16 de agosto de 2015 – TO -
DOMINGO XX – Ciclo B
…mi carne es la
verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe
mi sangre permanece en mí y yo en él…
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Proverbios 9, 1-6
La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete
columnas, inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también preparó su mesa. Ella
envió a sus servidoras a proclamar sobre los sitios más altos de la ciudad: «El
que sea incauto, que venga aquí.»
Y al falto de entendimiento, le dice: «Vengan,
coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé. Abandonen la ingenuidad, y
vivirán, y sigan derecho por el camino de la inteligencia.»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 33, 2-3. 10-11. 12-13. 14-15 (R.: 9a)
R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren. R.
Teman al Señor, todos sus santos,
porque nada faltará a los que lo temen.
Los ricos se empobrecen y sufren hambre,
pero los que buscan al Señor no carecen de nada. R.
Vengan, hijos, escuchen:
voy a enseñarles el temor del Señor.
¿Quién es el hombre que ama la vida
y desea gozar de días felices? R.
Guarda tu lengua del mal,
y tus labios de palabras mentirosas.
Apártate del mal y practica el bien,
busca la paz y sigue tras ella. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Efeso 5, 15-20
Hermanos, cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como
personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos
tiempos son malos. No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la
voluntad del Señor. No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien,
llénense del Espíritu Santo. Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos
espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por
cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor
Jesucristo.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 51-59
Jesús dijo a los judíos:
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma
de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida
del mundo.»
Los judíos discutían entre sí, diciendo: « ¿Cómo
este hombre puede darnos a comer su carne?» Jesús les respondió: «Les aseguro
que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán
Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo
lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre,
la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo
en él.
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que
tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por
mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que
comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente.»
Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de
Cafarnaúm.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
En todas las civilizaciones la comida es una realidad
que trasciende el mero hecho de la necesidad de alimentos para
mantenerse, para transformarse en signo de la vida misma, adquiriendo así, en
muchas culturas un carácter religioso. La mesa común crea entre los convidados
vínculos sagrados a los que son asociados los dioses. En casi todas las
religiones difícilmente se dan acciones sagradas sin banquete. Comer en el
plano divino es participar en la vida de la divinidad, es divinizarse por
connaturalidad y por asimilación. La asimilación del alimento es la expresión
fundamental de la asimilación de Dios.
En el plano humano comer es un gesto expresivo de la Vida. Comemos para
vivir, al comer asimilamos el poder de otra cosa. Comer es reconocer que solos
no nos bastamos. Comer es incorporarse, fusionar. “¡Te comería a
besos!”, dice la madre para expresar el cariño a su hijo.
Comer juntos es el acto más expresivo de la vida familiar, social, del
encuentro con los amigos. Es un momento fuerte de vinculación y crecimiento en
el amor significado al compartir el mismo alimento.
Invitar a comer, dar de comer son algo más que simples gestos externos y
pasajeros. El pan que ofrece el padre de familia a los suyos representa su
vida, su trabajo, sus preocupaciones por conseguirlo, sus esfuerzos y sus
anhelos de vida para aquellos que ama. Tanto el padre y la madre que lo llevan
a la mesa pueden decir de alguna manera:“este pan es mi carne entregada para
mis hijos”, mientras que los hijos al recibirlo, comparten la vida misma de
quien se los ha entregado.
Comer juntos el “pan ganado con el sudor de la frente”, más allá de un
gesto rutinario, es entrar en comunión de amor y de destino.
Jesús desde las más simples y cotidianas realidades humanas nos lleva a las
más profundas y trascendentes que configuran nuestra Vida en Dios. El pan
eucarístico sigue las leyes de todo pan ofrecido en la mesa: entrega generosa,
comunión de vida, fuerza para vivir, Vida en abundancia.
***
El libro de los Proverbios presenta la revelación del designio de Dios de
con imágenes muy humanas. El banquete, especialmente en el mundo oriental
antiguo era signo de generosidad y de gratuidad. En el banquete es donde mejor
se manifiesta la comunicación y la receptividad del que hospeda y de los
comensales. Quien participaba en él se identificaba con el que lo
ofrecía, entraba en la misma atmósfera y compartía no sólo la mesa,
sino también la conversación, el pensamiento, la alegría.
El autor nos muestra la sabiduría, como ama de casa, ofreciendo un gran
banquete; también la insensatez o necedad ofreciendo el suyo. Ambas invitan y
quieren comunicar lo que son y lo que tienen. La sabiduría ofrece su banquete
en una casa grande y rica, donde caben todos e invita a los más necesitados,
recomendando que sigan el camino recto, donde se encuentran la instrucción y el
aliento vital. Cuando se trata del banquete de la necedad aparece el vacío y la
falsedad del banquete a través de aguas robadas, pan a escondidas, nada que sea
auténtico, sano o sincero; todo conduce a valles tenebrosos que no tienen
esperanza ni alegría.
***
Continúa San Pablo instruyendo acerca del tema de la vida nueva. Hoy
considera la vida tironeada en el espacio que media entre el bautismo que nos
ha renovado y el momento de la llegada a la gloria. Y desea que saquemos
partido al tiempo presente. Este tiempo intermedio tiene sus peligros, porque
nuestros tiempos son malos. Toda la carta a los Efesios ha hecho una síntesis
de la vida cristiana a partir del principio de que en Cristo todo ha adquirido
un nuevo y definitivo sentido: el querer salvador de Dios ha llegado a la
plenitud en él. Esto lleva al creyente a celebrar la fe en comunidad, y a vivir
un nuevo estilo de vida.
El triunfo de Jesús en nuestra vida exige una toma de posiciones claras, la
fe cristiana no es un conjunto de cosas extrañas sino la vida vivida desde
dentro con la fuerza del que cree en ella y con el cariño del que la ama de
verdad. La vida cristiana se celebra porque cuando la fe llega a tocar los
puntos vitales de la vida, rápidamente se pasa a la alabanza. El creyente no
puede callar, hacerse lenguas, prorrumpir en alabanzas.
Jesús hasta ahora había hablado del pan de vida que baja del cielo, del pan
que regala el Padre a los hombres enviándoles a su propio Hijo. Tenemos aquí un
duplicado del discurso del pan de vida que pretende lanzar aún más lejos la
reflexión de Jesús como revelación y como eucaristía dentro del simbolismo del
pan. Este es el pan de vida y es también la luz del mundo que da vida a los que
creen en él. Jesús ahora habla del pan que él mismo les dará y se
refiere expresamente a su carne y sangre, los dones eucarísticos.
El autor quiere terminar la discusión sobre la contraposición del maná con
Cristo. El maná no era más que una profecía y los judíos siguen aferrados a la
perspectiva del alimento material. Esto lleva a posturas de aceptación y de no
aceptación.
Según la costumbre judía, los alimentos de la comida pascual tenían que ser
cuidadosamente masticados. Juan utiliza un vocabulario realista para
caracterizar la participación en la eucaristía al poner en labios de Jesús: “el
que come mi carne”. La palabra “carne” designa todo lo que constituye la
realidad del hombre con sus posibilidades y debilidades.
Juan establece así una relación muy estrecha entre la carne y el pan, y
entre el pan y la Palabra. “…Y el Verbo se hizo carne”. El verbo, palabra
viviente de Dios, asume la carne y la condición humana, no sólo para plantar su
carpa entre nosotros, sino para convertirse en alimento de los hombres. Juan
insiste sobre todo en el valor salvífico de la encarnación Ahí está la paradoja
más desconcertante de la encarnación: la vida de Dios ofrecida como alimento.
No hay posibilidad de fe más que a partir de amar a este Jesús que posibilita
el acceso a Dios.
El escándalo para los judíos nace porque Jesús habla
del todo de su persona, mientras que ellos entienden estas palabras
literalmente, como verdadera comida de la carne de Jesús, lo que
les parece un disparate y una locura. Al escándalo que han producido sus
palabras añade que es también preciso beber su sangre, lo cual les resultaba
especialmente escandaloso dado les estaba prohibido el alimentarse de sangre.
Pero lo más importante que Juan quiere poner de manifiesto es que los
judíos no están dispuestos a aceptar a Jesús como revelador del Padre y por eso
se aferran a estas ideas.
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá
eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.»
Jesús “es el pan que baja del cielo”, es la constante comunicación de la
vida de Dios a los hombres a través del Espíritu. De la misma manera que el
alimento natural se une orgánicamente al hombre, así también el que come la
carne y bebe la sangre de Cristo entra en una unión de vida con él. Esta unión
es comparada a la que Jesús tiene con el Padre que le ha enviado al mundo. Así
como el Hijo tiene vida por el Padre, así también el que coma la carne de
Cristo tendrá vida por el Hijo, participará en aquella misma vida que el Hijo
recibe del Padre. La fe es comunión con el Hijo y desde entonces con el Padre
en un intercambio hecho de conocimiento y de amor.
Por la fe somos atraídos por el Padre hacia Jesús, somos “instruidos” en
nuestro interior para que descubramos que en aquel “hijo de José”, hombre
normal, se da la plenitud humana, que es realización divina que sólo puede dar
Dios. Jesús, aceptado en la fe, es el alimento que nos asegura la vida íntegra,
imperecedera, sin ocaso: la vida de Dios.
“Yo soy el pan… Con estas palabras Jesús nos está indicando que creer en él
implica necesariamente “comer el pan”. “El pan de vida” es una persona, el Hijo
de Dios. Lo que constituye nuestra vida de discípulos es encontrar a Jesús de
Nazaret, seguirlo y que él sea el pan que alimenta nuestro camino de vida.
Comer su pan, es asimilar su vida y que su vida nos vaya asimilando en la
medida en que vamos siguiendo sus pasos.
“Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”. No hay don de
Espíritu donde no hay don de “carne” que se da, porque el Espíritu no se da
fuera de la realidad humana concreta. A través de la “carne” de Jesús, el don
de Dios se hace visible, concreto, histórico. Es a través de la “carne”, de la
vida diaria, como se manifiesta y se comunica el Espíritu. A través de Jesús,
Dios busca el encuentro con el hombre. Es en el hombre y en los acontecimientos
cotidianos donde podemos encontrar a Dios, donde podemos verlo, reconocerlo,
aceptarlo o rechazarlo. No en el “más allá”: sino en el “más acá de la vida de
Jesús” donde se ha hecho presente.
Esto es lo que celebramos los creyentes cada domingo: la vida de Jesús y,
por la fe, nuestra vida como lugar único del encuentro con Dios. La celebración
de la Eucaristía reclama haber descubierto y aceptado el misterio de Jesús de
Nazaret sellado con el bautismo y la confirmación y celebrado en la eucaristía.
La eucaristía sin fe no tiene sentido.
El pan que compartimos, el pan de vida que es Jesús asumido como estilo de
vida es el que engendra la vida eterna. El verdadero discípulo de Jesús es el
que, siguiendo sus huellas, se da a sí mismo hasta la muerte por el bien del
hombre porque es consciente de poseer una vida que supera toda muerte. Sólo
siguiendo a Jesús por el camino del amor, marcado las bienaventuranzas y el
lavatorio de los pies signo del mandamiento nuevo, nos podemos realizar en
plenitud.
Porque la vida se recibe en la medida en que se da, se posee en la medida
en que se entrega. Hacer que la propia vida sirva de “alimento” para los demás,
como la de Jesús, tiene que ser la ley de la Iglesia como nueva comunidad
humana por él fundada. Comunidad que no se realizará por una intervención
milagrosa de Dios, sino por el esfuerzo y la dedicación de los discípulos de
Jesús.
“El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Estas
palabras nos muestran la profunda comunión que se establece, por la eucaristía,
entre Jesús y sus discípulos. La fe en Jesús no puede quedar en lo externo,
sino que nos debe llevar a una comunión íntima, a una comunión de vida. Jesús
no ha venido a darnos “cosas”, sino a darse él mismo para enseñarnos a vivir.
El pan que da contiene su propia entrega y ésta es la llamada a sus discípulos:
dar y darnos. Viviendo como él, nos vamos redimiendo, liberando, salvando. “Ven
conmigo, a donde yo estoy, en ti mismo, y te daré la clave de la existencia.
Donde yo estoy, está eternamente el secreto de tu origen. ¿Dónde están tus
manos, que no estén las mías? ¿Y tus pies, que no estén clavados en la misma
cruz? ¡Yo he muerto y he resucitado una vez para siempre! Estamos muy cerca el
uno del otro (…). ¿Cómo puedes separarte de mí sin arrancarme el
corazón?” (Paul Claudel).
Jesús es alimento verdadero de su Iglesia cuando hace brotar en ella la
entrega del amor: el don recibido lleva el don de sí; al amor recibido
respondemos con nuestro amor. Su vida hecha pan es el alimento que nos da la
fuerza para realizar las cosas que nos parecen imposibles; que nos anima a
sobrepasar nuestros límites habituales para encontrar la verdadera estatura de
nuestra vida y a buscar nuestro auténtico lugar en la historia.
En cada eucaristía comulgamos con la vida de Jesús; una vida que es carne y
sangre, lucha y entrega, gozo y fracaso, fatiga y alegría, realidad y
esperanza; una vida que se da hasta la muerte. Por la encarnación la carne de
Jesús es carne de nuestra carne, y si al darla comunicó vida al mundo, también
la nuestra podrá dar vida y sentido al mundo. Su carne estaba llena del
Espíritu de Dios; pero también la nuestra puede llenarse de ese Espíritu y
convertirse, con su fuerza, en pan que entregado cada día, se reparte para la
vida del mundo. Así celebramos la eucaristía y la hacemos Vida.
Para discernir
¿Comunicamos vida?
Nuestra celebración Eucarística: ¿expresa el gozo del
encuentro con el resucitado?
¿Recibir la comunión, nos anima a darnos a los demás
en el amor generoso y desinteresado?
Repitamos a lo largo de este día
“En el Señor se encuentra la misericordia y la
redención en abundancia”
Para la lectura espiritual
“Así como mi Padre viviente, dice, me envió y yo vivo
por mi Padre, así también quien me come a mi vivirá por mí”. No dice: Así como
yo como a mi Padre y vivo por mi Padre, así quien me come a mí vivirá por mí.
Pues el Hijo no se hace mejor por la participación de su Padre, porque es igual
a El por nacimiento; mientras que nosotros sí que nos haremos mejores
participando del Hijo por la unidad de su cuerpo y sangre, que es lo que
significa aquella comida y bebida. Vivimos, pues, nosotros por Él mismo
comiéndole a Él, es decir, recibiéndole a Él, que es la vida eterna, que no
tenemos de nosotros mismos. Vive Él por el Padre, que le ha enviado; porque se anonadó
a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte de cruz. Si tomamos estas palabras:
“Vivo por el Padre”, en el mismo sentido que aquellas otras: “El Padre es mayor
que yo”, podemos decir también que nosotros vivimos por El, porque El es mayor
que nosotros. Todo esto es así por el hecho mismo de ser enviado. Su misión es,
ciertamente, el anonadamiento de sí mismo y su aceptación de forma de siervo;
lo cual rectamente puede así decirse, aun conservando la identidad absoluta de
naturaleza del Hijo con el Padre. El Padre es mayor que el Hijo-hombre; pero el
Padre tiene un Hijo- Dios, que es igual a Él, ya que uno y el mismo es Dios y
hombre, Hijo de Dios e Hijo del hombre, que es Cristo Jesús. Y en este sentido
dijo (si se entienden bien estas palabras): “Así como el Padre viviente me
envió y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá para mí”. Como si
dijera: La razón de que yo viva por el Padre, es decir, de que yo refiera a Él
como a mayor mi vida, es mi anonadamiento en el que me envió; mas la razón de que
cualquiera viva por mí es la participación de mí cuando me come. Así, yo,
humillado, vivo por el Padre, y aquel, ensalzado, vive por mí. Si se dijo “Vivo
por el Padre” en el sentido de que El viene del Padre y no el Padre de Él, esto
se dijo sin detrimento alguno de la identidad entre ambos. Pero diciendo:
“Quien me come a mí, vivirá por mí”, no significa identidad entre Él y
nosotros, sino que muestra sencillamente la gracia de mediador.
San Agustín, Tratado sobre el Evangelio de San Juan.
San Agustín, Tratado sobre el Evangelio de San Juan.
Para rezar
ORACIÓN DE SAN AMBROSIO
Señor mío Jesucristo, me acerco a tu altar lleno de temor por mis pecados,
pero también lleno de confianza porque estoy seguro de tu misericordia.
Tengo conciencia de que mis pecados son muchos y de que no he sabido dominar mi corazón y mi lengua. Por eso, Señor de bondad y de poder, con mis miserias y temores me acerco a Ti, fuente de misericordia y de perdón; vengo a refugiarme en Ti, que has dado la vida por salvarme, antes de que llegues como juez a pedirme cuentas.
Señor no me da vergüenza descubrirte a Ti mis llagas. Me dan miedo mis
pecados, cuyo número y magnitud sólo Tú conoces; pero confío en tu infinita
misericordia.
Señor mío Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre verdadero, mírame con amor, pues quisiste hacerte hombre para morir por nosotros. Escúchame, pues espero en Ti. Ten compasión de mis pecados y miserias, Tú que eres fuente inagotable de amor.
Señor mío Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre verdadero, mírame con amor, pues quisiste hacerte hombre para morir por nosotros. Escúchame, pues espero en Ti. Ten compasión de mis pecados y miserias, Tú que eres fuente inagotable de amor.
Te adoro, Señor, porque diste tu vida en la Cruz y te ofreciste en ella
como Redentor por todos los hombres y especialmente por mí. Adoro Señor, la
sangre preciosa que brotó de tus heridas y ha purificado al mundo de sus
pecados.
Mira, Señor, a este pobre pecador, creado y redimido por Ti. Me arrepiento de mis pecados y propongo corregir sus consecuencias. Purifícame de todas mis maldades para que pueda recibir menos indignamente tu sagrada comunión. Que tu Cuerpo y tu Sangre me ayuden, Señor, a obtener de Ti el perdón de mis pecados y la satisfacción de mis culpas; me libren de mis malos pensamientos, renueven en mí los sentimientos santos, me impulsen a cumplir tu voluntad y me protejan en todo peligro de alma y cuerpo. Amén.
Mira, Señor, a este pobre pecador, creado y redimido por Ti. Me arrepiento de mis pecados y propongo corregir sus consecuencias. Purifícame de todas mis maldades para que pueda recibir menos indignamente tu sagrada comunión. Que tu Cuerpo y tu Sangre me ayuden, Señor, a obtener de Ti el perdón de mis pecados y la satisfacción de mis culpas; me libren de mis malos pensamientos, renueven en mí los sentimientos santos, me impulsen a cumplir tu voluntad y me protejan en todo peligro de alma y cuerpo. Amén.
LECTIO DIVINA
El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí y Yo en él.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 51-59
Jesús dijo a los judíos:
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida del mundo».
Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?»
Jesús les respondió:
Jesús dijo a los judíos:
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida del mundo».
Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?»
Jesús les respondió:
«Les aseguro
que si no comen la carne del Hijo del hombre
y no beben su sangre,
no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene Vida eterna,
y Yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida
y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí
y Yo en él.
Así como Yo,
que he sido enviado por el Padre que tiene Vida,
vivo por el Padre,
de la misma manera, el que me come
vivirá por mí.
Éste es el pan bajado del cielo;
no como el que comieron sus padres y murieron.
El que coma de este pan vivirá eternamente».
que si no comen la carne del Hijo del hombre
y no beben su sangre,
no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene Vida eterna,
y Yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida
y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí
y Yo en él.
Así como Yo,
que he sido enviado por el Padre que tiene Vida,
vivo por el Padre,
de la misma manera, el que me come
vivirá por mí.
Éste es el pan bajado del cielo;
no como el que comieron sus padres y murieron.
El que coma de este pan vivirá eternamente».
Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga
de Cafarnaún.
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
|
· Guías para
la lectura:
Las siete afirmaciones de la parte final del
discurso del “Pan de Vida”
En las siete afirmaciones se repite el mismo concepto. En las
siete afirmaciones se repite siempre, ni una sola vez falta, la palabra
“comer”.
Comer significa asimilar, significa saber decir el Amén eucarístico,
significa hacer verdaderamente la comunión. No un Jesús al cual contemplamos a
distancia. Un Jesús al cual ahora nosotros encarnamos. Al cual ahora nosotros
hacemos una sola cosa con nosotros. Siete afirmaciones en las cuales se repite
la palabra comer. Pero ni una sola afirmación se repite al pie de la letra.
Siempre hay una variante, siempre hay una nueva luz, siempre se abre una nueva
ventana para que comprendamos la profundidad del misterio.
La primera es una afirmación que comienza en negativo, en
condicional. “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su
sangre, no tendréis vida en vosotros”.
La segunda, por el contrario es positiva: “El que come mi carne y
bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”.
Enseguida en la tercera vuelve a insistir: “Mi carne es verdadera
comida y mi sangre es verdadera bebida”.
La cuarta afirmación vuelve sobre el mismo concepto con una proposición
bellísima que habla ahora de la alianza. “El que come mi carne y bebe mi
sangre vive en mi y yo en él”.
La quinta se basa en una comparación: “Así como el Padre que me ha
enviado posee la vida y yo vivo por Él, así también el que me coma vivirá por
mi”. La naturaleza de la alianza entre el discípulo y el Maestro viene de
la comunión del Padre y del Hijo porque comulgar es hacer viva la alianza
con Cristo y en Él con la Trinidad.
La sexta afirmación es otra afirmación impositiva, muy bonita. Jesús
dice lo que ocurre enseguida: “Este es el pan que ha bajado del cielo, no
como el pan que comieron vuestros antepasados, ellos murieron”.
Y partiendo de esta realidad negativa, “ellos murieron” en
seguida la séptima afirmación, la última, la más vibrante, la más alta, es la
positiva para aquel que entra en alianza y en comunión con Cristo a través de
la Eucaristía.
“El que coma de este pan vivirá para siempre”.
Texto extraído de CENTRO BÍBLICO PASTORAL PARA AMÉRICA LATINA del CELAM
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
|
· Preguntas para la meditación:
· ¿Por qué
los judíos no entendían la declaración de Jesús sobre comer su carne?
· ¿Por qué
Jesús utiliza la fórmula YO SOY en este caso?
· ¿Qué
efecto pudo haber producido en sus oyentes que Jesús declarara su superioridad
como “alimento” al maná del desierto?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL
TEXTO BÍBLICO?
|
Hoy oremos con la lectura de los Salmos de la liturgia:
SALMO
Sal
33, 2-3. 10-15 (R.: 9a)
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor:
que los oigan los humildes y se alegren.
Teman al Señor, todos sus santos,
porque nada faltará a los que lo temen.
Los ricos se empobrecen y sufren hambre,
pero los que buscan al Señor no carecen de nada.
Vengan, hijos, escuchen:
voy a enseñarles el temor del Señor.
Quién es el hombre que ama la vida
y desea gozar de días felices?
Guarda tu lengua del mal,
y tus labios de palabras mentirosas.
Apártate del mal y practica el bien,
busca la paz y sigue tras ella.
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor:
que los oigan los humildes y se alegren.
Teman al Señor, todos sus santos,
porque nada faltará a los que lo temen.
Los ricos se empobrecen y sufren hambre,
pero los que buscan al Señor no carecen de nada.
Vengan, hijos, escuchen:
voy a enseñarles el temor del Señor.
Quién es el hombre que ama la vida
y desea gozar de días felices?
Guarda tu lengua del mal,
y tus labios de palabras mentirosas.
Apártate del mal y practica el bien,
busca la paz y sigue tras ella.
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO
BÍBLICO?
|
Medito en este pasaje a la luz del sacramento de la Eucaristía buscando
nuevas formas y más profundas de valorarla.
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO
BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
· ¿Iré con
una actitud renovada a la Eucaristía luego de meditar en este texto?
· ¿Pondré
todos mis sentidos en la Eucaristía así como Jesús puso su cuerpo y sangre en
ella?
· ¿Con quién
compartiré lo reflexionado en la Lectio de hoy?
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