27 de junio de 2015 – TO – SÁBADO
DE LA XII SEMANA
Una palabra
tuya y mi sirviente sanará
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del
Génesis 18, 1-15
El Señor se apareció a Abraham junto al
encinar de Mamré, mientras él estaba sentado a la entrada de su carpa, a la
hora de más calor. Alzando los ojos, divisó a tres hombres que estaban parados
cerca de él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la entrada de la carpa
y se inclinó hasta el suelo, diciendo: «Señor mío, si quieres hacerme un favor,
te ruego que no pases de largo delante de tu servidor. Yo haré que les traigan
un poco de agua. Lávense los pies y descansen a la sombra del árbol. Mientras
tanto, iré a buscar un trozo de pan, para que ustedes reparen sus fuerzas antes
de seguir adelante. ¡Por algo han pasado junto a su servidor!» Ellos
respondieron: «Está bien. Puedes hacer lo que dijiste.» Abraham fue rápidamente
a la carpa donde estaba Sara y le dijo: « ¡Pronto! Toma tres medidas de la
mejor harina, amásalas y prepara unas tortas.» Después fue corriendo hasta el
corral, eligió un ternero tierno y bien cebado, y lo entregó a su sirviente,
que de inmediato se puso a prepararlo. Luego tomó cuajada, leche y el ternero
ya preparado, y se los sirvió. Mientras comían, él se quedó de pie al lado de
ellos, debajo del árbol. Ellos le preguntaron: « ¿Dónde está Sara, tu mujer?»
«Ahí en la carpa», les respondió. Entonces uno de ellos le dijo: «Volveré a
verte sin falta en el año entrante, y para ese entonces Sara habrá tenido un
hijo.» Mientras tanto, Sara había estado escuchando a la entrada de la carpa,
que estaba justo detrás de él. Abraham y Sara eran ancianos de edad avanzada, y
los períodos de Sara ya habían cesado. Por eso, ella rió en su interior,
pensando: «Con lo vieja que soy, ¿volveré a experimentar el placer? Además, ¡mi
marido es tan viejo!» Pero el Señor dijo a Abraham: « ¿Por qué se ha reído
Sara, pensando que no podrá dar a luz, siendo tan vieja? ¿Acaso hay algo
imposible para el Señor? Cuando yo vuelva a verte para esta época, en el año
entrante, Sara habrá tenido un hijo.» Ella tuvo miedo, y trató de engañarlo,
diciendo: «No, no me he reído.» Pero él le respondió: «Sí, te has reído.»
Palabra de Dios.
SALMO
Lc 1, 46-47. 48-49. 50 y 53. 54-55 (R.:
cf. 54b)
R. El Señor se
acordó de su misericordia.
«Mi alma canta la
grandeza del Señor,
y mi espíritu se
estremece de gozo en Dios,
mi Salvador. R.
Porque él miró con
bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas
las generaciones me llamarán feliz,
porque el
Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es
santo! R.
Su misericordia se
extiende de generación en generación
sobre aquellos que
lo temen.
Colmó de bienes a
los hambrientos
y despidió a los
ricos con las manos vacías. R.
Socorrió a Israel,
su servidor,
acordándose de su
misericordia,
como lo había
prometido a nuestros padres,
en favor de
Abraham
y de su
descendencia para siempre.» R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 8,
5-17
Al entrar en
Cafarnaún, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está
en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le dijo: «Yo mismo
iré a curarlo.»
Pero el centurión
respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una
palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un
oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: “Ve”,
él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “Tienes que
hacer esto”, él lo hace.»
Al oírlo, Jesús
quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a
nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de
Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en
el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados
afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes.» Y Jesús
dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído.» Y el sirviente se curó
en ese mismo momento.
Cuando Jesús llegó
a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la
mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.
Al atardecer, le
llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y
curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido
anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí
nuestras enfermedades.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
En el encinar de Mambré se apareció
el Señor a Abraham, que estaba sentado a la puerta de su tienda. Era la hora
más calurosa del día. Vio a tres individuos de pie ante él que
aparentan ser seres humanos, nómadas que van de paso. Son tres hombres,
pero, a veces, parece que es uno solo.
Son ángeles, pero en algunos
momentos del diálogo parece que es el mismo Dios. Abrahán hace
preparar para ellos lo mejor que tiene, aquello que necesitan. Les sirvió agua,
pan, un becerro tierno y sabroso, leche.
Les brinda su mejor hospitalidad y
atención en recompensa a la promesa de la
descendencia. Ayer se sonreía Abrahán, hoy la que se ríe es Sara;
con un cierto escepticismo, entre la duda y la alegría, ante
la promesa de su descendencia. Sara después de escuchar la conversación
que estos visitantes tienen con su marido, niega que se haya reído, asustada por
haber sido descubierta.
Pero el que sonreirá con bondad es Dios,
porque Isaac, el hijo de la promesa significa: «Dios ríe».
Abrahán sigue siendo modelo de fe y de acogida de la voluntad de
Dios. Dios nos visita misteriosamente. Saberlo descubrir, en
las personas o en los acontecimientos, es todo un arte y la sabiduría que da la
fe verdadera.
***
Jesús vuelve a Cafarnaún, ciudad donde se
había instalado. Se le acerca un centurión romano. Los oficiales o
centuriones estaban al frente de un grupo de cien hombres y estaban a cargo de
pequeños puestos locales de guarnición.
El centurión romano es
religiosamente impuro, por no pertenecer al pueblo de Israel. No se debía
entablar conversación con paganos ni mucho menos ir a su casa. Los
romanos eran mal vistos por la población: muchos judíos
fieles escupían al suelo, en señal de desprecio, después de
adelantarse en el camino.
Se acerca y ruega a Jesús por un criado
que tiene en su casa, paralítico, y con grandes dolores. Jesús está dispuesto a
ir a casa del pagano y curar al enfermo.
La salvación que Jesús trae es universal y no reconoce
fronteras entre hombres o pueblos. Sin embargo el centurión es consciente de su
inferioridad como pagano, y se declara indigno de recibir en
su casa a Jesús. Esta actitud es la ocasión para mostrar la calidad de su fe.
Tiene una responsabilidad a su cargo y está acostumbrado a ser obedecido,
ve en Jesús una autoridad, que lo capacita para sacar al
hombre de la parálisis.
El centurión le pide solamente una
palabra. El ha comprendido que si la disciplina militar es capaz de conseguir
que las cosas se hagan en virtud de una palabra de orden, lo más seguro es
que Jesús lo puede todo con la autoridad que ha recibido de Dios.
La presencia física de Jesús en la casa no
es necesaria.
Una fe tan grande en un
pagano suscita la admiración de Jesús y deja al
descubierto la poca adhesión que encuentra en Israel.
Jesús responde al centurión y su palabra
tiene eficacia inmediata. La curación del criado del centurión va a mostrar
que la salvación se extiende a los no judíos.
Los israelitas, que tenían derecho
prioritario para entrar en el reino, por no reconocer en Jesús, al «Dios entre
nosotros», quedan excluidos del reino. La fe en Jesús es
condición necesaria y suficiente para ser ciudadanos del reino; se derriba la
barrera entre Israel y los otros pueblos.
Ayer curaba a un leproso, a un rechazado
por la sociedad. Hoy atiende a un extranjero. Jesús tiene una admirable
libertad ante las normas convencionales de su tiempo. Transmite la salvación de
Dios como y cuando quiere. La salvación de Dios no está reservada a unos pocos.
Dios ama a todos los hombres; su amor rompe las barreras que levantamos entre
nosotros.
La petición generosa, llena de amor, humildad y confianza, mueve a Jesús para realizar el milagro.
La petición generosa, llena de amor, humildad y confianza, mueve a Jesús para realizar el milagro.
La situación de la suegra es
equivalente a la de un paralítico, está imposibilitada para toda actividad.
Sólo se dice que tiene fiebre y que esta fiebre le impide toda actividad y en
particular el servicio a los demás, que es la característica
fundamental de los que siguen a Jesús y esta actividad se realizará
apenas la fiebre desaparezca. Jesús libera de la fiebre que impide el seguimiento,
y por lo tanto, la posibilidad para asumir la causa de Jesús en la
construcción de su Reino, a través del amor servicial a todos los hombres.
Jesús expulsó a los espíritus de los
endemoniados y curó a los enfermos. Jesús
no se desentiende del dolor de los hombres, por eso cura y libera de los malos espíritus. Jesús sigue ahora, desde su existencia de Resucitado, en la misma actitud de cercanía y de solidaridad con nuestros males. Sigue cumpliendo lo ya anunciado por Isaías y recogido en el evangelio de hoy:«Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades», su propio sufrimiento se transformó en causa de salvación.
no se desentiende del dolor de los hombres, por eso cura y libera de los malos espíritus. Jesús sigue ahora, desde su existencia de Resucitado, en la misma actitud de cercanía y de solidaridad con nuestros males. Sigue cumpliendo lo ya anunciado por Isaías y recogido en el evangelio de hoy:«Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades», su propio sufrimiento se transformó en causa de salvación.
«La fuerza del amor no mide las
posibilidades (…). El amor no discierne,
no reflexiona, no conoce razones. El amor no es resignación ante la
imposibilidad, no se intimida ante dificultad alguna». (San Pedro
Crisólogo).
Para discernir
¿Pedimos bien, como lo hace el centurión?
¿Pedimos o exigimos?
¿Nuestra oración es generosa?
¿Sabemos que lo que se nos da es por pura
gratuidad?
Repitamos a lo largo de este día
…Di una sola palabra y quedaré sano…
Para la lectura espiritual
«Hágase tu voluntad»
«Sea hecha tu
voluntad; y como es hecha en el cielo, así se haga en la tierra» ¡Oh Señor mío,
qué gran regalo es ésta para mí, que no dejaseis en querer tan ruin como el mío
el cumplirse vuestra voluntad! ¡Buena
estuviera yo, Señor, si estuviera en mis manos el cumplirse vuestra voluntad o no! Ahora la mía os doy libremente, aunque a tiempo que no va libre de interés; porque ya tengo probado, y gran experiencia de ello, la ganancia que es dejar libremente mi voluntad en la vuestra. ¡Oh amigas, qué gran ganancia hay aquí, o qué gran pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor en el Paternóster en esto que le ofrecemos!…
estuviera yo, Señor, si estuviera en mis manos el cumplirse vuestra voluntad o no! Ahora la mía os doy libremente, aunque a tiempo que no va libre de interés; porque ya tengo probado, y gran experiencia de ello, la ganancia que es dejar libremente mi voluntad en la vuestra. ¡Oh amigas, qué gran ganancia hay aquí, o qué gran pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor en el Paternóster en esto que le ofrecemos!…
Pues os quiero avisar y
acordar qué es su voluntad. No hayáis miedo sea daros riquezas, ni deleites, ni
honras, ni todas estas cosas de acá; no os quiere tan poco, y tiene en mucho lo
que le dais y os lo quiere pagar bien, pues os da su reino aún viviendo… Pues
veis aquí, hijas, a quien más amaba [su Hijo] lo que dio; por donde
se entiende cuál es su voluntad. Así que éstos son sus dones en este mundo. Da
conforme al amor que nos tiene: a los que ama más, da de estos dones más; a los
que menos, menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno y el amor que tiene a
Su Majestad. A quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho
por El; al que amare poco, poco. Tengo yo para mí que la medida de poder llevar
gran cruz o pequeña es la del amor…
Porque todo lo
que os he avisado en este libro va dirigido a este punto de darnos del todo al
Criador y poner nuestra voluntad en la suya y desasirnos de las
criaturas, y tendréis ya entendido lo mucho que importa, no digo más en ello;
sino diré para lo que pone aquí nuestro buen Maestro estas palabras dichas,
como quien sabe lo mucho que ganaremos de hacer este servicio a su Eterno
Padre. Porque nos disponemos para que con mucha brevedad nos veamos acabado de
andar el camino y bebiendo del agua viva de la fuente que queda dicha. Porque
sin dar nuestra voluntad del todo al Señor para que haga en todo lo que nos
toca conforme a ella, nunca deja beber de ella”…
Santa Teresa de Jesús, de Ávila (1515-1582),
carmelita descalza, doctora de la Iglesia – Camino de
perfección, c. 32
Para rezar
Sufrir con Humildad
Danos, Señor, un verdadero, nuevo
y más profundo conocimiento de tí
a través del sufrimiento.
Haz que podamos intuir con el afecto del corazón
tu misterio que está más allá de toda comprensión.
Haz que el ejercicio de paciencia de la mente,
el discurso espinoso de la inteligencia,
sea el signo de una verdad
que no se alcanza simplemente
con las normas de la razón humana,
misterio inaccesible y al mismo tiempo nutritivo
para la existencia del hombre,
para sus dramas y sus aparentes absurdos.
Queremos ofrecerte nuestros sufrimientos
y compartir los de la humanidad,
las dificultades en las que se debaten muchos corazones
para volver a una siempre nueva
y más verdadera experiencia de Tí,
Señor, Dios nuestros,
Tú habitas en la luz eterna
que nadie puede contemplar, sino tu Hijo
que nos la reveló desde lo alto de la cruz.
Concédenos penetrar en el misterio de Jesús
a fin de poder conocer algo de Tí,
en la gracia del Espíritu Santo.
Danos acceder al misterio del dolor
con paciencia, con humildad,
convencidos de nuestra ignorancia,
de lo mucho que todavía desconocemos
de tu Trinidad de amor
de tu proyecto salvífico,
Haz que nos humillemos en nuestro sufrimiento,
para poder merecer, al menos una migaja,
del conocimiento de aquel misterio,
que nos saciará eternamente.
Te lo pedimos por intercesión de María,
que sufrió,
pero que creyó profundamente,
y ha llegado ya,
también en nuestro nombre,
al conocimiento perfecto de tu gloria.
Amén.
y más profundo conocimiento de tí
a través del sufrimiento.
Haz que podamos intuir con el afecto del corazón
tu misterio que está más allá de toda comprensión.
Haz que el ejercicio de paciencia de la mente,
el discurso espinoso de la inteligencia,
sea el signo de una verdad
que no se alcanza simplemente
con las normas de la razón humana,
misterio inaccesible y al mismo tiempo nutritivo
para la existencia del hombre,
para sus dramas y sus aparentes absurdos.
Queremos ofrecerte nuestros sufrimientos
y compartir los de la humanidad,
las dificultades en las que se debaten muchos corazones
para volver a una siempre nueva
y más verdadera experiencia de Tí,
Señor, Dios nuestros,
Tú habitas en la luz eterna
que nadie puede contemplar, sino tu Hijo
que nos la reveló desde lo alto de la cruz.
Concédenos penetrar en el misterio de Jesús
a fin de poder conocer algo de Tí,
en la gracia del Espíritu Santo.
Danos acceder al misterio del dolor
con paciencia, con humildad,
convencidos de nuestra ignorancia,
de lo mucho que todavía desconocemos
de tu Trinidad de amor
de tu proyecto salvífico,
Haz que nos humillemos en nuestro sufrimiento,
para poder merecer, al menos una migaja,
del conocimiento de aquel misterio,
que nos saciará eternamente.
Te lo pedimos por intercesión de María,
que sufrió,
pero que creyó profundamente,
y ha llegado ya,
también en nuestro nombre,
al conocimiento perfecto de tu gloria.
Amén.
Cardenal Carlo María Martini
LECTIO DIVINA
Muchos vendrán de Oriente y
de Occidente,
y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob
y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 8, 5-17
Al entrar en Cafarnaún, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: «Señor, mi
sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le
dijo:
«Yo mismo iré
a curarlo.»
Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa;
basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no
soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis
órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando
digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace.»
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no
he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos
vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y
Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán
arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes.»
Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído.» Y el sirviente
se curó en ese mismo momento.
Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con
fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a
servirlo.
Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a
los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo
que había sido anunciado por el profeta Isaías: "Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades".
Palabra del
Señor.
LECTURA
- ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Guías
para la lectura:
Las escenas narradas en el
Evangelio de hoy suceden en Cafarnaún. Jesús ha bajado de la montaña luego de
presentar su memorable sermón (Cap. 5–7), sana a un leproso en el camino a esa
ciudad (1-4), y a las puertas de ésta lo espera un centurión. El
centurión (lit. jefe de cien) era un oficial militar que, probablemente tenía a
su cargo el cuartel local de las tropas romanas que ocupaban el país. No es
judío, pero simpatizaba con su religión. Va en búsqueda de Jesús sin aguardar
que ingrese a la ciudad y le presenta la enfermedad de un sirviente suyo,
que sin duda lo tenía muy angustiado. Es entonces que se desarrolla un diálogo
muy interesante entre el centurión y Jesús.
El centurión le reconoce a
Jesús su autoridad curativa y su status divino (lo llama Señor y su pedido se
traduce en rogativa), para luego describirle con detalle la sintomatología y
efectos de la enfermedad: “Señor, mi sirviente
está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”. Si bien le señala el lugar donde se encuentra el
enfermo, no tiene intenciones de que Jesús vaya hasta allá, lo que de alguna
manera explica el apuro de encontrarse con éste a las puertas de la ciudad.
Recién cuando Jesús manifiesta su decisión de visitar su casa para sanar
personalmente al sufriente: “Yo mismo iré a curarlo”, el centurión
devela el porqué de su resistencia: “Señor, no soy digno de que entres en mi
casa”. Hay por lo menos tres elementos destacables en la actitud
piadosa del centurión: Primero se compadece y compromete con la salud de un
subordinado, segundo recurre a Jesús en actitud de oración y tercero reconoce
en él una autoridad y dignidad de la que no se siente merecedor a pesar de sus
credenciales jerárquicas.
El centurión, acostumbrado
al peso específico de la palabra dada por quien tiene genuina autoridad,
presenta a Jesús la lógica sobre la cual sustenta la innecesaria presencia de
éste en su casa. Ésta, si bien puede entenderse como una actitud
dirigista sobre el accionar soberano de Jesús, tiene como sustrato espiritual
innegable, el reconocimiento del valor de la palabra de Cristo: «…basta que digas una
palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un
oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes:
"Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi
sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace.».
Jesús
reacciona positivamente al desenlace de la conversación por parte del
centurión: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga
tanta fe”. Y finalmente realiza la curación de la manera sugerida por el
centurión: “Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído.» Y
el sirviente se curó en ese mismo momento”.
Pero no termina allí la
intencionalidad de Jesús con relación al hecho narrado por Mateo. No se olvida
de la multitud de seguidores que han presenciado la conversación, y para ellos
tiene reservadas otras palabras. Estas son, además del elogio de la fe del
centurión, duras advertencias escatológicas para quienes se creían merecedores
ancestrales de la salvación de Dios y que probablemente miraban al centurión
como un hombre extranjero y de fe incompleta. «Les
aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les
digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con
Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del
Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar
de dientes.». No es para nada aislada en
la permanente confrontación teológica que Jesús tiene con los fariseos y
escribas, esta interpelación profunda basada en la espiritualidad genuina
versus la religiosidad heredada.
Ya en la ciudad, Jesús
toma la iniciativa de curar a la suegra de Pedro. Es notorio el contraste con
el suceso anterior. Ahora el Señor entra en una casa en Cafarnaún y toca a la
enferma para sanarla: “Cuando Jesús llegó a la
casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama con fiebre. Le tocó la mano
y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo”. Seguramente Jesús tenía pensado hospedarse en esa casa
amiga en donde es de destacar que la inmediata sanidad de la suegra de Pedro la
impulsa a servirlo como se hace en la cultura judía con un huésped.
Finalmente, el texto de
hoy nos informa que el día para Jesús iba a ser largo y su tarea de sanación se
iba a prolongar. “Al atardecer, le llevaron muchos
endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los
que estaban enfermos”.
Como es
habitual en el Evangelio de Mateo, éste hace una interpretación teológica de
las acciones mesiánicas de Jesús a la luz de las profecías del Antiguo
Testamento: “…para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el
profeta Isaías: Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras
enfermedades".
MEDITACIÓN
- ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas
para la meditación:
¿Tengo una fe
genuina como la del centurión?
¿Me considero
merecedor por conducta, herencia o pertenencia eclesial a un trato especial de
parte de Jesús?
¿Qué efecto
sanador produce hoy la palabra de Dios?
ORACIÓN
- ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
Señor, Tú que reconoces la
fe genuina de quien te reconoce como Señor y no se considera digno de tu
misericordia, ten piedad de nosotros. Danos tu palabra y nos basta.
CONTEMPLACIÓN
- ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Me involucro
imaginariamente entre la multitud para escuchar la conversación de Jesús con el
centurión.
Luego medito
en el accionar de Jesús y reflexiono en sus palabras.
Pienso también
en la vocación de servicio de la suegra de Pedro y en la misericordia de Jesús
de atender a todos los necesitados a pesar de la inconveniencia del cansancio y
de la hora.
ACCIÓN
- ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas
para la acción:
¿De
qué manera voy a cultivar en mi vida una fe humilde que mire la dignidad de
Jesús y no la mía?
¿Cómo
imitaré la actitud piadosa del centurión en relación a un subalterno?
¿Cómo
imitaré la disposición de servicio de la suegra de Pedro?
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