6 de febrero de 2015


Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre

PRIMERA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos    13, 1-9a

    Hermanos:
    Perseveren en el amor fraternal. No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo.
    Respeten el matrimonio y no deshonren el lecho conyugal, porque Dios condenará a los lujuriosos y a los adúlteros.
    No se dejen llevar de la avaricia, y conténtense con lo que tienen, porque el mismo Dios ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré. De manera que podemos decir con plena confianza: El Señor es mi protector: no temeré. ¿Qué podrán hacerme los hombres?
    Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e imiten su fe.
    Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre. 
Palabra de Dios.

SALMO    
Sal 26, 1. 3. 5. 8b-9abc (R.: 1a) 
R.    El Señor es mi luz y mi salvación.

    El Señor es mi luz y mi salvación,
    ¿a quién temeré?
    El Señor es el baluarte de mi vida,
    ¿ante quién temblaré? R.

    Aunque acampe contra mí un ejército,
    mi corazón no temerá;
    aunque estalle una guerra contra mí,
    no perderé la confianza. R.

    Sí, él me cobijará en su Tienda de campaña
    en el momento del peligro;
    me ocultará al amparo de su Carpa
    y me afirmará sobre una roca. R.

    Yo busco tu rostro, Señor,
    no lo apartes de mí.
    No alejes con ira a tu servidor,
    tú, que eres mi ayuda. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Marcos    6, 14-29

    El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos» Otros afirmaban: «Es Elías.» Y otros: «Es un profeta como los antiguos.» Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado.»
    Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano.» Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
    Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella fue a preguntar a su madre: « ¿Qué debo pedirle?» «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta.
    La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
    El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
    Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

El final de la Epístola a los Hebreos recomienda algunas actitudes muy prácticas. La fe no es solamente intelectual: se traduce en conductas y compromisos concretos.
En primer lugar aparece la hospitalidad. Si bien el huésped era considerado sagrado, en tiempos de persecuciones, la hospitalidad equivalía a la protección del indefenso, del perseguido, del buscado por su fe y a quien había que proteger recibiéndolo y ocultándolo, aún con todo el riesgo que ello suponía. Junto a esto aparece la atención a aquellos que están en prisión recordando la regla de oro que proporciona el evangelio: “hagan con los otros lo que quieren que hagan con ustedes”.
La castidad del matrimonio es otra realidad enunciada. Santificados por Cristo y participantes ya del cielo, el cristiano no puede comportarse, en la sexualidad, como el que no tiene esperanza.
En relación con el dinero se condena la avaricia. Al fundamentar nuestra vida en las cosas materiales excluimos a Dios y su providencia del horizonte de toda vida humana.
Por último, se invita a recordar a los pastores y dirigentes. Su muerte es presentada como ejemplo de fe cimentada en Cristo, que es inmutable, el mismo ayer, hoy y por los siglos.
***
La actividad misionera de Jesús, prolongada ahora en los discípulos, extiende la fama pero también los interrogantes sobre su persona. Entre el envío de los discípulos y el regreso de su misión, Marcos introduce dos relatos, en el primero la gente opina sobre Jesús y en el segundo se presenta el martirio de Juan el Bautista.
El evangelista, de forma sutil pero clara, está anunciando la suerte que correrá Jesús con su predicación tan impetuosa y transformadora, y la posible suerte que correrían el grupo de sus discípulos, si se comprometen con seriedad y dedicación al anuncio de la llegada inminente del Reino, y de la necesidad de un cambio de vida para asumir esta causa.
Juan el Bautista es admirado por su ejemplo de entereza en la defensa de la verdad y su valentía en la denuncia del mal. Por eso Herodes lo aprecia y respeta, a pesar de que, esa denuncia lo perjudicaba. Pero la debilidad de este rey, que le había quitado injustamente la mujer a su hermano Felipe, y las intrigas de la mujer y de su hija, acabaron con su vida. El profeta no podía permanecer imparcial ante esta injusticia.
Herodías, aprovechó la fiesta de cumpleaños de Herodes y utilizando a su hija como señuelo, la hizo danzar. Esto agradó tanto a Herodes que prometió a la joven darle lo que pidiese, incluso si fuera necesario la mitad de su reino. A Herodías, le bastó la cabeza del profeta. Herodes por no quedar mal ante la corte se ve obligado a cumplir su promesa.
Juan el Bautista es fiel, hasta sus últimas consecuencias, a Aquel que lo envió. Al entregar su vida, da paso para que la Buena Nueva del amor de Dios, a los hombres, se centre sólo en Aquel que Dios nos envía.
Si bien el Señor no pide a todos los cristianos que derramen su sangre en testimonio de su fe, reclama de todos una firmeza heroica para proclamar la verdad con la vida y la palabra en medio del mundo, en las circunstancias en las que nos ha colocado la vida. Habrá ocasiones en las que no podremos permanecer en silencio, sino que tendremos que denunciar el mal allí donde se manifiesta. No podemos pasar de largo ante la pobreza, el hambre provocada por sistemas injustos. No podemos cerrar la boca ante los desvalidos que son injustamente tratados. No podemos poner la mirada en otra parte cuando vemos el deterioro que la droga, la falta de oportunidades y una cultura vacía de valores, provocan en las generaciones más jóvenes.
Pero no sólo podemos limitarnos a denunciar el pecado; Cristo tiene que llegar a todos como verdad, vida y camino de salvación. Por eso, abiertos al Evangelio y a las inspiraciones del Espíritu Santo, tenemos que ser creativos, al proponer caminos que, desde el Evangelio, ayuden al hombre a verse libre de sus esclavitudes.
Derramar hoy nuestra sangre por fidelidad al Evangelio, es no tener miedo a
derramar nuestro tiempo, nuestras capacidades en la lucha por el bien de nuestros hermanos, con la certeza que sólo el Señor es nuestra herencia. Vivamos en plenitud nuestro compromiso con el Señor y, con la misión que Él nos ha confiado, con palabras valientes, pero sobre todo con una vida coherente que sea como un signo profético en medio de un mundo que levanta altares a dioses falsos.

Para discernir

¿Vivimos la verdad del Evangelio a medias?
¿Nos animamos a dar un paso más aunque nos cueste tiempo y renuncias?
¿Estamos dispuestos nosotros, a seguir el camino de la entrega incondicional? 

Repitamos a lo largo de este día

…Mi corazón no temerá…

Para la lectura espiritual

…Ésta fue la tarea de Jesús como sumo sacerdote de la nueva alianza, mediador entre el Padre y la humanidad pecadora: en primer lugar, abrió el acceso al santo de los santos y lo recorrió él mismo. Allí es donde Jesús ora ahora, en este «ahora» sin límites de la eternidad que nuestro tiempo creado no puede fijar ni hacernos alcanzar, a no ser a través de la oración. Jesús es así, para siempre, el hombre de la oración, nuestro sumo sacerdote que intercede. Tal es y tal permanece así «ayer, hoy y siempre» (Heb 13,8). Allí arriba, en Jesús resucitado, se encuentra también la fuente perenne de nuestra oración de aquí abajo. Gracias a la oración estamos cerca de él, rotos y sobrepasados los límites del tiempo, y respiramos en la eternidad, manteniéndonos en presencia del Padre, unidos a Jesús.
Para llegar allí es necesario recorrer aquí abajo el mismo camino que el Salvador, no hay ningún otro: el de la cruz y el de la muerte. La misma carta a los Hebreos observa que Jesús padeció la muerte fuera de las puertas de la ciudad. En consecuencia, los cristianos también deben salir «a su encuentro fuera del campamento y carguemos también nosotros con su oprobio (Heb 13,13), es decir, la vergüenza de la cruz. Todo bautizado lleva en él el deseo de este éxodo hacia Cristo. «No tenemos aquí ciudad permanente, sino que aspiramos a la ciudad futura (Heb 13,14), allí donde está presente Jesús ahora. También nosotros estamos ya allí, en la medida en que, mediante la oración, habitamos junto a él. «Así pues, ofrezcamos a Dios sin cesar por medio de él un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que bendicen su nombre» (Heb 13,15). En efecto, el cristiano, que camina tras las huellas de Jesús, ofrece como él un sacrificio de oración. Confiesa e invoca constantemente su nombre. Y después, en el amor, comparte todo con sus hermanos”… 
Louf, El espíritu ora en nosotros, Narcea, Madrid 1985.

Para rezar

Oración de un Misionero Mártir 
Que mis manos sean las tuyas.
Que mis ojos sean los tuyos.
Que mi lengua sea la tuya.
Que mis sentidos y mi cuerpo
no sirvan sino para glorificarte.
Pero sobre todo: transfórmame:
¡Que mi memoria, mi inteligencia,
mi corazón, sean tu memoria,
tu inteligencia y tu corazón!
¡Que mis acciones y mis sentimientos,
sean semejantes a tus acciones y
a tus sentimientos!
Amén
Juan Gabriel Perboyre – (Patrono de Oceanía)

LECTIO DIVINA 

Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar,
y que ha resucitado
  
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     6, 14-29

El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos» Otros afirmaban: «Es Elías.» Y otros: «Es un profeta como los antiguos.» Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado.»
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano.» Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella fue a preguntar a su madre: «¿Qué debo pedirle?» «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del Señor.
  
1.     LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

 ·   Guías para la lectura:                        
  
En apariencia Herodes Antipas tenía todo el poder en Galilea. En sus manos no sólo reposaba el poder sobre las decisiones políticas y jurídicas generales, sino algo mucho más serio: decidir sobre la vida y la muerte de las personas. Sin embargo, tenía el poder del autoritario, no tenía domino y poder sobre sí mismo y mucho menos de los caprichos de su concubina Herodías. 
Herodes tenía una relación de admiración, odio, miedo y curiosidad sobre Juan el Bautista. Sin dudas, no era una persona que le pasara desapercibida. Especialmente porque éste había desaprobado públicamente su inmoral unión con Herodías, la mujer de su medio hermano Felipe. Sin embargo, Herodes “respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.” 
Herodías, sin embargo odiaba sin atenuantes a Juan. No soportaba sus denuncias morales y por ello, hizo todo lo posible para que Herodes lo arreste. Pero no estaba satisfecha, deseaba acallar sus denuncias proféticas definitivamente con su muerte. La oportunidad fue la fiesta de cumpleaños de Herodes y el “anzuelo” su propia hija. El riesgo de perder su parte en el reino de Herodes le hizo imaginar que matando al profeta de Dios, ganaba mucho más que “la mitad del reino”, lo obtenía todo.  
Herodes tenía más temor a Herodías y a quedar desaprobado por no cumplir “con su palabra” frente a los altos dignatarios invitados a su banquete, que a cometer un homicidio injusto. Por ello, cuando Herodías instruye a su hija para que, ante la solicitud afiebrada de Herodes, le pida la cabeza de Juan el Bautista, este rey (o tetrarca) no tiene el valor y la autoridad para negarse. Sus palabras lo habían condenado a él primero y luego fueron vehículo de muerte para Juan. Fueron un anuncio inequívoco de la suerte que iba a correr en unos meses el mismísimo Jesús. 
Esa postura esquizofrénica y corrupta que Herodes tenía del poder, lo torturó el resto de su vida. El texto comienza diciendo que aún después de su muerte, el rey veía en Jesús a la reencarnación del Bautista. Era una visión sin duda animista de la resurrección, pero muestra una vez más, que en lo profundo de su ser, sufría por su poder limitado, ahora por el regreso de sus propios muertos.

2.     MEDITACIÓN - ¿QUÉ  ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
  
·                       Preguntas para la meditación:

·        ¿Existe el poder terrenal absoluto?
·        ¿Qué sentimientos de impotencia sufren aquellos que creen tener “el mundo en sus manos”, incluyendo la vida de las personas?
·        ¿Por qué Jesús dijo que Juan el Bautista fue el más grande de todos los profetas?

3.     ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Señor, gracias por la fidelidad y el coraje de Juan al denunciar el pecado de los poderosos. Dame la fuerza y la valentía para ser un testigo tuyo incorruptible.

4.     CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
           
Reflexiono en las contradicciones que a veces tienen quienes ejercen el poder y las perversas influencias que los dominan.  
Medito en la actitud de Juan y en su coherencia de llevar la verdad del Evangelio hasta las últimas consecuencias.

5.     ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

·                        Preguntas para la acción:

·        ¿Qué hecho corrupto que conozco estoy callando?
·        Si estoy en una posición de autoridad. ¿Le tengo más temor al “qué dirán” o a la palabra de Dios?

·        ¿Con quién compartiré lo reflexionado en la lectio de hoy?

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