28 de junio de 2014


Señor, no soy digno de que entres en mi casa

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de las Lamentaciones    2, 2. 10-14. 18-19

    El Señor devoró sin piedad todas las moradas de Jacob; derribó en su indignación las fortalezas de la hija de Judá; echó por tierra y profanó el reino y sus príncipes.
    Están sentados en el suelo, silenciosos, los ancianos de la hija de Sión; se han cubierto la cabeza de polvo, se han vestido con un sayal. Dejan caer su cabeza hasta el suelo las vírgenes de Jerusalén.
    Mis ojos se deshacen en llanto, me hierven las entrañas; mi bilis se derrama en la tierra por el desastre de la hija de mi pueblo, mientras desfallecen sus niños y pequeños en las plazas de la ciudad.
    Ellos preguntan a sus madres: « ¿Dónde hay pan y vino?», mientras caen desfallecidos como heridos de muerte en las plazas de la ciudad, exhalando su espíritu en el regazo de sus madres.
    ¿A quién podré compararte? ¿A quién te asemejaré, hija de Jerusalén? ¿A quién te igualaré, para poder consolarte, virgen hija de Jerusalén? Porque tu desastre es inmenso como el mar: ¿quién te sanará? Tus profetas te transmitieron visiones falsas e ilusorias. No revelaron tu culpa a fin de cambiar tu suerte, sino que te hicieron vaticinios falsos y engañosos.
    ¡Invoca al Señor de corazón, gime, hija de Sión! ¡Deja correr tus lágrimas a raudales, de día y de noche: no te concedas descanso, que no repose la pupila de tus ojos!
    ¡Levántate, y grita durante la noche, cuando comienza la ronda! ¡Derrama tu corazón como agua ante el rostro del Señor! ¡Eleva tus manos hacia él, por la vida de tus niños pequeños, que desfallecen de hambre en todas las esquinas! 
Palabra de Dios.

SALMO    
Sal 73, 1-2. 3-4. 5-7. 20-21 (R.: 19b) 
R.    No te olvides para siempre de los pobres.

    ¿Por qué, Señor, nos rechazaste para siempre
    y arde tu indignación contra las ovejas de tu rebaño?
    Acuérdate de pueblo que adquiriste en otro tiempo,
    de la tribu que rescataste para convertirla en tu herencia;
    acuérdate de Sión, donde pusiste tu Morada. R.

    Vuelve tus pasos hacia esta ruina completa:
    todo lo destruyó el enemigo en el Santuario.
    Rugieron tus adversarios en el lugar de tu asamblea,
    pusieron como señales sus propios estandartes. R.

    Alzaron sus hachas como en la espesura de la selva;
    destrozaron de un golpe todos los adornos,
    los deshicieron con martillos y machetes;
    prendieron fuego a tu Santuario,
    profanaron, hasta arrasarla, la Morada de tu Nombre. R.

    Ten presente tu alianza,
    porque todos los rincones del país
    están repletos de violencia.
    Que el débil no retroceda lleno de confusión,
    que el pobre y el oprimido alaben tu Nombre. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo    8, 5-17

    Al entrar en Cafarnaún, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo.»
    Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “Tienes que hacer esto”, él lo hace.»
    Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes.» Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído.» Y el sirviente se curó en ese mismo momento.
    Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.
    Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades. 
Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Esta página de las Lamentaciones atribuidas a Jeremías es la mejor reflexión sobre el sentido que tienen los acontecimientos narrados en el libro de los Reyes. Presenta una resignada meditación sobre el exilio, sobre los falsos profetas y las prácticas idolátricas, que llevaron inevitablemente al hundimiento de Jerusalén y de su templo.
Todo es luto y miseria la ciudad destruida, los ancianos mudos, las lágrimas en los ojos de todos, los niños desfallecidos de hambre. Pero el autor del libro invita al pueblo a dirigirse a Dios con su oración y sus manos alzadas al cielo.
No está todo perdido. Estos acontecimientos conducen al arrepentimiento y a la súplica. Jeremías está ahí para que el diálogo con Dios continúe, y la vida vuelva a su curso.
***
La predicación del Reino es avalada por los signos liberadores de Jesús en favor de los excluidos. Los milagros aparecen en el evangelio de Mateo como dinamismo transformador del Reino. Las costumbres de la época, enseñaban que los judíos no podían conversar con los gentiles, ni tocarlos, ni mucho menos entrar en sus casas. Un centurión romano pide a Jesús que cure a su sirviente. Ambos son paganos y, el centurión, jefe militar romano, representa al poder imperial. La gente sentía hacia ellos odio, miedo y repugnancia. Este centurión siente una preocupación tan grande por su criado que es capaz de humillarse ante Jesús y pedirle que lo cure.
Jesús descubre la confianza absoluta que ha puesto en su poder liberador, y no tuvo ningún escrúpulo en decidir entrar en la casa del pagano, se detiene para apreciar con admiración la sencillez y sobriedad de la fe de este hombre. El centurión no dijo quién era Jesús, pero lo dio a entender de forma práctica y real.
El centurión no se considera digno de que Jesús entre en su casa, pero reafirma su fe, ante Jesús, y ante todos los que estaban allí presentes, de tal manera que Jesús puede decir: «En Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande». La oración generosa, llena de amor, humildad y confianza mueve a Jesús para realizar el milagro.
“La fuerza del amor no mide las posibilidades (…). El amor no discierne, no reflexiona, no conoce razones. El amor no es resignación ante la imposibilidad, no se intimida ante dificultad alguna”. (San Pedro Crisólogo).

PARA DISCERNIR

¿Pedimos bien, como lo hace el centurión?
¿Pedimos o exigimos?
¿Nuestra oración es generosa?
¿Reconocemos que lo que se nos da es por pura gratuidad?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

…Di una sola palabra y quedaré sano…

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

«Hágase tu voluntad»
     «Sea hecha tu voluntad; y como es hecha en el cielo, así se haga en la tierra» ¡Oh Señor mío, qué gran regalo es ésta para mí, que no dejaseis en querer tan ruin como el mío el cumplirse vuestra voluntad! ¡Buena
estuviera yo, Señor, si estuviera en mis manos el cumplirse vuestra voluntad o no! Ahora la mía os doy libremente, aunque a tiempo que no va libre de interés; porque ya tengo probado, y gran experiencia de ello, la ganancia que es dejar libremente mi voluntad en la vuestra. ¡Oh amigas, qué gran ganancia hay aquí, o qué gran pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor en el Paternóster en esto que le ofrecemos!…
    Pues os quiero avisar y acordar qué es su voluntad. No hayáis miedo sea daros riquezas, ni deleites, ni honras, ni todas estas cosas de acá; no os quiere tan poco, y tiene en mucho lo que le dais y os lo quiere pagar bien, pues os da su reino aún viviendo… Pues veis aquí, hijas, a quien más amaba [su  Hijo] lo que dio; por donde se entiende cuál es su voluntad. Así que éstos son sus dones en este mundo. Da conforme al amor que nos tiene: a los que ama más, da de estos dones más; a los que menos, menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno y el amor que tiene a Su Majestad. A quien le amare mucho,  verá que puede padecer mucho por El; al que amare poco, poco. Tengo yo para mí que la medida de poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor…
     Porque todo lo que os he avisado en este libro va dirigido a este punto de darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya  y desasirnos de las criaturas, y tendréis ya entendido lo mucho que importa, no digo más en ello; sino diré para lo que pone aquí nuestro buen Maestro estas palabras dichas, como quien sabe lo mucho que ganaremos de hacer este servicio a su Eterno Padre. Porque nos disponemos para que con mucha brevedad nos veamos acabado de andar el camino y bebiendo del agua viva de la fuente que queda dicha. Porque sin dar nuestra voluntad del todo al Señor para que haga en todo lo que nos toca conforme a ella, nunca deja beber de ella”…
Santa Teresa de Jesús, de Ávila (1515-1582), carmelita descalza,
doctora de la Iglesia – Camino de perfección, c. 32

PARA REZAR

Sufrir con Humildad
Danos, Señor, un verdadero, nuevo
y más profundo conocimiento de tí
a través del sufrimiento.
Haz que podamos intuir con el afecto del corazón
tu misterio que está más allá de toda comprensión.
Haz que el ejercicio de paciencia de la mente,
el discurso espinoso de la inteligencia,
sea el signo de una verdad
que no se alcanza simplemente
con las normas de la razón humana,
misterio inaccesible y al mismo tiempo nutritivo
para la existencia del hombre,
para sus dramas y sus aparentes absurdos.
Queremos ofrecerte nuestros sufrimientos
y compartir los de la humanidad,
las dificultades en las que se debaten muchos corazones
para volver a una siempre nueva
y más verdadera experiencia de Tí,
Señor, Dios nuestros,
Tú habitas en la luz eterna
que nadie puede contemplar, sino tu Hijo
que nos la reveló desde lo alto de la cruz.
Concédenos penetrar en el misterio de Jesús
a fin de poder conocer algo de Tí,
en la gracia del Espíritu Santo.
Danos acceder al misterio del dolor
con paciencia, con humildad,
convencidos de nuestra ignorancia,
de lo mucho que todavía desconocemos
de tu Trinidad de amor
de tu proyecto salvífico.
Haz que nos humillemos en nuestro sufrimiento,
para poder merecer, al menos una migaja,
del conocimiento de aquel misterio,
que nos saciará eternamente.
Te lo pedimos por intercesión de María,
que sufrió,
pero que creyó profundamente,
y ha llegado ya,
también en nuestro nombre,
al conocimiento perfecto de tu gloria. Amén.
 
Cardenal Carlo María Martini

Si del Inmaculado Corazón de María

El Corazón Inmaculado de María

Conservaba todo esto en su corazón

PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro de Isaías 61,9-11

La estirpe de mi pueblo será célebre entre las naciones, y sus vástagos entre los pueblos. Los que los vean reconocerán que son la estirpe que bendijo el Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido con un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos.
Palabra de Dios

SALMO
1 Samuel 2, 1. 4-8 
R: Mi corazón se regocija por el Seño, mi salvador.

Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación. R.

Se rompen los arcos de tus valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía. R.

El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece. R.

Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2,41-51

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedo en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
“Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.”
Él les contestó:
“¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre?”
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Palabra del Señor

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

MARÍA CONSERVABA TODAS ESTAS COSAS EN SU CORAZÓN 
María iba reflexionando sobre todas las cosas que había conocido leyendo, escuchando, mirando, y de este modo su fe iba en aumento constante, sus méritos crecían, su sabiduría se hacía más clara y su caridad era cada vez más ardiente. Su conocimiento y penetración, siempre renovados, de los misterios celestiales la llenaban de alegría, la hacían gozar de la fecundidad del Espíritu, la atraían hacia Dios y la hacían perseverar en su propia humildad. Porque en esto consisten los progresos de la gracia divina, en elevar desde lo más humilde hasta lo más excelso y en ir transformando de resplandor en resplandor. Bienaventurada el alma de la Virgen que, guiada por el magisterio del Espíritu que habitaba en ella, se sometía siempre y en todo a las exigencias de la Palabra de Dios.
Ella no se dejaba llevar por su propio instinto o juicio, sino que su actuación exterior correspondía siempre a las insinuaciones internas de la sabiduría que nace de la fe. Convenía, en efecto, que la sabiduría divina, que se iba edificando la casa de la Iglesia para habitar en ella, se valiera de María santísima para lograr la observancia de la ley, la purificación de la mente, la justa medida de la humildad y el sacrificio espiritual.
Imítala tú, alma fiel. Entra en el templo de tu corazón, si quieres alcanzar la purificación espiritual y la limpieza de todo contagio de pecado. Allí Dios atiende más a la intención que a la exterioridad de nuestras obras. Por esto, ya sea que por la contemplación salgamos de nosotros mismos para reposar en Dios, ya sea que nos ejercitemos en la práctica de las virtudes o que nos esforcemos en ser útiles a nuestro prójimo con nuestras buenas obras, hagámoslo de manera que la caridad de Cristo sea lo único que nos apremie. Éste es el sacrificio de la purificación espiritual, agradable a Dios, que se ofrece no en un templo hecho por mano de hombres, sino en el templo del corazón, en el que Cristo el Señor entra de buen grado… 
De los Sermones de san Lorenzo Justiniano, obispo
(Sermón 8, En la fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen María: Opera 2, Venecia 1751, 38-39)


PARA REZAR

Himno: LUCERO DE LA MAÑANA 
Lucero de la mañana,
norte que muestra el camino,
cuando turba de continuo
nuestro mar la tramontana.
Quien tanta grandeza explica
sin alas puede volar,
porque no podrá alabar
a la que es más santa y rica. 
Sois pastora de tal suerte,
que aseguráis los rebaños
de mortandades y daños,
dando al lobo cruda muerte.
Dais vida a quien se os aplica,
y en los cielos y en la tierra
libráis las almas de guerra,
como poderosa y rica. 
Si vuestro ejemplo tomasen
las pastoras y pastores,
yo fío que de dolores
para siempre se librasen.
Tanto Dios se os comunica,
que sin fin os alabamos,
y más cuando os contemplamos
en el mundo la más rica. Amén.

LECTIO DIVINA 

Muchos vendrán de Oriente y de Occidente,
y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob
    
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     8, 5-17 

    Al entrar en Cafarnaún, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo.»
    Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace.»
    Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes.» Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído.» Y el sirviente se curó en ese mismo momento.
    Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.
    Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: 
        "Él tomó nuestras debilidades
        y cargó sobre sí nuestras enfermedades".
Palabra del Señor.

1.     LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

 ·   Guías para la lectura:
                     
Las escenas narradas en el Evangelio de hoy suceden a las puertas de y en Cafarnaún. Jesús ha bajado de la montaña luego de presentar su memorable sermón (Cap. 5–7), sana a un leproso en el camino a esa ciudad (1-4),  y a las puertas de ésta lo espera un centurión. El centurión (lit. jefe de cien) era un oficial militar que, probablemente tenía a su cargo el cuartel local de las tropas romanas que ocupaban el país. No es judío, pero simpatizaba con su religión. Va en búsqueda de Jesús sin aguardar que ingrese a la ciudad y  le presenta la enfermedad de un sirviente suyo, que sin duda lo tenía muy angustiado. Es entonces que se desarrolla un diálogo muy interesante entre el centurión y Jesús.  
El centurión le reconoce a Jesús su autoridad curativa y su status divino (lo llama Señor y su pedido se traduce en rogativa), para luego describirle con detalle la sintomatología y efectos de la enfermedad: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”.  Si bien le señala el lugar donde se encuentra el enfermo, no tiene intenciones de que Jesús vaya hasta allá, lo que de alguna manera explica el apuro de encontrarse con éste a las puertas de la ciudad. Recién cuando Jesús manifiesta su decisión de visitar su casa para sanar personalmente al sufriente: “Yo mismo iré a curarlo”, el centurión devela el porqué de su resistencia: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa”.  Hay por lo menos tres elementos destacables en la actitud piadosa del centurión: Primero se compadece y compromete con la salud de un subordinado, segundo recurre a Jesús en actitud de oración y tercero reconoce en él una autoridad y dignidad de la que no se siente merecedor a pesar de sus credenciales jerárquicas.  
El centurión, acostumbrado al peso específico de la palabra dada por quien tiene genuina autoridad, presenta a Jesús la lógica sobre la cual sustenta la innecesaria presencia de éste en su casa. Ésta,  si bien puede entenderse como una actitud dirigista sobre el accionar soberano de Jesús, tiene como sustrato espiritual innegable, el reconocimiento del valor de la palabra de Cristo: «…basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace.».  
Jesús reacciona positivamente al desenlace de la conversación por parte del centurión: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe”. Y finalmente realiza la curación de la manera sugerida por el centurión: “Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído.» Y el sirviente se curó en ese mismo momento”. 
Pero no termina allí la intencionalidad de Jesús con relación al hecho narrado por Mateo. No se olvida de la multitud de seguidores que han presenciado la conversación, y para ellos tiene reservadas otras palabras. Estas son, además del elogio de la fe del centurión, duras advertencias escatológicas para quienes se creían merecedores ancestrales de la salvación de Dios y que probablemente miraban al centurión como un hombre extranjero y de fe incompleta.  «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes.». No es para nada aislada en la permanente confrontación teológica que Jesús tiene con los fariseos y escribas, esta interpelación profunda basada en la espiritualidad genuina versus la religiosidad heredada. 
Ya en la ciudad, Jesús toma la iniciativa de curar a la suegra de Pedro. Es notorio el contraste con el suceso anterior. Ahora el Señor entra en una casa en Cafarnaún y toca a la enferma para sanarla: “Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo”. Seguramente Jesús tenía pensado hospedarse en esa casa amiga en donde es de destacar que la inmediata sanidad de la suegra de Pedro la impulsa a servirlo como se hace en la cultura judía con un huésped. 
Finalmente, el texto de hoy nos informa que el día para Jesús iba a ser largo y su tarea de sanación se iba a prolongar. “Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos”. 
Como es habitual en el Evangelio de Mateo, éste hace una interpretación teológica de las acciones mesiánicas de Jesús a la luz de las profecías del Antiguo Testamento: “…para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades".  
    
2.     MEDITACIÓN - ¿QUÉ  ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

·                       Preguntas para la meditación: 
  
Ø   ¿Tengo una fe genuina como la del centurión?
Ø   ¿Me considero merecedor por conducta, herencia o pertenencia eclesial a un trato especial de parte de Jesús?
Ø   ¿Qué efecto sanador produce hoy la palabra de Dios? 

3.     ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Señor, Tú que reconoces la fe genuina de quien te reconoce como Señor y no se considera digno de tu misericordia, ten piedad de nosotros. Danos tu palabra y ella nos basta.

4.     CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Me involucro imaginariamente entre la multitud para escuchar la conversación de Jesús con el centurión.
Luego medito en el accionar de Jesús y reflexiono en sus palabras.
Pienso también en la vocación de servicio de la suegra de Pedro y en la misericordia de Jesús de atender a todos los necesitados a pesar de la inconveniencia del cansancio y de la hora.

5.     ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

·                        Preguntas para la acción: 
                    
Ø   ¿De qué manera voy a cultivar en mi vida una fe humilde que mire la dignidad de Jesús y no la mía?
Ø   ¿Cómo imitaré la actitud piadosa del centurión en relación a un subalterno?
Ø   ¿Cómo imitaré la disposición de servicio de la suegra de Pedro?


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