10 de octubre de 2016

LUNES DE LA XXVIII SEMANA

Aquí hay alguien que es más que Jonás

Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Galacia    4, 22-24. 26-27. 31-5,1

Hermanos:
Está escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno de su esclava y otro de su mujer, que era libre. El hijo de la esclava nació según la carne; en cambio, el hijo de la mujer libre, nació en virtud de la promesa.
Hay en todo esto un simbolismo: estas dos mujeres representan las dos Alianzas. La primera Alianza, la del monte Sinaí, que engendró un pueblo para la esclavitud, está representada por Agar.
Pero hay otra Jerusalén, la celestial, que es libre, y ella es nuestra madre. Porque dice la Escritura: ¡Alégrate, tú que eres estéril y no das a luz; prorrumpe en gritos de alegría, tú que no conoces los dolores del parto! Porque serán más numerosos los hijos de la mujer abandonada que los hijos de la que tiene marido.
Por lo tanto, hermanos, no somos hijos de una esclava, sino de la mujer libre. Esta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud. 
Palabra de Dios.

SALMO    Sal 112, 1-2. 3-4. 5-7 (R.: cf. 2) 
R.    Bendito sea el nombre del Señor para siempre.

Alaben, servidores del Señor,
alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
desde ahora y para siempre. R.

Desde la salida del sol hasta su ocaso,
sea alabado el nombre del Señor.
El Señor está sobre todas las naciones,
su gloria se eleva sobre el cielo. R.

¿Quién es como el Señor, nuestro Dios,
que tiene su morada en las alturas,
y se inclina para contemplar el cielo y la tierra?
El levanta del polvo al desvalido,
alza al pobre de su miseria. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    11, 29-32

Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: «Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

En la carta a los Gálatas que seguiremos leyendo durante dos días más, el tema que continua apareciendo es la lucha de Pablo contra los judaizantes radicalizados que se aferran a la ley, y por tanto, de modo implícito rechazan el evangelio de Jesús.
Como argumento para afianzar su postura, va a utilizar una alegoría, tomando como protagonista a Abraham. Abraham tuvo dos hijos, uno de una esclava, su sirvienta Agar que fue Ismael, y el otro de la mujer libre Sara, de la que, según la promesa, nació Isaac. Estas dos mujeres representan las dos alianzas.
Para Pablo, nosotros somos hijos de la libre, no dependemos de la ley antigua porque “para vivir en libertad nos ha liberado Cristo”. No somos hijos de la esclava; por tanto los exhorta a “mantenerse firmes, y sin someterse de nuevo al yugo de la esclavitud”. Para Pablo, volver a seguir servilmente la ley del Antiguo Testamento, es volver a caer en la esclavitud.
A los judaizantes que quieren volver a la antigua Alianza, les recuerda que en esa misma escritura estaba el anuncio de la “Nueva Alianza”.
Pablo quiere dejar bien claro que la salvación es un don gratuito, un regalo sobrenatural, procedente de una promesa gratuita. No podemos salvarnos por nosotros mismos, «ni por el bien que hacemos», ni por el cumplimiento exacto de la ley.
***
Cuando Jesús acababa de exorcizar a un endemoniado, los oyentes le piden un signo. Sin negar su asombro ante este escepticismo, pone frente a ellos la actitud de los ninivitas, que se convirtieron al oír la palabra de Jonás y, aquí hay uno mayor que Jonás y mayor que la misma reina de Saba.
Los judíos se sitúan en el plano más externo: necesitan milagros maravillosos para tener fe y convertirse. Exigen pruebas y demostraciones y no se les concederá más que la palabra viva de un Nazareno, que por el poder del Espíritu, con sus gestos y acción liberadora, los invita a la fe. No se les dará ningún otro signo más que el mismo Jesús.
La fe a la que invita Jesús se vive en libertad. La evidencia somete y no se discute, y la demostración encierra y aprisiona. Cristo proclama que la fe descansa únicamente sobre la confianza puesta en la persona del enviado.
El milagro físico tiene verdadera significación si interpela a la persona del testigo. Por eso también, la mayoría de los milagros solicitan la conversión interior y la fe; la solicitan, pero no la dan. El verdadero creyente no pide signos exteriores, porque en la persona misma de Jesús, descubre la presencia y la intervención discreta de Dios.
La vida, obra y muerte de Jesús a mano de los hombres, es la señal que debe ser aceptada. Es el Dios que aparentemente fracasa en la persona de Jesús. Es el Dios que muere en Jesús pero que resucita al tercer día. Es el Dios que en Jesús y por Jesús, comparte la suerte de los abandonados, los pobres, los despreciados de la historia. La señal, no es una acción arbitraria y portentosa, porque Dios no violenta la historia. En el crucificado habrá que descubrir al resucitado. No hay fe fuera del misterio de muerte y de resurrección del enviado. Los cristianos seguimos al resucitado por el camino del crucificado.
Este rostro sufriente de la hora extrema, de la hora de la Cruz es «misterio en el misterio, ante el cual el ser humano ha de postrarse en adoración». En efecto, «para devolver al hombre el rostro del Padre, Jesús debió no sólo asumir el rostro del hombre, sino cargarse incluso del “rostro” del pecado» Juan Pablo II.
En el anuncio del Evangelio, el verdadero signo que podemos ofrecer es que nuestros gestos demuestren que la palabra, ha sido eficaz en nosotros y nos ha salvado, nos ha liberado y nos hace caminar como hombres nuevos, capaces de amar, de ser misericordiosos, de ser constructores de la paz, y de ser solidarios con los que sufren.

Para discernir

¿Qué espero que Dios haga en la historia?
¿Pido signos para mi fe?
¿Doy signos de mi fe?

Repitamos a lo largo de este día

…Creo Señor, aumenta mi fe…

Para la lectura espiritual

«Aquí hay uno que es más que Salomón»

…”Dejadme citar un salmo, dicho por el Espíritu Santo a David; decís que se refiere a Salomón, vuestro rey, pero es ciertamente a Cristo a quien se refiere… «Dios mío, confía tu juicio al rey» (Sl 71,1). Porque Salomón llegó a ser rey, vosotros decís que este salmo se refiere a él, siendo así que las palabras del salmo señalan claramente a un rey eterno, es decir, a Cristo. Porque Cristo nos ha sido anunciado como rey, profeta, Dios, Señor, ángel, hombre, jefe supremo, piedra, niño pequeño por su nacimiento, primero como un ser de dolor, después subiendo al cielo, viniendo de nuevo en su gloria con la realeza eterna…
«Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud… Que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan»… Salomón fue un rey grande e ilustre; es bajo su mandato que se ha construido el Templo de Jerusalén, pero queda claro que nada de lo que se dice en el salmo se le dice a él. Todos los reyes no le han adorado, no ha tenido un reino que llegara a los confines de la tierra, sus enemigos no se prosternaron ante él para lamer el polvo…
Salomón no es tampoco «Señor de los ejércitos» (Sl 23,10); es Cristo. Cuando resucitó de entre los muertos y subió al cielo, se ordenó a los príncipes establecidos por Dios en los cielos «abrid las puertas» de los cielos para que «entre el Rey de la gloria», suba «se siente a la derecha del Padre, hasta que haga de sus enemigos estrado de sus pies», como lo dicen otros salmos (23,109). Pero cuando los príncipes de los cielos lo vieron sin belleza, honor, ni gloria en su aspecto (Is 53,2), no le reconocieron y se preguntaban: «¿Quién es ese rey de la gloria?» (Sl 23,8) el Espíritu les contestó: «El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria». En efecto, no es Salomón, por muy gloriosa que fuera su realeza…, que se ha podido decir de él: «¿Quién es ese Rey de la gloria?»”… 
San Justino (hacia 100-160), filósofo, mártir – Diálogo con Trifón

Para rezar
    
Oración del testigo

Es hora de ser tus testigos, Señor del alba.
Es hora de construir juntos la Civilización del amor.
Es hora de salir a las plazas y ciudades como hermanos.
Es hora de hacer del mundo un arco iris de unidad y de color.
Es hora de anunciar la vida desde la vida hecha fiesta.
Es hora de gritar al mundo de los hombres tu salvación.
Es hora de gritar como voceros del alba a hombres y mujeres,
que el Crucificado ha resucitado, y el mundo sabe a redención.
Es hora de vivir en la luz y abrir caminos sin fronteras.
Es hora de darse la mano y hacer un coro grande al sol.
Es hora de decir a los miedosos; no teman, tengan ánimo,
que el mundo, el corazón del mundo, vive en Resurrección.
Es hora de juntarnos como amigos en un solo pueblo.
Es hora de marchar unidos sembrando la paz y el amor.
Es hora de llamar al hombre hermano, hermano mío.
Es hora de vivir en armonía, en lazos de hermandad y comunión.
Que así sea.


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