La Palabra se
hace carne y acampa entre nosotros
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta
Isaías 52, 7-10
¡Qué
hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del
que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la
salvación y dice a Sión: «¡Tu Dios reina!»
¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría,
porque ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión.
¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela
a su Pueblo, él redime a Jerusalén! El Señor desnuda su santo brazo a la vista
de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación de
nuestro Dios.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6 (R.: 3c)
R. Los confines de la
tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su
mano derecha y su santo brazo
le
obtuvieron la victoria. R.
El
Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se
acordó de su amor y su fidelidad
en
favor del pueblo de Israel. R.
Los
confines de la tierra han contemplado
el
triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos. R.
Canten al Señor con el arpa
y al
son de instrumentos musicales;
con
clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los
Hebreos 1, 1-6
Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los
Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo
final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de
todas las cosas y por quien hizo el mundo.
El es
el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. El sostiene el universo con
su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se
sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo. Así llegó a ser
tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es
el Nombre que recibió en herencia.
¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado
hoy? ¿Y de qué ángel dijo: Yo seré un padre para él y él será para mí un hijo?
Y al
introducir a su Primogénito en el mundo, Dios nos dice: Que todos los ángeles
de Dios lo adoren.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Principio del santo Evangelio según san
Juan 1, 1-5. 9-14
Al
principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al
principio estaba junto a Dios.
Todas
las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que
existe.
En
ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La
luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.
La
Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella
estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino
a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
Pero a
todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos
no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y la
Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y
nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Ante un recién nacido, experimentamos sentimientos
de ternura. Un nacimiento vivido de cerca es, cada vez, una verdadera
maravilla: palpamos, podríamos decir, las fuentes de la vida,
las fuentes de nuestra misma humanidad, y nos hacemos más
“humanos”, más aún cuando este niño es Jesús de Nazaret, es un Dios humano, un
Dios-con-nosotros.
***
Isaías recuerda la liberación del pueblo judío de la
opresión de Asiria y su retorno del destierro de Babilonia. Un mensajero trae
el pregón de la victoria y la buena noticia de la paz. Los vigías de las
murallas responden con cantos y con gritos de alegría. Es una alegría tan estrepitosa
y atronadora que va creciendo y se amplía hasta los confines de la
tierra, a tal punto que hasta las piedras de las ruinas de la ciudad, rompen a
cantar porque “ya reina tu Dios”.
***
El texto es la introducción a la carta a los Hebreos.
Dios toma la iniciativa y se revela ante el hombre, primero por
medio de los profetas, y ahora por medio de su Hijo, palabra hecha persona.
Esta primera parte resume en pocas líneas el Antiguo Testamento y su fin con la
encarnación del Verbo de Dios. Él es el centro de la creación, por Él se hizo
todo. Es la cima y quien “mantiene el universo”. Es imagen y reflejo del Padre.
Por su sangre realizó la salvación y luego recibió la glorificación. Por ser
Hijo de Dios es superior a los ángeles y recibe el nombre de “Señor”.
***
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Dios
crea por su Palabra, re-crea por su Palabra, se hace Palabra en Jesús. Y Jesús
nos revela la vida íntima de Dios, que es la luz de los hombres.
Dios se hace hombre, como uno de nosotros. Desde aquella Navidad Dios tiene un
rostro: Jesús. Él es el rostro de Dios, el lugar de Dios para el hombre. Desde
aquella Navidad la pregunta por Dios, del hombre de hoy y de todos los tiempos,
se concreta y se aclara de forma definitiva. La pregunta por Dios será la
pregunta por Jesús. Las palabras de Jesús son palabras de Dios, las actitudes
de Jesús son actitudes de Dios.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros.
Jesús nace en Belén y esto nos grita que Dios está de nuestra parte. Dios no es
un Dios lejano que se coloca frente a nosotros para juzgarnos, sino el
Dios-con-nosotros y en favor nuestro: el Emmanuel. En Jesucristo y por
Jesucristo Dios hizo suya la causa del hombre y ha empeñado su palabra en la
salvación del mundo.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros.
Esta es la culminación de todos los ensayos de Dios para vivir en medio
de los hombres. Se ha encarnado en la historia para orientarla y hacerla
luminosa. Ya no estamos en tinieblas. Existe un sentido en la vida, un futuro,
una esperanza. Siguiendo el camino de Jesús, entramos en comunión con la vida
de Dios. Ha desaparecido la distancia entre Dios y el hombre y la búsqueda
angustiada de Dios.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros.
Siendo Dios, se hace hombre, uno cualquiera. Nace de una familia humilde, en
soledad y pobreza, sin protocolos, ni solemnidades palaciegas, sólo un niño,
indefenso, impotente, accesible y que reclama amor. La salvación no viene de la
riqueza, ni del poder, ni de la violencia. El amor será su predicación, su ley,
el motivo de su muerte, y el fundamento de la resurrección. El amor es el
mensaje de Navidad, el amor es la tarea a renovar cada Navidad.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Dios
pone su tienda en el campamento de la humanidad, haciéndose solidario del
empeño humano, de construir la fraternidad universal. Dios se hace nuestro
prójimo, y el prójimo se transforma en el punto de mira que nos orienta y
conduce a Dios. Jesús une indisolublemente el amor a Dios y el amor al prójimo,
de modo que ya no son sino dos caras de la misma moneda. El nacimiento de Jesús
significa el encuentro de Dios con los hombres, pero significa también el
encuentro del hombre -de todos los hombres- con Dios.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Al
venir Dios a este mundo abre definitivamente el camino de los hombres a Dios y
a los que lo reciben les da el poder ser hijos de Dios, no por obra de la raza,
sangre o nación, sino por la fe. En Jesús y por Jesús, los hombres, hijos todos
de Dios, debemos aprender a vivir como en familia, como una gran familia.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Ésta
es nuestra fe, Jesús vive y está con nosotros. Esta es nuestra esperanza
también. Lo que celebramos en la Navidad no es sólo aquello que fue, lo que
pasó en aquel tiempo y en aquel lugar, sino lo que sigue pasando en todo el
mundo, porque fue y es una Navidad definitiva.
La Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Dios
nos ha hecho hijos suyos por nuestra unión a Jesús, su Hijo único hecho uno de
nosotros. Por eso también nosotros estamos llamados ser, en el mundo, el
resplandor de la Gloria del Padre por nuestras actitudes de amor, de rectitud,
de bondad, de misericordia. Este es el mejor regalo que Dios quiere dar a la
humanidad: una Iglesia que sabe amar, que sabe perdonar, que sabe
salvar porque, desde ella, continúa actualizándose en el mundo el
poder amoroso, misericordioso y salvador de Dios a favor de toda la humanidad.
Que el niño Jesús los bendiga.
¡De corazón, muy feliz Navidad para todos!
Para la lectura espiritual
Paz en la tierra
Paz en la tierra a los hombres que Dios ama.
La vida del hombre está llena de conflictos,
enfrentamientos violentos y mutua agresividad. Las relaciones entre los pueblos
están salpicadas de guerras. Encontramos conflictos en las familias y grupos
sociales. Lo detectamos en nuestra propia persona. La falta de paz en el mundo
es como una maldición implacable que se ha apoderado de la humanidad y amenaza
con destruirla.
Ante los conflictos, los hombres tanto individualmente
como colectivamente, tienen que hacer una opción: escoger el camino del
diálogo, de la razón, del mutuo entendimiento o seguir los caminos de la
violencia.
El hombre ha escogido casi siempre este segundo
camino. Y a pesar de que todas las generaciones han ido experimentando el poder
destructivo y absurdo que se encierra en la violencia, el hombre no ha sabido
renunciar a ella.
Incluso, en nuestros días, en que siente con horror la
amenaza de una posible aniquilación total de la vida sobre el planeta, parece
que nada le puede detener en este camino de destrucción.
Desde estas tinieblas de violencia hemos de escuchar
los creyentes el mensaje de Navidad: «Paz en la tierra a los hombres que ama el
Señor». La paz firme, duradera y estable no se impondrá por las armas sino con
el amor. La salvación del mundo no está en manos de las armas sino en manos de
Dios.
Por eso nos atrevemos a celebrar una vez más la
Navidad , pese a la angustia, la falta de paz y las guerras que siguen acosando
al hombre y en vez de disminuir, siguen aumentando.
Navidad es una fiesta que no la hemos inventado ni
hecho los hombres, sino que nos ha sido regalada por el mismo Dios. Este Niño
es para nosotros el signo y la garantía de que Dios tiene la última palabra en
la historia del mundo.
Cuando sentimos que las tinieblas del mal y la
violencia crecen, los cristianos celebramos a este Niño como la única esperanza
verdadera del mundo. Creemos que en este pequeño se encierra la fuerza
salvadora de la humanidad.
Este día de Navidad se nos pide confiarnos a Dios.
Creer en la fuerza del amor. Descubrirla en lo pequeño y humilde.
Cada uno de nosotros hemos de sentirnos llamados a
llenar nuestro corazón de amor, no de violencia, de ternura, no de agresividad,
de diálogo, no de guerra. Entonces podremos cantar también este año: «Gloria a
Dios en los cielos y en la tierra paz a los hombres que ama Dios».
José Antonio Pagola
Para rezar
¡Ven Señor Jesús!
¡Ven Señor Jesús! Señor, vivimos tiempos difíciles y
duros:
las naciones se agitan temerosas unas de otras.
Millones de seres humanos viven en la extrema pobreza
mientras unos pocos acaparan inmensas fortunas.
¡Ven Señor Jesús! Vivimos en medio de odios raciales y
religiosos,
de luchas sociales, de miedos y persecuciones…
Aumenta el hambre, la pobreza, el abandono de los
niños,
la penuria de los ancianos, la miseria de los
marginados…
¡Ven Señor Jesús! necesitamos Tu presencia,
la que nos trae tu reino de amor, de comprensión,
de justicia, de paz, de perdón y de
reconciliación.
¡Ven Señor Jesús! Porque llega el reino que nos
anunciaste,
la nueva humanidad donde brilla la armonía y la paz,
pues los lobos habitan con los corderos
mientras que los niños juegan con las serpientes,
porque los que se odiaban ya se han perdonado
y los que estaban distantes ya se han unido.
¡Ven Señor Jesús! Porque tu reino ya está cerca,
porque ya percibimos sus signos entre nosotros,
porque esta comunidad también ha sido llamada y
elegida,
porque sabemos que nos amas y que nos salvas.
LECTIO
DIVINA
La Palabra se hizo carne y
habitó entre nosotros
+ Principio
del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18
Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz,
sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de Él, al declarar:
«Este es aquel del que yo dije:
El que viene después de mí
me ha precedido,
porque existía antes que yo.»
De su plenitud, todos nosotros hemos participado
y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios;
el que lo ha revelado es el Dios Hijo único,
que está en el seno del Padre.
Palabra del Señor.
Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz,
sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de Él, al declarar:
«Este es aquel del que yo dije:
El que viene después de mí
me ha precedido,
porque existía antes que yo.»
De su plenitud, todos nosotros hemos participado
y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios;
el que lo ha revelado es el Dios Hijo único,
que está en el seno del Padre.
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE
EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías para la lectura:
No necesitamos
ser grandes estudiosos de la Biblia para darnos cuenta que detrás de cada
página de la Biblia hay lenguas antiguas, culturas lejanas y sobre todo
términos densos cuyas explicaciones llenan las páginas de otros libros tan
grandes como la misma Biblia.
Sin embargo, el mismo Jesús dijo que los pequeños lo entendían. Efectivamente, el Espíritu Santo tiene sus caminos para llegar hasta los niños.
Por eso, el “verbo” que aprendemos en la gramática no es un obstáculo para que comprendamos un gran misterio. La mente se abre cuando el corazón quiere entender. El término “verbo” viene del latín. Es la traducción del que en griego se dice “logos”. A la gente de la Biblia le gustaba decirlo de una forma más sonora: “dabar”. En todos los casos en principio traduce lo mismo: “Palabra”.
Cuando el evangelista Juan comienza el evangelio, pareciera que quisiese resumir toda su intensa experiencia con Jesús en una sola página. No es fácil. Para eso se vale de algunas estrategias.
Lo primero que hace es colocar a Jesús en el lugar que le corresponde: el punto de partida. Él “existe desde el principio” (Juan 1,1), o sea, desde siempre; Él existe como Palabra que encabeza el comienzo de todo: el tiempo, la creación, cada uno de nosotros. Cuando indagamos todo a la reversa y nos remontamos hacia el origen de todo, terminamos encontrándonos con Él (1,3).
Sin embargo, el mismo Jesús dijo que los pequeños lo entendían. Efectivamente, el Espíritu Santo tiene sus caminos para llegar hasta los niños.
Por eso, el “verbo” que aprendemos en la gramática no es un obstáculo para que comprendamos un gran misterio. La mente se abre cuando el corazón quiere entender. El término “verbo” viene del latín. Es la traducción del que en griego se dice “logos”. A la gente de la Biblia le gustaba decirlo de una forma más sonora: “dabar”. En todos los casos en principio traduce lo mismo: “Palabra”.
Cuando el evangelista Juan comienza el evangelio, pareciera que quisiese resumir toda su intensa experiencia con Jesús en una sola página. No es fácil. Para eso se vale de algunas estrategias.
Lo primero que hace es colocar a Jesús en el lugar que le corresponde: el punto de partida. Él “existe desde el principio” (Juan 1,1), o sea, desde siempre; Él existe como Palabra que encabeza el comienzo de todo: el tiempo, la creación, cada uno de nosotros. Cuando indagamos todo a la reversa y nos remontamos hacia el origen de todo, terminamos encontrándonos con Él (1,3).
Que Él se
llame “Palabra” quiere decir que no está aislado, que tiene algo que decir y
que lo que dice es Él mismo. Es como decir que es el rostro de Dios que se
asoma para vernos y para que lo veamos, el rostro de un Dios que sabe de amor.
Esta es la manera de decirnos que se quiere comunicar, porque es esencial para
Él.
No podremos comprender su ser “Palabra” si no miramos lo concreto de Jesús, ni captaremos lo que es Jesús, si no entendemos todo lo que es una “Palabra”. A través de Jesús en cuanto “Palabra”, sabemos que Dios no quiere estar solo en su grandiosa trascendencia. Su mayor grandeza no es lo que lo distancia de nosotros sino lo que lo hace inclinarse sobre sus pequeñas criaturas (1,3).
No podremos comprender su ser “Palabra” si no miramos lo concreto de Jesús, ni captaremos lo que es Jesús, si no entendemos todo lo que es una “Palabra”. A través de Jesús en cuanto “Palabra”, sabemos que Dios no quiere estar solo en su grandiosa trascendencia. Su mayor grandeza no es lo que lo distancia de nosotros sino lo que lo hace inclinarse sobre sus pequeñas criaturas (1,3).
Inclinándose
sobre cada uno de nosotros nos asume completamente y le da sentido, orden y
dirección definitiva a nuestra vida. Porque es “Palabra” es sentido, sentido de
la vida, porque “en ella estaba la vida” (1,4a).
El sentido se nos da como una luz que nos orienta. De hecho sigue profundizando Juan, “era la luz de los hombres” (1,4b.9). Aquí el “era” no quiere decir que “fue y ya no es” sino que continúa siéndolo todo el tiempo: comienza, permanece y será siempre.
Sin esta luz nos quedamos en la oscuridad (1,5). Cuando uno anda en tinieblas no sabe por dónde ir, como el barullo del mundo que por todos lados nos confunde.
El sentido se nos da como una luz que nos orienta. De hecho sigue profundizando Juan, “era la luz de los hombres” (1,4b.9). Aquí el “era” no quiere decir que “fue y ya no es” sino que continúa siéndolo todo el tiempo: comienza, permanece y será siempre.
Sin esta luz nos quedamos en la oscuridad (1,5). Cuando uno anda en tinieblas no sabe por dónde ir, como el barullo del mundo que por todos lados nos confunde.
Esta Palabra
“puso su Morada entre nosotros” (1,14b). Como quien construye una nueva casa en
medio del barrio. Pero siendo Dios parece más bien un Templo. Entonces nos
sentimos familiares con Él y Él con nosotros: lo podemos incluso tocar. Tenemos
la posibilidad de visitarnos o hasta de compartir nuestros espacios. Se hace
“amigo”, y es tanta la relación que hasta es mejor decir “hermano”.
El Dios que por definición no se podía ver, “a Dios nadie le ha visto jamás” (1,18), se hace abordable, de agradable compañía, mientras nos cuenta despacito quién es el Padre.
Lo podemos tocar porque es el “Verbo que se hizo carne” (1,14a). Aquí “carne” no significa músculos o masa corporal, más bien quiere decir –como es propio del lenguaje bíblico hebreo- que se es limitado y débil, que se está marcado por la humana fragilidad.
Jesús, quien en sí mismo nos transmite a Dios, como “Palabra” que es, asumió todo lo que constituye nuestro ser humano, se hizo uno de nosotros. El “hacerse carne” entonces es su condición humana tomada en serio, sin dar marcha atrás: no es como quien se pone un disfraz.
La Palabra que “nos ha contado” (1,18) con más autoridad que ninguno quién y cómo es Dios, permanece siempre carne, porque precisamente por el poder de Dios ella fue resucitada, abriéndonos un camino nuevo para que nuestra carne llegue hasta el Padre y nos sumerjamos en el más puro, pleno y duradero diálogo de amor.
Nos ha enseñado San Juan Pablo II que “frente al misterio de la Encarnación, se puede descubrir que la vida de cada persona humana y de toda la humanidad tiene un significado que sobrepasa el tiempo y desemboca en la eternidad”.
El Dios que por definición no se podía ver, “a Dios nadie le ha visto jamás” (1,18), se hace abordable, de agradable compañía, mientras nos cuenta despacito quién es el Padre.
Lo podemos tocar porque es el “Verbo que se hizo carne” (1,14a). Aquí “carne” no significa músculos o masa corporal, más bien quiere decir –como es propio del lenguaje bíblico hebreo- que se es limitado y débil, que se está marcado por la humana fragilidad.
Jesús, quien en sí mismo nos transmite a Dios, como “Palabra” que es, asumió todo lo que constituye nuestro ser humano, se hizo uno de nosotros. El “hacerse carne” entonces es su condición humana tomada en serio, sin dar marcha atrás: no es como quien se pone un disfraz.
La Palabra que “nos ha contado” (1,18) con más autoridad que ninguno quién y cómo es Dios, permanece siempre carne, porque precisamente por el poder de Dios ella fue resucitada, abriéndonos un camino nuevo para que nuestra carne llegue hasta el Padre y nos sumerjamos en el más puro, pleno y duradero diálogo de amor.
Nos ha enseñado San Juan Pablo II que “frente al misterio de la Encarnación, se puede descubrir que la vida de cada persona humana y de toda la humanidad tiene un significado que sobrepasa el tiempo y desemboca en la eternidad”.
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME
DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la meditación:
·
Pongámonos junto al pesebre y contemplando al Niño Jesús leamos muy despacio,
tratando de entender, el Prólogo del Evangelio de Juan (1,1-18).
·
¿Por qué Juan llama a Jesús “Verbo”/ “Palabra”? ¿Qué sentidos le caben al
término?
·
Si Jesús se hace verbo encarnado por amor, ¿Cómo debe ser la vida de quien se
identifica con Jesús?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO
A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
|
“Yacía en el
pesebre Aquel que contiene el mundo: no hablaba y era la Palabra.
Quien los cielos no abarcan era llevado en el vientre de una mujer:
Ella regía a nuestro Rey;
Ella traía a Aquel en quien existimos;
Ella amamantaba a nuestro Pan.
¡Oh manifiesta debilidad y maravillosa humildad en la cual así se escondió toda la divinidad!
Gobernaba con poder la Madre a quien sometía a su Infancia; y apacentaba con la verdad a aquella de cuyos pechos lactaba.
Complete en nosotros sus dones Aquel que tampoco desdeñó hacer suyos nuestros comienzos. Y nos haga también hijos de Dios Aquel que por nuestra causa se quiso hacer Hijo del hombre”
Quien los cielos no abarcan era llevado en el vientre de una mujer:
Ella regía a nuestro Rey;
Ella traía a Aquel en quien existimos;
Ella amamantaba a nuestro Pan.
¡Oh manifiesta debilidad y maravillosa humildad en la cual así se escondió toda la divinidad!
Gobernaba con poder la Madre a quien sometía a su Infancia; y apacentaba con la verdad a aquella de cuyos pechos lactaba.
Complete en nosotros sus dones Aquel que tampoco desdeñó hacer suyos nuestros comienzos. Y nos haga también hijos de Dios Aquel que por nuestra causa se quiso hacer Hijo del hombre”
San Agustín, Sermón 184, 3
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO
INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
|
Contemplando
al Niño Jesús en el pesebre, junto con su Madre extasiada, la primera en
penetrar con suma atención y en oración amante todas las palabras que
pronunciaba el Verbo, nuestra gran aspiración es que “nos haga también hijos de
Dios, Aquel que por nuestra causa se quiso hacer Hijo del hombre”.
San Agustín
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR
EL TEXTO BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
·
¿Qué verbos, acciones concretas, no cuantitativas (como trabajar) sino
cualitativas (como perdonar), han caracterizado mi vida en este año que
termina? ¿Cómo me evalúo en la presencia del Señor?
·
Contemplado a Jesús “Verbo Encarnado”, ¿Qué propósitos me hago para mi vida
personal, familiar, comunitaria, laboral, de amistades, de servicio, de
compromiso eclesial el próximo año?
·
¿Compartiré con familiares y amigos lo reflexionado en la Lectio de hoy en el
almuerzo navideño?
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la América Latina (CEBIPAL) del CELAM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la América Latina (CEBIPAL) del CELAM
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