Es
Juan a quien yo decapité que ha resucitado
PRIMERA
LECTURA
Lectura del libro del Eclesiástico Ecli. 47,2-11
Como la grasa es lo mejor del sacrificio, así David es
el mejor de Israel. Jugaba con leones como con cabritos, y con osos como con
corderillos; siendo un muchacho, mató a un gigante, removiendo la afrenta del
pueblo, cuando su mano hizo girar la honda, y derribó el orgullo de Goliat.
Invocó al Dios Altísimo, quien hizo fuerte su diestra para eliminar al hombre aguerrido
y restaurar el honor de su pueblo. Por eso le cantaban las mozas, alabándolo
por sus diez mil. Ya coronado, peleó y derrotó a sus enemigos vecinos, derrotó
a los filisteos hostiles, quebrantando su poder hasta hoy.
De todas sus empresas daba gracias, alabando la gloria
del Dios Altísimo; de todo corazón amó a su Creador, entonando salmos cada día;
trajo instrumentos para servicio del altar y compuso música de acompañamiento;
celebró solemnemente fiestas y ordenó el ciclo de las solemnidades; cuando alababa
el nombre santo, de madrugada, resonaba el rito. El Señor perdonó su delito y
exaltó su poder para siempre; le confirió el poder real y le dio un trono en
Jerusalén.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 18 (17) 31.47
R: Bendito sea mi Dios y Salvador
Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
él es escudo para los que a él se acogen. R.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre. R.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 14-29
El
rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas
partes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se
manifiestan en él poderes milagrosos» Otros afirmaban: «Es Elías.» Y otros: «Es
un profeta como los antiguos.» Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre
es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado.»
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de
Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque
Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano.»
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo
respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo
oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un
día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños,
ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de
Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus
convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y
le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la
mitad de mi reino.» Ella fue a preguntar a su madre: « ¿Qué debo pedirle?» «La
cabeza de Juan el Bautista», respondió esta.
La
joven volvió rápidamente a donde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero
que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
El
rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados,
no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de
Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre
una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo
sepultaron.
Palabra del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
Hoy, antes de seguir con la historia de Salomón,
hacemos una breve incursión en el
libro del Eclesiástico (Ben Sira), para escuchar un canto de alabanza a la figura de David,
cuya historia hemos ido leyendo en estas semanas.
El canto de Ben Sira resume lo
que representa David para la historia de este pueblo de Israel, y por tanto
también para nosotros, porque somos sus herederos. No podemos olvidar que Jesús
de Nazaret, el Mesías, ha venido de la casa de David y los evangelios le llaman
muchas veces «hijo de David».
Además de recordar episodios más o menos llamativos de su vida; de niño,
de joven, de rey, con una rápida alusión a su
pecado y a su perdón; el autor del libro
sapiencial resalta sobre todo lo
litúrgico y cultual que realizó David en su papel sacerdotal al frente del
pueblo: daba gracias y alababa a Dios, entonaba salmos cada día,
compuso música para el culto e introdujo instrumentos, celebró solemnes
fiestas, ordenó el ciclo del año litúrgico.
Su obra, fue social y
políticamente decisiva para su pueblo, también en cuanto a la vida religiosa.
Con sus defectos y fallos David,
fue un gran hombre y
un creyente, y Dios no le retiró su favor.
Es una figura precursora del Mesías: “el
Hijo de David”, Cristo Jesús.
La actividad misionera de Jesús, prolongada ahora en los discípulos, extiende la fama pero también los interrogantes sobre su persona. Entre el envío de los discípulos y
el regreso de su misión, Marcos introduce dos relatos, en el
primero la gente opina sobre Jesús y
en el segundo se presenta el
martirio de Juan el Bautista.
El evangelista, de forma sutil pero clara, está anunciando la suerte que correrá
Jesús con su predicación tan impetuosa y transformadora, y la posible
suerte que correrían el grupo de sus discípulos, si se comprometen con seriedad
y dedicación al anuncio de la llegada inminente del Reino, y de la necesidad de
un cambio de vida para asumir esta causa.
Juan el Bautista es admirado por su ejemplo de entereza en la
defensa de la verdad y su valentía en la denuncia del mal. Por eso Herodes lo
aprecia y respeta, a pesar de que, esa denuncia lo perjudicaba. Pero la
debilidad de este rey, que le había quitado injustamente la mujer a su hermano
Felipe, y las intrigas de la mujer y de su hija, acabaron con su vida. El profeta no podía permanecer imparcial
ante esta injusticia.
Herodías, aprovechó la fiesta de cumpleaños de Herodes
y utilizando a su hija como señuelo, la hizo danzar. Esto agradó tanto a
Herodes que prometió a la joven darle lo que pidiese, incluso si fuera
necesario la mitad de su reino. A Herodías, le bastó la cabeza del profeta.
Herodes por no quedar mal ante la corte se ve obligado a cumplir su promesa.
Juan el Bautista es fiel, hasta sus
últimas consecuencias, a Aquel que
lo envió. Al entregar su vida, da
paso para que la Buena Nueva del amor de Dios, a los
hombres, se centre sólo en Aquel que Dios nos envía.
Si bien el
Señor no pide a todos los cristianos que derramen su sangre en
testimonio de su fe, reclama de
todos una firmeza heroica para proclamar la verdad con la vida y la palabra en
medio del mundo, en las circunstancias en las que nos ha colocado la
vida. Habrá ocasiones en las que no
podremos permanecer en silencio, sino que tendremos que denunciar el mal allí
donde se manifiesta. No podemos
pasar de largo ante la pobreza, el hambre provocada por sistemas
injustos. No podemos cerrar la
boca ante los desvalidos que son injustamente tratados. No podemos poner la mirada en otra parte
cuando vemos el deterioro que la droga, la falta de oportunidades
y una cultura vacía de valores, provocan en las generaciones más jóvenes.
Pero no sólo podemos limitarnos a denunciar el
pecado; Cristo tiene que llegar a
todos como verdad, vida y camino de salvación. Por eso, abiertos al Evangelio
y a las inspiraciones del Espíritu Santo, tenemos que ser creativos, al
proponer caminos que, desde el Evangelio, ayuden al hombre a verse libre de sus
esclavitudes.
Derramar hoy nuestra sangre por fidelidad al
Evangelio, es no tener miedo a
derramar nuestro tiempo, nuestras capacidades en la lucha por el bien de nuestros hermanos, con la certeza que sólo el Señor es nuestra herencia. Vivamos en plenitud nuestro compromiso con el Señor y, con la misión que Él nos ha confiado, con palabras valientes, pero sobre todo con una vida coherente que sea como un signo profético en medio de un mundo que levanta altares a dioses falsos.
derramar nuestro tiempo, nuestras capacidades en la lucha por el bien de nuestros hermanos, con la certeza que sólo el Señor es nuestra herencia. Vivamos en plenitud nuestro compromiso con el Señor y, con la misión que Él nos ha confiado, con palabras valientes, pero sobre todo con una vida coherente que sea como un signo profético en medio de un mundo que levanta altares a dioses falsos.
PARA
DISCERNIR
¿Vivimos la verdad del Evangelio a medias?
¿Nos animamos a dar un paso más aunque nos cueste
tiempo y renuncias?
¿Estamos dispuestos nosotros, a seguir el camino
de la entrega incondicional?
REPITAMOS Y
VIVAMOS HOY LA PALABRA
…Mi corazón no temerá…
PARA LA
LECTURA ESPIRITUAL
…Ésta fue la tarea de Jesús como sumo sacerdote de la
nueva alianza, mediador entre el Padre y la humanidad pecadora: en primer
lugar, abrió el acceso al santo de los santos y lo recorrió él mismo. Allí es
donde Jesús ora ahora, en este «ahora» sin límites de la eternidad que nuestro
tiempo creado no puede fijar ni hacernos alcanzar, a no ser a través de la
oración. Jesús es así, para siempre, el hombre de la oración, nuestro sumo
sacerdote que intercede. Tal es y tal permanece así «ayer, hoy y siempre» (Heb
13,8). Allí arriba, en Jesús resucitado, se encuentra también la fuente perenne
de nuestra oración de aquí abajo. Gracias a la oración estamos cerca de él,
rotos y sobrepasados los límites del tiempo, y respiramos en la eternidad,
manteniéndonos en presencia del Padre, unidos a Jesús.
Para llegar allí es necesario recorrer aquí abajo el
mismo camino que el Salvador, no hay ningún otro: el de la cruz y el de la
muerte. La misma carta a los Hebreos observa que Jesús padeció la muerte fuera
de las puertas de la ciudad. En consecuencia, los cristianos también deben
salir «a su encuentro fuera del campamento y carguemos también nosotros con su
oprobio (Heb 13,13), es decir, la vergüenza de la cruz. Todo bautizado lleva en
él el deseo de este éxodo hacia Cristo. «No tenemos aquí ciudad permanente,
sino que aspiramos a la ciudad futura (Heb 13,14), allí donde está presente
Jesús ahora. También nosotros estamos ya allí, en la medida en que, mediante la
oración, habitamos junto a él. «Así pues, ofrezcamos a Dios sin cesar por medio
de él un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que bendicen
su nombre» (Heb 13,15). En efecto, el cristiano, que camina tras las huellas de
Jesús, ofrece como él un sacrificio de oración. Confiesa e invoca
constantemente su nombre. Y después, en el amor, comparte todo con sus
hermanos”…
A. Louf, El espíritu ora en nosotros, Narcea,
Madrid 1985.
PARA REZAR
ORACIÓN DE UN MISIONERO MÁRTIR
Que mis manos sean las tuyas.
Que mis ojos sean los tuyos.
Que mi lengua sea la tuya.
Que mis sentidos y mi cuerpo
no sirvan sino para glorificarte.
Que mis ojos sean los tuyos.
Que mi lengua sea la tuya.
Que mis sentidos y mi cuerpo
no sirvan sino para glorificarte.
Pero sobre todo: transfórmame:
¡Que mi memoria, mi inteligencia,
mi corazón, sean tu memoria,
tu inteligencia y tu corazón!
¡Que mi memoria, mi inteligencia,
mi corazón, sean tu memoria,
tu inteligencia y tu corazón!
¡Que mis acciones y mis sentimientos,
sean semejantes a tus acciones y
a tus sentimientos! Amén
sean semejantes a tus acciones y
a tus sentimientos! Amén
Juan Gabriel Perboyre – (Patrono de Oceanía)
LECTIO
DIVINA
Este hombre es Juan, a quien
yo mandé decapitar,
y que ha resucitado
y que ha resucitado
+ Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Marcos
6, 14-29
El rey Herodes
oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes.
Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él
poderes milagrosos» Otros afirmaban: «Es Elías.» Y otros: «Es un profeta como
los antiguos.» Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a
quien yo mandé decapitar y que ha resucitado.»
Herodes, en
efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer
de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes:
«No te es lícito tener a la mujer de tu hermano.» Herodías odiaba a Juan e
intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era
un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero
lo escuchaba con gusto.
Un día se
presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un
banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La
hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados,
que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le aseguró
bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi
reino.» Ella fue a preguntar a su madre: «¿Qué debo pedirle?» «La cabeza de
Juan el Bautista», respondió esta.
La joven
volvió rápidamente a donde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me
traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
El rey se
entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso
contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El
guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una
bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los
discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del
Señor.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
Guías para la
lectura:
En apariencia
Herodes Antipas tenía todo el poder en Galilea. En sus manos no sólo reposaba
el poder sobre las decisiones políticas y jurídicas generales, sino algo mucho
más serio, el decidir sobre la vida y la muerte de las personas. Sin
embargo, tenía la del autoritario, no tenía dominio y poder sobre sí mismo y
mucho menos sobre los caprichos de su concubina Herodías.
Herodes tenía
una relación de admiración, odio, miedo y curiosidad sobre Juan el Bautista.
Sin dudas, no era una persona que le pasara desapercibida. Especialmente porque
éste había desaprobado públicamente su inmoral unión con Herodías, la mujer de
su medio hermano Felipe. Sin embargo, Herodes “respetaba a Juan, sabiendo
que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba
perplejo, pero lo escuchaba con gusto.”
Herodías, sin
embargo odiaba sin atenuantes a Juan. No soportaba sus denuncias morales y por
ello, hizo todo lo posible para que Herodes lo arreste. Pero no estaba
satisfecha, deseaba acallar sus denuncias proféticas definitivamente con su
muerte. La oportunidad fue la fiesta de cumpleaños de Herodes y el “anzuelo” su
propia hija. El riesgo de perder su parte en el reino de Herodes le hizo
imaginar que matando al profeta de Dios, ganaba mucho más que “la mitad del
reino”, lo obtenía todo.
Herodes tenía
más temor a Herodías y a quedar desaprobado por no cumplir “con su palabra”
frente a los altos dignatarios invitados a su banquete, que a cometer un
homicidio injusto. Por ello, cuando Herodías instruye a su hija para que, ante
la solicitud afiebrada de Herodes, le pida la cabeza de Juan el Bautista, este
rey (o tetrarca) no tiene el valor y la autoridad para negarse. Sus palabras lo
habían condenado a él primero y luego fueron vehículo de muerte para Juan.
Fueron un anuncio inequívoco de la suerte que iba a correr más adelante el mismísimo
Jesús.
Esa postura
esquizofrénica y corrupta que Herodes tenía del poder, lo torturó el resto de
su vida. El texto comienza diciendo que aún después de su muerte, el rey
veía en Jesús la reencarnación del Bautista. Era una visión sin duda animista
de la resurrección, pero muestra una vez más, que en lo profundo de su ser,
sufría por su poder limitado, ahora por el regreso de sus propios muertos.
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
Preguntas para
la meditación:
¿Existe el poder
terrenal absoluto?
¿Qué
sentimientos de impotencia sufren aquellos que creen tener “el mundo en sus
manos”, incluyendo la vida de las personas?
¿Por qué Jesús
dijo que Juan el Bautista fue el más grande de todos los profetas?
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR
DEL TEXTO BÍBLICO?
Señor, gracias
por la fidelidad y el coraje de Juan al denunciar el pecado de los poderosos.
Dame la fuerza
y la valentía para ser un testigo tuyo incorruptible.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL
TEXTO BÍBLICO?
Reflexiono en
las contradicciones que a veces tienen quienes ejercen el poder y las perversas
influencias que los dominan.
Medito en la
actitud de Juan y en su coherencia de llevar la verdad del Evangelio hasta las
últimas consecuencias.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL
TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para
la acción:
¿Qué hecho
corrupto que conozco estoy callando?
Si estoy en
una posición de autoridad. ¿Le tengo más temor al “qué dirán” o a la palabra de
Dios?
¿Con quién
compartiré lo reflexionado en la lectio de hoy?
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