25 de julio de 2014 – TO – VIERNES DE LA SEMANA XVI
25 de julio - Santiago apóstol (F)
El que quiera ser grande que se haga servidor
PRIMERA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto 4,
7-15
Hermanos:
Nosotros llevamos un tesoro en
recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no
procede de nosotros, sino de Dios.
Estamos atribulados por todas
partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no
abandonados; derribados, pero no aniquilados.
Siempre y a todas partes,
llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que
también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Y así aunque vivimos,
estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la
vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De esa manera, la muerte
hace su obra en nosotros, y en ustedes, la vida.
Pero teniendo ese mismo
espíritu de fe, del que dice la Escritura: Creí, y por eso hablé, también
nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos. Y nosotros sabemos que aquel que
resucitó al Señor Jesús nos resucitará con él y nos reunirá a su lado junto con
ustedes.
Todo esto es por ustedes: para
que al abundar la gracia, abunde también el número de los que participan en la
acción de gracias para gloria de Dios.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 125, 1-2b. 2c-3. 4-5. 6 (R.: 5)
R. Los que siembran entre
lágrimas, cosecharán entre canciones.
Cuando el Señor cambió la
suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de
canciones. R.
Hasta los mismos paganos
decían:
« ¡El Señor hizo por ellos
grandes cosas!»
¡Grandes cosas hizo el Señor
por nosotros
y estamos rebosantes de
alegría! R.
¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre
lágrimas
cosecharán entre canciones. R.
El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 20, 20-28
La madre de los hijos de
Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle
algo.
«¿Qué quieres?», le preguntó
Jesús.
Ella le dijo: «Manda que mis
dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
«No saben lo que piden»,
respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?»
«Podemos», le respondieron.
«Está bien, les dijo Jesús,
ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda,
no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha
destinado mi Padre.»
Al oír esto, los otros diez se
indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes
saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les
hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el
que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el
primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser
servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.»
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Los apóstoles son, por antonomasia,
los testigos de la resurrección de Cristo, es decir, mensajeros
y proclamadores del triunfo de Jesús sobre la muerte y, por
tanto, los primeros anunciadores de la salvación para todos los hombres.
Son aquellos que nos dan el perfil auténtico del
discípulo-misionero que reclama la Iglesia de hoy en América Latina: en contacto
con el Señor, aprendiendo en la escuela de su vida y anunciando lo
que han visto y oído.
Según el libro de los Hechos de los apóstoles, el
contenido esencial de su mensaje era éste: “El Dios de nuestros
padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un
madero. La diestra de Dios lo exaltó haciéndole jefe y salvador, para otorgar a
Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos
nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen”.
La primera lectura nos habla de cómo unos años después
de la resurrección, Santiago y los demás apóstoles, igual que el
Maestro, pasaban haciendo el bien y dando testimonio de Jesús
resucitado entre el pueblo, con la convicción de estar cumpliendo la
voluntad de Dios, hasta el punto de poder decir: “Hay que
obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Esta tarea la realizan con fuerza y decisión,
porque son dóciles al Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.
Una fuerza que los sostiene hasta el fin, hasta el martirio si es necesario.
La lectura a los Corintios nos presenta el tesoro
de ser apóstol, en vasos de barro. El texto se inicia con una lista de calamidades,
con las que se quiere ilustrar la metáfora del vaso de barro. Pero esas
calamidades, no destruyen ese vaso de debilidad que es el apóstol,
porque la predicación del evangelio es acción de Dios, sostenida con la
fuerza del Espíritu Santo. Eso hace posible que el apóstol no viva angustiado,
ni desesperado, ni abandonado.
En el evangelio, un día, la madre de los Zebedeos con
sus hijos, se postró para pedir a Jesús, puestos de honor y gloria; uno a su
derecha y el otro a su izquierda en el reino. Estos dos hermanos, hijos de
Zebedeo, junto a Pedro, presenciaron la resurrección de la hija de Jairo,
la gloria del Tabor y la agonía de Getsemaní; y acreditaron su vehemencia,
pidiendo a Jesús que lloviera fuego sobre los que lo rechazaban, ganándose
así el apodo de “Boanerges” hijos del trueno. Creían también, que
el mesianismo de Jesús, iba por el camino de los honores y de la autoridad.
Pero a la vez hicieron valer su arrojo y valentía, dispuestos a beber el
cáliz de su Señor.�
Santiago y su hermano Juan tuvieron que recibir
una lección muy clara y dura por parte de Jesús. Ellos pedían honores,
y Jesús les predijo el martirio. Ellos querían mandar, y Jesús
los exhortó al servicio humilde de los hermanos. Frente a la ambición de
los hijos del trueno, que buscan un primer puesto, el Señor baja los
humos de los Apóstoles y les apunta que al Reino se llega por el
camino de la cruz.
Esto no es un ideal inasequible, sino un ideal
que puede ser asumido en la vida del discípulo: Jesús vivió según esta
ley. Su misión fue servir a la humanidad abriéndole el camino de la vida,
hasta morir por ello. El amor que ha salido del Padre lo
impulsa al servicio, y el servicio lo empuja hasta la entrega de la
vida. No recurre, en su lucha por la liberación de la humanidad, ni al
dinero, ni a las armas, ni al prestigio, para lograr el éxito de la causa de
Dios. Fue el amor su única arma. El discípulo debe marchar por el camino
del Maestro, que “no ha venido para que lo sirvan, sino para
servir y dar su vida en rescate por todos“. Es esta una lección
perpetuamente válida en la Iglesia, no sólo para los que, continuando el
ministerio apostólico, tienen cargos de dirección en la comunidad
cristiana, sino también para todos los miembros de la comunidad, llamados
igualmente al servicio común.
Jesús es consciente de que el ideal que Él propone, va
contra las tendencias más innatas del espíritu humano, que impulsan a
dominar a los demás.
El poder plantea grandes y graves problemas,
tanto a nivel personal como institucional. Porque el que tiene el poder tiende
a pensar que lo ha recibido de Dios y que siempre lo ejerce en su nombre,
y esto lo puede llevar muchas veces a creerse ocupando el lugar de Dios, o, a
un paso de creerse Dios. El poder en sí es arma peligrosa y con
muchos filos. El peligro mayor siempre es el mismo: convertir la
autoridad en poder y dominio, y no en servicio.
El camino de conversión de los doce, y en particular,
el que fue haciendo Santiago, es un llamado y esperanza para todos
nosotros; que también podemos hacer realidad una Iglesia en la que no haya
poderosos y esclavos, unos arriba y otros abajo; sino carismas puestos en
comunión. Se hace necesario perder muchos miedos. Hay que volver al Evangelio
sin prejuicios, ni medias tintas.
Santiago aprendió la lección con su propia vida.
Se hizo servidor, dio su vida para dar vida. Y así siguió el camino del
Maestro. Todos aquellos que hoy celebramos su fiesta, debemos pedirle que
aprendamos a seguir su camino de fe, de servicio, de darse. Y no el camino de
creernos mejores, de pretender imponer en vez de anunciar. El
reino se construye al modo de Jesús: dando y no exigiendo.
El discípulo está llamado a tener la misma actitud que
el Maestro: “Igual que el Hijo del Hombre que no ha venido a que lo
sirvan, sino a servir y dar su vida en rescate de todos”. Pidamos que cada
uno, en nuestra tarea, sepamos ejercer nuestra responsabilidad, no
buscando el aplauso ni el privilegio, sino el servicio. Pidámoslo en cada
eucaristía haciendo memorial de la última cena de Aquel que siendo el
Maestro y Señor lavó los pies de los discípulos, para darnos ejemplo y
para que también nosotros lo hagamos así.
Los discípulos, y Santiago entre ellos, lo
comprendieron con la mirada puesta en su Maestro y lo confirmaron al precio de
su propia sangre.
«Santiago vivió poco tiempo, pues ya en un principio
le movía un gran ardor: despreció todas las cosas humanas y ascendió a una cima
tan inefable que murió inmediatamente». San Juan Crisóstomo.
PARA DISCERNIR
¿Cómo puedo llegar a ser “grande”?
¿Cómo vivo la actitud de servicio que pide Jesús?
¿En qué momentos específicos noto que me siento más
inclinado a mandar o a servir?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
…Enviado a ser servidor…
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«Jesús los llevó a solas a una montaña
alta y se transfiguró ante ellos.»
Mc 9,2
…”Todos los que ven a Cristo no son iluminados del
mismo modo sino según la medida de su capacidad de recibir la luz. Nuestros
ojos corporales no siempre están iluminados del mismo modo por el
sol. Cuanto más alto uno sube, más puede contemplar su salida y mejor percibe
su resplandor y su calor. Del mismo modo, nuestro espíritu cuanto más alto se
eleva y sube hasta Cristo, más descubrirá el esplendor de su claridad, más
intensamente será iluminado por su luz. El Señor mismo lo declara por boca del
profeta: «Acercaos a mí y yo me acercaré a vosotros.» (Zac 1,3)…
De
manera que no todos nosotros nos llegamos a Cristo de la misma manera, sino que
cada uno lo hace según «sus capacidades». (Mt 25,15) O bien, nos vamos con las
multitudes hacia él para que nos sacie con el pan de sus parábolas para no
desfallecer por el camino (Mc 8,3), o bien, nos quedamos a sus pies, sin
preocuparnos de nada más que de escuchar su palabra, sin dejarnos distraer por
las múltiples necesidades del servicio. (Lc 10,38ss)… Sin duda alguna que los
que se acercan así al Señor recibirán mucha más luz.
Pero, igual que
los apóstoles, sin alejarnos nunca de él, «permanecemos» constantemente con él
en las tribulaciones (Lc 22,28) Cristo nos explicará en secreto lo que había
dicho a las multitudes y con más claridad todavía nos iluminará. (M13, 11ss).
En fin, si él encuentra a alguien capaz de subir a la montaña con él, como
Pedro, Santiago y Juan, éste ya no sólo será iluminado por la luz de Cristo
sino también por la voz del Padre”…
Orígenes (185-253) presbítero y teólogo
Homilías sobre el Génesis 1,7; SC 7 Pág. 72-73
Homilías sobre el Génesis 1,7; SC 7 Pág. 72-73
PARA REZAR
Padre nuestro: necesitamos tu Espíritu:
para comprender las necesidades de todos los hombres
para participar con generosidad en tus planes
para iniciar en esta vida la salvación de la vida
eterna
para responder al Evangelio con la promoción de la fe
para superar el materialismo que impregna nuestras
vidas
para sumarnos al esfuerzo actual de solidaridad
para comprometernos en promover la paz y la justicia
para llenar nuestro corazón de tu presencia
para renovar nuestra forma de orar y meditar.
R.A.J.
LECTIO DIVINA
Beberéis
mi cáliz
+ Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Mateo 20, 20-28
La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
«¿Qué
quieres?», le preguntó Jesús.
Ella le dijo:
«Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a
tu izquierda.»
«No saben lo
que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?»
«Podemos», le respondieron.
«Podemos», le respondieron.
«Está bien,
les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a
mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para
quienes se los ha destinado mi Padre.»
Al oír esto,
los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y
les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y
los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así.
Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el
que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que
no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una
multitud.»
Palabra del
Señor.
1.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías
para la lectura:
El texto del
Evangelio de hoy gira en torno del concepto de “poder” dentro del Reino de Dios
y la concepción de que la relación entre ambos existe también entre el entorno
de Jesús y Él mismo.
El contexto
narrativo anterior es el siguiente: Jesús había hablado en abundancia y
especialmente en parábolas sobre las características del Reino de Dios. Luego
del frustrante diálogo con “el joven rico” (16-22) y de la reflexión de Jesús
sobre el mismo: “Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de
los Cielos”; las preguntas y reacciones de los discípulos comienzan a
aparecer. Primero éstos consultan a Jesús: “Entonces, ¿quién podrá
salvarse? (v25) y luego es el mismo Pedro quien lleva la voz cantante de un
debate que seguramente se estaba dando dentro de los apóstoles: “Tú sabes
que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a
nosotros? Jesús responde las dos preguntas. A la primera le da un sentido
soteriológico: “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es
posible” (v26), y a la segunda un carácter escatológico: “Les
aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente
en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce
tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (v28).
Seguramente
dentro de esta dinámica comunicacional, es que la madre de los hijos de Zebedeo
se atreve a hacer semejante petición: “Manda que mis dos hijos se sienten en
tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. Esta insólita
promoción la realiza con toda una semiótica especial. Se acerca a Jesús en
compañía de sus dos hijos (Santiago y Juan) y se postra a sus pies,
reconociendo la autoridad y potestad del Señor.
Algunos
eruditos, al comparar las referencias de los tres Evangelios (Mt. 27.56; Mc.
15.40 y Jn 19.25), proponen la teoría de que ella era Salomé, la hermana
de María la madre de Jesús, y que, por lo tanto, era tía de Jesús, de modo que
Santiago y Juan eran sus primos. De ser así, la escena de “lobby de poder”
cobra un matiz de “acomodo familiar” muy sugerente.
Si bien,
como dijimos antes, la increíble petición tenía como antecedente el intercambio
de preguntas y respuestas sobre el Reino de los Cielos, “los Zebedeo” no habían
tomado completa consideración de las declaraciones inmediatamente anteriores de
Jesús: “Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado
a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo
entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero
al tercer día resucitará”. (v.17-19). Probablemente hayan percibido
la inminencia del desenlace y la urgencia de la búsqueda de espacios de poder,
pero no habían comprendido la naturaleza sacrificial y terrible de ese proceso
de glorificación. Por eso Jesús les responde en forma automática “No saben
lo que piden” (v.22 a).
Pero Jesús les
dice algo más: “¿Pueden beber el cáliz que yo beberé? dando un baño
dramático de realismo al diálogo. Santiago y Juan responden: “Podemos”.
Jesús, entonces aprovecha para anoticiarlos del martirio de Santiago (Hch.
12.2) como del destierro de Juan a la isla de Patmos (Ap 1.9): “Está bien,
volvió a decir Jesús, ustedes beberán mi cáliz” (v.23a). A continuación,
deja sentado que la “ubicación de los tronos en el Reino de Dios” es potestad
personalísima del Padre: “En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda,
no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha
destinado mi Padre.” (v. 23b).
Como era de
esperar, al resto de los apóstoles que fueron testigos de este diálogo, el
mismo no les causó mucha gracia. Es más, se indignaron (v.24). Es este el
momento preciso en que, en su infinita sabiduría, Jesús les da una inolvidable
enseñanza de la correcta ecuación Poder - Reino de Dios; opuesta a la
que existe en otras esferas del mundo: “Ustedes saben que los jefes de las
naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que
se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su
esclavo”. (v.26-27)
Como muestra
incomparable e incontrastable de esta ecuación, Jesús como líder se ofrece como
ejemplo viviente de la misma: “como el Hijo del hombre, que no vino para ser
servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud” (v.
28)
2.
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Preguntas
para la meditación:
Ø ¿Siento
que debo tener lugares de privilegio en la Iglesia?
Ø ¿Siento
envidia por lugares que otros ocupan o indignación por quienes los ambicionan?
Ø ¿Tengo
presente el costo del liderazgo cristiano?
3.
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
|
Señor,
enséñame a servir antes que buscar ser servido, a desear el Reino de Dios y su
justicia y no sus privilegios, a ejercitar mi liderazgo modelado en tu Persona.
4.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
|
Trato de
imaginar la escena de los dos apóstoles con su madre y luego la indignación del
resto de ellos.
Reflexiono
acerca de la verdadera ecuación de poder en el Reino de Dios.
5.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
Ø ¿Cómo
evaluaré mis peticiones de ubicación dentro de la Iglesia?
Ø ¿De
qué manera consideraré el costo del liderazgo?
Ø ¿Cómo
tendré a Jesús como modelo de líder?
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