22
de junio de 2014.
EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO - Solemnidad - Ciclo A
El que coma de
este pan vivirá eternamente
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Deuteronomio 8, 2-3.
14b-16a
Moisés habló al pueblo diciendo:
«Acuérdate del largo camino que el Señor,
tu Dios, te hizo recorrer por el desierto durante esos cuarenta años. Allí él
te afligió y te puso a prueba, para conocer el fondo de tu corazón y ver si
eres capaz o no de guardar sus mandamientos. Te afligió y te hizo sentir hambre,
pero te dio a comer el maná, ese alimento que ni tú ni tus padres conocían,
para enseñarte que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale
de la boca del Señor.
No olvides al Señor, tu Dios, que te hizo
salir de Egipto, de un lugar de esclavitud, y te condujo por ese inmenso y
temible desierto, entre serpientes abrasadoras y escorpiones. No olvides al
Señor, tu Dios, que en esa tierra sedienta y sin agua, hizo brotar para ti agua
de la roca, y en el desierto te alimentó con el maná, un alimento que no
conocieron tus padres.»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20 (R.: 12a)
R. ¡Glorifica al Señor, Jerusalén!
¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!
El reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de ti. R.
El asegura la paz en tus fronteras
y te sacia con lo mejor del trigo.
Envía su mensaje a la tierra,
su palabra corre velozmente. R.
Revela su palabra a Jacob,
sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató así
ni le dio a conocer sus mandamientos. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto 10, 16-17
Hermanos:
La copa de bendición que bendecimos, ¿no
es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es
comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros,
aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único
pan. Pensemos en Israel según la carne: aquellos que comen las víctimas, ¿no
están acaso en comunión con el altar?
Palabra de Dios.
SECUENCIA
Esta secuencia es optativa y puede decirse íntegra desde * Este es
el pan de los ángeles.
Glorifica, Sión, a tu Salvador,
aclama con himnos y cantos
a tu Jefe y tu Pastor.
Glorifícalo cuanto puedas,
porque él está sobre todo elogio
y nunca lo glorificarás bastante.
El motivo de alabanza
que hoy se nos propone
es el pan que da la vida.
El mismo pan que en la Cena
Cristo entregó a los Doce,
congregados como hermanos.
Alabemos ese pan con entusiasmo,
alabémoslo con alegría,
que resuene nuestro júbilo ferviente.
Porque hoy celebramos el día
en que se renueva la institución
de este sagrado banquete.
En esta mesa del nuevo Rey,
la Pascua de la nueva alianza
pone fin a la Pascua antigua.
El nuevo rito sustituye al viejo,
las sombras se disipan ante la verdad,
la luz ahuyenta las tinieblas.
Lo que Cristo hizo en la Cena,
mandó que se repitiera
en memoria de su amor.
Instruidos con su enseñanza,
consagramos el pan y el vino
para el sacrificio de la salvación.
Es verdad de fe para los cristianos
que el pan se convierte en la carne,
y el vino, en la sangre de Cristo.
Lo que no comprendes y no ves
es atestiguado por la fe,
por encima del orden natural.
Bajo la forma del pan y del vino,
que son signos solamente,
se ocultan preciosas realidades.
Su carne es comida, y su sangre, bebida,
pero bajo cada uno de estos signos,
está Cristo todo entero.
Se lo recibe íntegramente,
sin que nadie pueda dividirlo
ni quebrarlo ni partirlo.
Lo recibe uno, lo reciben mil,
tanto éstos como aquél,
sin que nadie pueda consumirlo.
Es vida para unos y muerte para otros.
Buenos y malos, todos lo reciben,
pero con diverso resultado.
Es muerte para los pecadores y vida para
los justos;
mira como un mismo alimento
tiene efectos tan contrarios.
Cuando se parte la hostia, no vaciles:
recuerda que en cada fragmento
está Cristo todo entero.
La realidad permanece intacta,
sólo se parten los signos,
y Cristo no queda disminuido,
ni en su ser ni en su medida.
* Este es el pan de los ángeles,
convertido en alimento de los hombres
peregrinos:
es el verdadero pan de los hijos,
que no debe tirarse a los perros.
Varios signos lo anunciaron:
el sacrificio de Isaac,
la inmolación del Cordero pascual
y el maná que comieron nuestros padres.
Jesús, buen Pastor, pan verdadero,
ten piedad de nosotros:
apaciéntanos y cuídanos;
permítenos contemplar los bienes eternos
en la tierra de los vivientes.
Tú, que lo sabes y lo puedes todo,
tú, que nos alimentas en este mundo,
conviértenos en tus comensales del cielo,
en tus coherederos y amigos,
junto con todos los santos.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Juan 6, 51-58
Jesús dijo a los judíos:
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El
que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para
la Vida del mundo.»
Los judíos discutían entre sí, diciendo: «
¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?»
Jesús les respondió: «Les aseguro que si
no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en
ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y
mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece
en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el
Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come
vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como
el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá
eternamente.»
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Uno de los elementos que no permiten tomar conciencia de
los avances tecnológicos, es la capacidad que ha tenido el hombre de hacer
crecer y multiplicar todo. La sociedad de consumo impone un vértigo en la
competencia que impulsa cada día a producir más y mejores productos. Asistimos
en nuestro mundo al milagro de la multiplicación de los bienes de consumo, un
milagro que parecía imposible de realizar a principios de nuestra era: ya hay
pan y alimentos básicos para todos los seres que habitan el planeta.
Pero la contracara de esta realidad, es la que
hambre en este mismo mundo sigue siendo desesperada. Las
estadísticas de la ONU son escalofriantes: hambre crónica de 1.000 millones de
habitantes, muerte de 40.000 personas diarias por inanición porque el sistema
de mercado declara de antemano muertos a quienes no poseen capacidad de compra
y niega ayudas en provecho de reducir impuestos al capital. Un 2% de la
producción mundial de grano bastaría para alimentar a los 1.000.000 de personas
que lo necesitan, pero sin un céntimo para adquirir un puñado de trigo o de
maíz su identidad es irrelevante. Y por si esto fuera poco, las fortunas de las
358 familias más ricas del planeta suman más que los 2.500 millones de personas
más pobres del mundo.
Lo propio de nuestra «sociedad consumista» es que no
sólo consumimos lo necesario para la vida, sino que consumimos sobre todo y
fundamentalmente bienes superfluos. Lo que mueve básicamente la
política y la economía no es que todos puedan consumir lo necesario sino
«aumentar el crecimiento» y «subir el nivel de consumo».
“No sólo de pan vive el hombre” nos dice Jesucristo. Pero a la
hora de comer no despidió vacíos a los que lo escuchaban, sino que buscó la
forma eficaz de multiplicar los panes y los peces. Y nos dejó encargado a sus
seguidores: “Denles ustedes de comer”.
En realidad, no sólo de pan vive el hombre… pero también de pan.
El pan es indispensable y la justicia social también. La libertad es
indispensable como el pan de cada día y la solidaridad lo es tanto como la
justicia.
… “Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle
no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco aquí
violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin
nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a
gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres
sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es
convertirlos en máquinas al servicio del estado, es convertirlos en esclavos de
una terrible organización social”…. Federico García Lorca. Fragmento
del discurso pronunciado con motivo de la inauguración de la Biblioteca de
Fuentevaqueros.
Como dice un teólogo contemporáneo: el pan no es sólo lo que vemos,
tocamos y comemos sino que es transparencia de dolores, trabajos, sueños,
alegrías etc., ni alimento es sólo el que ingerimos para mantener nuestra vida
biológica. Desde esta perspectiva puede Jesús afirmar con profundidad y verdad
que Él “es el pan de Vida”.
***
La primera lectura recuerda la necesidad de alimento que tuvo el pueblo de
Israel en el desierto. El maná fue el pan que alimentó su peregrinar hacia la
tierra prometida. Era un pan que bajaba del cielo y que no conocían. Dios los
alimentó haciéndoles ver, al mismo tiempo, que “el hombre no sólo vive de
pan”. El alimento que Dios les da los hace sentir más pueblo, pero
no daba la vida porque los que lo comían también terminaban muriendo.
***
Si hay diferencias que humillan a unos hermanos frente a los demás
se está contradiciendo el amor a Cristo y la unidad en la comunidad. San
Pablo pone de manifiesto la exigencia de unidad que
brota de la Eucaristía. Todos los que comulgan del cuerpo y la sangre de Cristo
se hacen con Él un solo cuerpo. La unidad de alimento produce también unidad
entre los miembros de la comunidad. De ello deriva la exigencia de unidad entre
los miembros de la comunidad cristiana. Esta realidad debe llevar a compartir
los bienes espirituales y materiales en una verdadera caridad fraterna.
***
Jesús, en la sinagoga de Cafarnaún, hablaba a la gente y les
anunciaba el alimento de su carne y su sangre como fuente de vida para
todos. El diálogo entre los judíos y Jesús se inicia con el milagro del maná,
la providencial comida con que Dios alimentó a sus padres en el desierto. Pero
el alimento milagroso se ofrece al pueblo únicamente porque los israelitas
están a punto de morir de hambre y de sed.
Este pasaje es el final del discurso en el que Jesús se identifica
con el pan vivo”. Una vida que va más allá de lo terreno, una vida que vence
las barreras de la muerte, una vida eterna: “El que come de este pan vivirá
para siempre”. Jesús reafirma la promesa de vida eterna con una
condición: quien acepta comer de este pan, quien acepta su palabra, su
proyecto de salvación, alcanzará la vida plena.
Jesús subraya que Él mismo es el pan de vida: su carne es
verdadera comida y su sangre verdadera bebida y sólo el que come su carne y
bebe su sangre tiene vida eterna. El evangelista hablando de este modo
realista, quiere dar a entender que el pan eucarístico
es “verdaderamente” el cuerpo de Cristo y el vino consagrado
es “verdaderamente” la sangre de Cristo. Quien come este cuerpo y bebe
esta sangre tiene la vida eterna y la promesa de Cristo de que lo resucitará el
último día.
Cristo se hace totalmente presente y se nos ofrece como alimento,
como provisión para el camino de la Vida. Gracias a su entrega y a su presencia
eucarística nosotros podemos ansiar la vida eterna.
La declaración que hace Jesús de la necesidad de comerlo y beberlo
significan asimilarse a Él, aceptar y hacer propio el amor expresado en su
vida, con su carne y en su muerte con su sangre. No hay realización plena para
el hombre, no hay vida verdadera si no es por la asimilación a Jesús; el
Espíritu que se recibe en cada Eucaristía lleva a una entrega y a una calidad
humana como la suya.
La comunión, por tanto, pone al discípulo en camino de
identificación con Jesús, quien, de este modo, pasa de ser un
modelo exterior que imitar a una realidad interiorizada; la comunión
produce la sintonía con Jesús y hace vivir identificado con Él, hace vivir como
Él.
Como Jesús vive por y para el Padre, en una total dedicación a
cumplir el proyecto del Padre de dar vida al mundo, el discípulo, el que come
la carne y bebe la sangre, no puede vivir con otra actitud que esa misma
dedicación al mismo plan de dar vida al mundo.
En la Eucaristía Jesús nos incorpora a su cuerpo que es la Iglesia. La comunión con
Cristo se convierte en comunión entre nosotros, con los hermanos, más aún, con
todos los hombres para formar una comunidad fraterna de discípulos, para vivir
sirviéndonos unos a otros, cada día, como el mismo Jesús nos mostró por la
salvación del mundo.
La Eucaristía no es una realidad mágica que por la
repetición de unas palabras transforma la realidad del pan y del vino en otra
realidad que causa automáticamente la salvación del que la recibe. La
Eucaristía es una celebración de fe en la que todos los que participan
entran en comunión con el Cuerpo de Cristo y en esa comunión se hacen Cuerpo de
Cristo, se hacen comunidad
de hijos en el Hijo, son presencia del Reino en el aquí y ahora de este mundo.
de hijos en el Hijo, son presencia del Reino en el aquí y ahora de este mundo.
Al comulgar nos incorporamos a una corriente de vida. Comulgar
nos obliga a una opción: la de seguir el camino de amor de Jesús como una
respuesta al Amor de Dios en la vida de cada día.
Comulgar no es, solamente el acto piadoso de recibir a Cristo que se
realiza de espaldas al mundo y a los hermanos sino que es entrar en
comunión con Él, hacer causa común con Jesús
y su causa que es el hombre, sobre todo el débil, el oprimido, el empobrecido, el explotado, el sometido a la miseria y al hambre.
Jesús, Pan de Vida, alimento de su comunidad, por la Eucaristía funda la Iglesia como comunidad de servicio a la humanidad, como prolongación del cuerpo de Cristo, que se ofrece en la cruz por la vida del mundo. De ahí que la comunión, al tiempo que nos incorpora y mantiene en la Iglesia, nos vuelca y compromete en el servicio a los hombres, en solidaridad con todos y especialmente de los pobres.
y su causa que es el hombre, sobre todo el débil, el oprimido, el empobrecido, el explotado, el sometido a la miseria y al hambre.
Jesús, Pan de Vida, alimento de su comunidad, por la Eucaristía funda la Iglesia como comunidad de servicio a la humanidad, como prolongación del cuerpo de Cristo, que se ofrece en la cruz por la vida del mundo. De ahí que la comunión, al tiempo que nos incorpora y mantiene en la Iglesia, nos vuelca y compromete en el servicio a los hombres, en solidaridad con todos y especialmente de los pobres.
Comer y beber “la Vida” es comer y beber el amor a la vida y
todo lo que ésta conlleva: libertad, justicia, participación, hermandad. Este
el misterio que conmemoramos y adoramos en esta solemnidad del Corpus Christi y
en toda celebración de la Eucaristía.
PARA DISCERNIR
¿Qué experimento al recibir el cuerpo del Señor?
¿Me siento unido por la eucaristía al proyecto de Jesús?
¿Vivo la unidad con el resto del Cuerpo de Cristo?
REPITAMOS A LO LARGO DE
ESTE DÍA
…Tu carne es la verdadera comida, y tu sangre, la verdadera
bebida…
PARA LA LECTURA
ESPIRITUAL
…”Cuando veas que está sobre el altar el cuerpo de Cristo, di a ti
mismo: por este cuerpo no soy ya en adelante tierra y ceniza; ya no soy cautivo
sino libre; por este cuerpo, espero los cielos y estoy seguro de que obtendré
los bienes que hay en ellos: la vida inmortal, la suerte de los apóstoles, la
conversación con Cristo. Éste es aquel cuerpo que fue ensangrentado, traspasado
con lanza y que manó fuentes saludables, la de la sangre, la del agua para toda
la tierra… Este cuerpo se nos dio para que lo tuviéramos y comiéramos, lo cual
fue de amor intenso”…
S.Juan Crisóstomo, In epist. 1 ad Cor 24,
4: PG 61, 203; R1195.
PARA REZAR
La Eucaristía sale hoy
a la calle,
se hace vida.
Como Jesús, se
acerca a nosotros
y toca nuestras
heridas para curar,
sanar y
reconciliar, para salvar
y arrancar de la
muerte.
Él es el pan vivo
que ha bajado del cielo
para la vida del
mundo.
Entrar en comunión
con él es entrar
en el torrente de
vida que es Dios y vivir para siempre.
Hoy es un día para celebrar
Hoy es un día para celebrar
porque la
Eucaristía es el mayor regalo
que Dios nos podía
ofrecer:
su misma presencia,
su misma vida,
hecho alimento para
nosotros.
Es celebración que
nos une en la fe
y que a la vez nos
abre a la humanidad entera,
recordándonos que
el Reino es el centro de la fe
porque es la
voluntad del Padre,
que todos vivamos
como lo que somos:
hijos e hijas
suyos.
Es celebración que
traspasa los límites litúrgicos para hacerse vida para todos en Jesús.
P. Fernando Torres Pérez c.m.f.
LECTIO DIVINA
Mi carne es la verdadera comida,
y mi sangre, la verdadera bebida
y mi sangre, la verdadera bebida
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 51-58
Jesús dijo a los judíos:
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El
que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para
la Vida del mundo.»
Los judíos discutían entre sí, diciendo: «
¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?»
Jesús les respondió: «Les aseguro que si
no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en
ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y
mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece
en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el
Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come
vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como
el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá
eternamente.»
Palabra del Señor.
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías para la lectura:
“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El
que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para
la Vida del mundo” (v.51)
El verdadero Pan es el que puede otorgar la vida eterna al que lo come. Se retoma el verbo “comer” que había sido abandonado desde la introducción del discurso (v.31). Se establece una nueva relación con el Pan: ahora se trata de un Pan que debe ser comido, anunciando de esta forma el tema de la cuarta parte del discurso.
El verdadero Pan es el que puede otorgar la vida eterna al que lo come. Se retoma el verbo “comer” que había sido abandonado desde la introducción del discurso (v.31). Se establece una nueva relación con el Pan: ahora se trata de un Pan que debe ser comido, anunciando de esta forma el tema de la cuarta parte del discurso.
Al Pan verdadero – que desciende del cielo
– se le añade un nuevo atributo: “viviente” o “que está viviendo”. Se
produce una consonancia que ilustra los efectos de esta comida: El que
come el pan viviente, vivirá.
Así como el verbo “creer” fue reemplazado
por “comer”, también el sujeto “pan” es reemplazado a partir de este punto del
discurso: el Pan es la carne de Cristo, pero es un Pan viviente, con lo que se
excluye toda idea repugnante de comer un cadáver.
Es necesario advertir que en las expresiones
bíblicas la carne no es algo diferente de la persona, sino la persona misma
entendida en su aspecto terrenal. En el himno del prólogo de Juan (1, 1-18) se
llega al punto culminante cuando se afirma que la Palabra que estaba desde el
principio junto a Dios se hizo carne. Para Juan la carne es el mismo Cristo en
su existencia terrenal, lo que El comenzó a ser en el tiempo, poniendo en forma
destacada la debilidad y la condición mortal.
“Los judíos discutían entre sí, diciendo:
¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?” (v.52)
Las últimas palabras de Jesús en el v.51
suscitan malestar entre los oyentes. Su reacción más violenta está expresada
con el verbo “pelear – querellar” (v.52).
Hay un doble motivo para reaccionar. El primero
está implícito, ya que es normal la reacción de asombro y repugnancia ante la
perspectiva de tener que comer carne humana, que se asocia con las experiencias
más espantosas y crueles de la guerra, y que en el Antiguo Testamento se une
siempre a la idea de los tremendos castigos con que Dios amenaza al pueblo por
sus pecados (por ejemplo Lv 26,29; Dt 28,53-57; Jer 19,9; Ez 5,10, etc.) En
este sentido, las palabras de Jesús podían haber sonado a sus oídos como un
anuncio de castigos y experiencias horrorosas.
El segundo motivo, explícito en este caso,
está expresado por el interrogante “¿Cómo puede…?”. Si se trata de comer su
cadáver, ¿cómo es posible que entregue su propia carne estando vivo?
“Jesús les respondió: «Les aseguro que si
no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en
ustedes” (v.53)
La respuesta de Jesús comienza con dos
frases paralelas en forma de antítesis (v.53-54), en la que la formulación
negativa ocupa el primer lugar. Encuadrado con el típico doble “Amén” que le da
el carácter de una solemne definición, se encuentra el pronunciamiento que
coloca la comida de su carne como una condición ineludible para obtener la
vida. Si el anuncio de que su carne sería dada como alimento les produciría
rechazo, esta nueva intervención de Jesús agrava la dificultad: el que no la
come, no tendrá vida eterna. A esto se añade una exigencia más difícil de
aceptar, que es la de beber su sangre.
Este segundo requisito, el de beber la
sangre, resulta a los oyentes mucho más repugnante que el primero, ya que la
prohibición de beber sangre, reiterada varias veces en el Antiguo Testamento
(Gn 9,4; Dt 12, 16.23; Lv 3,17; 7,26-27; 17,10-14; 19,26) llevaba anexada una
sentencia de muerte contra el que la violaba (Lv 7,27 y 17,14).
Pero en el centro del pronunciamiento se
encuentra una expresión que impone un sentido más preciso a todo el texto y
responde a la dificultad de los oyentes: la carne y la sangre de las que se
trata son la carne y la sangre del Hijo del hombre. Este elemento pone en
relación a este texto con el del v.27 “el alimento que les dará el Hijo del
hombre”.
Al indicar que este alimento será dado por
el Hijo del hombre y que consistirá en su propia carne, se revela el carácter
escatológico de esta comida. La carne y la sangre que se ofrecen como alimento
necesario para obtener la vida no pertenecen a un cadáver, sino son carne y
sangre glorificadas. La glorificación de Cristo es condición necesaria para que
pueda dar la vida, y esa glorificación está en íntima relación con el Espíritu
Santo (6,63; 7, 36).
“El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (v.54).
Se produce un cambio en el vocabulario:
hasta el v.53 el verbo para indicar la acción de comer era éfagon (como
aoristo de esthio), que volverá a aparecer una vez más en el v. 58. Pero
en los cuatro versículos 54, 56,57 y 58 se recurre al verbo trogo que en
todos los casos se utiliza únicamente en participio presente.
El cambio de vocabulario es llamativo, ya
que es un verbo que se utiliza frecuentemente para referir la acción de comer
cuando ésta es realizada por los animales. Pero en el uso helenístico trogo
pasó a ocupar el lugar del tiempo presente de esthio. Se podrá
advertir una intención teológica: la comida ya no designa el acto de
apropiación por la fe, sino la asimilación de la eucaristía.
En las primeras partes del discurso se
trató sobre el Pan que Dios está dando, y que es el mismo Jesucristo que debe
ser asimilado por la fe para obtener la vida eterna. En la última parte se
habla del Pan que da Jesucristo, que es su propia carne, y que debe ser comida
para recibir la vida eterna.
“Porque mi carne es la verdadera comida y
mi sangre, la verdadera bebida” (v.55).
La carne y la sangre se presentan como
verdadero alimento y verdadera bebida, retomando un elemento literario que ya
había sido adelantado en el v. 27. Al destacar la sangre junto a la carne se
abre una nueva perspectiva: la comida es la participación en un banquete sacrificial.
“El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí y yo en él” (v.56).
La recepción del cuerpo y de la sangre produce en el creyente los mismos efectos que la fe: la consecución de la vida eterna y la firme esperanza en la resurrección (v.54). Se añade a éstos la permanencia recíproca de Cristo en el que come su carne y bebe su sangre, así como la de éste en Cristo, en un texto que tiene evidentes paralelismos con la alegoría de la vid.
La recepción del cuerpo y de la sangre produce en el creyente los mismos efectos que la fe: la consecución de la vida eterna y la firme esperanza en la resurrección (v.54). Se añade a éstos la permanencia recíproca de Cristo en el que come su carne y bebe su sangre, así como la de éste en Cristo, en un texto que tiene evidentes paralelismos con la alegoría de la vid.
Al llegar a este punto de la permanencia
de Cristo en el que lo come, así como la permanencia del creyente en Cristo, se
alcanza el punto culminante de todo el discurso. El término “permanecer” es uno
de los más utilizados por Juan. La permanencia es una nota característica de lo
divino cuando se lo compara con la transitoriedad de las cosas terrenales. Juan
recurre a esta noción para expresar la forma en que la vida divina habita en el
creyente, trasmitiéndole la inmutabilidad y la eternidad, de una manera similar
a la permanencia de Cristo en el Padre y del Padre en Cristo. El misterio de la
inhabitación recíproca del Padre y del Hijo se extiende a los creyentes.
Así como yo, que he sido enviado por el
Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come
vivirá por mí (v.57).
La relación entre Cristo y el creyente se
ilumina a la luz de la relación que existe entre el Padre viviente y Cristo el
Enviado: Cristo vive por el Padre, por causa del Padre y para el Padre; de la
misma manera el que come a Cristo vivirá por Él y para Él.
Jesucristo, que ha sido enviado para
revelar al Padre, entrega su carne y su sangre como alimento a los creyentes, y
de esa forma revela al Padre Viviente que da vida a todas las cosas.
Este es el pan bajado del cielo; no como
el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá
eternamente (v.58).
El discurso se concluye con una frase que
se construye retomando elementos de los vv. 49 y 51, y que por la repetición de
elementos de la frase inicial (v.31), encierra toda la obra (vv.31-58) con una
inclusión en forma de paralelismo concéntrico:
v.31: a) Nuestros padres, el maná; b)
comieron en el desierto, como está escrito; c) Pan del Cielo les dio de comer.
v.58: c´) Este es el Pan que del cielo
descendió, b´) no como comieron, a´) los padres y murieron.
Párrafos tomados de “El Evangelio de Juan”
Luis Heriberto Rivas – Editorial San Benito – Páginas 228 a 234
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
|
· Preguntas
para la meditación:
Ø ¿Tomo en cuenta el sentido
profundo de la Eucaristía cuando participo de ella?
Ø ¿De qué manera la Eucaristía
se relaciona con mi fe en Cristo?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL
TEXTO BÍBLICO?
|
Señor, enséñame cada día a comprender la
importancia de la Eucaristía en mi fe y mi pertenencia comunitaria en la
Iglesia de Cristo.
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO
BÍBLICO?
|
Vuelvo a leer el texto en voz alta y
pausada, buscando que cada palabra pronunciada por Jesús penetre mi pensamiento
y corazón.
Anhelo la participación eucarística al
reflexionar en su importancia y significado.
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO
BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
Ø ¿De qué manera me voy a
preparar para participar en la Eucaristía?
Ø ¿Qué voy a recordar cuando
participe?
Ø ¿Cómo alimentará en forma
práctica mi fe en Jesús esta participación?
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