11 de septiembre de 2015 – TO – VIERNES
DE LA XXIII SEMANA
…¿puede un
ciego guiar a otro ciego?…
PRIMERA LECTURA
Principio de la primera carta de apóstol
san Pablo
a Timoteo 1, 1-2.
12-14
Pablo, Apóstol de
Jesucristo por mandato de Dios, nuestro Salvador, y de Cristo Jesús, nuestra
esperanza, saluda a Timoteo, su verdadero hijo en la fe. Te deseo la gracia, la
misericordia y la paz que proceden de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro
Señor.
Doy gracias a
nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de
confianza, llamándome a su servicio a pesar de mis blasfemias, persecuciones e
insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no
tenía fe, actuaba así por ignorancia. Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro
Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 15, 1-2a y 5. 7-8. 11 (R.: cf. 5a)
R. Señor, tú eres
la parte de mi herencia.
Protégeme, Dios
mío,
porque me refugio
en ti.
Yo digo al Señor:
«Señor, tú eres mi bien.»
El Señor es la
parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi
suerte! R.
Bendeciré al Señor
que me aconseja,
¡hasta de noche me
instruye mi conciencia!
Tengo siempre
presente al Señor:
él está a mi lado,
nunca vacilaré. R.
Me harás conocer
el camino de la vida,
saciándome de gozo
en tu presencia,
de felicidad
eterna a tu derecha. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 6, 37-42
Jesús hizo a sus
discípulos esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán
los dos en un pozo?
El discípulo no es
superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su
maestro.
¿Por qué miras la
paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?
¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu
ojo”, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero
la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu
hermano.»
Palabra de Dios
Para reflexionar
Durante los días que siguen leeremos la
primera Carta de Pablo a su discípulo Timoteo, a quien dedica siempre palabras
muy afectuosas. Junto con la carta a Tito son llamadas epístolas pastorales.
Tienen un carácter distinto al resto de las epístolas de san
Pablo. Las preocupaciones y el estilo son diferentes.
Pablo insiste más sobre las estructuras
jerárquicas y la rectificación de los errores, para proteger la unidad de la
fe y la tradición auténtica a las generaciones
futuras.
Era Pablo quien había convertido a
Timoteo, y quien le había confiado un ministerio al imponerle las manos. Aquí
lo llama «su hijo en la fe».
En seguida pasa a una especie de una
confesión general, llena de humildad y gratitud para con Dios. Se acuerda de su
propia conversión: perseguidor, ferozmente opuesto al
cristianismo, insolente; y se emociona no por los esfuerzos que pudo haber
hecho para cambiar de rumbo, sino por la «confianza que Dios le ha
manifestado».
Propone como «buena nueva» su
propia experiencia: un pecador perdonado. Es una de las grandes y
constantes afirmaciones de san Pablo: la primacía de la gracia, la
gratuidad del don de Dios; la justificación por la fe y no por las
obras, la salvación considerada como una obra de amor divino.
Tenemos que reconocer que “Dios
tuvo compasión de mí”. Si Él usó de misericordia para con nosotros, eso nos
prepara para una actitud mucho más abierta y humilde para con los
demás. Nos recuerda que no somos lo que somos por méritos propios,
sino por la bondad de Dios.
***
Este texto también forma parte de la
enseñanza que comienza con las bienaventuranzas. Lucas lo presenta con el fin
de configurar el comportamiento de todo aquel que quiera ser seguidor
de Jesús. En este tercer fragmento del “discurso del llano” de Lucas, las
enseñanzas sobre el ciego que guía a otro ciego y la de los árboles que dan
buenos o malos frutos se aplican a todos, empezando por los mismos discípulos,
que de este modo son invitados a hacerse autocrítica seria.
El discípulo está llamado a ser guía, a
orientar. Para poder hacerlo, debe aprender. Sólo el aprendizaje hace del
discípulo un buen maestro. Quien quiera conducir a su prójimo por el camino del
amor, de la fidelidad, de la rectitud, antes debe dejarse conducir por
Cristo por el mismo camino.
El camino de perfección no es algo
inventado por el hombre. Jesús va delante de nosotros tomando
la iniciativa, renunciado a ser juez de los demás, e invitándonos con amor al
reconocimiento de nuestro propio pecado; con la esperanza de que siendo hombres
nuevos, tengamos el derecho de proponer a los demás un cambio en su vida.
Lucas aborda el tema concreto del
aprendizaje de una manera gráfica: la viga en el ojo propio ilustra
la inclinación que experimentamos a criticar, y a encontrar defectos en el
prójimo, sin ser capaces de una seria mirada sobre los propios defectos.
Esta presentación se completa de una
manera positiva con un ejemplo tomado de las leyes que rigen en la naturaleza.
Como cada árbol y cada especie vegetal, cada persona debe saber desarrollar sus
capacidades y dar sus frutos. Si lo que llevamos dentro es “tesoro de bondad”,
lo que aflorará serán frutos de bondad, mientras que si llevamos “tesoro de
maldad”, los frutos serán de maldad. En vez de fijarse en los
defectos de los demás, el discípulo es aquél que mirando, asumiendo y buscando
transformar los propios, llega a ser fructífero.
Lucas marca para el discípulo una línea
del comportamiento desde una actitud positiva y creativa. Sólo si se logra
superar las fallas personales se podrá tener una visión suficientemente aguda
como para ayudar a los hermanos. Jesús no prohíbe la formación de un
juicio moral sobre el comportamiento del ser humano; lo que condena es todo
intento de corregir a los demás sin antes haberse aplicado a sí mismo la
corrección.
Jesús señala que un discípulo del
Reino necesita ser lúcido, permaneciendo en una continua conversión
personal. Hay un “modo de ser”, una manera de entender la vida y las
relaciones con los demás, que es la del Reino, y otra que es contraria. Sin
embargo, un estilo de vida conforme al evangelio, no debe ser capitalizado como
un derecho o como superioridad, sino como una responsabilidad.
El que se tiene por guía debe “ver” bien.
Sólo un ser humano libre y consciente, es capaz de guiar a los demás. En la
medida que siga envuelto en ambiciones, egoísmos y violencias no será capaz de
ver. Mientras no adquiramos una mirada misericordiosa y sobria con
nosotros mismos, con nuestros semejantes y con
toda la realidad, no estaremos en condiciones de cambiar nada.
Dejemos que el Señor quite de nosotros la
paja o la viga de nuestros ojos y de nuestro corazón, para que, nunca, nos
convirtamos en jueces, sino en hermanos misericordiosos con todos, porque de
ese modo hemos sido nosotros, amados y comprendidos por Dios.
Para discernir
¿Miro con facilidad los defectos ajenos?
¿Soy consciente de mis fallas y defectos?
¿Soy comprensivo y misericordioso con mis
límites y errores, y con los de los demás?
Repitamos a lo largo de este día
…Quiero anunciarte Señor…
Para la lectura espiritual
…”No es fácil hablar de la humildad; para
poder hacerlo, es preciso penetrar a través de un muro de incomprensión y de
resistencia -por doquier y en todos los tiempos, también en el nuestro-.
Nietzsche se erigió en portavoz del pensamiento de muchos cuando atacó con
auténtico furor la humildad, en la que él veía la esencia del cristianismo: en
su opinión, era la actitud de los débiles, de los fracasados, de los esclavos,
que habían convertido su mezquindad en virtud.
Pero ¿qué es en realidad la humildad? Se
trata de una virtud que forma parte de la fortaleza. Sólo quien es fuerte puede
ser realmente humilde. Su fuerza no se pliega a la constricción, sino que se
inclina libremente para servir a quien es más débil, a quien es inferior. Por
lo demás, la humildad no puede tener su origen en el hombre, sino en Dios. Dios
es el primer humilde. Dios es tan grande, tan fuera de toda posibilidad de que
cualquier poder pueda constreñirle, que puede «permitirse» -si se me permite
hablar de este modo- ser humilde. La grandeza le es esencial; por consiguiente,
sólo él puede arriesgarse a rebajar esta grandeza suya hasta la humildad”…
R. Guardini, El mensaje de San Juan, Brescia 1984, pp.
24ss.
Para rezar
Derrama
Ven Señor Jesús, renuevo de Jesé,
derrama en nosotros el espíritu que nos guíe
para buscar la sabiduría que nos ayude a vivir bien
y lograr la felicidad que no pasa.
Ven Señor Jesús y derrama sobre nosotros tu espíritu
para que podamos comprender nuestra historia
como plan de Dios Padre.
Ven Señor Jesús y derrama el espíritu de consejo y
valentía
para poder decidir la vida en cada acontecimiento.
Ven Señor Jesús y derrama en nosotros el espíritu de conocimiento
para sentirte cercano y conocer los secretos de tu
corazón.
Ven Señor Jesús y derrama sobre nosotros el espíritu
de temor del Señor
para que el centro de nuestros pensamientos,
deseos y proyectos sea la voluntad del Padre.
Ven Señor Jesús y derrama sobre nosotros el espíritu
con el que revelas el rostro del Padre a los pequeños
y a los pobres
y que sintamos el gozo de haber sido elegidos para ser
de los tuyos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.