20 de mayo de 2014


La paz que nos da Jesús

PRIMERA LECTURA 
Lectura de los Hechos de los Apóstoles    14, 19-28

    Vinieron de Antioquía y de Iconio algunos judíos que lograron convencer a la multitud. Entonces apedrearon a Pablo y, creyéndolo muerto, lo arrastraron fuera de la ciudad. Pero él se levantó y, rodeado de sus discípulos, regresó a la ciudad.
    Al día siguiente, partió con Bernabé rumbo a Derbe. Después de haber evangelizado esta ciudad y haber hecho numerosos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia. Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.
    En cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído.
    Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía. Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir.
    A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos. Después permanecieron largo tiempo con los discípulos.
Palabra de Dios.

SALMO    
Sal 144, 10-11. 12-13ab. 21 (R.: cf. 12a) 
R.    Que tus amigos, Señor, manifiesten la gloria de tu reino.

    Que todas tus obras te den gracias, Señor,
    y tus fieles te bendigan;
    que anuncien la gloria de tu reino
    y proclamen tu poder. R.

    Así manifestarán a los hombres tu fuerza
    y el glorioso esplendor de tu reino:
    tu reino es un reino eterno,
    y tu dominio permanece para siempre. R.

    Mi boca proclamará la alabanza del Señor:
    que todos los vivientes bendigan su santo Nombre,
    desde ahora y para siempre. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Juan    14, 27-31a

    Jesús dijo a sus discípulos:
    «Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: “Me voy y volveré a ustedes.” Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
    Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
    Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»
Palabra de Dios.

PARA REFLEXIONAR

Estamos al término del “primer viaje misionero” de san Pablo. Ayer leíamos que los ensalzaban como a dioses, y hoy, que los apedrean hasta dejarlos medio muertos. Pablo y sus acompañantes experimentan una vez más que el Reino de Dios padece violencia y que no es fácil predicarlo en este mundo. Pero no se dejan atemorizar: se marchan de Listra y van a predicar a otras ciudades.
Pablo y Bernabé no se contentan con anunciar el evangelio. En un segundo tiempo, algunos años después de su viaje de ida, vuelven, fundan comunidades estructuradas y designan a «ancianos» para jefes de las mismas.
Animan a las comunidades a perseverar a pesar de la tribulación. El sufrimiento acompaña al cristiano, como a todo ser humano, pero su sufrimiento puede tener sentido: sabemos que es un «paso», un momento doloroso que conduce al Reino, es decir, a la felicidad total junto a Dios. Pablo ya se atrevía a decir esas cosas a los recién convertidos.
***
En el clima de la despedida, los discípulos están preocupados por el futuro. Los perturba y angustia el anuncio de la traición de Judas y de la negación de Pedro. Jesús los tranquiliza y les da la paz en la forma tradicional del saludo y despedida de los semitas. El judío usaba la fórmula de paz no sólo como saludo ordinario, sino también como parte de un acto sagrado. En el Antiguo Testamento, llegó a ser fórmula litúrgica de bendición en el culto en Jerusalén. En el Nuevo Testamento aparece desde el nacimiento de Juan Bautista y de Jesús, hasta la resurrección.
Jesús insinúa que quiere dar “su” paz, que no es igual a la paz que dan los que son del mundo, sino que esta paz viene de lo alto.
No es la paz superficial que queda reducida solamente a una ausencia de guerras, o esa paz egoísta, que significa que no se metan en mi vida ni me compliquen, o la paz de los cementerios.
La paz de Jesús, es una paz que se recibe primero como don, y que se conquista para el mundo con gran esfuerzo. Se trata del mayor bien
que el hombre puede desear. La paz del hombre nuevo, hijo de Dios y hermano de todos; el hombre reconciliado con Dioscon él mismocon los hombres y con toda la creación. La paz infundida por el Espíritu Santo incluye el perdón de los pecados. Esta paz, don del resucitado a su Iglesia, no es de este mundo pero, necesita hacerse presente también en este mundo.
Por eso el lugar de esa nueva paz es sobre todo la comunidad cristiana, como espacio de la presencia de Cristo. Esta paz nunca dejará de ser combatida, porque expone al discípulo al conflicto con el mundo; precisamente porque cree, y sus valores no son los del mundo. La promesa de paz de Jesús se realiza en medio de la agitación y de todos los peligros.
Jesús estará presente en su comunidad por medio de su Espíritu y de su Palabra, y estará también junto al Padre. Porque está junto al Padre su presencia puede ser permanente en la comunidad.
De ese modo se cierra el círculo. A través de su camino hacia la cruz en obediencia a la voluntad del Padre, Jesús se convierte ahora definitivamente en el revelador del amor de Dios. Sólo se vence el odio cuando se aprende a dar la vida. Paradójicamente “luchar por la paz” es hacerse capaz de “recibir el don de la paz”.
Hoy Jesús nos da esa misma paz que ratifica su presencia. La paz es un verdadero estado de gracia, construido en lo más profundo del corazón del hombre. Ella posibilita que nos acerquemos al otro como a un hermano. Lo que ofrece Jesús es una paz nacida de la solidaridad, el respeto por la vida y la entrega generosa.

PARA DISCERNIR

¿Qué paz doy, qué paz busco?
¿Es un ideal la paz por la que lucho?
¿Vivo la Paz del mundo, o anhelo esa paz de Dios que es armonía por la búsqueda del bien y la verdad en el amor?
¿Pienso que la paz es simplemente fruto de un acuerdo o un bien por el cual luchar?

REPITAMOS Y VIVAMOS HOY LA PALABRA

…Que no se inquiete nuestro corazón. Nos dejó su paz…

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…Es una pregunta clásica de los psiquiatras. Te dicen una palabra y el paciente responde con lo que aquella cosa le sugiere. Si a los cristianos nos dijesen “¿Morada de Dios?”, es muy posible que en un porcentaje alto contestáramos: Templo. Y sin embargo, el evangelio de hoy responde a esta pregunta de un modo totalmente diferente.
Para el evangelio la morada de Dios es el propio cristiano. Al cristiano, dice Jesús, que vendrá con su Padre para morar en él. Para que esta realidad
insospechada se dé, Cristo pone un presupuesto: que el cristiano le ame y guarde su palabra.
Podemos estar orgullosos de nuestro Dios. Ni soñando hubiéramos podido imaginar este comportamiento como propio de Dios. Al recordar el plan amoroso de Dios en su relación con los hombres, un sentimiento de profunda gratitud nos debe embargar a todos nosotros.
Antes, se concebía a Dios como una realidad exterior al hombre y distante de él. En la exposición que hace Jesús, la comunidad y cada miembro se convierten en morada de la divinidad, la misma realidad humana se hace santuario de Dios.
No hay ámbitos sagrados donde Dios se manifieste, fuera del hombre mismo.
Tal vez, nadie ha expresado esto tan bellamente como S. Agustín:
“Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Tú estabas dentro de mí; yo, fuera. Por fuera te buscaba y me lanzaba sobre el bien y la belleza, creados por ti. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo ni conmigo. Me retenían lejos las cosas. No te veía ni te sentía ni te echaba de menos. Mostraste tu resplandor y pusiste en fuga mi ceguera. Exhalaste tu perfume y respiré y suspiro por Tí. Gusté de Ti y siento hambre y sed. Me tocaste y me abraso en tu paz”.
 En ausencia de Jesús, los discípulos contarán con la ayuda del Espíritu, que les hará penetrar en todo lo que Jesús ha dicho. El Espíritu colaborará en la construcción de la comunidad. Hará posible la interpretación del mensaje de Jesús.
Jesús se despide deseándoles la paz. No es un saludo trivial. Les asegura que no va a estar ausente. Esto debe darles la serenidad y quitarles todo temor. Ir al Padre no es una tragedia, puesto que su muerte va a ser la manifestación suprema del amor del Padre, la victoria sobre el mundo y la muerte…
Pedro Olalde

PARA REZAR

¡Feliz de ti
si desalojas de tu corazón
la violencia destructiva,
y luchas por la paz,
tantas veces amenazada a tu alrededor,
y en el mundo entero,
por las discordias y odios,
los rencores y las guerras.

Feliz de ti
si tus justas y necesarias rebeldías
contra todo lo malo
no te impulsan a destruir todo lo viejo,
sino a construir un mundo nuevo,
sobre los cimientos de la paz,
la convivencia fraternal
y la solidaridad entre los hombres.

Feliz de ti
Si descubres los caminos
de la amistad que construye.
feliz de ti si, desde ahora,
aprendes a recorrer el camino del diálogo,
escuchando a los demás
evitando cerrarte en ti mismo,
para convivir con nosotros.

LECTIO DIVINA

Mi paz os doy

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     14, 27-31a

Jesús dijo a sus discípulos:
«Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes." Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»
Palabra de Dios.

LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Guías para la lectura:

El texto del Evangelio de hoy es continuación del de ayer. Jesús les había hablado una vez más de su íntima pertenencia filial con el Padre y de la promesa del Espíritu Santo para consolarlos y recordarles sus palabras.
Ahora les dice que antes de irse les deja Su paz: “Les dejo la paz, le doy mi paz”  27ª. Seguramente, la idea subyacente en las palabras de Jesús era el concepto hebreo de “shalom”, paz en el sentido pleno, integral. Los discípulos debían ver por todos los medios, que más allá de los eventos difíciles que iban a vivir y que culminarían con la muerte del líder, había un propósito de bienestar para ellos que debía vencer el miedo.
No se trataba de una paz conocida, no entraba dentro de la categoría de ausencia de conflicto ni de calma circundante como la “pax romana”. Jesús dice de la misma: “…pero no como la da el mundo” (v.27b).  Era la paz de Jesús, un gozo profundo que podía permanecer seguro y confiado en las tormentas más terribles y en los tormentos más atroces. Por eso vuelve a repetir lo que manifestó al comenzar el discurso 14. 1: “¡No se inquieten ni teman”. Era además una paz escatológica y que solamente Dios estaba en condiciones de ofrecer: “Yo daré paz a la tierra…” (Lev.26.6)
Al contrario de temor por su anunciada partida: “Me han oído decir: Me voy y volveré a ustedes” (vs.28a), los discípulos debían sentir regocijo. Lejos de constituirse en fin, la muerte para Jesús era un “pasaporte” para volver al Padre: “Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo”  (vs.28b).  Pero ese camino sí debía implicar separación física que les impediría escuchar su voz personalmente: "Ya no hablaré mucho más con ustedes”  (v.30a). ¿Quién estaba por entrar en escena de manera inminente? Jesús lo anuncia sin lugar a equívocos: “…el Príncipe de este mundo”. Pero a esa nota de realismo espiritual, Jesús le quiere agregar una verdad fundamental que estaba destinada a fortalecer la fe y el valor de los discípulos: “…él nada puede hacer contra mí” (vs.30b).
El propósito de estos anuncios sobre los acontecimientos futuros: su despedida, pasión, victoria, vuelta al Padre, llegada del Espíritu Santo, etc. estaban destinados a provocar en los discípulos un valor espiritual asociado a la paz: la fe. Jesús no ahorra palabras para insistir en esto: “Les he dicho esto antes que suceda para que cuando se cumpla, ustedes crean”  (v.29a).
Antes de hacer un “intervalo” en su discurso (v31b),  Jesús reitera la urgencia que tienen los discípulos actuales y futuros de conocer su amor esencial con el Padre puesto de manifiesto en su obediencia; la misma que lo llevará a aceptar su signo sacrificial en la angustia de Getsemaní y materializado luego en la cruz: “…pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como Él me ha ordenado” (v.31a).

MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la meditación:

¿En qué medida yo experimento la paz de Jesús en mi vida?
¿Qué implicancia tiene que el demonio nada puede hacer contra el poder de Jesús?
¿Cómo me ayuda conocer que Jesús ama al Padre y le obedece?

ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Señor, Tú que viniste a darnos una paz inigualable, dame la posibilidad de vivirla cada día, permaneciendo en tu amor y en tus palabras.

CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Reflexiono en la profundidad de la paz que ofrece Jesús y el significado que esto tiene para conocerlo más a Él ,y para mi vida personal.
Medito en las maneras que tengo de ser un factor comunicante de esa paz a un mundo que vive en conflicto y temor.

ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la acción:

¿Buscaré a través de la lectura orante de este texto recibir la paz de Cristo?
¿Trataré de ser un pacificador no sólo en palabras y gestos litúrgicos, sino en mi vida cotidiana?
¿Con quién que está turbado o con temores voy a compartir lo que recibí del Señor en la lectio de hoy?


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