y viva».
Después del milagro de la “tempestad calmada” y del
“endemoniado liberado” nos encontramos hoy otros dos milagros estrechamente ligados
uno a otro. Estos gestos van realizando una progresión en la fe de los discípulos. San Marcos nos
va llevando paulatinamente a creer
en el poder de la resurrección de Jesús.
Los dos milagros están muy ligados: son dos mujeres las destinatarias de la acción salvadora de
Jesús. La edad de la niña, es igual a la cantidad de años de enfermedad
de la mujer. Ambas, por ser mujeres y por sus enfermedades
son consideradas impuras y
están excluidas de la sociedad.
El relato comienza con la llegada de Jairo,
un jefe de sinagoga que viene al
encuentro de Jesús a pedirle que salve a su hija. Este gesto pone de
manifiesto que la sinagoga se
declara impotente para dar vida; sus líderes no pueden luchar contra la
muerte. La ley por encima del ser humano los ha encerrado en un círculo de
muerte.
Una vez que Jesús accede a este pedido, entre la
multitud que acompaña a Jesús hacia la casa de Jairo, surge una mujer, que durante muchos años ha cargado con una enfermedad triplemente grave, por el
sufrimiento físico, el empobrecimiento económico, y su exclusión religiosa. La
mujer enferma no se atreve a pedir: se acerca disimuladamente y lo toca. Al
instante sintió la curación, y Jesús, también al instante, sintió que una
fuerza salía de Él. La mujer ha
tocado la fuente de la vida.
De Jesús no brota otra cosa que la vida en plenitud. Jesús busca quien lo ha tocado. La mujer se acerca con temor porque
sabe que con su actitud ha hecho impuro al Maestro. El Señor mismo provoca la
confesión. Deliberadamente quiere que esta mujer que se escondía, saliera del
anonimato. La obliga a darse a
conocer para que entre en relación personal con Él. La hace pasar de la
creencia mágica, a una fe verdadera. La fe es una relación personal con Jesús.
Ahora si, Jesús “vuelve a darle”, la curación que había “robado”.
La fe es condición fundamental para que se obren
los milagros. No es el contacto con su ropa lo que la salvó, sino el
encuentro personal con Jesús a través de la fe.
Llegan entonces unos mensajeros para avisar que la
niña ha muerto.
Jesús habla con el padre de la niña para pedirle que siga teniendo fe. Para Jairo es la prueba mayor. Cuando llegan, a pesar de que la liturgia de la muerte ya había comenzado, la fuerza del Reino de la vida ocupa su lugar. Jesús, toma a la niña de la mano y le ordena que se levante.
Jesús habla con el padre de la niña para pedirle que siga teniendo fe. Para Jairo es la prueba mayor. Cuando llegan, a pesar de que la liturgia de la muerte ya había comenzado, la fuerza del Reino de la vida ocupa su lugar. Jesús, toma a la niña de la mano y le ordena que se levante.
“Tu fe
te ha salvado” y “No temas, solamente ten fe” son la clave
de esta Buena Noticia. Jesús no nos pide otra cosa: tener fe. Y esto a veces
sucede en situaciones de muerte y desesperantes. En esos momentos necesitamos
escuchar que Él nos grita con fuerza: levántate, no te quedes ahí, no te dejes
vencer por la muerte, Yo soy tu salvador, te estoy llamando, me estoy
ocupando de tu vida, quiero que vivas, que andes en pie, que seas fuente de
alegría y esperanza para todos.
Ante la enfermedad, como experiencia de debilidad y la muerte, como el gran
interrogante, la Iglesia debe
anunciar la respuesta positiva de Cristo. Ambas tienen en
Cristo, no una solución del enigma, pero sí un sentido profundo. Dios nos tiene
destinados a la salud y a la vida. Eso se nos ha revelado en Cristo Jesús y su
promesa sigue en pie: “El que cree en mi, aunque muera, vivirá; el que
me come tiene vida eterna”.
Alrededor de Jesús surge la vida, la muerte es vencida y los
desesperanzados renacen. Por la fe, celebramos la vida nueva que surge de la muerte de
Jesús, esperamos contra
toda esperanza, que la vida es más fuerte que la muerte aunque esta aparezca
siempre como más poderosa con el rostro de la violencia, el caos, el dolor. El
misterio de la vida está siempre cercano a la muerte; y la vida está ligada esencialmente al amor,
y el amar consiste en dar la vida, dando vida libremente hasta la muerte.
El odio, el egoísmo, la insolidaridad, la injusticia, la pasividad engendran muerte. Quién lucha contra las formas de
muerte, crea y comunica vida. Quién arriesga
su vida y corre la carrera que le toca, sin retirarse, cansarse, desanimarse; quien da su vida por amor, hace
posible la esperanza y la vida de los otros. Sólo el amor crea vida y la devuelve a quien la ha perdido.
PARA
DISCERNIR
¿Me acerco a Jesús buscando el encuentro o sólo
interesadamente?
¿Creo en su poder salvador?
¿Acepto sus caminos y sus tiempos?
REPITAMOS Y
VIVAMOS HOY LA PALABRA
…Fijamos nuestros ojos en Vos, Jesús…
PARA LA
LECTURA ESPIRITUAL
…”Vivir como cristianos significa creer que Jesús es
el Hijo de Dios hecho hombre y crucificado por nuestros pecados. Aunque conoció
la muerte, no fue retenido por sus lazos, sino que se levantó de entre los
muertos y resucitó, y vive ahora para siempre de la vida del Dios vivo. Al
ofrecer su vida al Padre por nosotros, recibió el poder de recuperarla. La cruz
de Jesús se ha convertido así, por la omnipotencia del amor divino, en la cruz
gloriosa, victoriosa y vivificante. Ella es ahora para nosotros la fuente de
todo bien, de toda alegría y de toda curación. Es el camino de la libertad, así
como el único secreto de la verdadera esperanza. Es para nosotros la fuente de
la vida.
Sólo si dirigimos una mirada apaciguada y renovada a
Jesús en la cruz empezaremos a aprender el amor de nuestro Dios. Sí, la cruz de
Jesús nos revela la misericordia infinita de Dios: Jesús, dando su vida por
nosotros, nos muestra que Dios es amor (cf. 1 Jn 4,8b).
Mantener fija la mirada sobre Jesús en la cruz, con la
sencillez de una oración contemplativa, significa estar en relación viva con el
Hombre-Dios entregado por nosotros, por amor a nosotros. No se trata de un
problema para debatir: es el fuego del amor divino que quiere purificar,
iluminar, incendiar nuestro corazón de creyentes. A este respecto, nada nos
prueba la realidad de este amor ofrecido como la sangre derramada de Jesús. Al
derramar toda su sangre por nosotros, nos muestra Jesús que su muerte es
verdaderamente la muerte de un hombre, una muerte que tuvo lugar al término de
los sufrimientos que le infligió la violencia de los hombres y que fueron
aceptados por él. Meditar sobre la sangre de Jesús significa descifrar la
prueba de su amor, de su amor que se entregó libremente y sin resistencia
alguna en manos de los pecadores”…
J.-P. van Schoote – J.-C. Sagne, Miseria y misericordia, Magnano
1992, pp. 46-48, passim.
PARA REZAR
Oración del enfermo para aceptar la enfermedad
Señor, me coloco delante de Ti en actitud de oración.
Sé que Tú me oyes, penetras y ves.
Sé que estoy en Ti y que tu fuerza está en mí.
Mira este cuerpo mío marcado por la enfermedad.
Tú sabes, Señor, cuánto me cuesta sufrir.
Sé que Tú no te alegras con el sufrimiento de tus hijos.
Dame, Señor, fuerza y coraje para vencer
los momentos de desesperación y de cansancio.
Conviérteme en paciente y comprensivo, simple y modesto.
En este momento, Te ofrezco todas mis preocupaciones,
angustias y sufrimientos, para que yo sea más digno de Ti.
Acepta Señor que yo una mis sufrimientos a los de tu Hijo Jesús que,
por amor a los hombres, dio la vida en lo alto de la cruz.
Y ahora yo te pido, Señor: ayuda a los médicos
y enfermeras a tener la misma dedicación
y amor a los enfermos. Amén.
LECTIO
DIVINA
¡Niña, yo te lo ordeno,
levántate!
+ Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Marcos
5, 21-43
Cuando Jesús
regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su
alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la
sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con
insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que
se cure y viva.» Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba
por todos lados.
Se encontraba
allí una mujer que desde hacia doce años padecía de hemorragias. Había sufrido
mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado;
al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le
acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con
sólo tocar su manto quedaré curada.» Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella
sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio
cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y,
dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?»
Sus discípulos
le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te
ha tocado?» Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la
mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido,
fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo:
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad.
Todavía estaba
hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le
dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?» Pero
Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No
temas, basta que creas.» Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro,
Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.
Allí vio un
gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: «¿Por qué se
alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme.» Y se burlaban de
él.
Pero Jesús
hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los
que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo:
«Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!» En seguida la
niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces,
se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de
lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer. Palabra del Señor.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
Guías para la
lectura:
Marcos nos
acerca dos personajes que viven sus angustias personales de salud. La misma se
ve agravada o son representadas por la discriminación que sufren dada su
condición ante la religiosidad judía opresiva. La mujer ritualmente impura y el
principal de la sinagoga que no encuentra solución estructural a la inminente
muerte de su hija. Ellos no temen ahora ser oprimidos por la multitud.
Buscan al Mesías. Están aquí hermanados por sus historias y sus búsquedas.
Marcos las hermana claramente al llamarlas a ambas hijas. También son
hermanadas alrededor del número doce (doce años de enfermedad y doce de vida).
El peregrinaje
de los dos personajes hacia la libertad en Cristo, son distintos en su
historia, pero están suficientemente emparentados en su búsqueda y resistencias
y desalientos que debieron enfrentar.
El jefe de la
sinagoga tuvo que superar una dura prueba de obstáculos de status
religioso-político. A pesar de su cargo y de las posibles consecuencias que iba
a tener que afrontar, se decidió a ir en búsqueda pública de Jesús. Le suplicó
insistentemente reconociendo su señorío. Tuvo que ir apretujado por la gente
siguiendo a Jesús. Ante la urgencia de la situación tuvo que “soportar” la
dilación de que Jesús se detuviera a atender el toque de su manto,
imperceptible para todos menos para Jesús y la mujer. Tuvo que enfrentar la
terrible noticia que los suyos le adelantan cuando finalmente llega a su casa:
“Tu hija ha muerto”. Venciendo el temor, aferrado sólo a la fe en Jesús, tuvo
que atravesar los grupos de lloronas que ya estaban realizando su tarea a la
entrada de su casa. Escuchó cómo se burlaban de Jesús cuando ante el
cadáver de su hija diagnosticó que sólo se encontraba dormida. Pero finalmente
vio la mano de Cristo dando vida a su niña. Peregrinó hasta la mano sanadora y
liberadora de Jesús.
La mujer vivió
un derrotero igualmente desalentador. Desde hacía doce años sufría esa terrible
enfermedad que, además de sus consecuencias físicas, la declaraba ritualmente
impura por la ley mosaica. A pesar de sus limitaciones se hizo paso entre la
multitud que apretaba a Jesús. Su única esperanza era poder tocar su manto.
Esperanza que no tenía, en ese momento más sustento de efectividad más allá de
su fe. Finalmente cuando logró su cometido, tuvo temor al notar que Jesús se
había dado cuenta de que le habían tocado y se detuvo a preguntar quién había
sido. Enfrentó la incredulidad de los discípulos que no le dieron trascendencia
a un simple toque en medio de apretujones y aprietes. Se postró ante los pies
de Jesús delante de toda la multitud temblando y asustada. Tuvo que declarar
públicamente su silenciosa y solitaria enfermedad. Peregrinó hasta tocar a
Jesús y quedó libre y sana.
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
Preguntas para
la meditación:
¿Qué
sentimientos, frustraciones, dolores y contratiempos tuvo que vencer el jefe de
la sinagoga? ¿Con qué sector social – religioso se identifica?
¿Qué
sentimientos, frustraciones, dolores y contratiempos tuvo que vencer la mujer?
¿Con qué sector social – religioso se identifica?
¿Cuál fue la
actitud de Jesús con ellos? ¿Cuál la de la multitud? ¿Cuál la de los
discípulos? ¿Cuál hubiera sido la mía?
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR
DEL TEXTO BÍBLICO?
Señor, tantas
veces necesito acercarme a “tocar tu manto” o “tomarte la mano” y hay tantas
barreras que parecen impedirlo. Ayúdame a confiar totalmente en tu amor
liberador y tu sanidad integral para mi vida.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL
TEXTO BÍBLICO?
Reflexiono en
las circunstancias de las dos historias en ese momento y en la acción de Jesús.
Medito en
situaciones similares que se pueden presentar hoy y en cuál sería la actitud de
Jesús y cuál la mía.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL
TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para
la acción:
¿Estoy
dispuesto a vencer desalientos, frustraciones y oposiciones en pos de poner mi
fe en Jesús?
¿A quién o
quiénes conozco que viven esas situaciones y cómo puedo actuar con la
sensibilidad y el amor liberador y personal de Jesús?
¿Con quién
compartiré lo reflexionado en la Lectio de hoy?
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