27 de junio de 2015

27 de junio de 2015 – TO – SÁBADO DE LA XII SEMANA
 
Una palabra tuya y mi sirviente sanará

PRIMERA LECTURA 
Lectura del libro del Génesis    18, 1-15
El Señor se apareció a Abraham junto al encinar de Mamré, mientras él estaba sentado a la entrada de su carpa, a la hora de más calor. Alzando los ojos, divisó a tres hombres que estaban parados cerca de él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la entrada de la carpa y se inclinó hasta el suelo, diciendo: «Señor mío, si quieres hacerme un favor, te ruego que no pases de largo delante de tu servidor. Yo haré que les traigan un poco de agua. Lávense los pies y descansen a la sombra del árbol. Mientras tanto, iré a buscar un trozo de pan, para que ustedes reparen sus fuerzas antes de seguir adelante. ¡Por algo han pasado junto a su servidor!» Ellos respondieron: «Está bien. Puedes hacer lo que dijiste.» Abraham fue rápidamente a la carpa donde estaba Sara y le dijo: « ¡Pronto! Toma tres medidas de la mejor harina, amásalas y prepara unas tortas.» Después fue corriendo hasta el corral, eligió un ternero tierno y bien cebado, y lo entregó a su sirviente, que de inmediato se puso a prepararlo. Luego tomó cuajada, leche y el ternero ya preparado, y se los sirvió. Mientras comían, él se quedó de pie al lado de ellos, debajo del árbol. Ellos le preguntaron: « ¿Dónde está Sara, tu mujer?» «Ahí en la carpa», les respondió. Entonces uno de ellos le dijo: «Volveré a verte sin falta en el año entrante, y para ese entonces Sara habrá tenido un hijo.» Mientras tanto, Sara había estado escuchando a la entrada de la carpa, que estaba justo detrás de él. Abraham y Sara eran ancianos de edad avanzada, y los períodos de Sara ya habían cesado. Por eso, ella rió en su interior, pensando: «Con lo vieja que soy, ¿volveré a experimentar el placer? Además, ¡mi marido es tan viejo!» Pero el Señor dijo a Abraham: « ¿Por qué se ha reído Sara, pensando que no podrá dar a luz, siendo tan vieja? ¿Acaso hay algo imposible para el Señor? Cuando yo vuelva a verte para esta época, en el año entrante, Sara habrá tenido un hijo.» Ella tuvo miedo, y trató de engañarlo, diciendo: «No, no me he reído.» Pero él le respondió: «Sí, te has reído.»
Palabra de Dios.

SALMO    
Lc 1, 46-47. 48-49. 50 y 53. 54-55 (R.: cf. 54b)
R.    El Señor se acordó de su misericordia.

    «Mi alma canta la grandeza del Señor,
    y mi espíritu se estremece de gozo en Dios,
    mi Salvador. R.

    Porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
    En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
    porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
    ¡su Nombre es santo! R.

    Su misericordia se extiende de generación en generación
    sobre aquellos que lo temen.
    Colmó de bienes a los hambrientos
    y despidió a los ricos con las manos vacías. R.

    Socorrió a Israel, su servidor,
    acordándose de su misericordia,
    como lo había prometido a nuestros padres,
    en favor de Abraham
    y de su descendencia para siempre.» R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo    8, 5-17

    Al entrar en Cafarnaún, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo.»
    Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “Tienes que hacer esto”, él lo hace.»
    Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes.» Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído.» Y el sirviente se curó en ese mismo momento.
    Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.
    Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

En el encinar de Mambré se apareció el Señor a Abraham, que estaba sentado a la puerta de su tienda. Era la hora más calurosa del día. Vio a tres individuos de pie ante él que aparentan ser seres humanos, nómadas que van de paso. Son tres hombres, pero, a veces, parece que es uno solo.
Son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo parece que es el mismo Dios. Abrahán hace preparar para ellos lo mejor que tiene, aquello que necesitan. Les sirvió agua, pan, un becerro tierno y sabroso, leche.
Les brinda su mejor hospitalidad y atención en recompensa a la promesa de la descendencia. Ayer se sonreía Abrahán, hoy la que se ríe es Sara; con un cierto escepticismo, entre la duda y la alegría, ante la promesa de su descendencia. Sara después de escuchar la conversación que estos visitantes tienen con su marido, niega que se haya reído, asustada por haber sido descubierta.
Pero el que sonreirá con bondad es Dios, porque Isaac, el hijo de la promesa significa: «Dios ríe».
Abrahán sigue siendo modelo de fe y de acogida de la voluntad de Dios. Dios nos visita misteriosamente. Saberlo descubrir, en las personas o en los acontecimientos, es todo un arte y la sabiduría que da la fe verdadera.
***
Jesús vuelve a Cafarnaún, ciudad donde se había instalado. Se le acerca un centurión romano. Los oficiales o centuriones estaban al frente de un grupo de cien hombres y estaban a cargo de pequeños puestos locales de guarnición.
El centurión romano es religiosamente impuro, por no pertenecer al pueblo de Israel. No se debía entablar conversación con paganos ni mucho menos ir a su casa. Los romanos eran mal vistos por la población: muchos judíos fieles escupían al suelo, en señal de desprecio, después de adelantarse en el camino.
Se acerca y ruega a Jesús por un criado que tiene en su casa, paralítico, y con grandes dolores. Jesús está dispuesto a ir a casa del pagano y curar al enfermo.
La salvación que Jesús trae es universal y no reconoce fronteras entre hombres o pueblos. Sin embargo el centurión es consciente de su inferioridad como pagano, y se declara indigno de recibir en su casa a Jesús. Esta actitud es la ocasión para mostrar la calidad de su fe. Tiene una responsabilidad a su cargo y está acostumbrado a ser obedecido, ve en Jesús una autoridad, que lo capacita para sacar al hombre de la parálisis.
El centurión le pide solamente una palabra. El ha comprendido que si la disciplina militar es capaz de conseguir que las cosas se hagan en virtud de una palabra de orden, lo más seguro es que Jesús lo puede todo con la autoridad que ha recibido de Dios.
La presencia física de Jesús en la casa no es necesaria.
Una fe tan grande en un pagano suscita la admiración de Jesús y deja al descubierto la poca adhesión que encuentra en Israel.
Jesús responde al centurión y su palabra tiene eficacia inmediata. La curación del criado del centurión va a mostrar que la salvación se extiende a los no judíos.
Los israelitas, que tenían derecho prioritario para entrar en el reino, por no reconocer en Jesús, al «Dios entre nosotros», quedan excluidos del reino. La fe en Jesús es condición necesaria y suficiente para ser ciudadanos del reino; se derriba la barrera entre Israel y los otros pueblos.
Ayer curaba a un leproso, a un rechazado por la sociedad. Hoy atiende a un extranjero. Jesús tiene una admirable libertad ante las normas convencionales de su tiempo. Transmite la salvación de Dios como y cuando quiere. La salvación de Dios no está reservada a unos pocos. Dios ama a todos los hombres; su amor rompe las barreras que levantamos entre nosotros.
La petición generosa, llena de amor, humildad y confianza, mueve a Jesús para realizar el milagro.
La situación de la suegra es equivalente a la de un paralítico, está imposibilitada para toda actividad. Sólo se dice que tiene fiebre y que esta fiebre le impide toda actividad y en particular el servicio a los demás, que es la característica fundamental de los que siguen a Jesús y esta actividad se realizará apenas la fiebre desaparezca. Jesús libera de la fiebre que impide el seguimiento, y por lo tanto, la posibilidad para asumir la causa de Jesús en la construcción de su Reino, a través del amor servicial a todos los hombres.
Jesús expulsó a los espíritus de los endemoniados y curó a los enfermos. Jesús
no se desentiende del dolor de los hombres, por eso cura y libera de los malos espíritus. Jesús sigue ahora, desde su existencia de Resucitado, en la misma actitud de cercanía y de solidaridad con nuestros males. Sigue cumpliendo lo ya anunciado por Isaías y recogido en el evangelio de hoy:«Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades», su propio sufrimiento se transformó en causa de salvación.
«La fuerza del amor no mide las posibilidades (…). El amor no discierne, no reflexiona, no conoce razones. El amor no es resignación ante la imposibilidad, no se intimida ante dificultad alguna». (San Pedro Crisólogo).

Para discernir

¿Pedimos bien, como lo hace el centurión?
¿Pedimos o exigimos?
¿Nuestra oración es generosa?
¿Sabemos que lo que se nos da es por pura gratuidad?

Repitamos a lo largo de este día

…Di una sola palabra y quedaré sano…

Para la lectura espiritual

«Hágase tu voluntad»

     «Sea hecha tu voluntad; y como es hecha en el cielo, así se haga en la tierra» ¡Oh Señor mío, qué gran regalo es ésta para mí, que no dejaseis en querer tan ruin como el mío el cumplirse vuestra voluntad! ¡Buena
estuviera yo, Señor, si estuviera en mis manos el cumplirse vuestra voluntad o no! Ahora la mía os doy libremente, aunque a tiempo que no va libre de interés; porque ya tengo probado, y gran experiencia de ello, la ganancia que es dejar libremente mi voluntad en la vuestra. ¡Oh amigas, qué gran ganancia hay aquí, o qué gran pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor en el Paternóster en esto que le ofrecemos!…
    Pues os quiero avisar y acordar qué es su voluntad. No hayáis miedo sea daros riquezas, ni deleites, ni honras, ni todas estas cosas de acá; no os quiere tan poco, y tiene en mucho lo que le dais y os lo quiere pagar bien, pues os da su reino aún viviendo… Pues veis aquí, hijas, a quien más amaba [su  Hijo] lo que dio; por donde se entiende cuál es su voluntad. Así que éstos son sus dones en este mundo. Da conforme al amor que nos tiene: a los que ama más, da de estos dones más; a los que menos, menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno y el amor que tiene a Su Majestad. A quien le amare mucho,  verá que puede padecer mucho por El; al que amare poco, poco. Tengo yo para mí que la medida de poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor…
     Porque todo lo que os he avisado en este libro va dirigido a este punto de darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya  y desasirnos de las criaturas, y tendréis ya entendido lo mucho que importa, no digo más en ello; sino diré para lo que pone aquí nuestro buen Maestro estas palabras dichas, como quien sabe lo mucho que ganaremos de hacer este servicio a su Eterno Padre. Porque nos disponemos para que con mucha brevedad nos veamos acabado de andar el camino y bebiendo del agua viva de la fuente que queda dicha. Porque sin dar nuestra voluntad del todo al Señor para que haga en todo lo que nos toca conforme a ella, nunca deja beber de ella”…
Santa Teresa de Jesús, de Ávila (1515-1582),
carmelita descalza, doctora de la Iglesia – Camino de perfección, c. 32

Para rezar

Sufrir con Humildad

Danos, Señor, un verdadero, nuevo
y más profundo conocimiento de tí
a través del sufrimiento.
Haz que podamos intuir con el afecto del corazón
tu misterio que está más allá de toda comprensión.

Haz que el ejercicio de paciencia de la mente,
el discurso espinoso de la inteligencia,
sea el signo de una verdad
que no se alcanza simplemente
con las normas de la razón humana,
misterio inaccesible y al mismo tiempo nutritivo
para la existencia del hombre,
para sus dramas y sus aparentes absurdos.

Queremos ofrecerte nuestros sufrimientos
y compartir los de la humanidad,
las dificultades en las que se debaten muchos corazones
para volver a una siempre nueva
y más verdadera experiencia de Tí,
Señor, Dios nuestros,
Tú habitas en la luz eterna
que nadie puede contemplar, sino tu Hijo
que nos la reveló desde lo alto de la cruz.

Concédenos penetrar en el misterio de Jesús
a fin de poder conocer algo de Tí,
en la gracia del Espíritu Santo.
Danos acceder al misterio del dolor
con paciencia, con humildad,
convencidos de nuestra ignorancia,
de lo mucho que todavía desconocemos
de tu Trinidad de amor
de tu proyecto salvífico,

Haz que nos humillemos en nuestro sufrimiento,
para poder merecer, al menos una migaja,
del conocimiento de aquel misterio,
que nos saciará eternamente.
Te lo pedimos por intercesión de María,
que sufrió,
pero que creyó profundamente,
y ha llegado ya,
también en nuestro nombre,
al conocimiento perfecto de tu gloria.
Amén.

Cardenal Carlo María Martini

LECTIO DIVINA

Muchos vendrán de Oriente y de Occidente,
y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     8, 5-17

    Al entrar en Cafarnaún, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le dijo:
«Yo mismo iré a curarlo.»
    Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace.»
    Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes.» Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído.» Y el sirviente se curó en ese mismo momento.
    Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.
    Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: "Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades".
Palabra del Señor.

LECTURA -  ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Guías para la lectura:

Las escenas narradas en el Evangelio de hoy suceden en Cafarnaún. Jesús ha bajado de la montaña luego de presentar su memorable sermón (Cap. 5–7), sana a un leproso en el camino a esa ciudad (1-4),  y a las puertas de ésta lo espera un centurión. El centurión (lit. jefe de cien) era un oficial militar que, probablemente tenía a su cargo el cuartel local de las tropas romanas que ocupaban el país. No es judío, pero simpatizaba con su religión. Va en búsqueda de Jesús sin aguardar que ingrese a la ciudad y  le presenta la enfermedad de un sirviente suyo, que sin duda lo tenía muy angustiado. Es entonces que se desarrolla un diálogo muy interesante entre el centurión y Jesús.
El centurión le reconoce a Jesús su autoridad curativa y su status divino (lo llama Señor y su pedido se traduce en rogativa), para luego describirle con detalle la sintomatología y efectos de la enfermedad: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”.  Si bien le señala el lugar donde se encuentra el enfermo, no tiene intenciones de que Jesús vaya hasta allá, lo que de alguna manera explica el apuro de encontrarse con éste a las puertas de la ciudad. Recién cuando Jesús manifiesta su decisión de visitar su casa para sanar personalmente al sufriente: “Yo mismo iré a curarlo”, el centurión devela el porqué de su resistencia: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa”.  Hay por lo menos tres elementos destacables en la actitud piadosa del centurión: Primero se compadece y compromete con la salud de un subordinado, segundo recurre a Jesús en actitud de oración y tercero reconoce en él una autoridad y dignidad de la que no se siente merecedor a pesar de sus credenciales jerárquicas.
El centurión, acostumbrado al peso específico de la palabra dada por quien tiene genuina autoridad, presenta a Jesús la lógica sobre la cual sustenta la innecesaria presencia de éste en su casa. Ésta,  si bien puede entenderse como una actitud dirigista sobre el accionar soberano de Jesús, tiene como sustrato espiritual innegable, el reconocimiento del valor de la palabra de Cristo: «…basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace.».
Jesús reacciona positivamente al desenlace de la conversación por parte del centurión: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe”. Y finalmente realiza la curación de la manera sugerida por el centurión: “Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído.» Y el sirviente se curó en ese mismo momento”.
Pero no termina allí la intencionalidad de Jesús con relación al hecho narrado por Mateo. No se olvida de la multitud de seguidores que han presenciado la conversación, y para ellos tiene reservadas otras palabras. Estas son, además del elogio de la fe del centurión, duras advertencias escatológicas para quienes se creían merecedores ancestrales de la salvación de Dios y que probablemente miraban al centurión como un hombre extranjero y de fe incompleta.  «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes.». No es para nada aislada en la permanente confrontación teológica que Jesús tiene con los fariseos y escribas, esta interpelación profunda basada en la espiritualidad genuina versus la religiosidad heredada.
Ya en la ciudad, Jesús toma la iniciativa de curar a la suegra de Pedro. Es notorio el contraste con el suceso anterior. Ahora el Señor entra en una casa en Cafarnaún y toca a la enferma para sanarla: “Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo”. Seguramente Jesús tenía pensado hospedarse en esa casa amiga en donde es de destacar que la inmediata sanidad de la suegra de Pedro la impulsa a servirlo como se hace en la cultura judía con un huésped.
Finalmente, el texto de hoy nos informa que el día para Jesús iba a ser largo y su tarea de sanación se iba a prolongar. “Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos”.
Como es habitual en el Evangelio de Mateo, éste hace una interpretación teológica de las acciones mesiánicas de Jesús a la luz de las profecías del Antiguo Testamento: “…para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades".

MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la meditación:

¿Tengo una fe genuina como la del centurión?
¿Me considero merecedor por conducta, herencia o pertenencia eclesial a un trato especial de parte de Jesús?
¿Qué efecto sanador produce hoy la palabra de Dios?

ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Señor, Tú que reconoces la fe genuina de quien te reconoce como Señor y no se considera digno de tu misericordia, ten piedad de nosotros. Danos tu palabra y nos basta.

CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Me involucro imaginariamente entre la multitud para escuchar la conversación de Jesús con el centurión.
Luego medito en el accionar de Jesús y reflexiono en sus palabras.
Pienso también en la vocación de servicio de la suegra de Pedro y en la misericordia de Jesús de atender a todos los necesitados a pesar de la inconveniencia del cansancio y de la hora.

ACCIÓN -  ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la acción:

¿De qué manera voy a cultivar en mi vida una fe humilde que mire la dignidad de Jesús y no la mía?
¿Cómo imitaré la actitud piadosa del centurión en relación a un subalterno?

¿Cómo imitaré la disposición de servicio de la suegra de Pedro?

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