23
de julio de 2014 – TO – MIÉRCOLES DE LA SEMANA XVI
Dieron fruto al
ciento por uno
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Jeremías 1,
1. 4-10
Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías,
uno de los sacerdotes de Anatot, en territorio de Benjamín.
La palabra del Señor llegó a mí en estos
términos:
«Antes de formarte en el vientre materno,
yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había
constituido profeta para las naciones.»
Yo respondí: « ¡Ah, Señor! Mira que no sé
hablar, porque soy demasiado joven.»
El Señor me dijo: «No digas: “Soy
demasiado joven”, porque tú irás adonde yo te envíe y dirás todo lo que yo te
ordene. No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte
-oráculo del Señor-.»
El Señor extendió su mano, tocó mi boca y
me dijo: «Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco en este día sobre
las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y
demoler, para edificar y plantar.»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 70, 1-2. 3-4a. 5-6b. 15ab y 17 (R.: cf. 15)
R. Mi boca anunciará tu salvación, Señor.
Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
Por tu justicia, líbrame y rescátame,
inclina tu oído hacia mí, y sálvame. R.
Sé para mí una roca protectora,
tú que decidiste venir siempre en mi
ayuda,
porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del
impío! R.
Porque tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud.
En ti me apoyé desde las entrañas de mi
madre;
desde el seno materno fuiste mi protector.
R.
Mi boca anunciará incesantemente
tus actos de justicia y salvación.
Dios mío, tú me enseñaste desde mi
juventud,
y hasta hoy he narrado tus maravillas. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 13, 1-9
Aquel día, Jesús salió de la casa y se
sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que
debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en
la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas.
Les decía: «El sembrador salió a sembrar.
Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las
comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y
brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el
sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas,
y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto:
unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!»
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Jeremías vivió algo más de un siglo después de Amós, Isaías,
Miqueas, entre 625 y 586 a.C, fecha de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor,
precedida de varias deportaciones.
Este profeta es un hombre sensible, que a causa de
su mismo sufrimiento, tiene una vida interior muy marcada. Su vida será
un testimonio de la fidelidad, a pesar de que todo parezca venirse abajo.
A diferencia de Isaías, en el relato de la vocación de Jeremías,
todo resulta más sencillo. No se describe ninguna teofanía y la investidura de
la misión no es tan solemne. La vocación se da en el silencio interior, es
una palabra íntima, es la convicción de que Dios ha sido el primero en amarlo,
y lo ha hecho antes que estuviese en el seno de su madre.
Jeremías es tímido, confiesa su debilidad y
su incapacidad pero el Señor calmará su miedo asegurándole que está
con él para salvarlo. Así como el Señor alargó su mano y le tocó la boca, de
ese modo le asegura que ha puesto sus palabras en su boca.
Jeremías será, verdaderamente, el hombre de la
«palabra». El será la lengua de aquella comunicación apasionada de
Yahvé con su pueblo y con todos los hombres.
Le dará autoridad sobre los pueblos y sobre los reinos, para
extirpar y destruir, para abatir y derrocar, para reconstruir y plantar.
Dios lo constituyó en profeta de las naciones, su misión
es “universal”, a pesar de haber fracasado durante su vida. Pero su influencia
crecerá más tarde, y se convertirá en el padre del judaísmo que florecerá
pasada la prueba del Exilio.
Vive la tensión de querer identificarse plenamente con el Señor
dejándose conducir por su Espíritu y, al mismo tiempo, desea con fuerza
convivir con los demás hombres y ayudarlos a vivir una existencia realmente
buena y justa.
A Jeremías, con un corazón hecho para amar, le fue encargado
el tremendo papel de derrocar para plantar, transmitiendo mensajes de desgracia
y de dolor a los reyes, a los sacerdotes, a los falsos profetas y a todo el
pueblo.
***
Comienza Mateo con el tercer gran discurso formativo de
Jesús a sus discípulos. En este nuevo discurso, Jesús no sólo dice lo que
hay que hacer, sino que también les enseña a discernir la voluntad de Dios
en cada circunstancia de la vida.
Jesús, en el lenguaje de las parábolas, nos revela su
experiencia de Dios, su relación, su intimidad; a la vez que nos introduce
en verdaderos ejercicios de discernimiento espiritual, que tratan de
captar el acontecer silencioso del Reino, en medio de las circunstancias de la
vida, e invitan a realizar una elección correcta de la voluntad de Dios.
Con la parábola del sembrador, desde una imagen muy conocida para
la gente que lo rodea, revela algo de cada uno, en relación con la Palabra
que es Él.
Así como el “sembrador” esparce la semilla en la
tierra sin escatimar, así también, Jesús anuncia la Palabra confiada por
el Padre a todos, sin distinciones y sin reservas. No busca sembrar en el mejor
de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas. Él ha venido para que
todos «tengan vida y la tengan en abundancia». Por eso, no escatima en
desparramar puñados generosos de semillas, ya sea «a lo largo del camino», como
«entre piedras», o «entre espinos.
La imagen del sembrador aparentemente inexperto, proclama
la bondad de Dios, quien no tiene límites para ofrecer sus bendiciones.
La pequeña porción de semilla que cayó posiblemente en
un rincón del terreno, en un trozo de tierra abonada, creció y dio mucho fruto.
De modo semejante ocurre con la Palabra anunciada por Jesús, tendrá
una fecundidad extraordinaria en quien reconoce en el Evangelio de
Jesús, la voluntad del Padre y está dispuesto a acogerla y ponerla en práctica.
Dios se ha hecho Palabra, para que pudiéramos entrar en relación
con Él, y sigue dirigiéndonos su Palabra a cada uno de
nosotros, de manera personal. Esto implica para cada uno, el hacerse a sí
mismo “buena tierra”, desde la confianza en la fuerza de la palabra de Jesús,
para que esta semilla pueda crecer y dé frutos de vida renovada en la justicia
y la misericordia.
Aún cuando nos parezca que habla a la muchedumbre, Dios nos
tiene presente a cada uno, con nuestra realidad personal; y tiene
un proyecto salvífico para cada hombre.
Frente al desánimo que sentimos muchas veces cuando todo el
esfuerzo que se realiza parece inútil, que se gastan demasiadas fuerzas y que
son pocos los resultados, el relato de la parábola presenta una conclusión
sorprendente: el terreno fértil, el que acoge generosamente la semilla,
produce una cosecha que supera cualquier expectativa razonable.
PARA DISCERNIR
¿Qué rasgos de Jeremías me interpelan en mi seguimiento hoy?
¿Desde dónde hago mis opciones, mis elecciones en la vida? ¿Es la
Palabra mi criterio de discernimiento?
¿A qué me invita hoy la generosidad del sembrador?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Tu Palabra alegra mi corazón.
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…”La alegría del Evangelio es propia de quien, tras haber
encontrado la plenitud de la vida, queda suelto, libre, desenvuelto, sin temor,
no cohibido. Ahora bien, ¿creéis acaso que quien ha encontrado la perla
preciosa empezará a despreciar todas las otras perlas? En absoluto. Quien ha
encontrado la perla preciosa se vuelve capaz de colocar las otras en una escala
de valores justa, para relativizarlas, para juzgarlas en relación con la perla
más bella. Y lo hace con extrema sencillez, porque, teniendo como piedra de
toque la preciosa, es capaz de comprender mejor el valor de las otras.
A quien tiene la alegría del Evangelio, a quien tiene la perla
preciosa, el tesoro, se le dará el discernimiento de los otros valores, de los
valores de las otras religiones, de los valores humanos que hay fuera del
cristianismo; se le dará la capacidad de dialogar sin timidez, sin tristeza,
sin reticencias; más aún: con alegría, precisamente porque conocerá el valor de
todo lo demás. Quien busca la alegría en seguridades humanas, en ideologías, en
sutilezas, no puede encontrar esta alegría. La alegría del Evangelio es Jesús
crucificado, que llena nuestra vida perdonando nuestros pecados, dándonos el
signo de su amor infinito, llenándonos día y noche con su alegría profunda.
Cuando carecemos de soltura, cuando estamos espantados, cuando somos perezosos,
temerosos, cuando estamos preocupados por el futuro de la Iglesia y de nuestra
comunidad, eso significa que no tenemos la alegría del Evangelio, sino sólo
algunas sombras, algún eco lejano, intelectual, abstracto, del mismo. Acoger el
Evangelio es acoger su fuerza y apostar por ella, confiarnos a Cristo
crucificado, que quiere llenarnos de su alegría”…
Carlo María
Martini, La Alegría del Evangelio.
PARA REZAR
Señor, enséñanos a orar, a abrir las manos ante ti.
Orar con limpio corazón, que sólo cante para Ti,
con la mirada puesta en Ti, dejando que hable, Señor.
Orar buscando la verdad, cerrar los ojos para ver.
Dejarnos seducir, Señor, andar por tus huellas de paz.
Orar hablándote a Ti, de tu silencio y de tu voz,
de tu presencia que es calor. Dejarnos descubrir por Ti.
Orar también en sequedad, las manos en tu hombro, Señor.
Mirarte con sinceridad: Aquí nos tienes, Señor.
C.N.
LECTIO DIVINA
Dieron fruto centuplicado
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
13, 1-9
Jesús salió de la casa y se
sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que
debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en
la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas.
Les decía: «El sembrador
salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino
y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había
mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero
cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras
cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en
tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
¡El que tenga oídos, que
oiga!»
Palabra del Señor.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Guías para la
lectura:
El sembrador arroja al voleo la semilla en
un terreno de la región montañosa de Galilea. Como en aquella época se solía arar
la tierra después de la siembra, la semilla esparcida corre distinta suerte
según las distintas clases de suelo: una parte cae sobre el camino; otra cae
entre abrojos y espinas, y otra en un terreno pedregoso, donde no hay más que
una tenue capa de tierra. Pero una buena parte de la semilla cae en tierra
fértil, y el fruto abundante compensa el esfuerzo realizado.
Con esta comparación, Jesús dirige la
atención de sus oyentes hacia la suerte que corre la semilla. En cada siembra
hay una serie de fracasos, y no es poca la cantidad que se pierde debido a la
esterilidad del suelo; pero no por eso la siembra resulta infructuosa. El
rendimiento abundante de la semilla caída en tierra fértil asegura el éxito de
la cosecha, y la certeza del triunfo final debe suscitar, en el momento de la
siembra, una confianza esperanzada y gozosa.
Esto mismo sucede con el Reino de Dios que
irrumpe ya en la persona de Jesús. A pesar de los obstáculos que encuentra, el
Reino está llegando con una fuerza irresistible y al fin se manifestará en la
plenitud de su gloria. Nada se dice de cuándo ni cómo llega el reinado de Dios.
A Jesús le basta la certeza de su llegada gloriosa para infundir confianza y
levantar el ánimo desilusionado de sus discípulos.
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para
la meditación:
¿Están mis oídos y ojos espirituales
abiertos a la enseñanza de la palabra de Jesús?
¿Qué enseñanza tomo de la parábola en la
acción del sembrador?
¿Cómo es mi terreno espiritual para recibir
la semilla de la Palabra?
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO
BÍBLICO?
Señor, abre mis oídos y mis ojos para
recibir plenamente tu palabra. Que tenga yo tierra fértil para comprenderla y
producir fruto abundante de vida.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO
BÍBLICO?
Reflexiono en los motivos que tenía Jesús
para enseñar por medio de parábolas.
Leo nuevamente la parábola y medito en la
labor del sembrador y trato de identificarme con algún tipo de suelo donde cae
la semilla.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para
la acción:
¿Cómo imitaré la tarea del sembrador?
¿Cómo prepararé mi vida a la llegada
diaria de la palabra de Dios?
¿Con quién compartiré lo reflexionado en
la Lectio de hoy?
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