22 de junio de 2014

22 de junio de 2014.
EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO - Solemnidad - Ciclo A

El que coma de este pan vivirá eternamente

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Deuteronomio    8, 2-3. 14b-16a

    Moisés habló al pueblo diciendo:
    «Acuérdate del largo camino que el Señor, tu Dios, te hizo recorrer por el desierto durante esos cuarenta años. Allí él te afligió y te puso a prueba, para conocer el fondo de tu corazón y ver si eres capaz o no de guardar sus mandamientos. Te afligió y te hizo sentir hambre, pero te dio a comer el maná, ese alimento que ni tú ni tus padres conocían, para enseñarte que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Señor.
    No olvides al Señor, tu Dios, que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud, y te condujo por ese inmenso y temible desierto, entre serpientes abrasadoras y escorpiones. No olvides al Señor, tu Dios, que en esa tierra sedienta y sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca, y en el desierto te alimentó con el maná, un alimento que no conocieron tus padres.»
Palabra de Dios.

SALMO    
Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20 (R.: 12a) 
R.    ¡Glorifica al Señor, Jerusalén!

    ¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
    alaba a tu Dios, Sión!
    El reforzó los cerrojos de tus puertas
    y bendijo a tus hijos dentro de ti. R.

    El asegura la paz en tus fronteras
    y te sacia con lo mejor del trigo.
    Envía su mensaje a la tierra,
    su palabra corre velozmente. R.

    Revela su palabra a Jacob,
    sus preceptos y mandatos a Israel:
    a ningún otro pueblo trató así
    ni le dio a conocer sus mandamientos. R.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto    10, 16-17

    Hermanos:
    La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan. Pensemos en Israel según la carne: aquellos que comen las víctimas, ¿no están acaso en comunión con el altar?
Palabra de Dios.

SECUENCIA

Esta secuencia es optativa y puede decirse íntegra desde * Este es el pan de los ángeles.

    Glorifica, Sión, a tu Salvador,
    aclama con himnos y cantos
    a tu Jefe y tu Pastor.

    Glorifícalo cuanto puedas,
    porque él está sobre todo elogio
    y nunca lo glorificarás bastante.

    El motivo de alabanza
    que hoy se nos propone
    es el pan que da la vida.

    El mismo pan que en la Cena
    Cristo entregó a los Doce,
    congregados como hermanos.

    Alabemos ese pan con entusiasmo,
    alabémoslo con alegría,
    que resuene nuestro júbilo ferviente.

    Porque hoy celebramos el día
    en que se renueva la institución
    de este sagrado banquete.

    En esta mesa del nuevo Rey,
    la Pascua de la nueva alianza
    pone fin a la Pascua antigua.

    El nuevo rito sustituye al viejo,
    las sombras se disipan ante la verdad,
    la luz ahuyenta las tinieblas.

    Lo que Cristo hizo en la Cena,
    mandó que se repitiera
    en memoria de su amor.

    Instruidos con su enseñanza,
    consagramos el pan y el vino
    para el sacrificio de la salvación.

    Es verdad de fe para los cristianos
    que el pan se convierte en la carne,
    y el vino, en la sangre de Cristo.

    Lo que no comprendes y no ves
    es atestiguado por la fe,
    por encima del orden natural.

    Bajo la forma del pan y del vino,
    que son signos solamente,
    se ocultan preciosas realidades.

    Su carne es comida, y su sangre, bebida,
    pero bajo cada uno de estos signos,
    está Cristo todo entero.

    Se lo recibe íntegramente,
    sin que nadie pueda dividirlo
    ni quebrarlo ni partirlo.

    Lo recibe uno, lo reciben mil,
    tanto éstos como aquél,
    sin que nadie pueda consumirlo.

    Es vida para unos y muerte para otros.
    Buenos y malos, todos lo reciben,
    pero con diverso resultado.

    Es muerte para los pecadores y vida para los justos;
    mira como un mismo alimento
    tiene efectos tan contrarios.

    Cuando se parte la hostia, no vaciles:
    recuerda que en cada fragmento
    está Cristo todo entero.

    La realidad permanece intacta,
    sólo se parten los signos,
    y Cristo no queda disminuido,
    ni en su ser ni en su medida.

    * Este es el pan de los ángeles,
    convertido en alimento de los hombres peregrinos:
    es el verdadero pan de los hijos,
    que no debe tirarse a los perros.

    Varios signos lo anunciaron:
    el sacrificio de Isaac,
    la inmolación del Cordero pascual
    y el maná que comieron nuestros padres.

    Jesús, buen Pastor, pan verdadero,
    ten piedad de nosotros:
    apaciéntanos y cuídanos;
    permítenos contemplar los bienes eternos
    en la tierra de los vivientes.

    Tú, que lo sabes y lo puedes todo,
    tú, que nos alimentas en este mundo,
    conviértenos en tus comensales del cielo,
    en tus coherederos y amigos,
    junto con todos los santos.


EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Juan    6, 51-58

    Jesús dijo a los judíos:
    «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.»
    Los judíos discutían entre sí, diciendo: « ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?»
    Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
    Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
    Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
    Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente.»
Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Uno de los elementos que no permiten tomar conciencia de los avances tecnológicos, es la capacidad que ha tenido el hombre de hacer crecer y multiplicar todo. La sociedad de consumo impone un vértigo en la competencia que impulsa cada día a producir más y mejores productos. Asistimos en nuestro mundo al milagro de la multiplicación de los bienes de consumo, un milagro que parecía imposible de realizar a principios de nuestra era: ya hay pan y alimentos básicos para todos los seres que habitan el planeta.
Pero la contracara de esta realidad, es la que hambre en este mismo mundo sigue siendo desesperadaLas estadísticas de la ONU son escalofriantes: hambre crónica de 1.000 millones de habitantes, muerte de 40.000 personas diarias por inanición porque el sistema de mercado declara de antemano muertos a quienes no poseen capacidad de compra y niega ayudas en provecho de reducir impuestos al capital. Un 2% de la producción mundial de grano bastaría para alimentar a los 1.000.000 de personas que lo necesitan, pero sin un céntimo para adquirir un puñado de trigo o de maíz su identidad es irrelevante. Y por si esto fuera poco, las fortunas de las 358 familias más ricas del planeta suman más que los 2.500 millones de personas más pobres del mundo.
Lo propio de nuestra «sociedad consumista» es que no sólo consumimos lo necesario para la vida, sino que consumimos sobre todo y fundamentalmente bienes superfluos. Lo que mueve básicamente la política y la economía no es que todos puedan consumir lo necesario sino «aumentar el crecimiento» y «subir el nivel de consumo».
“No sólo de pan vive el hombre” nos dice Jesucristo. Pero a la hora de comer no despidió vacíos a los que lo escuchaban, sino que buscó la forma eficaz de multiplicar los panes y los peces. Y nos dejó encargado a sus seguidores: “Denles ustedes de comer”.
En realidad, no sólo de pan vive el hombre… pero también de pan. El pan es indispensable y la justicia social también. La libertad es indispensable como el pan de cada día y la solidaridad lo es tanto como la justicia.
… “Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social”…. Federico García Lorca. Fragmento del discurso pronunciado con motivo de la inauguración de la Biblioteca de Fuentevaqueros.
Como dice un teólogo contemporáneo: el pan no es sólo lo que vemos, tocamos y comemos sino que es transparencia de dolores, trabajos, sueños, alegrías etc., ni alimento es sólo el que ingerimos para mantener nuestra vida biológica. Desde esta perspectiva puede Jesús afirmar con profundidad y verdad que Él “es el pan de Vida”.
***
La primera lectura recuerda la necesidad de alimento que tuvo el pueblo de Israel en el desierto. El maná fue el pan que alimentó su peregrinar hacia la tierra prometida. Era un pan que bajaba del cielo y que no conocían. Dios los alimentó haciéndoles ver, al mismo tiempo, que “el hombre no sólo vive de pan”. El alimento que Dios les da los hace sentir más pueblo, pero no daba la vida porque los que lo comían también terminaban muriendo.
***
Si hay diferencias que humillan a unos hermanos frente a los demás se está contradiciendo el amor a Cristo y la unidad en la comunidad. San Pablo pone de manifiesto la exigencia de unidad que brota de la Eucaristía. Todos los que comulgan del cuerpo y la sangre de Cristo se hacen con Él un solo cuerpo. La unidad de alimento produce también unidad entre los miembros de la comunidad. De ello deriva la exigencia de unidad entre los miembros de la comunidad cristiana. Esta realidad debe llevar a compartir los bienes espirituales y materiales en una verdadera caridad fraterna.
***
Jesús, en la sinagoga de Cafarnaún, hablaba a la gente y les anunciaba el alimento de su carne y su sangre como fuente de vida para todos. El diálogo entre los judíos y Jesús se inicia con el milagro del maná, la providencial comida con que Dios alimentó a sus padres en el desierto. Pero el alimento milagroso se ofrece al pueblo únicamente porque los israelitas están a punto de morir de hambre y de sed.
Este pasaje es el final del discurso en el que Jesús se identifica con el pan vivo”. Una vida que va más allá de lo terreno, una vida que vence las barreras de la muerte, una vida eterna: “El que come de este pan vivirá para siempre”. Jesús reafirma la promesa de vida eterna con una condición: quien acepta comer de este pan, quien acepta su palabra, su proyecto de salvación, alcanzará la vida plena.
Jesús subraya que Él mismo es el pan de vida: su carne es verdadera comida y su sangre verdadera bebida y sólo el que come su carne y bebe su sangre tiene vida eterna. El evangelista hablando de este modo realista, quiere dar a entender que el pan eucarístico es “verdaderamente” el cuerpo de Cristo y el vino consagrado es “verdaderamente” la sangre de Cristo. Quien come este cuerpo y bebe esta sangre tiene la vida eterna y la promesa de Cristo de que lo resucitará el último día.
Cristo se hace totalmente presente y se nos ofrece como alimento, como provisión para el camino de la Vida. Gracias a su entrega y a su presencia eucarística nosotros podemos ansiar la vida eterna.
La declaración que hace Jesús de la necesidad de comerlo y beberlo significan asimilarse a Él, aceptar y hacer propio el amor expresado en su vida, con su carne y en su muerte con su sangre. No hay realización plena para el hombre, no hay vida verdadera si no es por la asimilación a Jesús; el Espíritu que se recibe en cada Eucaristía lleva a una entrega y a una calidad humana como la suya.
La comunión, por tanto, pone al discípulo en camino de identificación con Jesús, quien, de este modo, pasa de ser un modelo exterior que imitar a una realidad interiorizada; la comunión produce la sintonía con Jesús y hace vivir identificado con Él, hace vivir como Él.
Como Jesús vive por y para el Padre, en una total dedicación a cumplir el proyecto del Padre de dar vida al mundo, el discípulo, el que come la carne y bebe la sangre, no puede vivir con otra actitud que esa misma dedicación al mismo plan de dar vida al mundo.
En la Eucaristía Jesús nos incorpora a su cuerpo que es la Iglesia. La comunión con Cristo se convierte en comunión entre nosotros, con los hermanos, más aún, con todos los hombres para formar una comunidad fraterna de discípulos, para vivir sirviéndonos unos a otros, cada día, como el mismo Jesús nos mostró por la salvación del mundo.
La Eucaristía no es una realidad mágica que por la repetición de unas palabras transforma la realidad del pan y del vino en otra realidad que causa automáticamente la salvación del que la recibe. La Eucaristía es una celebración de fe en la que todos los que participan entran en comunión con el Cuerpo de Cristo y en esa comunión se hacen Cuerpo de Cristo, se hacen comunidad
de hijos en el Hijo, son presencia del Reino en el aquí y ahora de este mundo.
Al comulgar nos incorporamos a una corriente de vida. Comulgar nos obliga a una opción: la de seguir el camino de amor de Jesús como una respuesta al Amor de Dios en la vida de cada día.
Comulgar no es, solamente el acto piadoso de recibir a Cristo que se realiza de espaldas al mundo y a los hermanos sino que es entrar en comunión con Élhacer causa común con Jesús
y su causa que es el hombre, sobre todo el débil, el oprimido, el empobrecido, el explotado, el sometido a la miseria y al hambre.
Jesús, Pan de Vida, alimento de su comunidad, por la Eucaristía funda la Iglesia como comunidad de servicio a la humanidad, como prolongación del cuerpo de Cristo, que se ofrece en la cruz por la vida del mundo. De ahí que la comunión, al tiempo que nos incorpora y mantiene en la Iglesia, nos vuelca y compromete en el servicio a los hombres, en solidaridad con todos y especialmente de los pobres.
Comer y beber “la Vida” es comer y beber el amor a la vida y todo lo que ésta conlleva: libertad, justicia, participación, hermandad. Este el misterio que conmemoramos y adoramos en esta solemnidad del Corpus Christi y en toda celebración de la Eucaristía.

PARA DISCERNIR

¿Qué experimento al recibir el cuerpo del Señor?
¿Me siento unido por la eucaristía al proyecto de Jesús?
¿Vivo la unidad con el resto del Cuerpo de Cristo?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

…Tu carne es la verdadera comida, y tu sangre, la verdadera bebida…

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…”Cuando veas que está sobre el altar el cuerpo de Cristo, di a ti mismo: por este cuerpo no soy ya en adelante tierra y ceniza; ya no soy cautivo sino libre; por este cuerpo, espero los cielos y estoy seguro de que obtendré los bienes que hay en ellos: la vida inmortal, la suerte de los apóstoles, la conversación con Cristo. Éste es aquel cuerpo que fue ensangrentado, traspasado con lanza y que manó fuentes saludables, la de la sangre, la del agua para toda la tierra… Este cuerpo se nos dio para que lo tuviéramos y comiéramos, lo cual fue de amor intenso”…
S.Juan Crisóstomo, In epist. 1 ad Cor 24, 4: PG 61, 203; R1195.

PARA REZAR

La Eucaristía sale hoy a la calle,
se hace vida.
Como Jesús, se acerca a nosotros
y toca nuestras heridas para curar,
sanar y reconciliar, para salvar
y arrancar de la muerte.
Él es el pan vivo que ha bajado del cielo
para la vida del mundo.
Entrar en comunión con él es entrar
en el torrente de vida que es Dios y vivir para siempre.
Hoy es un día para celebrar
porque la Eucaristía es el mayor regalo
que Dios nos podía ofrecer:
su misma presencia, su misma vida,
hecho alimento para nosotros.
Es celebración que nos une en la fe
y que a la vez nos abre a la humanidad entera,
recordándonos que el Reino es el centro de la fe
porque es la voluntad del Padre,
que todos vivamos como lo que somos:
hijos e hijas suyos.
Es celebración que traspasa los límites litúrgicos para hacerse vida para todos en Jesús.
P. Fernando Torres Pérez c.m.f.

LECTIO DIVINA 

Mi carne es la verdadera comida,
y mi sangre, la verdadera bebida

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     6, 51-58

Jesús dijo a los judíos:
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.» 
Los judíos discutían entre sí, diciendo: « ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?» 
Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. 
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. 
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. 
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente.»
Palabra del Señor.
 

1.     LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

 ·   Guías para la lectura:
                    
“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo” (v.51)
El verdadero Pan es el que puede otorgar la vida eterna al que lo come. Se retoma el verbo “comer” que había sido abandonado desde la introducción del discurso (v.31). Se establece una nueva relación con el Pan: ahora se trata de un Pan que debe ser comido, anunciando de esta forma el tema de la cuarta parte del discurso.  
Al Pan verdadero – que desciende del cielo – se le añade un nuevo atributo: “viviente” o “que está viviendo”. Se produce  una consonancia que ilustra los efectos de esta comida: El que come el pan viviente, vivirá.  
Así como el verbo “creer” fue reemplazado por “comer”, también el sujeto “pan” es reemplazado a partir de este punto del discurso: el Pan es la carne de Cristo, pero es un Pan viviente, con lo que se excluye toda idea repugnante de comer un cadáver.  
Es necesario advertir que en las expresiones bíblicas la carne no es algo diferente de la persona, sino la persona misma entendida en su aspecto terrenal. En el himno del prólogo de Juan (1, 1-18) se llega al punto culminante cuando se afirma que la Palabra que estaba desde el principio junto a Dios se hizo carne. Para Juan la carne es el mismo Cristo en su existencia terrenal, lo que El comenzó a ser en el tiempo, poniendo en forma destacada la debilidad y la condición mortal.   
“Los judíos discutían entre sí, diciendo: ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?” (v.52) 
Las últimas palabras de Jesús en el v.51 suscitan malestar entre los oyentes. Su reacción más violenta está expresada con el verbo “pelear – querellar” (v.52). 
Hay un doble motivo para reaccionar. El primero está implícito, ya que es normal la reacción de asombro y repugnancia ante la perspectiva de tener que comer carne humana, que se asocia con las experiencias más espantosas y crueles de la guerra, y que en el Antiguo Testamento se une siempre a la idea de los tremendos castigos con que Dios amenaza al pueblo por sus pecados (por ejemplo Lv 26,29; Dt 28,53-57; Jer 19,9; Ez 5,10, etc.) En este sentido, las palabras de Jesús podían haber sonado a sus oídos como un anuncio de castigos y experiencias horrorosas. 
El segundo motivo, explícito en este caso, está expresado por el interrogante “¿Cómo puede…?”. Si se trata de comer su cadáver, ¿cómo es posible que entregue su propia carne estando vivo?  
“Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes” (v.53)
La respuesta de Jesús comienza con dos frases paralelas en forma de antítesis (v.53-54), en la que la formulación negativa ocupa el primer lugar. Encuadrado con el típico doble “Amén” que le da el carácter de una solemne definición, se encuentra el pronunciamiento que coloca la comida de su carne como una condición ineludible para obtener la vida. Si el anuncio de que su carne sería dada como alimento les produciría rechazo, esta nueva intervención de Jesús agrava la dificultad: el que no la come, no tendrá vida eterna. A esto se añade una exigencia más difícil de aceptar, que es la de beber su sangre.  
Este segundo requisito, el de beber la sangre, resulta a los oyentes mucho más repugnante que el primero, ya que la prohibición de beber sangre, reiterada varias veces en el Antiguo Testamento (Gn 9,4; Dt 12, 16.23; Lv 3,17; 7,26-27; 17,10-14; 19,26) llevaba anexada una sentencia de muerte contra el que la violaba (Lv 7,27 y 17,14). 
Pero en el centro del pronunciamiento se encuentra una expresión que impone un sentido más preciso a todo el texto y responde a la dificultad de los oyentes: la carne y la sangre de las que se trata son la carne y la sangre del Hijo del hombre. Este elemento pone en relación a este texto con el del v.27 “el alimento que les dará el Hijo del hombre”. 
Al indicar que este alimento será dado por el Hijo del hombre y que consistirá en su propia carne, se revela el carácter escatológico de esta comida. La carne y la sangre que se ofrecen como alimento necesario para obtener la vida no pertenecen a un cadáver, sino son carne y sangre glorificadas. La glorificación de Cristo es condición necesaria para que pueda dar la vida, y esa glorificación está en íntima relación con el Espíritu Santo (6,63; 7, 36).  
“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (v.54). 
Se produce un cambio en el vocabulario: hasta el v.53 el verbo para indicar la acción de comer era éfagon (como aoristo de esthio), que volverá a aparecer una vez más en el v. 58. Pero en los cuatro versículos 54, 56,57 y 58 se recurre al verbo trogo que en todos los casos se utiliza únicamente en participio presente.  
El cambio de vocabulario es llamativo, ya que es un verbo que se utiliza frecuentemente para referir la acción de comer cuando ésta es realizada por los animales. Pero en el uso helenístico trogo pasó a ocupar el lugar del tiempo presente de esthio.  Se podrá advertir una intención teológica: la comida ya no designa el acto de apropiación por la fe, sino la asimilación de la eucaristía.  
En las primeras partes del discurso se trató sobre el Pan que Dios está dando, y que es el mismo Jesucristo que debe ser asimilado por la fe para obtener la vida eterna. En la última parte se habla del Pan que da Jesucristo, que es su propia carne, y que debe ser comida para recibir la vida eterna.   
“Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida” (v.55).
La carne y la sangre se presentan como verdadero alimento y verdadera bebida, retomando un elemento literario que ya había sido adelantado en el v. 27. Al destacar la sangre junto a la carne se abre una nueva perspectiva: la comida es la participación en un banquete sacrificial.  
“El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (v.56).
La recepción del cuerpo y de la sangre produce en el creyente los mismos efectos que la fe: la consecución de la vida eterna y la firme esperanza en la resurrección (v.54). Se añade a éstos la permanencia recíproca de Cristo en el que come su carne y bebe su sangre, así como la de éste en Cristo, en un texto que tiene evidentes paralelismos con la alegoría de la vid.
Al llegar a este punto de la permanencia de Cristo en el que lo come, así como la permanencia del creyente en Cristo, se alcanza el punto culminante de todo el discurso. El término “permanecer” es uno de los más utilizados por Juan. La permanencia es una nota característica de lo divino cuando se lo compara con la transitoriedad de las cosas terrenales. Juan recurre a esta noción para expresar la forma en que la vida divina habita en el creyente, trasmitiéndole la inmutabilidad y la eternidad, de una manera similar a la permanencia de Cristo en el Padre y del Padre en Cristo. El misterio de la inhabitación recíproca del Padre y del Hijo se extiende a los creyentes. 
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí (v.57).  
La relación entre Cristo y el creyente se ilumina a la luz de la relación que existe entre el Padre viviente y Cristo el Enviado: Cristo vive por el Padre, por causa del Padre y para el Padre; de la misma manera el que come a Cristo vivirá por Él y para Él. 
Jesucristo, que ha sido enviado para revelar al Padre, entrega su carne y su sangre como alimento a los creyentes, y de esa forma revela al Padre Viviente que da vida a todas las cosas.  
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente (v.58). 
El discurso se concluye con una frase que se construye retomando elementos de los vv. 49 y 51, y que por la repetición de elementos de la frase inicial (v.31), encierra toda la obra (vv.31-58) con una inclusión en forma de paralelismo concéntrico:
v.31: a) Nuestros padres, el maná; b) comieron en el desierto, como está escrito; c) Pan del Cielo les dio de comer.  
v.58: c´) Este es el Pan que del cielo descendió, b´) no como comieron, a´) los padres y murieron. 
Párrafos tomados de “El Evangelio de Juan”
Luis Heriberto Rivas – Editorial San Benito – Páginas 228 a 234 
   
2.     MEDITACIÓN - ¿QUÉ  ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

·                       Preguntas para la meditación:  

Ø   ¿Tomo en cuenta el sentido profundo de la Eucaristía cuando participo de ella?
Ø   ¿De qué manera la Eucaristía se relaciona con mi fe en Cristo? 

3.     ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Señor, enséñame cada día a comprender la importancia de la Eucaristía en mi fe y mi pertenencia comunitaria en la Iglesia de Cristo.

4.     CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Vuelvo a leer el texto en voz alta y pausada, buscando que cada palabra pronunciada por Jesús penetre mi pensamiento y corazón.
Anhelo la participación eucarística al reflexionar en su importancia y significado.

5.     ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

·                        Preguntas para la acción:
                    
Ø   ¿De qué manera me voy a preparar para participar en la Eucaristía?
Ø   ¿Qué voy a recordar cuando participe?

Ø   ¿Cómo alimentará en forma práctica mi fe en Jesús esta participación?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.