24 de diciembre de 2015 – NAVIDAD (Nochebuena)
¡¡Hoy nos ha nacido un Salvador!!
PRIMERA
LECTURA
Lectura del libro del profeta
Isaías 9, 1-3. 5-6
El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que
habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.
Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en
tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el
reparto del botín.
Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su
carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque un niño
nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros
y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre,
Príncipe de la paz.» Su soberanía será grande, y habrá una paz por el derecho y
la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos
hará todo esto.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 95, 1-2a. 2b-3. 11-12. 13 (R.: Lc 2,
11)
R. Hoy nos
ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre. R.
Día tras día, proclamen su victoria,
anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos. R.
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque. R.
Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:
él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad. R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a Tito 2, 11-14
La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha
manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para
vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos
la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y
Salvador, Cristo Jesús. El se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda
iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la
práctica del bien.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 2, 1-14
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se
realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando
Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de
origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea,
y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María,
su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio
a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre,
porque no había lugar para ellos en el albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños
durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del
Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les
dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para
todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es
el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién
nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y junto con el Angel,
apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios,
diciendo:
« ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por
él!»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Tantas familias salen a buscar regalos
para sus hijos. Tantos jefes, para sus empleados. Y son innumerables las
personas que se preocupan para que a nadie le falte lo necesario para celebrar
esta noche familiar, de paz, de amor, de cercanía fraterna y de
incontables regalos. Sin embargo la generosidad de Dios nos envió su mejor
regalo, el regalo que no nos hubiéramos atrevido ni a soñar: su propio Hijo
para que fuera nuestro mejor hermano y único redentor; y para que obrara la paz
entre los hombres, produjo algo extraordinario. Causó, a lo largo
de los siglos y hasta el día de hoy, la explosión de la generosidad en
la tierra, tantas veces manifestada pálidamente en un presente navideño, o la
mesa de noche del 24.
Noche buena auténtica, es aquella en la
que podemos revivir y hacer nuestra, la alegría de la primera Navidad. Poder
escuchar en esta noche del 24 de diciembre, con la sorpresa de una buena
noticia para todos nuestros pueblos, lo que los ángeles anunciaron en
Belén: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría
para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que
es el Mesías, el Señor”.
Había tinieblas y sombras de muerte en
esa tierra. Estaban bajo la dominación de los romanos.
Los impuestos se los llevaba el Imperio. Se infiltraban costumbres
ajenas a su cultura, a sus tradiciones y a su religión. Muchos de los
guías espirituales del pueblo habían endurecido la interpretación
de las Escrituras y cerraban el acceso al Reino de los cielos.
Hoy también hay tinieblas y sombras de
muerte en esta tierra, bajo diversos nombres; son muchos los flagelos
camuflados. Hoy no son los romanos, pero hay otras formas
solapadas de totalitarismos, que seducen dominando vidas y confundiendo
conciencias. Los impuestos a la vida, han hipotecado en muchos la esperanza.
Las costumbres que se infiltran despedazan nuestra cultura, nuestro modo de
vivir y nuestra fe. La interpretación de la palabra se nos hace árida y el
camino al reino parece oscurecido.
¡No teman! Ésas fueron las primeras
palabras del ángel a los que cuidaban el rebaño muy cerca del lugar donde nacía
Jesús. Había llegado la hora de alejarse de las tinieblas y del temor que dominaba
la tierra. Era la hora de la verdad y de la gracia, de la confianza y la
alegría, de la santidad y de la paz.
¡No teman, les traigo una buena noticia,
una gran alegría! Ha nacido Jesús, el Salvador. El evangelio hablando de
María nos dice que le llegó su hora. No es solamente la hora que
llega a cada mujer cuando va a dar a luz a su hijo, sino que ese hijo que va a
brotar de las entrañas de María, marca una hora que es plenitud de los tiempos,
hora de Dios y hora de los hombres, hora en que la historia se divide en un
antes y después. Un antes en que todo era esperanza, promesa, profecía. Un hoy
en que la esperanza de los viejos profetas y patriarcas se hace realidad en el
niño que nace y podemos acercarnos a tocar lo que antes solamente intuía y deseaba
nuestro corazón.
¡No teman! A partir de Belén, toda aquella
esperanza ha llegado a la plenitud. El Señor es Señor de la historia. El Señor
de la historia es llamado Emmanuel, es decir: Dios-con-nosotros. Dios está en
Jesús para nosotros, su ser es un ser para los hombres. Afirmar que Jesús es el
Emmanuel, es afirmar que no estamos solos, que la energía de Dios,
la fuerza de su Espíritu, está dentro mismo, de esta real y concreta historia
en la que vamos caminando. Jesús pertenece a la historia de la humanidad, es
totalmente Dios y es totalmente hombre, y con esa misma totalidad se
comprometió con la historia de su pueblo. Jesús no es una idea o
doctrina, no es un mito o una leyenda. Es realidad histórica; es presencia salvadora,
es Dios haciendo historia de salvación “El que me ve a mí, ve a
mi Padre”, dirá Él mismo. Jesús es la manifestación de que el reino de Dios
llega para todos los hombres, y que en todos los hombres, Dios se puede
manifestar como liberación y salvación.
¡No teman! el reino de Dios ya está
inaugurado en el tiempo de los hombres. Desde aquella Navidad todos los años
recordamos esta noche que el reino de Dios ya está en este mundo. El nacimiento
de Cristo es el grito que despierta nuestra conciencia y nos
dice que Dios está marchando con los hombres en la historia, que la aspiración
de los hombres por la paz, por la justicia, por un reino de derecho divino, por
algo santo, la podemos esperar confiadamente, no porque los hombres seamos
capaces de construir esa bienaventuranza, sino porque está ya en medio de los
hombres el artífice y constructor del reino de justicia, de amor y de
paz.
¡No teman! A pesar de los desconcertantes
caminos de nuestro Dios. Sabiamente elige ser Dios con nosotros por medio de un
niño para arrancarnos toda inseguridad y todo temor. Belén es
hora de gracia de la humanidad. Es causa de alegría y perplejidad para todo el
pueblo. El Mesías aparece en este mundo como un niño, con la sencillez y la
sonrisa de un recién nacido: sin imponer nada, conquistando con delicadeza
nuestro cariño y nuestra admiración, disipando temores y desconfianzas,
y pidiendo simplemente nuestro corazón, aun nuestra ayuda. Acaso ¿qué
podrá ser más lejano al temor que un niño recién nacido?
¡No teman! La noche se hizo más clara que
el mismo día. Acaba de aparecer el sol que nace de lo alto, venido a este mundo
a iluminar nuestros días, nuestros dolores, nuestros desconciertos y
desaciertos, para que amanezcan todas nuestras esperanzas. Acaba de iniciarse
en Belén la revelación más extraordinaria de Dios; Jesús es la manifestación de
toda su ternura y misericordia.
¡No teman! Ciertamente nos
desesperanzamos, nos cansamos de luchar, nos sentimos solos y dejamos a otros
en su soledad, desconfiamos de todos y llegamos a desconfiar de nosotros mismos,
nos endurecemos, y alimentamos rencores, optamos por actitudes soberbias,
mezquinas y por exigir más derechos, por amenazar y por cobrarles cuentas a los
otros, también por satisfacer anhelos a costa de los demás, y así perdemos la
paz y caemos en la inseguridad, la desconfianza y el temor. Por eso le
pedimos al Espíritu Santo que penetre como rocío de esperanza nuestros
sentimientos más profundos, y nos acerque a Dios, como hijos de su perdón y de
su benevolencia, y a los hermanos más queridos, como también a los más alejados.
¡No teman! La noche buena es noche de paz
porque Dios optó por un camino nuevo: no cobrarnos
cuentas ni condenarnos, sino acercarse a nosotros y amarnos
primero, sonreírnos en Belén desde el rostro del Niño, y ofrecernos su
perdón hecho caricia. Así Dios nos convoca ahora, a tomar la iniciativa, como
Él, en la generosidad, la ternura y el perdón, ir al encuentro del que está
solo, afligido y desamparado. Nos convoca a erradicar todo lo que
se opone al espíritu de Belén: las enemistades, la violencia y las injusticias
que la provocan, las miserias, las deslealtades, el temor y la desesperanza. Nos
invita a abrir nuestro espíritu para que llegue a Él esa semilla de un
mundo nuevo, que es la buena noticia del nacimiento de Jesús y de la presencia
entre nosotros de su evangelio, ya que Él vino a dirigir nuestros pasos hacia
el camino de la paz.
¡Cómo quisiéramos que también de todos nosotros se diga un día
que, vivimos según los pensamientos y según el corazón de Dios, que pasamos haciendo
el bien, siendo causa de alegría para nuestra familia y nuestros vecinos, para
nuestros compañeros de estudio y de trabajo, para el mundo que camina en
tinieblas y sombras de muerte!
¡Oh, Pequeño Niño! Mi único tesoro, me
abandono a tus Caprichos Divinos. No quiero otra gloria que la de hacerte
sonreír. Imprime en mí tus gracias y tus virtudes infantiles, para que en el
día de mi nacimiento en el cielo, los ángeles y santos lo reconozcan en tu
pequeña esposa.
(Santa Teresa del Niño Jesús y del Santo
Rostro, plegaria n. 14)
PREGON DE
NAVIDAD
Bajen, dejen las torres de su vigilancia
pues, Aquel, al que esperaban ha nacido ya
Despierten, muévanse de su sueño
pues, Aquel que llama a la puerta
es Dios mismo, Dios mismo en persona
Y no teman a nada ni a nadie
ahora, el Señor ha roto las fronteras
se hace fiador, sale al encuentro de cada hombre
entra en nuestras vidas, en la pequeñez de un niño
Ojala, el Señor, con su nacimiento
rejuvenezca tantos corazones viejos
y, cobren vigor las almas,
de algunos que sintiéndose jóvenes
viven sin ánimo ni entusiasmo para seguir adelante
¡ES NAVIDAD! ¡HA NACIDO EL AMOR!
El Señor vendrá, y lejos de venir y marchar,
se quedará para siempre
Sentiremos su presencia junto a nosotros
Compartirá nuestras lágrimas, cuando lloremos
Nuestros sufrimientos, cuando sangremos
Nuestras alegrías, cuando cantemos
¡ES NAVIDAD!¡CONTEMPLEMOS LA GLORIA DE DIOS!
Bendita sea la Palabra , que hoy se hace carne
Bendito sea Dios, que hoy gime por Jesús
Bendito sea el cielo, que hoy se abre a la tierra
Benditos sean los ángeles, que traen tan buena noticia
Benditos los pastores, que creen y salen al Portal
Benditos los Magos, que olvidan sus reinos
Bendita la estrella, que nos guía hacia la Verdad
¡ES NAVIDAD!¡ LA LUZ BRILLA SOBRE NOSOTROS!
Que brille, la Vida del pesebre, en nuestra pobre vida
Que hable, la Palabra del pesebre, ante nuestras dudas
Que venga, el Espíritu del Padre, y disipe toda
tiniebla
Que brote, la Bondad de Belén, y reine la paz
Que hable el silencio, para que escuchemos a Dios
Que, en el pesebre, se acorten –definitivamente-
las distancias que existen entre la tierra y el cielo
entre el hombre y Dios, el odio y el amor
el egoísmo y la fraternidad, la tristeza y la alegría
¡ES NAVIDAD! ¡UN NIÑO NOS HA NACIDO YA!
Javier Leoz
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