Pidan y se
les dará
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de
Ester 4, 12. 14-16. 23-25
La reina Ester,
presa de una angustia mortal, también buscó refugio en el Señor. Luego oró al Señor,
Dios de Israel, diciendo:
¡Señor mío,
nuestro Rey, tú eres el Único! Ven a socorrerme, porque estoy sola, no tengo
otra ayuda fuera de ti y estoy expuesta al peligro. Yo aprendí desde mi
infancia, en mi familia paterna, que tú, Señor, elegiste a Israel entre todos
los pueblos, y a nuestros padres entre todos sus antepasados, para que fueran
tu herencia eternamente. ¡Y tú has hecho por ellos lo que habías prometido!
¡Acuérdate, Señor,
y manifiéstate en el momento de nuestra aflicción! Y a mí, dame valor, Rey de
los dioses y Señor de todos los que tienen autoridad. Coloca en mis labios
palabras armoniosas cuando me encuentre delante del león, y cámbiale el corazón
para que deteste al que nos combate y acabe con él y con sus partidarios.
¡Líbranos de ellos
con tu mano y ven a socorrerme, porque estoy sola, y no tengo a nadie fuera de
ti, Señor! Tú, que lo conoces todo.»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 7c-8 (R.: 3a)
R. Me respondiste
cada vez que te invoqué, Señor.
Te doy gracias,
Señor, de todo corazón,
te cantaré en
presencia de los ángeles.
Me postraré ante
tu santo Templo. R.
Daré gracias a tu
Nombre
por tu amor y tu
fidelidad,
porque tu promesa
ha superado tu renombre.
Me respondiste
cada vez que te invoqué
y aumentaste la
fuerza de mi alma. R.
Tu derecha me
salva.
El Señor lo hará
todo por mí.
Tu amor es eterno,
Señor,
¡no abandones la
obra de tus manos! R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7,
7-12
Jesús dijo a sus
discípulos:
«Pidan y se les
dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide,
recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de ustedes,
cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una
serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos,
¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!
Todo lo que deseen
que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y
los Profetas.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
La primera lectura nos presenta la
dramática situación que vive el pueblo judío. Están dispersos,
son una minoría en medio de pueblos paganos que los despreciaban y
perseguían. En esa situación Ester va a hacer su plegaria. Su oración
parte de su vida. Antes de presentarse ante el rey asirio para interceder por
su pueblo, entra en su corazón y muy sencillamente expone su caso a
Dios.
Comienza confesando la soberanía
absoluta y única del Dios de Israel. Para Ester, Dios es el único que los
puede salvar. Todo lo que ella consiga o decida el rey, está subordinado a la
voluntad del Señor.
Recurre al Señor recordándole su
misericordia: Él fue quien eligió a Israel como
heredad. La fidelidad del Señor a su palabra queda bien demostrada en el
pasado.
Ester, termina pidiendo que la libre del
pecado que la amenaza, y ponga en sus labios las palabras precisas para cambiar
la decisión del rey y librar a su pueblo de la muerte. La plegaria
pronunciada por Ester es una preciosa oración de confianza y humildad nacida en
una circunstancia conflictiva. Y su oración fue escuchada.
***
El evangelio de hoy sigue repitiendo que
Dios es profundamente bueno, que desea “dar” cosas buenas a sus hijos. La
plegaria del hombre a su Padre del cielo se apoya en la bondad y la voluntad
amorosa de Dios. Podemos estar seguros de ser escuchados, siempre
que aquello que pidamos esté en la línea del plan salvador de Dios.
La oración es una necesidad para el
hombre creyente. Jesús dice: pidan, busquen, llamen. Para ser
escuchada la oración debe hacerse desde la situación de honda necesidad.
Quien pide y no siente necesidad de lo que pide, no puede ser escuchado. Quien
busca, y no siente la urgencia de encontrar aquello que busca, nunca encontrará
nada. Es preciso que la oración brote de un corazón sinceramente
necesitado.
Para creer que Dios es Padre y nos
ama como a hijos, que Jesucristo murió por nosotros para salvarnos por pura generosidad;
y para empezar a vivir de acuerdo con esto, se necesita la
oración.
Cuando uno ora por esto, esta plegaria
está ya atendida. Jesús nos asegura que si le pedimos al Padre un corazón
nuevo, nos lo dará. No hay que temer pedirle al Padre que nos dé el don de la
misericordia, o la capacidad de perdonar y amar a quien en algún momento
parezca ser nuestro enemigo. Pedirle esto a Dios Padre es pedirle la
capacidad de hacer posible la justicia que su Hijo vino a anunciarnos.
Frente a la imposibilidad de llegar a amar
sin esperar compensación, o entregar la vida sin pedir nada a cambio, o
perdonar setenta veces siete, tenemos un Padre que se define por la
misericordia y que la da al hijo que se la pida.
Orar es pedir, buscar, llamar a la
puerta sin cansarse nunca y hasta tal punto que la oración se convierte en un
estado y no sólo en una práctica ocasional. Orar es un modo de ser delante
de Dios.
Para discernir
¿Mi oración es la del interesado o la del
enamorado?
¿Tengo plena confianza que Dios quiere mi bien
a pesar que no pueda ver sus caminos con claridad?
¿Soy constante o me desanimo con
facilidad?
¿Mi oración es un modo de ser ante Dios o
solamente un requerimiento a su poder?
Repitamos a lo largo de este día
…Si afligidos invocamos al Señor, Él nos
escucha…
Para la lectura espiritual
…Antes de saber cómo hay que orar, importa
mucho más saber cómo “no cansarse nunca”, no desanimarse nunca, ni deponer las
armas ante el silencio aparente de Dios: “Les decía una parábola para
inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer” (Lc 18,1).
Que la intrepidez se adueñe de ti como de
la viuda ante el juez. Vete a encontrar a Dios en plena noche, llama a la
puerta, grita, suplica e intercede. Y si la puerta parece cerrada, vuelve a la
carga, pide, pide hasta romperle los oídos. Será sensible a tu llamada
desmesurada, pues ésta grita tu confianza total en Él.
Déjate llevar por la fuerza de tu angustia
y el asalto de tu impetuosidad. En algunos momentos, el Espíritu Santo
formulará Él mismo las peticiones en lo más íntimo de tu corazón con gemidos
inefables. ¿Has oído gemir a un enfermo presa de un intenso sufrimiento? Nadie
puede permanecer insensible a esta queja, a menos que tenga un corazón de
piedra. En la oración, Dios espera que pongas esta nota de violencia, de
vehemencia y de súplica para volcarse sobre ti, y escuchará tu petición. En el
fondo, no haces más que dar alcance al amor infinito comprimido en su corazón,
que espera tu oración para desencadenarse en respuesta de ternura y misericordia.
Si supieses lo atento que está Dios al menor de tus clamores, no dejarías de
suplicarle por tus hermanos y por ti. El se levantaría entonces y colmaría tu
espera mucho más allá de tu oración. Se puede esperar todo de una persona que
ora sin cansarse y que ama a sus hermanos
con la ternura misma de Dios…
J. Lafrance, Ora a tu Padre, Madrid 1981, 173-174.
Para rezar
¡Feliz de ti
si tienes un corazón paciente!
¡Feliz de ti si sabes campear el temporal
de este tiempo difícil,
con la esperanza puesta en el futuro,
cuyos cimientos construyes cada día.
Feliz de ti si no te desalientas,
impaciente como un niño,
queriéndolo todo ya y sin esfuerzo.
Feliz de ti si sabes caminar esperanzado
este tramo del camino de tu juventud
que te lleva por el camino de una vida madura.
Feliz de ti
sino te dejas engañar por el deslumbre
de las falsas promesas de éxitos fáciles,
y si caminas paciente en el esfuerzo
para conquistar las metas que te propones,
Feliz de ti si no te desalientas ante tus
inconstancias
y asumes la difícil tarea de educar tu voluntad,
para hacerte dueño de tí mismo
y responsable de tu propia historia.
Feliz de ti si, leyendo el Evangelio,
alcanzas la alegría de vivir de acuerdo a su mensaje,
descubriendo en Jesús que la VERDAD
no es una frase o una moda,
sino la respuesta seria y profunda sobre el sentido de
la vida.
LECTIO
DIVINA
El que pide recibe
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 7, 7-12
Jesús dijo a sus discípulos:
Jesús dijo a sus discípulos:
«Pidan y se
les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que
pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de
ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le
da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus
hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las
pidan!
Todo lo que
deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la
Ley y los Profetas.»
Palabra del Señor.
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías para la lectura:
“Pedid” con la certeza de
que obtendréis, dice Jesús, y seguramente se os dará. Esta exhortación acerca
de la oración se halla inserta entre el “no juzgar” y “la regla de oro” acerca
del amor. El contexto muestra lo que hay que pedir, que Dios ciertamente da: la
capacidad de no juzgar y de amar al otro. Éste es el don del Padre que nos hace
hijos: el don de su Espíritu (Lc 11.13).
La oración es infalible si
pedimos lo que es conforme con la voluntad de Dios, con una confianza que todo
lo desea y nada considera imposible, con una humildad que no pretende nada y
todo lo espera.
La oración es
esencialmente “pedir, buscar y llamar”. Pero no es importunar a Dios para
sonsacarle lo que queremos. En cambio es la actitud de un hijo: sabe que el
Padre da y sabe lo que quiere darle, y esto él mismo lo quiere y lo pide.
Pidamos no para forzar su mano, sino para abrir la nuestra a su don, siempre a
disposición de quien lo desea.
Mi petición, como es la
única medida de su don, es también la única medida de mi acogida a mi propia
realidad. Por eso es importante pedir y desear: en la medida de mi deseo, yo
soy yo mismo, don de “aquel que tiene poder para realizar todas las cosas
incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar” (Ef 3,20).
Los vv. 3-8 dicen que hay
que pedir, buscar, llamar. Los vv 9-11 ilustran la infalibilidad de la oración
con la parábola del Padre. El v. 12 es el punto de llegada del sermón de la
montaña, la “regla de oro”.
Jesús es el primero que
hizo a los otros lo que cada uno quiere que los otros le hagan a Él: es el Hijo
que ama incondicionalmente como cada uno desea ser amado. Esto nace de su unión
con el Padre, del cual recibe todo, incluso su misma persona.
La Iglesia está
constituida por aquellos que, en Él son como Él: hijos unidos al Padre y
entregados a los hermanos.
Párrafos extraídos de “Una comunidad lee el
Evangelio de Mateo”
Silvano Fausti – Editorial San Pablo –
Páginas 128 y 129.
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Preguntas para la meditación:
· ¿Pedimos, buscamos y llamamos de acuerdo a
la voluntad de Dios?
· ¿Reconocemos en nuestras oraciones a un
Dios Padre como nos lo presenta Jesús?
· ¿Qué tiene de diferente la “regla de oro”
a normas que invitan a no hacer a otros lo que no queremos para nosotros?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO
BÍBLICO?
|
Señor,
ayúdame a pedir, buscar y llamar como Tú lo hacías. Dame la mirada
misericordiosa que tienes del Padre, para cuando le hablo en oración.
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
|
Reflexiono
entre mi intención y la acción en la oración, dentro de la voluntad y soberanía
de Dios.
Medito en el
verdadero y práctico significado de la “regla de oro”.
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
· ¿Cómo voy a pedir, buscar y llamar en mis
oraciones?
· ¿Qué cosas esperaré de nuestro Padre
celestial?
· ¿Qué cosa que deseo me hagan haré hoy y a
quién?
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