28 de junio de 2015 – TO - DOMINGO
XIII – Ciclo B
…Basta que
creas…
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de la
Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24
Dios no ha hecho
la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes. El ha creado todas
las cosas para que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en
ellas ningún veneno mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra.
Porque la justicia es inmortal.
Dios creó al
hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza,
pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que
pertenecen a él tienen que padecerla.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11 y 12a 13b (R.: 2a)
R. Yo te glorifico,
Señor, porque tú me libraste.
Yo te glorifico,
Señor, porque tú me libraste
y no quisiste que
mis enemigos se rieran de mí.
Tú, Señor, me
levantaste del Abismo
y me hiciste
revivir,
cuando estaba
entre los que bajan al sepulcro. R.
Canten al Señor,
sus fieles;
den gracias a su
santo Nombre,
porque su enojo
dura un instante,
y su bondad, toda
la vida:
si por la noche se
derraman lágrimas,
por la mañana
renace la alegría. R.
Escucha, Señor,
ten piedad de mí;
ven a ayudarme,
Señor.
Tú convertiste mi
lamento en júbilo.
¡Señor, Dios mío,
te daré gracias eternamente! R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol
san Pablo
a los cristianos de
Corinto 8, 7. 9. 13-15
Hermanos:
Ya que ustedes se distinguen
en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda clase de solicitud por los
demás, y en el amor que nosotros les hemos comunicado, espero que también se
distingan en generosidad.
Ya conocen la
generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por
nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza.
No se trata de que
ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que
haya igualdad. En el caso presente, la abundancia de ustedes suple la necesidad
de ellos, para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de
ustedes.
Así habrá
igualdad, de acuerdo con lo que dice la Escritura: El que había recogido mucho
no tuvo de sobra, y el que había recogido poco no sufrió escasez.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Marcos 5, 21-43
Cuando Jesús
regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su
alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la
sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con
insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que
se cure y viva.» Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba
por todos lados.
Se encontraba allí
una mujer que desde hacia doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho
en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al
contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó
por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar
su manto quedaré curada.» Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en
su cuerpo que estaba curada de su mal.»
Jesús se dio
cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y,
dirigiéndose a la multitud, preguntó: « ¿Quién tocó mi manto?»
Sus discípulos le
dijeron: « ¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te
ha tocado?» Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer,
muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a
arrojarse a los pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo:
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad.»
Todavía estaba hablando,
cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron:
«Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?» Pero Jesús,
sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas,
basta que creas.» Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro,
Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.
Allí vio un gran
alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: « ¿Por qué se
alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme.» Y se burlaban de
él.
Pero Jesús hizo
salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que
venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: «Talitá
kum», que significa: « ¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!» En seguida la niña,
que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se
llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo
sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
A medida que conocemos mejor los hilos que
mueven nuestro mundo, descubrimos con mayor asombro la primacía de lo
económico, el imperio del dios dinero y lo poco que cuenta
la dignidad de la persona humana. Los grandes planes económicos de empresas y
naciones no tienen como objetivo el hombre y su perfeccionamiento, sino el
lucro, alimentado de codicia de personas y grupos. No se busca tanto el
“ser más”, sino el “tener más” económicamente. Y aunque este sea un discurso
recurrente no por eso deja de ser real. Sin embargo, lo peor que nos
puede pasar es que nos acostumbremos a esta idea.
Junto a esto se impone una imagen exitista
del mundo para tapar o justificar lavaciedad de criterios, comportamientos y
conductas. Desaparecen los valores y sólo existen los precios. Todo está al
alcance de la mano. Basta con tener los medios para conseguirlo, y para
alcanzar esos medios no se escatima nada, ni la propia vida si
fuera necesario.
Todo se puede, los límites se sobrepasan. El
dinero pretende devolvernos la confianza y la seguridad. La
cirugía pretende detener el paso del tiempo. Los traumas,
las enfermedades y los problemas se solucionan desde la autoayuda. La confianza
desmedida en nuestras posibilidades nos hace pensar que somos capaces de
superar cualquier límite… cuando este límite justamente está en nosotros. Y
esto es sólo una ficción de la realidad, porque todo control y señorío absoluto
sobre la vida se desmorona cuando aparece la enfermedad que, inevitablemente,
hace pensar en la destrucción del propio ser y la muerte. En la
enfermedad vemos coartada nuestra capacidad de perfección y es una barrera que
nos impide proyectarnos al futuro y al goce de la vida.
La sociedad se enorgullece de haber
prescindido de Dios. Pero si eliminamos a Dios de nuestro panorama
¿Quién podrá sacarnos del abismo en el que
nos encontramos?
Seguiremos inventando engaños.
***
Dios crea el hombre a su imagen y lo hace
destinado a la vida. La muerte es algo accidental, que al hombre le viene de
fuera, por el pecado. El autor del libro de la sabiduría ve, como buen
israelita, una relación estrecha entre muerte física y muerte moral o pecado.
Hay que decir que la vida muere definitivamente, cuando la
asfixiamos en los límites egoístas del para-nosotros. Jesús vivió respondiendo
a la llamada del Padre, por eso venció a la muerte.
***
La colecta de la que habla Pablo, es un
signo de comunión eclesial que trata de deshacer las diferencias existentes
entre los cristianos de origen judío y los de origen pagano. Los cristianos de
Jerusalén, pobres en lo material han querido compartir los bienes de la
salvación. Así los cristianos de origen pagano deben comunicar sus bienes
materiales. Cristo en su Encarnación dio el ejemplo: “Siendo rico, por
nosotros se hizo pobre, para que ustedes con su pobreza se hagan ricos”. De
este modo un cristiano comprometido en la lucha por una más
justa distribución de los bienes, prolonga la encarnación de Cristo, es un
signo de salvación.
***
Marcos introducía el domingo pasado el
tema de la fe en Jesús. El texto de hoy, nos ubica de nuevo en la orilla judía
del lago de Genesaret; en medio de la aglomeración de la gente en torno al
maestro de Nazaret, que se dirige hasta la casa de Jairo, un encargado del
orden en la sinagoga, cuya hija está mortalmente enferma. Jesús accede
a su pedido de ir a sanarla. Entre la partida de la orilla y la llegada a
la casa, una mujer acude a Jesús como a último y único remedio a sus trastornos
corporales.
En la época del Nuevo Testamento, la mujer
vivía marginada por el simple hecho de ser mujer. En la sinagoga no participaba
en la vida pública, no podía ser testigo.
Sin embargo, las protagonistas de este
texto son dos mujeres. La primera: una mujer que sufría hemorragias y
vivía marginada, porque en aquel tiempo la sangre convertía impura a la persona
y a quien la tocara. Había gastado toda su fortuna con los médicos, pero había
empeorado. Doce años con hemorragia, doce años de marginación. La segunda: la
hija de uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, que tiene doce años. A
esta edad empiezan las menstruaciones y se convierte en mujer, por lo tanto
comienza la exclusión y comienza a morir. Jesús tiene un poder mayor. A una la
sana y a la otra la resucita.
Jesús se revela como vencedor de la muerte
y de la enfermedad. En la curación de la hemorroisa y en la resurrección de la
hija de Jairo, descubrimos un anuncio de su propia resurrección.
Estos hechos están iluminados por la luz del misterio pascual. Al mismo tiempo
manifiestan la misión liberadora de Cristo, concretada en el mundo del dolor y
de la muerte, entre los que sufren enfermedad y angustia.
Estos signos que realiza Jesús expresan la
presencia del Padre en nuestra existencia, herida por el pecado. Una presencia
de lucha constante, pero salvadora, que trata de arrancarnos de la enfermedad y
de la muerte. Una lucha en la que el papel decisivo lo tiene nuestra fe.
Dos dichos de Jesús constituyen los
pilares principales de los dos relatos de sanación: “Hija, tu fe te ha
curado, vete en paz”; “No temas, ten fe y basta”. En estas
dos frases, dichas a la mujer y al padre de la niña, ponen de manifiesto la
importancia de la fe para experimentar la vida y percibir la presencia
liberadora del Reino. Sin fe no hay liberación ni puede haber signos de vida.
La fe está en el centro de estos dos hechos milagrosos, de estos dos relatos de
vida. Fe en el poder de Jesús.
Por la fuerza de su fe, la mujer curada se
va en paz, con plenitud interior y exterior de vida, como si hubiera vuelto a
nacer. Por la fuerza de la fe del padre, la niña recupera la vida cuando ésta
parecía que le había sido arrebatada.
Quien confía en Jesús, quien se abandona
en sus manos es capaz de hacer de los imposibles, posibles. Quien acepta
a Jesús como Señor y el salvador de su vida, experimentará que la salvación de
Dios entra en su casa. Apoyados en la fe que Jesús nos pide, estamos llamados a
superar el temor que ocasiona la muerte y a transfigurar la enfermedad. Cuando
el evangelio pone de manifiesto la enorme fuerza curativa de la fe, ésta no
queda reducida únicamente a lo fisiológico. Sano es, en realidad, aquel que es
capaz de realizar un proyecto de vida en libertad. Esta salud total es la que
Jesús transmite: Él no se limita a curar enfermedades físicas, sino a salvar.
La fe cura integralmente, salva.
Estos dos milagros de Jesús son signos de
vida. Porque El es la vida, se enfrenta con la enfermedad y la muerte.
Esta actitud dinámica y salvadora ante todo tipo de enfermedad
y de muerte es la que pide Jesús a sus discípulos por la fe. La actitud del
cristiano no puede ser la resignación ante lo inevitable. Nuestra fe de
discípulos debe ser una fuerza de vida y en favor de la vida, algo más que un
consuelo en situaciones límite, o una evasión en la vida cotidiana, esperando
que el cielo resuelva todo.
Frente a toda enfermedad y toda situación
de muerte, nuestra postura ha de ser de lucha contra ellas. A medida que en
nuestra vida nos liberamos de toda opresión de pecado, apoyados en la fe,
estamos haciendo nuestra resurrección, que es victoria sobre la muerte. Desde
la fe sabemos que la enfermedad y la muerte no son la última palabra, sino el
paso de un nuevo amanecer a la vida.
La fe, tiene que mostrarse en cada momento
y en cada situación, como un trabajo y una lucha viva en favor de la vida, y
por tanto contra todo lo que hiere a los hombres, a su dignidad, al proyecto de
Dios sobre sus vidas y los de toda la humanidad. Si por la fe creemos lo
imposible, es para hacer posible la vida para todos. No vale decir que creemos
en la vida eterna si al mismo tiempo, no hacernos nada por una vida más humana
para todos los hombres.
Hoy, luchar por la vida
significa defenderla en los no-nacidos, y en los ya nacidos luchando
para no acostumbrarnos al paisaje de los chicos perdiendo la infancia, lavando
parabrisas o prostituyéndose por unas pocas monedas. Hoy, luchar por la
vida es no conformarnos con que las “cosas sean así” y dejarnos llevar
por la corriente anulando nuestra conciencia.
Hoy, luchar por la vida es animarse
a tener ideales generosos y proyectos grandes, aunque en ellos se nos vaya la
existencia. Hoy, luchar por la vida es creer que es posible
una vida distinta y crear lo posible para que sea realidad. Hoy, luchar
por la vida es “hacer algo por alguien” aunque sea poco, sabiendo que
eso poco si yo no lo hago va a faltar. Hoy, luchar por la vida es hacernos
cargo de los otros: de los ancianos, de los enfermos, de los solos, de los
excluidos, de los “locos”, de los que han perdido el sentido de la vida, y en
esa preocupación hallar sentido para la nuestra.
Hoy, luchar por la vida al estilo
de Jesús, es no dejar de buscar la justicia social grande y la
cotidiana, que haga de los hombres seres vivos y no sólo sobrevivientes. Hoy, luchar
por la vida es orar, pedir con descaro, adorar tocando al Señor para
arrancar de su corazón el torrente de la Vida, experimentando de ese modo, que
estamos en la causa de Dios por la Vida plena del hombre, trabajando codo a
codo.
Para
discernir
¿Qué puntos de contacto encuentro entre mi
fe y la mujer enferma y el Padre de la niña de este pasaje del evangelio?
¿Pongo mi confianza sin medida en las
manos del Señor?
¿Cómo es mi oración y mi petición en las
necesidades?
Repitamos a lo largo de este día
…Tú cambiaste mi luto en danzas…
Para la lectura espiritual
…Si tuviera que vivir sesenta, setenta,
noventa años como máximo, ¿de qué me aprovecharía? Cuando la vida es dura, ya
es demasiado larga. Cuando es agradable, resulta demasiado corta. No he sido
hecho para esto. Estoy hecho para la Vida, la Vida sin más ni menos. Y la vida
no es la Vida si tiene que verse truncada un día. No, la Vida dura para
siempre; de otro modo, no es la Vida. Justamente porque la muerte se ha
infiltrado en mi cuerpo y tiende continuamente trampas a mi vida, ha decidido
Dios venir él mismo entre nosotros para poner fin a esta intolerable injerencia
en su obra, para hacer frente al asesino y eliminarlo de una vez por todas, en
un implacable cuerpo a cuerpo [...]. Desde aquel día la muerte ya no es la
muerte. Un perro puede morir, un árbol también, incluso una estrella. Pero el
corazón del hombre no puede morir. Es imposible [...].
El embrión crece, alimentado de continuo
por su madre. La sangre de Cristo alimenta en ti la Vida eterna, como afirma el
sacerdote mientras introduce en el cáliz un fragmento de la hostia. Así crece
esta vida en ti por sí sola, como la semilla, sin que ni siquiera te des
cuenta, con la sola condición de que sea continuamente alimentada. ¿Qué dice
Jesús después de haber despertado a la pequeña de doce años y de haberla puesto
en los brazos de su madre, que la creía muerta? «Dadle un pedazo de pan para
comer». Es él mismo quien le da ese pedazo de pan para que morir sea sólo un
dormirse. ¡Qué ría también el mundo! ¿Acaso tiene un niño miedo de dormirse?
¿Es triste dormirse?…
D. Ange, La boda de Dios, donde el pobre es rey, Milán
1985, pp. 251ss.
Para rezar
Oración por la vida
Señor de la vida: quiero vivir una vida que no termine
Señor del amor: quiero amar sin límites.
Señor de mis sueños quiero ser libre en plenitud de
libertad.
Señor de la esperanza quiero caminar sin llegar.
Aquí me tenés, lleno de vida y entusiasmo;
aquí me tenés con ganas de hacer algo bello por vos;
aquí me tenés en busca de una entrega sin medida;
aquí me tenés resistiéndome a morir por morir.
Lo mío es vivir para siempre: lo dice tu Evangelio.
Lo mío es vivir vida eterna: lo prometiste vos.
Lo mío es vivir el amor que no muere: eso es lo tuyo.
Lo mío es vivir tu vida nueva: la de tu Espíritu.
Lo mío es vivirte a vos: Mi vida es tu Resurrección.
Vivo la paz de tu Reino: camino hacia la plenitud.
Vivo la verdad de tu Reino: camino hacia tu luz.
Yo viviré para siempre: creo en tu vida eterna.
Yo viviré para siempre: creo en mi resurrección.
Yo viviré para siempre: creo en el reino prometido.
Yo viviré para siempre: creo en el más allá.
Yo viviré para siempre: creo en tu amor que nunca
muere.
Yo viviré para siempre: creo que me esperás al final.
Señor Jesús, Señor resucitado: espero la vida eterna.
Señor Jesús, Señor siempre joven, espero contra toda
esperanza.
Emilio Mazariegos
LECTIO DIVINA
Niña, Yo te lo ordeno,
levántate!
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 5, 21-43
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y Él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva». Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacia doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes
sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de
Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque
pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré sanada».
Inmediatamente
cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada de su mal».
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de Él, se dio
vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?»
Sus
discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y
preguntas quién te ha tocado?» Pero Él seguía mirando a su alrededor, para ver
quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido,
fue a arrojarse a los pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu
enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?» Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas». Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?» Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas». Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.
Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo:
«¿Por qué se
alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme». Y se burlaban de
él.
Pero
Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y
a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo:
«Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!» En seguida la
niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar.
Ellos,
entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se
enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
Palabra del
Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías para la lectura:
En este texto
se concentran dos acontecimientos literarios diferentes pero unidos en una sola
pieza. Ambos relatos leídos en unidad poseen una riqueza teológica muy grande.
Una vez más
todo comienza en la orilla del mar o del lago de Galilea. Este es el mismo
lugar donde Jesús eligió a sus primeros discípulos, llamó a Leví y ha predicado
sus parábolas. Recordemos lo que compartíamos el domingo pasado: el mar
simboliza el mal que Jesús va a combatir y destruir.
La situación
de este texto es única, se da una especie de relato sandwich o emparedado:
Comienza un relato, se interrumpe por otro, se vuelve al relato que se había
comenzado.
La secuencia
es así:
Ø Versículos
21-24: Primera parte del episodio de Jairo con su hijita.
Ø Versículos
25-34: Relato de la mujer que perdía mucha sangre (hemorroísa).
Ø Versículos
35-43: Segunda parte del episodio de Jairo con su hijita.
Conviene leer
y releer muchas veces el texto para entrar en su dinámica.
En la primera
parte se nos presenta a Jairo, uno de los jefes de la Sinagoga, que parece
tener mucho respeto por Jesús y por eso le ruega que vaya a su casa para que
sane a su hija. Jesús se encamina hacia el lugar.
Aparece dentro
de la multitud una mujer que estaba enferma desde hacía doce años con flujos de
sangre y, a pesar de haber gastado dinero con los médicos, nadie la había
podido sanar. Por el contrario cada vez estaba peor. Ella, que había escuchado
hablar de Jesús, sólo quería tocar su ropa para quedar sana, y así lo hace,
acercándose por detrás. Ella percibe que ha sido sanada. Jesús registra la
situación y pregunta quién lo ha tocado. Los discípulos se sorprenden dado que
todo el mundo está tocando a Jesús.
Pero el Señor
sigue mirando para detectar quién ha sido. La mujer se acerca temblando de
miedo y dice la verdad. El miedo de la mujer se debe muy probablemente a lo que
ella ha hecho según los cánones rituales del judaísmo de aquel tiempo: el
padecer estos flujos de sangre la transformaba en impura; y además todo lo que
tocaba, incluso las personas, quedaban “impuros” también. Sin embargo, Jesús
está más allá, y de esta misma situación la viene a salvar y rescatar. Por eso
la va a despedir de manera tan cordial, afectiva y consoladora: la llama hija,
le dice que ha quedado sanada porque confió en Él y le dice que vaya tranquila,
en paz.
En ese momento
se da paso a la segunda parte del primer relato. Aparecen personas de la casa
de Jairo que le dicen que su hija ha muerto. En este contexto dramático son muy
fuertes las palabras de Jesús a Jairo: “No tengas miedo, solamente confía”.
Cuando llegan
a la casa hay mucho alboroto como era costumbre en aquel tiempo ante un
difunto. Jesús les dice que no lloren porque la niña no está muerta sino
dormida.
Ellos se
burlan de Jesús. Luego se acerca a la niña con sus padres y sus tres
discípulos, la toma de la mano y le dice en arameo (lengua materna de Jesús):
Talitá kum. Esto significa una orden: “Niña levántate”. En ese momento la niña
que tenía doce años (como doce años había durado la enfermedad de la
hemorroísa), se levanta y comienza a caminar. Toda le gente queda muy asombrada
con lo que ha sucedido.
En la
totalidad del relato Jesús aparece como el único “médico” que en situaciones
difíciles y extremas puede dar la verdadera salud: es decir la salvación. Jesús
es el único que tiene poder para dar la vida, lo cual sólo Dios puede hacer.
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
|
· Preguntas para la meditación:
·
¿Soy de aquellos que buscan “juntarse alrededor” del Señor?
·
¿Me acerco a Jesús con el respeto y la veneración que tiene Jairo (se inclina
hasta el suelo y le ruega)?
·
¿Invito al Señor para que “venga a mi casa”, a mi vida, a mi corazón para que
sane todo lo que esté enfermo?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL
TEXTO BÍBLICO?
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SALMO Sal 29, 2. 4-6. 11-12a. 13b (R.: 2a)
Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste.
Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste.
Yo te
glorifico, Señor, porque tú me libraste
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir,
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.
Canten al Señor, sus fieles;
den gracias a su santo Nombre,
porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría.
Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor.
Tú convertiste mi lamento en júbilo.
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir,
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.
Canten al Señor, sus fieles;
den gracias a su santo Nombre,
porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría.
Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor.
Tú convertiste mi lamento en júbilo.
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO
BÍBLICO?
|
Para
contemplar este texto podríamos buscar “saborear” en la presencia de Dios:
· No
tengas miedo, solamente confía…
· No
tengas miedo, solamente confía…
· No
tengas miedo, solamente confía…
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO
BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
·
¿Cómo puedo acrecentar en mi vida el respeto y la
humildad que Jairo y la mujer demuestran ante la presencia de Jesús?
·
¿De qué situaciones Jesús viene a
"levantar" hoy a los hombres con su poder soberano?
·
¿En qué forma podemos contribuir humildemente para
que esto sea una realidad?
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