6 de abril de 2014 - DOMINGO V – Ciclo A
Yo soy la
Resurrección y la Vida.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de
Ezequiel 37, 12-14
Así habla el
Señor:
Yo voy a abrir las
tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo mío, a la
tierra de Israel. Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes,
mi pueblo, sabrán que yo soy el Señor.
Yo pondré mi
espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio suelo, y
así sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo haré -oráculo del Señor-.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 129, 1-2. 3-4. 5-6a y c y 7a. 7b-8
(R.: 7)
R. En el Señor se
encuentra la misericordia y la redención en abundancia.
Desde lo más
profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi
voz!
Estén tus oídos
atentos
al clamor de mi
plegaria. R.
Si tienes en
cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá
subsistir?
Pero en ti se
encuentra el perdón,
para que seas
temido. R.
Mi alma espera en
el Señor,
y yo confío en su
palabra.
Mi alma espera al
Señor,
Como el centinela
espera la aurora,
espere Israel al
Señor. R.
Porque en él se
encuentra la misericordia
y la redención en
abundancia:
él redimirá a
Israel
de todos sus
pecados. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Roma 8, 8-11
Hermanos:
Los que viven de
acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados
por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en
ustedes.
El que no tiene el
Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes,
aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive
a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita
en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos
mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Juan 11, 1- 45
Había un hombre
enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María
era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus
cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a
decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo.»
Al oír esto, Jesús
dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo
de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús quería mucho
a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se
encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después
dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea.»
Los discípulos le
dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres volver
allá?»
Jesús les
respondió: « ¿Acaso no son doce la horas del día? El que camina de día no
tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche
tropieza, porque la luz no está en él.»
Después agregó:
«Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo.»
Sus discípulos le
dijeron: «Señor, si duerme, se curará.» Ellos pensaban que hablaba del sueño,
pero Jesús se refería a la muerte.
Entonces les dijo
abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado
allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo.»
Tomás, llamado el
Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con
él.»
Cuando Jesús
llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.
Betania distaba de
Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a
Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús
llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dio a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría
muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.»
Jesús le dijo: «Tu
hermano resucitará.»
Marta le
respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dijo: «Yo
soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo
el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Ella le respondió:
«Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al
mundo.»
Después fue a
llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te
llama.» Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no
había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta
lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al
ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al
sepulcro para llorar allí. María llegó donde estaba Jesús y, al verlo, se
postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no
habría muerto.»
Jesús, al verla
llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado,
preguntó: « ¿Dónde lo pusieron?»
Le respondieron:
«Ven, Señor, y lo verás.»
Y Jesús lloró.
Los judíos
dijeron: « ¡Cómo lo amaba!»
Pero algunos
decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir
que Lázaro muriera?»
Jesús,
conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra
encima, y dijo: «Quiten la piedra.»
Marta, la hermana
del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está
muerto.»
Jesús le dijo: «
¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron
la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias
porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero le he dicho por esta gente que
me rodea, para que crean que tú me has enviado.»
Después de decir
esto, gritó con voz fuerte: « ¡Lázaro, ven afuera!»
El muerto salió
con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario.
Jesús les dijo:
«Desátenlo para que pueda caminar.»
Al ver lo que hizo
Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Los hombres no queremos sufrir por eso
intentamos evitar, como sea, el dolor, la desgracia y la destrucción inevitable
a la que estamos sujetos. Sin embargo, sabemos que en el fondo de nuestro ser
está latente siempre la pregunta más seria y difícil de responder: ¿Qué
va a ser de todos y cada uno de nosotros? Cualquiera que sea nuestra
ideología, nuestra fe o postura ante la vida, el verdadero problema al que
estamos enfrentados todos es nuestro futuro. ¿Qué final nos espera?
Tememos la muerte. Huímos de la muerte. No
sólo por ella, y por sus dolores y por la disolución progresiva del cuerpo sino
por lo que ella significa de negación de la existencia, de separación a fondo,
de fin de la vida. Ante la muerte, es precisamente donde aparece con más
claridad «la verdad» de la civilización contemporánea que, curiosamente, no
sabe qué hacer con ella. Ante este desconcierto no hace más que ocultarla
asépticamente y eludir al máximo su trágico desafío.
“El máximo tormento del hombre es el temor
de la desaparición perpetua. La semilla de eternidad que en sí lleva, como es
irreductible a la sola materia, se levanta contra la muerte” (GS 18). El hombre no quiere morir. Porque ha
sido creado por Dios, no para morir, sino para vivir.
Los ejércitos de Babilonia han ocupado
Israel, y han deportado a sus habitantes muy lejos de su patria. Y allá, en los
suburbios de la capital del imperio invasor, viven añorando poder volver a su
tierra. Y allá les habla el profeta. Su situación de exiliados es como estar en
un sepulcro, es como haber muerto. Pero Dios, dice el profeta, no quiere que
continúen en esa situación y los hará volver a la tierra. Esto será
como salir del sepulcro, como recobrar la vida.
Una vez más, el apóstol Pablo, es el que
nos dice: «Si el Espíritu del que resucita a Jesús habita en vosotros, ese
mismo Espíritu dará vida a vuestros cuerpos mortales por el mismo Espíritu que
habita en vosotros.» Pablo no piensa ahora en el futuro, cuando seamos
llevados al cementerio. Nos urge a vivir ya como seres vivientes. Si Adán, el
hombre terrestre, vivió con el espíritu que Dios le infundiera en su cuerpo, ahora
los cristianos debemos vivir con el Espíritu de Cristo.
Betania se encontraba a “unos tres
kilómetros” de Jerusalén. Etimológicamente significa “casa del dolor” y “casa
de ruego”, entre otros. Jesús debió pasar por Betania y comunicar sus planes a
los tres hermanos. Por eso pueden avisarle en seguida y con toda seguridad. La
noticia incluye una súplica discreta de ayuda. Apelando al afecto que los une,
le dan a entender que lo esperan llenas de confianza para que venga a curarlo.
Jesús asegura que la enfermedad de su
amigo Lázaro no acabará en la muerte, por eso no parte para Betania hasta el
tercer día. Su retraso es deliberado; deja que el hecho de la muerte se
consume. No ha venido a alterar el ciclo normal de la vida física
liberando al hombre de la muerte biológica, sino a dar a ésta un nuevo sentido.
La resurrección de Lázaro es el último
signo de Jesús antes de su pasión. Sus signos comenzaron con cosas materiales
con la transformación del agua en vino en las bodas de Caná, luego se ha
ocupado de la enfermedad, del hambre; camina sobre el mar como símbolo de su
poder sobre el mal y finalmente derrota a la muerte en su mismo
terreno. El que va al encuentro de la muerte, quiere ponerse delante la
muerte cara a cara.
Cuando llegaron a Betania Marta sale a su
encuentro con pena, con un aire de reproche. Jesús le asegura que su hermano
resucitará. Marta interpreta la resurrección de Jesús como una alusión a la
resurrección de los muertos que sucederá al fin de los tiempos en la que creían
los judíos, con excepción de los saduceos.
Jesús le responde con las palabras cumbres
de este relato: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque
haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.
Por eso deja expresamente morir a Lázaro, a pesar de los ruegos de Marta y
María.
Jesús se conmueve y llora por la muerte de
su amigo. Sin embargo lo resucita para manifestar la gloria de Dios. Si Marta
cree, verá esta gloria de Dios. Su poder sobre la muerte es parte de su misión,
pero no será un «pleno poder» hasta que, exhalando el Espíritu Santo hacia Dios
y hacia la Iglesia, muera en la cruz.
El concepto de “vida” es una de las ideas
claves del evangelio de Juan. El término “vida” y la expresión “vida eterna” no
la refiere Jesús a la resurrección del último día. Jesús se identifica con “la
resurrección y la vida”. No es necesario esperar hasta el “último día” para
poseer la vida eterna, como pensaba Marta.
Jesús no viene a prolongar la vida física,
viene a comunicar la vida que él mismo posee. Una vida que anula la muerte definitiva en el hombre que la recibe. Una vida
que es Él mismo y que comunica a los que lo siguen, y que sólo se consigue en
plenitud en el futuro. Una vida que requiere el nuevo nacimiento del agua y del
Espíritu, y que no depende de la vida biológica. Sin Jesús la muerte es la
destrucción del hombre, el fin de su existencia; para los que creen en Él, sólo
un paso.
Creer en Jesús significa aceptar su forma
de vida como único criterio de la propia vida. El que lo va forjando, se va
transformando desde dentro en un hombre nuevo. Es la salvación que Jesús nos
trae y que solamente podemos ir alcanzando imitando su vida. En esta
redención es toda la vida del hombre la que debe estar comprometida. El
paso de la muerte a la vida definitiva se va realizando a través de toda la
vida, “escuchando” a Jesús y realizando lo escuchado.
Después de la muerte física el discípulo
recibirá, como don del Padre, toda esa vida que ha ido atesorando día a día. La
resurrección de Jesús comenzó en Belén viviendo como uno de tantos; continuó en
Nazaret en su vida de profeta itinerante entregado por el bien de los hermanos.
Su resurrección fue don del Padre, y es consecuencia de todo lo que había ido
avivando desde su nacimiento. La “resurrección” y la “vida eterna, Jesús las
otorga a los que creen en Él ya desde ahora.
La muerte física para el discípulo, por la
que pasará irremediablemente, no será ya una interrupción de la vida, sino
únicamente una necesidad biológica. La resurrección de Lázaro será un anticipo
del don de vida destinado a todo el que cree.
La fe en la resurrección no es la creencia
de una vida como ésta prolongada indefinidamente. Tampoco es sólo una fe en la “otra vida”, en
otra vida que no tuviera que ver en absoluto con la existencia actual en este
mundo.
Creer que Jesús es “la resurrección y la
vida” es estar convencidos de que Él puede resucitar en nosotros todo lo que
está dormido o muerto: la ilusión en el trabajo por la justicia y la libertad,
por la fe y el amor, por la fraternidad universal. Por eso es una fe activa y
en lucha contra lo que se opone a la vida y a la abundancia de la vida para
todos. Por eso es una fe y una esperanza empeñada en la transformación profunda
de esta tierra para que en ella habite la justicia y se manifieste la gloria de
Dios.
Nuestra fe en Jesús está en relación con
la fuerza que empuja nuestra vida. Jesús es para nosotros aquel que puede
llenarnos de vida verdadera, aquel que puede despertar dentro de nosotros todo
lo que está muerto y convertirlo para siempre en salvación, en esperanza, en
renovación.
Los discípulos resucitados por Cristo,
tenemos que continuar su misión vivificadora. La vida y la muerte están
permanentemente en lucha. Nosotros estamos en este combate como defensores de
la vida a todos los niveles.
Defender la vida exige no sólo combatir
todo lo que lleva a la muerte, sino ser creadores de la vida, profetas de la
vida, testigos de otra vida mejor. En la medida en que vivimos en el amor,
optamos definitivamente por la verdad, la libertad y la justicia, nos dejamos
conducir por el Espíritu, y encarnamos las Bienaventuranzas, estamos
proclamando que hay otra vida, distinta de la que se vive, que hay más vida.
Las resurrecciones de Lázaro y de Jesús
son como el signo anticipado de eso a lo que todos debemos aspirar: vivir
aquí y ahora con la nueva vida del Espíritu.
Por la presencia de Jesús y por nuestro
contacto con El ¡podemos volver a la vida! Lo que le ha pasado a Lázaro es el
cumplimiento de la promesa de Ezequiel, se ha infundido el Espíritu, se ha
vuelto a la tierra.
PARA DISCERNIR
¿Cuáles son los sepulcros donde se
encuentra oculta la vida que hay en mí?
¿Qué tiene que resucitar Cristo en mi
vida?
¿Qué cosas me dan muerte aún en vida?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DIA
“Tu Palabra me da vida”
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…La fe, siempre la fe. El Maestro la pide,
la busca, ordena las circunstancias para que nazca y se desarrolle en las
almas. Si permite la muerte del amigo, no es porque no se apiade de la tristeza
y el dolor de Marta y María –le veremos pronto llorar-, sino porque es necesario
un milagro, un gran milagro, para consolidar la fe de los apóstoles antes de la
pasión, ya cercana, que el odio que surge en los judíos por la resonancia de la
resurrección de Lázaro va a precipitar. Esta muerte es para la fe.
Tened confianza, hermanos, cuando vuestras
oraciones parece que no son escuchadas. No penséis que no han tocado el corazón
de Jesús. Si aparentemente han caído en el vacío, no es que él no vea nuestras
lágrimas. Con una mirada certera y sin distracciones, él va siguiendo todos los
avances del mal. Si no viene en el momento esperado, quiere decir que todavía
no ha llegado su hora. Reserva su acción para una conversión que engrandezca y
manifieste más la gloria de Dios, que haga nuestra fe más firme y perseverante.
¡Confianza!
El sabe elegir su momento y, cuando llega
este momento, dice: “Ahora vamos a su casa” (in 11,7). Avisada de la llegada
del Mesías, Marta sale a su encuentro y dice: “Señor, si hubieras estado aquí,
no habría muerto mi hermano” (v. 21). El le responde con una promesa que supera
toda esperanza y parece desconcertar su fe: “Tu hermano resucitará” (v. 23).
Jesús, queriendo que surja y resplandezca la fe y la confianza deseada,
descorre el velo que oculta el íntimo secreto de su alma: “Yo soy la
resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que
está vivo y cree en mí, no morirá para siempre” (w. 25s). La fe de Marta se
sublima; sobrepasa lo creado, llega a lo invisible y acoge la llama del amor
del Salvador allí donde nace, para dispersarse por el mundo: “Sí, Señor: yo
creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”
(v. 27)…
Cardenal Saliége, Escritos espirituales, París 1960,
135s.
PARA REFLEXIONAR
Yo abriré sus sepulcros, pueblo mío,
que no puedo soportar sus tristezas;
yo bajaré a los infiernos de la angustia
y lloraré con ustedes sus penas,
y sembraré de alegría sus vidas
que serán para siempre pura fiesta.
que no puedo soportar sus tristezas;
yo bajaré a los infiernos de la angustia
y lloraré con ustedes sus penas,
y sembraré de alegría sus vidas
que serán para siempre pura fiesta.
Y no puedo tolerar, amigos míos,
que arrastren por más tiempo las cadenas
que los convierten en esclavos miserables.
Los libraré, los llevaré a la tierra
prometida, la tierra de la paz,
la tierra de la felicidad entera.
que arrastren por más tiempo las cadenas
que los convierten en esclavos miserables.
Los libraré, los llevaré a la tierra
prometida, la tierra de la paz,
la tierra de la felicidad entera.
Yo mismo abriré, pueblo mío, los sepulcros
del miedo, el desencanto y las tinieblas;
clavaré mi bandera victoriosa
en la oscuridad de la conciencia,
y les regalaré hasta un lucero vivo
que los alegre y cure la ceguera.
del miedo, el desencanto y las tinieblas;
clavaré mi bandera victoriosa
en la oscuridad de la conciencia,
y les regalaré hasta un lucero vivo
que los alegre y cure la ceguera.
Yo abriré los sepulcros de los odios
que miserablemente los pudren y los entierran;
les daré un corazón nuevo, como el mío,
en el que el amor y la amistad florezcan.
Abriré, pueblo mío, todos los sepulcros,
porque soy Resurrección y Vida plena;
lucharé cuerpo a cuerpo con la muerte,
aunque tenga que morir en la pelea;
pero les juro que ustedes vivirán
y llenaré de mi Espíritu la tierra.
que miserablemente los pudren y los entierran;
les daré un corazón nuevo, como el mío,
en el que el amor y la amistad florezcan.
Abriré, pueblo mío, todos los sepulcros,
porque soy Resurrección y Vida plena;
lucharé cuerpo a cuerpo con la muerte,
aunque tenga que morir en la pelea;
pero les juro que ustedes vivirán
y llenaré de mi Espíritu la tierra.
LECTIO DIVINA
Yo soy la resurrección y la
vida
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 11, 1-45
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo.
Las hermanas
enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo.»
Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús quería
mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se
encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después
dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea.»
Los discípulos
le dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres
volver allá?»
Jesús les
respondió: «¿Acaso no son doce la horas del día? El que camina de día no
tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche
tropieza, porque la luz no está en él.»
Después
agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo.»
Sus discípulos
le dijeron: «Señor, si duerme, se curará.» Ellos pensaban que hablaba del
sueño, pero Jesús se refería a la muerte.
Entonces les
dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber
estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo.»
Tomás, llamado
el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con
él.»
Cuando Jesús
llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.
Betania
distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a
consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que
Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la
casa. Marta dio a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría
muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta le
respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dijo:
«Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y
todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Ella le
respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que
debía venir al mundo.»
Después fue a
llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te
llama.» Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no
había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta
lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al
ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al
sepulcro para llorar allí. María llegó adonde estaba Jesús y, al verlo, se
postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no
habría muerto.»
Jesús, al
verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y
turbado, preguntó: «¿Dónde lo pusieron?»
Le
respondieron: «Ven, Señor, y lo verás.»
Y Jesús lloró.
Los judíos
dijeron: «¡Cómo lo amaba!»
Pero algunos
decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir
que Lázaro muriera?»
Jesús,
conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra
encima, y dijo: «Quiten la piedra.»
Marta, la
hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que
está muerto.»
Jesús le dijo:
«¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?»
Entonces
quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:
«Padre, te doy
gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero le he dicho por esta
gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.»
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!»
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!»
El muerto
salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro envuelto en un
sudario.
Jesús les
dijo: «Desátenlo para que pueda caminar.»
Al ver lo que
hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en Él.
Palabra del Señor.
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías para la lectura:
En el primer
párrafo del relato sobre Lázaro y sus hermanas menciona a los tres por primera
vez, pero cita a las hermanas, María y Marta, como si fueran gente conocida por
los lectores. Esto a pesar de que el suceso del derramamiento de perfume hecho
por María, recién lo relata Juan en el capítulo 12.
Aunque, por la
espectacularidad y profundo significado del milagro, es imprescindible hablar
de este suceso como “la resurrección de Lázaro”, Juan presta mucha atención a
los intercambios entre Jesús y las hermanas. Incluso, el significado del
evento no sale de sí mismo, sino de las conversaciones entre Jesús y,
especialmente Marta (vs.21-27 y 39-40). Es por eso, que la primera mención de
las hermanas a modo de introducción al relato, concuerda con el enfoque que va
a atravesar el hilo narrativo.
Las noticias
que recibe Jesús por parte de María y Marta sobre la grave enfermedad de su
amigo amado (vs.3), inmediatamente son interpretadas por el Señor como una
oportunidad a fin de manifestar la gloria de Dios y la suya (vs. 4). Es más, la
deliberada tardanza de dos días en atender el pedido urgente de socorrer a
Lázaro (vs.6), recibe repuesta cronológica en el vs. 17, circunstancia que se
repite en el vs. 39 en donde se resalta que han pasado cuatro días de la muerte
de Lázaro. El propósito de esa incomprendida dilación es adelantado a los
discípulos antes de partir en el vs. 15 “…a fin de que crean”.
La discusión
con sus discípulos (vs. 7-16) se centra en el conocimiento que ellos ya tenían
de que ir a Judea era una actitud imprudente con riesgo real de muerte
“Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte ¿y quieres volver allá?”
(vs.8). Tratan primero de evitar el viaje minimizando la gravedad de la salud
de Lázaro “…si duerme, se curará” (vs.12). Pero cuando se dan cuenta que la
decisión de Jesús es definitiva “…Vayamos a verlo” (vs.15), e
incomprensible ante lo irremediable “Lázaro ha muerto” (vs.14), Tomás se toma
el atrevimiento de hacer una ironía de mal gusto pero que bien refleja el
estado de ánimo de los discípulos “Vayamos también nosotros a morir con él”.
(vs16).
El primer
hecho saliente luego del viaje de tres kilómetros, lo provoca el encuentro con
Marta (vs.17-27). El mismo se da fuera de la aldea, al igual que el que Jesús
tiene con María (vs. 30), lo que refleja el cuidado pastoral personal que el
Señor tiene por los deudos del difunto, que a su vez son sus amigas. El
sepulcro de Lázaro (una cueva tan amplia a la que se podía entrar y salir
caminando) demuestra que la familia era rica. Lo mismo indica el perfume que
tenía Marta (12.3). Entonces, parece que Lázaro y sus hermanas constituían un
hogar pudiente, conocido por los líderes de Jerusalén. Por eso muchos de ellos
llegaron para consolar a las hermanas. Esta posibilidad también aumenta la
importancia del milagro por la gente importante que serán los testigos de la
resurrección. Siguiendo con el diálogo mantenido entre Jesús y Marta, en
donde ésta realiza un probable reclamo (vs.21) seguido por una declaración de
fe (vs.22) que no tiene cabal idea de lo que está por acontecer (vs.23 y 24)
provoca dos declaraciones centrales en la teología soteriológica y
misionológica juanina. Primero en boca de Jesús: “Yo soy la Resurrección y la
Vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá” (vs.25) y luego en boca de Marta
“Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al
mundo” (vs.27)
El encuentro
con María, tiene similitudes y diferencias con el anterior (vs. 28-40). María
realiza un similar lamento por la ausencia de Jesús en los días agonizantes de
Lázaro “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Es en
este encuentro en donde encontramos el versículo más breve de la Biblia, pero a
su vez el más profundo y significativo en el conocimiento del corazón de Jesús:
“Jesús lloró” (vs.35). ¿Por quién lloró? ¿Por Lázaro? Seguramente no, porque
sabía de su inmediata resurrección. ¡Lloró en solidaridad con el llanto de sus
amigas y su familia! Aun habiendo declarado su extraordinario poder sobre la
muerte (vs. 25), Jesús no ignora la tragedia que significa cuando ésta golpea
la puerta de sus hermanos y los acompaña con sus propias lágrimas. ¡Qué
consuelo enorme para todos nosotros, en momentos de duelo personal!
Los sucesos se
desencadenan rápidamente entre los versículos 41 al 45. Juan relata la
resurrección de Lázaro con una sencillez impresionante. En el momento de
levantar a Lázaro de entre los muertos, Jesús oró. Pero fue una oración un poco
extraña, ya que la segunda (y más amplia) parte (vs.42) parece ser un
comentario sobre la primera parte (vs.41). El propósito del milagro se perdería
si no se lo identificara con el de ser un signo de que Jesús había venido del
Padre (11.42) y que nuevamente tiene importancia directa con el objetivo
narrativo de Juan en la utilización de estos signos (20.31-32).
La potente voz
de Jesús que Juan describe en forma de grito “¡Lázaro, ven afuera!” son una
acabada muestra de la autoridad del Señor sobre los poderes de la muerte. San
Agustín decía que si Jesús no hubiera acotado su llamado al nombre de Lázaro,
con la potencia de su voz, todos los muertos del poblado hubieran salido de sus
sepulturas.
El rol de los
espectadores fue relativamente activo, tuvieron que correr la piedra (vs.41) y
quitarle las vendas (vs.44). Los efectos sobre éstos fueron trascendentes
“Al ver lo que hizo Jesús, muchos…creyeron en él” (vs.45).
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Preguntas para la meditación:
Ø ¿Qué
significado puede tener el uso de los tiempos que hace el Señor en su soberana
voluntad frente a nuestras urgencias?
Ø ¿Con
quién o quiénes me identifico más en el relato? ¿Con Tomás, María o Marta?
Ø ¿Qué
me dicen sobre el carácter de Jesús las emociones de conmoción, turbación y
llanto resaltadas por Juan?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO
BÍBLICO?
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Señor, Tú que
eres la Resurrección y la Vida, aumenta mi fe para que pueda afrontar con
templanza los momentos de duelo y en un futuro mi propia partida.
Señor, te
alabo porque Tú eres el primero en “llorar con el que llora” y dar consuelo
personal y pastoral a los que están viviendo momentos de duelo y aflicción.
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
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Me
“introduzco” en toda la escena, meditando sobre la sorpresa y miedo de los
discípulos, las tristezas y preguntas de María y Marta, la paz de las palabras
de Jesús y el asombro por su voz portentosa llena de esperanza y vida.
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
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Preguntas para la acción:
Ø ¿Cómo
voy a entender la soberanía de Dios ante los sucesos dolorosos de la vida, a la
luz del manejo de los tiempos que hace Jesús?
Ø ¿Cómo
voy a vivir hoy teniendo estas promesas de esperanza para mañana?
Ø ¿Con
qué persona cercana que ha sufrido una pérdida cercana voy a compartir lo que
el Señor me recordó en este día?
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