TO - MARTES DE LA SÉPTIMA VII
Para ser el primero
hacerse el último
Lectura de la carta del apóstol
Santiago 4, 1-10
Hermanos:
¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No
es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros? Ustedes
ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan; envidian, y al no alcanzar
lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra. Ustedes no tienen, porque no
piden. O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de
satisfacer sus pasiones.
¡Corazones adúlteros! ¿No saben acaso que haciéndose amigos del mundo se
hacen enemigos de Dios? Porque el que quiere ser amigo del mundo se hace
enemigo de Dios. No piensen que la Escritura afirma en vano: El alma que Dios
puso en nosotros está llena de deseos envidiosos.
Pero él nos da una gracia más grande todavía, según la palabra de la
Escritura que dice: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.
Sométanse a Dios; resistan al demonio, y él se alejará de ustedes.
Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. Que los pecadores purifiquen sus
manos; que se santifiquen los que tienen el corazón dividido. Reconozcan su
miseria con dolor y con lágrimas. Que la alegría de ustedes se transforme en
llanto, y el gozo, en tristeza. Humíllense delante del Señor, y él los
exaltará.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 54, 7-8.
9-10a. 10b-11a. 23 (R.: 23a)
R. Confía tu suerte al Señor, y
él te sostendrá.
¡Quién me diera alas de paloma
para volar y descansar!
Entonces huiría muy lejos,
habitaría en el desierto. R.
Me apuraría a encontrar un refugio
contra el viento arrasador y la borrasca.
Confunde sus lenguas, Señor, divídelas. R.
Porque no veo más que violencia
y discordia en la ciudad,
rondando día y noche por sus muros. R.
Confía tu suerte al Señor,
y él te sostendrá:
nunca permitirá que el justo perezca. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Marcos 9,30-37
Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo
supiera, porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en
manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará.»
Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó:
«¿De qué hablaban en el camino?.» Ellos callaban, porque habían estado
discutiendo sobre quién era el más grande.
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el
primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos.»
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les
dijo: «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el
que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
·
Santiago está preocupado por los conflictos que surgen en las comunidades
cristianas.
·
Si ayer hablaba de la verdadera sabiduría, hoy con palabras fuertes
denuncia a los que en la comunidad crean división y no paz. Santiago habla de
codicia, envidia, guerras, contiendas y homicidios. Y las causas son el
orgullo, la ambición y la falta de una perspectiva más sobrenatural que impide
una oración más verdadera. Los soberbios no saben hacer otra cosa que engendrar
guerras, domésticas o mundiales.
·
Dios resiste a los orgullosos, pero da su gracia a los humildes. Humillarse
ante Dios, es el camino que lleva al conocimiento realista de nuestra propia
situación.
·
Sentir la propia miseria, vivir la tristeza de no ser lo que uno quisiera,
no es ninguna vergüenza delante de Dios. Muy por el contrario, nos lleva a
descubrir de un modo más profundo, la misericordia del único juez y a no
colocarnos como jueces de los demás, e incluso de nosotros mismos.
·
Lo que nos da sabiduría, y por lo tanto la actitud justa con nosotros
mismos y con los demás, es poner en Dios nuestra confianza, acercarnos a Él con
una oración sincera; para que Él se acerque a nosotros; humillarnos para que Él
nos levante.
***
·
Jesús para ir educando a los suyos en el camino del discipulado, les
anuncia por segunda vez su pasión y su muerte. Pero todavía no están dispuestos
a entender lo que les está queriendo decir. Lo que les preocupa, y de eso discuten
en el camino, es «quién será el más importante». Ya se ven en el Reino del
Maestro, ocupando los puestos de honor.
·
Aún se ve lo difícil que es para los discípulos comprender la pasión,
muerte y resurrección de Jesús. A pesar de haber escuchado, directamente de sus
labios, los requerimientos para la construcción del Reino siguen preocupados
más por el poder, que por entregar incondicionalmente la vida por el hermano
como les propone el Maestro.
·
Jesús, en la serenidad de casa, con extrema delicadeza les da una lección
para que vayan corrigiendo sus expectativas. Les aclara que no se puede ser el
primero en su Reino si no se abandona toda tentativa de poder, asumiendo
comprometidamente el servicio y la entrega por los demás.
·
Después, pone a un niño en medio de ellos y dice que el que recibe a un
niño lo recibe a Él. Precisamente a un niño, que en el ambiente social de
entonces era más bien marginado de la sociedad y tenido en muy poco.
·
Jesús puede hablarles del poder y valor de la servicialidad porque es el
primero que la vive con toda radicalidad. Toda su vida está en esa actitud de
entrega por los demás porque no ha venido a ser servido sino a servir y a dar
su vida para la salvación de todos. Actitud que manifiesta en su cercanía a los
más necesitados, que pondrá de manifiesto con ellos cuando arrodillado les lave
los pies; pero sobre todo cuando en la cruz entregue su vida.
·
La dificultad para entender la lección que Jesús dio a los apóstoles
también la padecemos hoy. Tendemos a ocupar los primeros lugares, a buscar
nuestros propios intereses, a despreciar a aquellos de los que no podemos
esperar mucho. Eso pasa en el mundo de la política, en nuestro mundo familiar o
comunitario, en nuestra vida eclesial. Nuestra naturaleza se rebela cuando
podemos «ser el último de todos».
·
La salvación del mundo vino a través de la cruz de Cristo. Seguimos a un
Salvador humilde, aparentemente fracasado, el Siervo de todos, hasta la Cruz.
El discípulo no puede ser más que el maestro. Colaborar con Él en la
construcción del reino significará muchas veces sufrimiento, otras veces
renuncia y esfuerzo, y siempre entrega gratuita.
·
Aquel que quiera ser discípulo de Jesús debe ser un servidor integral,
especialmente de los que más lo necesitan, de los abandonados, de los postergados,
de los que nadie atiende, aquellos de los que nadie se acuerda. Amar es servir.
Un cristiano que no sirve, no sirve como cristiano. “Una Iglesia que no sirve,
no sirve para nada”.
·
Como Iglesia también debemos asumir la radicalidad de la propuesta de servicio
que Jesús asumió con todas las consecuencias que implique. Vivir en pobreza y
al servicio de los hombres y de todo hombre, es la única obligación del
cristiano.
Para discernir
·
¿Acepto las consecuencias de renuncia y
cruz en el seguimiento del Señor?
·
¿Busco una salvación a mi medida?
·
¿Reconozco en el servicio una fuente de
Gracia?
Repitamos a lo largo de este día
…Seamos primeros
sirviendo a todos…
Para la lectura espiritual
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de
todos»
Jesús!… ¡Qué humildad la tuya, Rey de la
gloria, al someterte a todos los sacerdotes, sin hacer distinción alguna entre
los que te aman y los que, por desgracia, son tibios o fríos en tu servicio…! A
su llamada, tú bajas del cielo; pueden adelantar o retrasar la hora del santo
sacrificio, que tú estás siempre pronto a su voz… ¡Qué manso y humilde de
corazón me pareces, Amor mío, bajo el velo de la blanca hostia! (Mt 11,29). Ya
no puedes abajarte más para enseñarme la humildad; por eso, para responder a tu
amor, yo también quiero desear que mis hermanas me pongan siempre en el último
lugar y convencerme de que ése es precisamente mi sitio.
Yo sé bien, Dios mío, que al alma
orgullosa tú la humillas y que a la que se humilla le concedes una eternidad
gloriosa; por eso quiero ponerme en el último lugar y compartir tus
humillaciones, para «tener parte contigo» (Jn 13,8) en el reino de los cielos.
Pero tú, Señor, conoces mi debilidad; cada
mañana hago el propósito de practicar la humildad, y por la noche reconozco que
he vuelto a cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el
desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de orgullo. Por eso
quiero, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en ti; ya que tú lo puedes todo, haz
nacer en mi alma la virtud que deseo. Para alcanzar esta gracia de tu infinita
misericordia, te repetiré muchas veces: «¡Jesús, manso y humilde de corazón,
haz mi corazón semejante al tuyo»…
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897),
carmelita descalza, Doctora de la Iglesia -Oración 20
Para rezar
Gracias, Señor, por haberme llamado
a servir gratuitamente,
a dar mi tiempo, mis energías
a dar mi tiempo, mis energías
y mi amor a quienes sufren.
Aquí estoy, Señor, envíame.
Dispón mi mente y mi corazón
Aquí estoy, Señor, envíame.
Dispón mi mente y mi corazón
a escuchar sin prejuicios,
a servir hasta las últimas consecuencias.
Envíame, Señor, a pesar de que yo también soy débil
así comprenderé que eres tú nuestra fuerza,
y mis hermanos descubrirán tu rostro
a servir hasta las últimas consecuencias.
Envíame, Señor, a pesar de que yo también soy débil
así comprenderé que eres tú nuestra fuerza,
y mis hermanos descubrirán tu rostro
en mi presencia discreta.
Envíame, Señor, y así comprenderé
Envíame, Señor, y así comprenderé
que la mayor felicidad está en servirte.
Amén.
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