4 de diciembre de 2015

¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!

PRIMERA LECTURA 
Lectura del libro del profeta Isaías    29, 17-24

    Así habla el Señor:
    ¿No falta poco, muy poco tiempo, para que Líbano se vuelva un vergel y el vergel parezca un bosque?
    Aquel día, los sordos oirán las palabras del libro, y verán los ojos de los ciegos, libres de tinieblas y oscuridad. Los humildes de alegrarán más y más en el Señor y los más indigentes se regocijarán en el Santo de Israel. Porque se acabarán los tiranos, desaparecerá el insolente, y serán extirpados los que acechan para hacer el mal, los que con una palabra hacen condenar a un hombre, los que tienden trampas al que actúa en un juicio, y porque sí no más perjudican al justo.
    Por eso, así habla el Señor, el Dios de la casa de Jacob, el que rescató a Abraham:
    En adelante, Jacob no se avergonzará ni se pondrá pálido su rostro. Porque, al ver lo que hago en medio de él, proclamarán que mi Nombre es santo, proclamarán santo al Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel. Los espíritus extraviados llegarán a entender y los recalcitrantes aceptarán la enseñanza.
Palabra de Dios.

SALMO    
Sal 26, 1. 4. 13-14 (R.: 1a) 
R.    El Señor es mi luz y mi salvación.

    El Señor es mi luz y mi salvación,
    ¿a quién temeré?
    El Señor es el baluarte de mi vida,
    ¿ante quién temblaré? R.

    Una sola cosa he pedido al Señor,
    y esto es lo que quiero:
    vivir en la Casa del Señor
    todos los días de mi vida,
    para gozar de la dulzura del Señor
    y contemplar su Templo. R.

    Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
    en la tierra de los vivientes.
    Espera en el Señor y sé fuerte;
    ten valor y espera en el Señor. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo    9, 27-31

    Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: «Ten piedad de
nosotros, Hijo de David.»
    Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó:
    « ¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?»
    Ellos le respondieron: «Sí, Señor.»
    Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que suceda como ustedes han creído.»
    Y se les abrieron sus ojos.
    Entonces Jesús los conminó: « ¡Cuidado! Que nadie lo sepa.»
    Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

El pueblo de Israel, sometido al imperio de turno sabe que en su tierra fue ciego y fue sordo. Sabe que, de algún modo, él mismo es responsable del mal que ahora padece. Pero el profeta no hace tanto énfasis en el castigo, sino en el anuncio esperanzador de un tiempo nuevo: “los que sufren volverán a alegrarse en el Señor, los pobres gozarán con el Dios Santo de Israel”.
El profeta vislumbra como cercana la salvación total. Esta salvación está ya presente en el corazón de los que esperan, aunque no aparezca en el orden externo.
Cuando los profetas en medio de la cultura palestina, hablan de vergeles y de bosques, lo hacen desde un contexto en el que, lo normal es la sequedad, el calor, la infertilidad; situaciones, que el pueblo judío por sí mismo no podía solucionar. El Líbano convertido en un vergel, y el vergel en un bosque, expresa la presencia de Dios, el Día del Señor. Y esto se completa con la imagen de los sordos que oyen, los ciegos que ven, los oprimidos que se alegran y los pobres que se gozan en el Dios de Israel.
Cuando triunfe el Mesías, cuando llegue su Reino y todo sea transformado y el mundo redimido, no podrá existir el mal en ningún sentido. Tanto el mal cósmico como el humano habrán desaparecido. Todos escucharán y todos verán, porque todos vivirán pendientes de la palabra de Yahvé y de su voluntad salvadora.
***
La enfermedad quebranta, por eso los milagros de curación física tienen una fuerza particular: no sólo se trata del bien de la salud sino que devuelven la “firmeza” al decaído y derrumbado. El Dios que se muestra capaz de vencer la enfermedad, es el Dios que se revela capaz de devolver vigor y firmeza a la obra que Él mismo ha creado.
Dos ciegos siguen a Jesús pidiéndole que los cure. La petición de estos dos hombres incluye una confesión de fe; al llamar a Jesús “hijo de David”, lo reconocen como el descendiente de David que tenía que venir, portador del cumplimiento de las promesas mesiánicas.
El evangelista, muestra que Jesús no los curó inmediatamente, que esperó llegar a la casa a la que se dirigía, y que además los interrogó sobre su fe. La fe y no sólo el simple contacto de la mano de Jesús es lo que cura a los ciegos. La fe, que es confianza incondicional de que el bien vence al mal, que Dios es más grande que cualquier mal o enfermedad.
Todo esto quiere decir que se hacen realidad las palabras de Isaías escuchadas por boca del profeta. La transformación anunciada toma cuerpo por el Mesías que da la vista a los ciegos. La vida marcada por el pecado propio o el de los otros, lleva a una visión distorsionada de nosotros mismos, de los otros y de la realidad y cuando no, una ceguera. La Buena Noticia, abre los ojos para ver la ceguera en la que estamos, y la necesidad que tenemos de ser curados y salvados.
Hace falta reconocerse necesitado, abrir el corazón, para ver cómo la pobreza es capacidad para ser enriquecidos, la ceguera posibilidad de una nueva luz. Jesucristo abre los ojos a los ciegos. Es el final de la esclavitud y el comienzo de la liberación. Jesucristo devuelve a cada hombre la dignidad. Basta que un hombre lo acepte y alce la cabeza, para que lo que esclaviza, quede derrotado perdiendo su fuerza para degradarlo.
Jesucristo explica y entrega al mundo en cada curación, en cada milagro, que Él hace nuevas todas las cosas. Basta un pequeño gesto de amor, para que el egoísmo y la maldad sean vencidos.
Igual que los ciegos, que rápidamente divulgan la noticia por toda la comarca, el seguidor de Jesús, tocado por la misericordia y el amor del Señor, no puede callar la proclamación de las maravillas que realiza Dios entre sus hijos. Este tiempo de adviento puede ser una gran oportunidad para nosotros como personas, y como comunidades, para examinar si nuestro camino de fe sigue estos pasos.

Para discernir

¿Dónde están puestas mis esperanzas?
¿Pido a Dios desde mi pobreza?
¿Encuentro en Jesús el cumplimiento de mis anhelos más profundos?

Repitamos a lo largo de este día

…«Oigo en mi corazón: ‘Busca mi rostro…’ No me escondas tu rostro…

Para la lectura espiritual

     ..”Habla, corazón mío; ábrete todo entero y dirígete a Dios: «Busco tu rostro; sí, Señor es tu rostro que busco» (Sl 26,8). Y tú, Señor, mi Dios, enseña a mi corazón cómo y dónde he de buscarte; cómo y dónde he de encontrarte, Señor. Señor, si tú no estás aquí, si estás ausente ¿dónde buscarte? Y si es que estás presente en todas partes ¿por qué yo no puedo verte? Ciertamente, tú habitas en una luz inaccesible. . Pero ¿dónde está esta luz inaccesible? ¿Quién me conducirá hasta ella y me introducirá en ella para que yo pueda verte? Y luego, ¿bajo qué signos, bajo qué figura podré descubrirte? No te he visto jamás, Señor Dios mío, y no conozco tu rostro. Altísimo Señor, ¿qué puedo hacer, qué hará este desterrado lejos de ti? ¿Qué puede hacer tu siervo, ansioso de tu amor y alejado de tu rostro? Aspira a contemplarte y tu rostro se le oculta enteramente. Desea reunirse contigo, pero tu mansión es inaccesible. Ansía encontrarte, pero no sabe dónde habitas. Emprende tu búsqueda, pero desconoce tu rostro.
     Señor, tú eres mi Dios, tú mi Maestro, y sin embargo yo no te he visto. Tú me has creado y me has redimido, tú me has dado todos mis bienes, y sin embargo no te conozco aún. Me has hecho con la única finalidad de que te vea, y sin embargo yo no he realizado aún mi destino. Miserable condición la del hombre que ha perdido aquello para lo que fue creado… Te encontraré al amarte y te amaré mientras te encuentro”…
San Anselmo. Proslogion, 1

Para rezar

Ven Señor Jesús

Ven Señor Jesús, luz que viene de lo alto
y no permitas que las tinieblas tomen nuestro corazón.
Ven Señor Jesús, luz que no se apaga
y abre con la gracia de tu Espíritu nuestros ojos.
Ven Señor Jesús, luz venida a nuestro mundo
y sana nuestras cegueras y oscuridades.
Ven Señor Jesús, luz resplandeciente
y renueva nuestra mirada para tener tus mismos ojos
y reconocer la obra de Dios.


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