17 de mayo de 2014



PRIMERA LECTURA
Lectura de los Hechos de los Apóstoles    13, 44-52

    Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios. Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias contradecían las palabras de Pablo.
    Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron:
    «A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos. Así nos ha ordenado el Señor: Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra.»
    Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe. Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región.
    Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de su territorio. Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos, se dirigieron a Iconio.
    Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.
Palabra de Dios.

SALMO    
Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4 (R.: 3cd) 
R.    Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.

    Canten al Señor un canto nuevo,
    porque él hizo maravillas:
    su mano derecha y su santo brazo
    le obtuvieron la victoria. R.

    El Señor manifestó su victoria,
    reveló su justicia a los ojos de las naciones:
    se acordó de su amor y su fidelidad
    en favor del pueblo de Israel. R.

    Los confines de la tierra han contemplado
    el triunfo de nuestro Dios.
    Aclame al Señor toda la tierra,
    prorrumpan en cantos jubilosos. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Juan    14, 7-14

    Jesús dijo a sus discípulos:
    «Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto.»
    Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta.»
    Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
    Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
    Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.»
Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

El sábado que siguió a la predicación de Pablo en la sinagoga de Antioquía de Pisidia casi toda la ciudad se congregó para oír la palabra de Dios. Ocho días después, la buena noticia del Evangelio había recorrido toda la ciudadLos judíos al ver lo que sucedía se llenaron de envidia y contradecían con blasfemias todo lo que Pablo anunciaba.
Los apóstoles, después de haber predicado primero a los judíos en las sinagogas, se verán obligados a dirigirse a los gentiles en los que encontraron oyentes mejor dispuestos. El pueblo de la antigua alianza había sido elegido primero, pero por esto no podían pretender monopolizar la salvación de Dios. Su elección era sólo el inicio de algo que tenía que extenderse a todos los pueblos.
El Dios creador del cielo y de la tierra ama a todos los hombres y quiere que todos se salven. Pablo y Bernabé llevan adelante algo que repetirán en muchas ciudades: si son rechazados por los judíos, van a predicar a los paganos. Siempre siguen el mismo orden: «anuncian primero la Palabra de Dios a los judíos, pero cuando la rechazan, se dedican a los gentiles». Esto era para lo que Dios había elegido particularmente a Pablo.
Al oír esto, los paganos se alegraron y glorificaban a Dios. Sin embargo los judíos incitaron a algunos notables del país y promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé; estos sacudiendo ante ellos el polvo de sus pies, se fueron a Iconio.
***
En el momento de la partida de Jesús de este mundo al Padre, el anhelo profundo y escondido de todo hombre de querer ver al Padre aparece en los labios de Felipe. En el evangelio nos encontramos con la médula de la revelación que Jesús hace de su propia persona y de su relación con el Padre. Los apóstoles creen que podrían ver al Padre como ven al Hijo. El Padre no es accesible a las miradas, sino a la contemplación, y esta se apoya en el signo por excelencia que es mismo Hijo y sus obras.
La pregunta de Felipe conduce a Jesús a la afirmación decisiva de que Él está en el Padre y el Padre en Él y que Él mismo hace las obras del Padre. Al Padre nadie lo ha visto: pero el que ha visto a Jesús, ya ha visto al Padre.
El que cree y acepta a Cristo, ha creído y aceptado al mismo Dios. Jesús es la puerta, el camino, la luz, y en él tenemos acceso a Dios Padre. También la fecundidad de nuestra oración queda asegurada al pedir “en el nombre de Jesús”. Pedir “en el nombre de Jesús” equivale, efectivamente, a pedir la presencia de Cristo en el actuar humano, a fin de que sea verdaderamente signo de la presencia de Dios.
Tenemos en Jesús al mediador más eficaz: su unión íntima con el Padre hará, si nosotros estamos unidos a Él, que nuestra oración sea siempre escuchada.
El conocimiento que pide Jesús a Felipe significa pasar de una lógica, racional y fría, a tener ojos para la realidad interior. Esta es la mirada de fe que pide Jesús a Felipe. Dios no es algo que está arriba, ni abajo; está entre los hombres y se llama Jesús.
Jesús es el rostro del Padre, la imagen acabada del Padre. Está entre nosotros, acompaña nuestra existencia, vela por nuestra vida, tiene compasión de los enfermos, atiende a los pobres. Sus predilectos son los excluidos, los pecadores, los menospreciados de la sociedad. Va en busca de la oveja descarriada a la que trae sobre los hombros.
Jesús, el rostro del Padre, nos da esperanza a los hombres de que un día, después de haber caminado en esta tierra, se nos regalará la vida definitiva en Dios.
Donde hay hombres y mujeres que tienen la mirada limpia y el corazón abierto para recibir a sus hermanos, donde hay alguien que ama y anda por un camino que le puede costar su tranquilidad por vivir a favor de sus hermanos, donde existen hombres que no se preocupan obsesivamente del mañana porque viven en las manos del Padre, allí está Dios. Dios anda entre las cosas de esta vida y está hablando: hay que saber escucharlo.
A través de Jesús, el amor del Padre seguirá manifestándose en la ayuda a los discípulos para su misión. Esa es nuestra certeza más profunda y la fuente de todo gozo a pesar de las dificultades y persecuciones.

PARA DISCERNIR

¿Qué rostro de Dios ando buscando?
¿Qué rostro de Jesús me revela el rostro de Dios?
¿Cuáles son los signos que hacen creíble mi amor?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DIA

Muéstrame, Señor, tus caminos

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…Te revelaste, Señor, como invisible; eres un Dios escondido e inefable. Pero te haces visible en cada ser: la criatura es la flor de tu mirada. Tu mirada confiere el ser, Dios mío, tú te haces visible en la criatura.
Soy incapaz de darte un nombre, estás más allá del límite de toda definición humana. Socorre a los hijos de los hombres: ellos te veneran en figuras diferentes y eres para ellos causa de guerras religiosas. Sin embargo, ellos te desean, Bien único, oh Inefable y Sin Nombre.
No sigas oculto aún, manifiesta tu rostro: así seremos salvos. Responde a nuestra oración: desaparecerán la espada y el odio, encontraremos la unidad en la diversidad. Aplácate, Señor, tu justicia es misericordia: ten piedad de nosotros, frágiles criaturas… 
Nicolás de Cusa, cit. en G. Vannucci, 11 Libro de la oración universal, Florencia, 1985, p. 367.

PARA REZAR

Ante Tí, Señor
Jesús,
Estar aquí, ante Tí, y ya está todo,
Cerrar los ojos de mi cuerpo
Cerrar los ojos de mi alma
y quedarme así, inmóvil, silencioso,
abrirme ante tí, que estás abierto a mí.
estar presente ante tí, el infinito presente.
Yo acepto, Señor, este no sentir nada,
no ver nada,
no oír nada,
vacío de toda idea,
de toda imagen,
en la noche.
Heme aquí simplemente
para encontrarte sin obstáculo
en el silencio de la Fe,
ante Tí, Señor.
Amén.
Michel Quoist

LECTIO DIVINA

El que me ha visto ha visto al Padre

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     14, 7-14

Jesús dijo a sus discípulos:
«Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto.»
Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta.»
Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.»
Palabra del Señor.

LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Guías para la lectura:

Los dichos de Jesús con que se inicia la lectura del Evangelio de hoy son continuación de su declaración: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí” (v.6). Esa identificación de pertenencia y permanencia de Jesús con el Padre, que da sustento a su esencia divina,  no es un concepto que los discípulos logran aceptar fácilmente. Jesús insiste en “abrir los ojos” de los discípulos para que puedan entender que verlo a Él es como mirar al Dios invisible. “Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto” (v.7).  La respuesta de Jesús dejó claro que no se trataba de lugares y viajes literales. Al contrario, se trataba de llegar al seno del Padre, algo posible únicamente por medio de Jesús.
Sin embargo, Felipe es vocero de la necesidad de una prueba más concreta de lo que Jesús está afirmando. No sabemos si es vocero de sí mismo o si esta duda carcomía la fe de buena parte de los discípulos (un indicio puede ser el uso del plural “muéstranos…”). De todas maneras, el hecho de que Juan el evangelista haya decidido incluir este diálogo en sus escritos muestra por sí solo que la interrupción de Felipe al discurso de Jesús era crucial. Su intervención es precisa y al punto: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”  (v.8). Pedía una teofanía, una manifestación visible de la gloria de Dios, tal como se le había concedido parcialmente a Moisés (Ex.24.9-11; 33.18-23).
Jesús le responde a Felipe por su nombre, pero inmediatamente después se dirige a todos los discípulos. Sus dichos ahora son de reclamo amoroso, y aluden a los tres años de convivencia con Él, que incluía innumerables hechos y dichos que daban crédito suficiente a su íntima filiación e identificación con el Padre: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?”  (v.9a). Seguidamente Jesús vuelve a afirmar que siendo la expresión visible del Padre, era la imagen misma de Dios “El que me ha visto, ha visto al Padre.  ¿Cómo dices: “Muéstranos al Padre”?  (v.9b).
Es interesante ver la manera en que Jesús amplió su afirmación en el versículo 10: “¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?”.  Otra vez, no era cuestión de tomar sus dichos con estrechez literal, como si mirar a Jesús fuera un equivalente de la experiencia de Isaías en el Templo o la de Moisés en el Sinaí.  Se trataba de una presencia única en la historia de la humanidad y su relación con Dios. La presencia del Dios de la creación se había hecho carne y mostraba su gloria y su imagen a los hombres en la persona de su Hijo Jesús: “Al principio era la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la palabra era Dios…Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad…Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre” (Juan 1.1, 14, 18).
Seguidamente, Jesús declara que Él hacía presente a Dios en sus dichos “Las palabras que digo no son mías…”  y en sus hechos “…el Padre que habita en mí es el que hace las obras…Créanlo, al menos, por las obras” (v.10b, 11b). Es decir, se veía la presencia de Dios en la perfecta unidad entre palabras y acciones en Jesús. Tener un encuentro con Jesús era entrar en la presencia de Dios.  Así se “veía” a Dios. De esa manera podía adentrarse en el misterio de la Trinidad. “Créanme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (v.11a).
El versículo 12 donde Jesús les dice: “Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores porque yo voy al Padre” no debe entenderse en el sentido de que los creyentes harán obras más milagrosas o hechos sobrenaturales más impresionantes, sino en una perspectiva escatológica. Es decir, porque iban a pertenecer a las obras del Reino de Dios llegado a través de Cristo y consumado en el cumplimiento de su misión soteriológica y vivificante. En sus palabras finales “…porque yo voy al Padre” encontramos el porqué de esa comparación de obras. Tenían que ver con el propósito del seguimiento de  las obras de Cristo en el establecimiento del Reino de Dios y la inminente instauración de la Iglesia en Pentecostés.
De todos modos, los dos versículos siguientes aclaran que la promesa de obras mayores no debe llevarnos a pensar en algún tipo de competencia entre Jesús y los discípulos. Así como las obras de Jesús eran al mismo tiempo obras del Padre (v.10), también las obras de los discípulos serían al mismo tiempo obras de Jesús (vs.13-14). Es decir, hay una relación íntima entre “creer en mí” (v.12) y “pedir en mi nombre” (v.13). Hay un vínculo estrecho entre las peticiones de los discípulos y la misión del Hijo en la cual entrarían.

MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la meditación:

¿Qué formas tengo hoy de “ver” a Dios en Jesús?
¿Qué significa realmente pedir algo “en el Nombre de Jesús”?
¿Qué tipo de obras puedo hacer hoy que manifiesten mi fe en Cristo?

ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Señor, Tú que eres uno con el Padre y que intercedes por nosotros, ayúdanos a rezar en tu Nombre de la manera y por las cosas que honren esa invocación. Danos la oportunidad y la voluntad de realizar obras que manifiesten nuestra pertenencia a tu Iglesia visible.

CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Leo nuevamente el texto bíblico en voz alta. Lo hago lentamente, dándole sentido y entonación al diálogo.
Medito en cada palabra dicha por Jesús.
Reflexiono en los motivos de mis oraciones y las obras que realizo y las comparo a la luz de mi pertenencia a Cristo como discípulo.

ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la acción:

¿Qué obras y acciones cristianas haré hoy que me identifiquen como hijo de Dios?
¿Por qué cosas rezaré hoy pensando en el Nombre que invocaré?
¿Cómo fortaleció mi fe la lectura orante de hoy? 


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