8 de mayo – Ntra. Sra de Luján (S)
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro
del profeta Isaías: 35, 1-7
¡Regocíjense
el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca
como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada
la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la
gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios.
Fortalezcan
los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están
desalentados: « ¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza,
la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos.»
Entonces
se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos;
entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de
júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el
páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales; la
morada donde se recostaban los chacales será un paraje de caña y papiros.
Palabra de Dios.
SALMO
Lc 1, 46-48. 49-50.
51-53. 54-55 (R.: cf. 49)
R. El
Señor hizo en mí maravillas: ¡gloria al Señor!
«Mi
alma canta la grandeza del Señor,
y
mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque
él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En
adelante todas las generaciones me llamarán feliz. R.
Porque
el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su
Nombre es santo!
Su
misericordia se extiende de generación en generación
sobre
aquellos que lo temen. R.
Desplegó
la fuerza de su brazo,
dispersó
a los soberbios de corazón.
Derribó
a los poderosos de su trono
y
elevó a los humildes.
Colmó
de bienes a los hambrientos
y
despidió a los ricos con las manos vacías. R.
Socorrió
a Israel, su servidor,
acordándose
de su misericordia,
como
lo había prometido a nuestros padres,
en
favor de Abraham
y
de su descendencia para siempre.» R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta
del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Efeso 1, 3 – 14
Bendito
sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él,
antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su
presencia, por el amor.
El
nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al
beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos
dio en su Hijo muy querido.
En
él hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano -según el previo
designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad- a ser aquellos
que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo
Evangelio según san Juan 19, 25-27
Junto
a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de
Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a
quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al
discípulo: «Aquí tienes a tu madre.»
Y
desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
El Señor dirige su
palabra a estos testigos fieles y silenciosos que permanecen
al pie de la cruz: María y Juan que lo observan con dolorosa
atención. Jesús mirando a la Madre le dice: “Mujer, he aquí a tu hijo”. Jesús
le encomienda la nueva misión de extender su maternidad a todos los hombres
representados por Juan.
En el momento
oportuno, cuando Jesús llega a su máxima entrega, María está a la
altura del Amor de su Hijo y se entrega plenamente a la voluntad de Dios sobre
los hombres, y por eso se le encarga la maternidad de todos los
hombres.
Esta nueva
maternidad de María,
engendrada por la fe, es fruto del nuevo amor que maduró en ella
definitivamente al pie de la cruz. La esperanza de María al pie de la cruz
encierra una luz más fuerte que la oscuridad que reina en los que lo llevaron a
la cruz. Al pie de la cruz nace la esperanza de la Iglesia y de la
humanidad.
Esta es la gran
herencia que Cristo concede desde la Cruz a la humanidad. Es como una segunda
Anunciación para María. Hacía más de treinta años que el ángel la
invitaba a entrar en los planes salvadores de Dios. Ahora, es su propio Hijo el
que le anuncia la nueva tarea. María desde ese momento es la Madre por
excelencia. María Madre de Dios, Madre de Cristo, Madre de los
hombres. Esta nueva maternidad
agranda su corazón, aún más, hasta límites insospechados. Jesús entrega a su Madre como Madre de todos los vivientes: a los solos, a los abandonados, a los desprotegidos, a todos los que se harán hijos de Dios por la gracia.
agranda su corazón, aún más, hasta límites insospechados. Jesús entrega a su Madre como Madre de todos los vivientes: a los solos, a los abandonados, a los desprotegidos, a todos los que se harán hijos de Dios por la gracia.
…”Con la maternidad
divina, María abrió plenamente su corazón a Cristo y, en él, a toda la
humanidad. La entrega total de María a la obra de su Hijo se manifiesta sobre
todo, en la participación en su sacrificio. Según el testimonio de san Juan, la
Madre de Jesús «estaba junto a la cruz». Por consiguiente, se unió a todos los
sufrimientos que afligían a Jesús. Participó en la ofrenda generosa del
sacrificio por la salvación de la humanidad. Esta unión con el sacrificio de
Cristo dio origen en María a una nueva maternidad. Ella que sufrió por todos
los hombres, se convirtió en madre de todos los hombres. Jesús mismo proclamó
esta nueva maternidad cuando le dijo desde la cruz: «Mujer, he ahí a tu hijo».
Así quedó María constituida madre del discípulo amado y, en la intención de
Jesús, madre de todos los discípulos, de todos los cristianos. Esta maternidad
universal de María, destinada a promover la vida según el Espíritu, es un don
supremo de Cristo crucificado a la humanidad. Al discípulo amado le dijo Jesús:
«He ahí a tu madre», y desde aquella hora «la acogió en su casa», o mejor,
«entre sus bienes», entre los dones preciosos que le dejó el Maestro
crucificado. Las palabras «He ahí a tu madre» están dirigidas a cada uno de
nosotros. Nos invitan a amar a María como Cristo la amó, a recibirla como Madre
en nuestra vida, a dejarnos guiar por ella en los caminos del Espíritu Santo”… Juan Pablo II
La Virgen en Luján
eligió el lugar donde quedarse para siempre
junto al pueblo argentino. Desde ahí su maternidad se extendió a todos los
argentinos. Ella recoge nuestras súplicas, ella asume los dolores de este
pueblo como asumió los de su hijo en la espera confiada de la Pascua. La
incesante peregrinación de fieles que hace ya casi cuatro siglos acuden a sus
pies la transformaron en nuestra patrona, en nuestra protectora, en nuestra
Reina pero sobre todo en nuestra Madre.
Para rezar
María Santísima, Nuestra Señora de Luján,
venimos a tu casa a orar, peregrinos de tu amor materno.
Sólo Dios salva a hombres y pueblos.
Necesitamos dones materiales
y estructuras sociales y políticas,
pero precisamos antes corazones nuevos,
que rechazando la codicia, la ambición y todo pecado,
se vuelvan a Dios y acojan su perdón y su gracia.
Todos somos indigentes espirituales
y especialmente quienes tenemos
la responsabilidad de la dirigencia.
Por todos venimos a implorar tu bondad.
Que tu corazón de Madre lleve al Señor.
Jesús el clamor del pueblo que necesita de tu ternura,
y de la misericordia de tu Hijo.
Venimos con la humildad y la confianza
de tus hijos más pequeños,
en nombre de nuestro pueblo que es el tuyo,
que te honra con la sencillez de su vida
y la dignidad de su sufrimiento.
Pide a tu Hijo, como en Caná,
que tengamos pan para cada mesa,
trabajo para cada mano,
salud para cada familia,
educación para cada niño y cada joven,
esperanza para todos.
Que el Señor nos dé especialmente a los dirigentes,
ojos limpios que permitan reconocernos como pueblo
y nos dé la fuerza y el coraje de la solidaridad fraterna. Amén
Obispos Argentinos
8 de mayo
Aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu madre
+ Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Juan 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.»
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.»
Y desde aquel momento, el discípulo la
recibió en su casa.
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE
EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías para la lectura:
La escena se inicia con la nómina de las mujeres que
“estaban junto a la cruz” en la que estaba crucificado Jesús. Se trata muy
probablemente de cuatro: La Madre de Jesús y su hermana, María de Cleofás y
María Magdalena.
El evangelista ha nombrado a cuatro mujeres, pero
centra su atención sólo en la Madre de Jesús. De las otras tres ya no volverá a
ocuparse en esta escena. Junto a la Madre se encuentra “el discípulo amado”,
que no fue mencionado en la lista precedente.
Desde la cruz, Jesús se dirige en primer lugar a su
Madre, y le dice que se haga cargo del discípulo, recibiéndolo como hijo. Como
en la escena de Caná (2,4), le habla llamándola “Mujer”.
Después de haber hablado a la Madre , Jesús se dirige
al discípulo para decirle: “Aquí tienes a tu Madre”. El discípulo debe
reconocer como madre propia a aquella que le ha dado Jesús. El evangelista
concluye diciendo: “Desde aquella hora…”. “La hora” es una expresión
característica del evangelio de Juan que designa el momento de la glorificación
de Jesucristo; es el momento de su “paso desde este mundo al Padre” (ver 13,1)
que se está cumpliendo en la cruz.
La mayor parte de los comentaristas está de acuerdo en
que las palabras que Jesús dijo desde la cruz a su Madre y al discípulo amado
no representan la preocupación filial por la madre que queda viuda y privada de
su hijo. “La idea de proveer una casa para la madre de Jesús no se corresponde
con 19,28 (“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo ha sido llevado hasta
el fin…”, como si proveer alojamiento fuera el último propósito de la vida de
Jesús.
El cambio de pronombre posesivo, de “la Madre de Él
(de Jesús)” en el v.25, a “tu Madre (del discípulo)” en el v. 27, y la
indicación de que el discípulo hace suya esta voluntad recibiendo a la Madre
entre aquello que es lo suyo más propio, indica un traspaso de propiedad, algo
así como el testamento de Jesús.
A partir de la Edad Media ha obtenido gran difusión la
interpretación mariológica. El simbolismo que antes tenía María se le
transfirió al discípulo, que comenzó a ser figura de la Iglesia, y se le
confirió a la Madre de Jesús una especial función de madre con respecto a los
creyentes, representados en el discípulo amado.
Textos seleccionados de “El Evangelio de Juan”
- Luis Heriberto Rivas - Editorial San Benito – Páginas
496-499.
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME
DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Preguntas
para la meditación:
· ¿Qué significado inclusivo especial tiene el hecho de que
las mujeres aparecen en el centro de la escena?
· ¿Qué tiene que ver conmigo el diálogo de Jesús con su
Madre y con el discípulo amado (Juan)?
· ¿Qué significa hoy recibir a María en nuestra casa?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO
A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
|
Nuestra Señora de Luján, que desde tu santuario abres
los brazos para recibir a tus hijos amados, ayúdame a reconocer todo tu cariño
y tu presencia maternal en mi vida.
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO
INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
|
Jesús nos deja un último regalo en su paso por esta
tierra.
Porque quiere que la Iglesia tenga la intimidad y la
sencillez de una familia, nos deja a su madre.
Porque quiere que en la comunidad todos vivamos como
hermanos, unidos por este lazo del amor que es más fuerte que los lazos
biológicos.
En ese discípulo amado y en esas mujeres al pie de la
cruz estamos cada uno de nosotros, formando junto con la madre, esta nueva
familia que es la Iglesia.
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL
TEXTO BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
· ¿Cuán cerca de Jesús quiero estar?
· ¿Tengo una actitud obediente a los mandatos de Jesús?
· ¿Me puedo identificar con el discípulo amado en su
actitud amorosa con la Madre de Jesús?
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