22 de julio de
2014 – TO – MARTES
DE LA SEMANA XVI
22 de julio – Santa María Magdalena
¡He visto al
Señor!
PRIMERA
LECTURA
Lectura del Cantar de los
Cantares 3, 1-4a
Así habla la
esposa:
En mi lecho,
durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! Me
levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado
de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
Me encontraron los
centinelas que hacen la ronda por la ciudad: «¿Han visto al amado de mi alma?»
Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma.
Palabra de Dios.
O bien:
Lectura de la segunda carta del apóstol
san Pablo
a los cristianos de
Corinto 5, 14-17
Hermanos:
El amor de Cristo
nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han
muerto. Y él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí
mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Por eso nosotros,
de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos;
y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así.
El que vive en
Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha
hecho presente.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9 (R.: 2b)
R. Mi alma tiene
sed de ti, Señor, Dios mío.
Señor, tú eres mi
Dios,
yo te busco
ardientemente;
mi alma tiene sed
de ti,
por ti suspira mi
carne
como tierra
sedienta, reseca y sin agua. R.
Sí, yo te
contemplé en el Santuario
para ver tu poder
y tu gloria.
Porque tu amor
vale más que la vida,
mis labios te
alabarán. R.
Así te bendeciré
mientras viva
y alzaré mis manos
en tu Nombre.
Mi alma quedará
saciada
como con un manjar
delicioso,
y mi boca te
alabará
con júbilo en los
labios. R.
Veo que has sido
mi ayuda
y soy feliz a la
sombra de tus alas.
Mi alma está unida
a ti,
tu mano me
sostiene, R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San
Juan 20, 1-2. 11-18
El primer día de
la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al
sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón
Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del
sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
María se había
quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al
sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y
otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le
dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?»
María respondió:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Al decir esto se
dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó:
«Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»
Ella, pensando que
era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime
dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.»
Jesús le dijo:
«¡María!»
Ella lo reconoció
y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!»
Jesús le dijo: «No
me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos:
“Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes”.»
María Magdalena
fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había
dicho esas palabras.
Palabra del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
María de Magdala fue la primera testigo de la
resurrección del Señor. Va al sepulcro muy temprano, siente dolor y
tristeza y por eso llora. Corrió hacia el sepulcro para terminar los ritos de
la sepultura; pero sobre todo quería reencontrarse con lo que estaba
aparentemente perdido. Buscaba, aferrada al recuerdo que la
mantiene, sentir la presencia de Aquel a quien había amado. La
piedra había dicho la última Palabra sellando la puerta del sepulcro, y ahora
la encuentra corrida. Se estremece al oír aquella voz familiar y tan
querida, y su corazón, responde con palabras que la razón se niega todavía a
pronunciar.
El Espíritu revela el único lugar donde
Dios habita para siempre, y donde
Dios ha elegido tener su morada: el corazón que ama. Ahí se busca a
Dios y ahí se le encuentra.
María Magdalena nos enseña que el amor es
el único camino de la fe. La inolvidable aparición de esa mañana nueva, no
atiende más que a esta llamada, y la fe está toda ella en esta respuesta.
María se siente transformada por la presencia del Resucitado. Del dolor y
del llanto pasa a la alegría. La resurrección debe ser
una experiencia que nos transforme, nos haga sentir personas, nos
convoque y nos envié a llevar esta buena noticia de vida a todas partes.
Confesar que Él es Señor y Dios, es entrar
en comunión con Él, y dejar que la Vida, asuma nuestras muertes, nuestras
pequeñas muertes de cada día y la muerte última y definitiva. Muertes
que por Él, llevan en sí la semilla de una vida sin fin.
PARA
DISCERNIR
¿Cómo es mi experiencia de encuentro con
el Resucitado?
¿Experimento que me llama por mi nombre a
una vida nueva?
¿Siento el impulso de anunciar su
presencia en medio nuestro?
REPITAMOS A
LO LARGO DE ESTE DÍA
…Encontré al amor de mi alma…
PARA LA
LECTURA ESPIRITUAL
Ardía en deseos de Cristo, a quien pensaba que se lo
habían llevado
…María Magdalena, cuando llegó al sepulcro
y no encontró allí el cuerpo del Señor, creyó que alguien se lo había llevado,
y así lo comunicó a los discípulos. Ellos fueron también al sepulcro, miraron
dentro y creyeron que era tal como aquella mujer les había dicho. Y dice el
evangelio acerca de ellos: Los discípulos se volvieron a su casa. Y añade a
continuación: Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.
Lo que hay que considerar en estos hechos
es la intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella mujer, que no se
apartaba del sepulcro, aunque los discípulos se habían marchado de allí.
Buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en el fuego
de su amor, ardía en deseos de aquel a quien pensaba que se lo habían llevado.
Por esto, ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado
buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en
ellas, tal como afirma la voz de aquel que es la Verdad en persona: El que
persevere hasta el final se salvará.
Primero lo buscó, sin encontrarlo;
perseveró luego en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la dilación,
iba aumentando su deseo, y este deseo aumentado le valió hallar lo que buscaba.
Los santos deseos, en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación los
enfría, es porque no son o no eran verdaderos deseos. Todo aquel que ha sido
capaz de llegar a la verdad es porque ha sentido la fuerza de este amor. Por
esto dice David: Mi alma tiene sed de Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el
rostro de Dios? Idénticos sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en el
Cantar de los cantares: Estoy enferma de amor; y también: Mi alma se derrite.
Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?
Se le pregunta la causa de su dolor con la finalidad de aumentar su deseo, ya
que, al recordarle a quién busca, se enciende con más fuerza el fuego de su
amor.
Jesús le dice: « ¡María!» Después de
haberla llamado con el nombre genérico de «mujer», sin haber sido reconocido,
la llama ahora por su nombre propio. Es como si le dijera:
«Reconoce a aquel que te reconoce a ti. Yo
te conozco, no de un modo genérico, como a los demás, sino en especial».
María, al sentirse llamada por su nombre,
reconoce al que lo ha pronunciado, y, al momento, lo llama: «Rabboni», es
decir: «Maestro», ya que el mismo a quien ella buscaba exteriormente era el que
interiormente la instruía para que lo buscase.
San Gregorio Magno, Homilía 25 sobre los evangelios
(1-2.4-5: PL 76, 1189-1193)
PARA REZAR
Liturgia de las horas
Estaba al alba María,
llamándole con sus lágrimas.
Vino la gloria del Padre
y amaneció el primer día.
Envuelto en la blanca túnica
de su propia luz divina,
la sábana de la muerte
dejada en tumba vacía,
Jesús, alzado, reinaba;
pero ella no lo veía.
Estaba al alba María,
la fiel esposa que aguarda.
Mueva el Espíritu al aura
en el jardín de la vida.
Las flores huelan la Pascua
de la carne sin mancilla,
y quede quieta la esposa
sin preguntas ni fatiga.
¡Ya está delante el esposo,
venido de la colina!
Estaba al alba María,
porque era la enamorada. Amén.
LECTIO
DIVINA
Señalando con la mano a sus
discípulos, dijo:
Estos son mi madre y mis hermanos
Estos son mi madre y mis hermanos
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 12, 46-50
Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que
estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus
hermanos están ahí afuera y quieren hablarte».
Jesús le respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y
señalando con la mano a sus discípulos, agregó: «Estos son mi madre y mis
hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo,
ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.»
Palabra del
Señor.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
Guías para la lectura:
v.46: Todavía estaba hablando a la muchedumbre: Es la gente anónima que lo rodea, llamada
a decidirse por Él o contra Él. No puede seguir siendo neutral.
Estas
multitudes somos nosotros, los lectores, llamados a ser como los discípulos que
acogen el don de la vida: de lo contrario somos como los fariseos que lo llevan
a la muerte.
Su madre y sus
hermanos: En Marcos 3,20 ss, el episodio se mira en
sentido negativo. Los suyos lo aman, pero creen que está fuera de sí, van a
“hacerse cargo de Él” y a llevarlo a la casa para atenderlo. Aunque lo aman,
ellos – como para Pedro y los otros – existe un largo camino de conversión para
llegar a la sabiduría de Dios. No aceptan su modo de pensar ni de obrar. La
sabiduría de Dios es necedad para el hombre (1 Co 1,17-2,16). Mateo utiliza el
episodio con otra óptica: dice que la familia de Jesús está constituida por los
que cumplen, como Él, la voluntad de su Padre.
Se presentaron
fuera. Es un residuo del relato de Marcos,
estructurado sobre el “dentro” y “fuera” de la casa. Uno puede ser pariente
cercano del Señor – pertenecer a su pueblo desde varias generaciones – pero no
por eso está “dentro” de su casa. Debe entrar personalmente en la relación
Hijo/Padre. Trataban de hablar con Él. No es tanto el hablar con Él que
nos hace suyos, sino el escucharlo. El hablar con él puede ser el primer paso,
pero no basta.
v.47: Alguien le dijo, etc. De los suyos
que tratan de hablarle, se pasa a este anónimo que le habla: es uno de la
multitud, uno de nosotros. ¿Pero su hablarle se convertirá en deseo de
escucharlo?
v.48: Él respondió al que se lo decía. A quien le habla, Jesús le responde,
descubriendo su misterio.
¿Quién es mi
madre y quiénes son mis hermanos? Jesús cuestiona lo que parece obvio. Todo el Evangelio, de principio a
fin, es un cuestionamiento a las “certezas”: quita al hombre sus certezas, para
abrirlo a la verdad de Dios. A quien le pregunta si quiere hablar o no con los
suyos, Jesús responde problematizando una evidencia que se da por descontada:
¿Quiénes son los suyos? Él no nació de la carne, sino del Espíritu (1,20). Su
madre es madre suya porque le ha dicho “sí” a la voluntad del Padre (Lc 1,38).
El que, como ella, acoge la Palabra, es madre suya; le da vida en la propia vida,
le da carne en la propia carne.
v.49: Extendiendo su mano hacia los discípulos: No es un simple gesto para señalar a sus
discípulos. Su mano es la misma del Padre, de la cual ninguno puede
arrebatarlos (Jn 10,28ss).
¡Éstos son mi
madre y mis hermanos!
El discípulo está en comunión con Él, su hueso y su carne (2S 19,13): el uno es
el otro, con una pertenencia recíproca de amor.
Hasta el punto
de que es su madre. La maternidad es una relación no de igualdad, sino de
dependencia. La vida del Verbo encarnado depende del hombre. Así como se la
puede quitar, también se la puede dar. El que cierra la mano, lo mata; el que
la abre a su don, lo hace vivir en sí. Él se entrega en nuestras manos: su
cuerpo y su sangre son para nosotros. La Eucaristía es el lugar lleno de
familiaridad con Él.
v.50: Todo el que cumple la voluntad de mi Padre
celestial. La
voluntad está siempre en conexión con el Padre: es su amor al Hijo, que le
corresponde con el mismo amor. El Padre y el Hijo tienen un único amor: es el
Espíritu Santo, su beso, su respiro, su vida.
Jesús, a
través del “sí” de una mujer, vino en nuestra carne para decirnos y darnos el
amor del Padre. Nuestra existencia no es el desarrollo de un destino ciego e
ineluctable, sino el cumplimiento libre de la voluntad del Padre (6,10; 7,21;
12,50; 18,14; 21,3; 26,42).
Ése es mi
hermano. Cumplir la voluntad del Padre es mi
identidad: me hace hijo suyo y hermano de Jesús.
Mi hermana. En Israel la mujer no podía ser
discípula. Para Jesús no existen hombre y mujer; todos somos uno en él (Ga
3,28). El que lo ama y lo escucha es igual a Él, el Hijo, su hermano o su
hermana.
Mi madre. El trozo comienza y termina con la
palabra “madre”. La de María es la vocación originaria de cada hombre: decir
“sí” al Padre, hacerse respuesta a su propuesta. Como Dios es Padre del Verbo
en los cielos, así en la tierra es para Él madre el que dice “sí” al Padre.
Al igual que
el anterior (11,25-30), también este capítulo se cierra con la perspectiva más
alta que se le concede al hombre: él es por gracia lo que Dios es por
naturaleza. Su belleza, sublime e increíble, es tener parte en el secreto de
Dios: entrar en su misma vida de amor entre el Padre y el Hijo.
Párrafos extraídos de “Una comunidad lee el Evangelio
de Mateo”
Silvano Fausti – Editorial San Pablo. 2da. Edición-
Páginas 276 a 278.
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
Preguntas para la meditación:
¿Estoy ansioso
de hablar con Jesús?
¿Me podría
señalar Jesús como parte de su familia?
¿Entiendo el
hacer la voluntad del Padre como signo de pertenencia filial divina?
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR
DEL TEXTO BÍBLICO?
Señor, ayúdame a hacer la
voluntad del Padre y de esa manera ser señalado por Ti como parte de tu íntima
familia.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL
TEXTO BÍBLICO?
Trato de
recrear la escena relatada en el texto, oír a la multitud, escuchar al anónimo
que se anima a hablar con Jesús e interceder por su familia.
Luego escucho
la pregunta de Jesús, veo a los discípulos y trato de imaginar lo que la
multitud pensó en ese momento.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL
TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para la acción:
¿Cómo buscaré
espacios en mi vida para poder hablar con Él a pesar de la multitud de personas
y de situaciones que se me presentan?
¿De qué forma
práctica haré la voluntad del Padre?
¿Qué valor le
daré a la pertenencia filial que tengo con Jesús?
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