LUNES DE LA XXXI
SEMANA
No invites a
quienes pueden devolverte
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Filipos 2,
1-4
Hermanos:
Si la exhortación en nombre de Cristo tiene algún
valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la comunión en el
Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan perfecta mi alegría,
permaneciendo bien unidos.
Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo
pensamiento. No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la
humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que
cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 130, 1. 2. 3
R. Señor, guarda mi alma en la
paz, junto a ti.
Mi corazón no se ha ensoberbecido, Señor,
ni mis ojos se han vuelto altaneros.
No he pretendido grandes cosas
ni he tenido aspiraciones desmedidas. R.
No, yo aplaco y modero mis deseos:
como un niño tranquilo en brazos de su madre,
así está mi alma dentro de mí. R.
Espere Israel en el Señor,
desde ahora y para siempre. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 14, 12-14
Jesús dijo al que lo había invitado: «Cuando des un
almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así
tengas tu recompensa.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los
pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte,
y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Pablo está en la cárcel, probablemente en
Éfeso. Cuando escribe a los filipenses ya ha comparecido ante el tribunal, pero
la sentencia está todavía pendiente. Encarcelado y juzgado por ser cristiano,
Pablo puede pedir con coherencia y autoridad a los miembros de la comunidad de
Filipos, que den a su vez testimonio cristiano; y se ha ofrecido a sí mismo
como modelo de lucha contra los enemigos del Evangelio.
La carta a los Filipenses está llena de
cariño por parte de Pablo, correspondiendo así al afecto que le tenía aquella
comunidad. La comunidad cristiana de Filipos debió, como todas las demás,
sentirse agitada por disensiones de grupos opuestos. Este parece ser el motivo
por el que les pide encarecidamente que le den la gran alegría de mantenerse
unánimes y concordes, con un mismo amor y un mismo sentir.
Para Pablo los motivos para vivir esta
unidad se apoyan sobre todo en la fe, dado que nos une el mismo Espíritu. Las
divisiones vienen de que cada uno se cree superior a los demás y se preocupa de
lo suyo, sin prestar atención a lo que interesa a los demás.
No obrar por envidia ni por ostentación,
considerando siempre superiores a los demás, sin encerrarse en los propios
intereses, sino buscando el interés de los demás, son las condiciones que
ayudarán a mantener esta unanimidad.
***
Jesús ya recomendó no ir buscando los
primeros puestos al ser invitados. Ahora, en el marco de una gran cena en casa
de uno de los jefes de los fariseos, anuncia de una manera radical algunas de
las exigencias del Reino de Dios.
Al que lo había invitado le dice “Cuando
des una comida o una cena, no invites a tus “amigos”, ni a tus “hermanos” ni a
tus “parientes”, ni a tus “vecinos ricos” si lo hacemos así, lo que estamos
buscando en el fondo, es que luego ellos nos inviten.
Si seguimos el criterio de Jesús y la
nueva lógica del reino, si invitamos “a pobres, lisiados, cojos y ciegos”, no
podrán pagarnos, y entonces el que nos premiará será Dios.
El evangelio se nos presenta muchas veces
opuesto a nuestros criterios espontáneos y a las directrices de este mundo. En
el mundo todo se calcula y se mide, la rentabilidad es la norma y alcanzar el
éxito es el valor supremo. Los importantes son los que saben manejarse, “todos
trepan” y muchos sólo cuentan cuando sirven a intereses personales y satisfacen
los deseos y necesidades de los que alcanzaron el primer lugar.
A pesar de esto, las palabras del
evangelio de hoy, desvelan el fondo del corazón de Dios y son una invitación a
nuestra conversión. Jesús invierte el orden de valores, o los pone en su
verdadero lugar: grande es el que sirve; vive el que muere a sí mismo; rico es
el que se desprende de todo para ser colmado con lo que recibe y recoge.
Dios llama gratuitamente; y los
destinatarios serán todos aquellos a quienes los hombres atribuyen los últimos
lugares. Sin embargo, a los ojos de Dios son los más queridos, porque no tienen
nada de qué presumir y no tendrán con qué pagar.
El discípulo de Jesús no se mueve por el
egoísmo que busca la recompensa de sus servicios. Da, ama, sin buscar nada a
cambio. Por eso sirve a los pobres, a los excluidos; hasta a los enemigos. Sólo
así se asegurará la única recompensa, la del Padre, la que tiene valor
definitivo.
Esta nueva actitud surge de una profunda
experiencia de la misericordia de Dios, que gratuitamente se ha acercado a los
hombres. Sólo, con esa manera de vivir el creyente se hace en el mundo signo
del amor del Dios bueno, que hace salir el sol sobre justos e injustos. Sólo el
Padre es recompensa auténtica para el servicio desinteresado del creyente.
Para discernir
¿Creo vínculos interesados?
¿Sé dar sin esperar nada a cambio?
¿Me acerco a aquellos que no pueden brindarme
nada?
Repitamos a lo largo de este día
…que dé Señor sin esperar recompensa…
Para la lectura espiritual
«Te pagarán cuando resuciten los justos»
…”El amor tiene un gran poder; es nuestra
fuerza. Si carecemos de amor, todo el resto no nos servirá de nada. «Yo podría
hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles, dice el apóstol Pablo, si
no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que
aturden» (1C 13, 1). Escuchad seguidamente esta magnífica palabra: «Podría
repartir en limosna todo lo que tengo, y aun dejarme quemar vivo; si no tengo
amor, de nada me sirve» (v. 3). Si sólo tienes amor, aunque no puedas dar nada
a los pobres, amas. Aunque no dieras más que «un vaso de agua fresca» (Mt
10,42) eso solo ya sería suficiente para obtener la misma recompensa que
Zaqueo, que distribuyó la mitad de su fortuna (Lc 19,8) ¿Cómo puede ser esto?
¿Uno da poco, el otro mucho y sus gestos tienen el mismo precio? Pues sí –los
recursos son desiguales pero el amor es el mismo…
El salmista dice: «Vamos a la casa del
Señor» (Sl 121,4). Es a nosotros que nos toca ver si realmente vamos. No son
nuestros pies, sino nuestros corazones los que nos conducen hasta allí. Ved si
vamos hacia allá; que cada uno se pregunte: ¿Qué haces para el fiel pobre, para
tu hermano indigente o para el mendigo que tiende su mano? Fíjate en si tu
corazón es estrecho… «Buscad lo que construye la paz de Jerusalén» (v. 6). ¿Qué
es lo que hace que
haya paz en Jerusalén? «La abundancia para los que te aman» (Vulg). El salmista se dirige a Jerusalén: «Los que te aman vivirán en la abundancia» –la abundancia después del despojo. Aquí abajo, la miseria, allá arriba, la abundancia; aquí, la debilidad, allá, la fuerza; los que son pobres aquí, allá arriba serán ricos. ¿De donde les viene su riqueza? De haber dado aquí los bienes, recibidos de Dios, que poseían por un tiempo; allá reciben lo que Dios les da por toda la eternidad.
haya paz en Jerusalén? «La abundancia para los que te aman» (Vulg). El salmista se dirige a Jerusalén: «Los que te aman vivirán en la abundancia» –la abundancia después del despojo. Aquí abajo, la miseria, allá arriba, la abundancia; aquí, la debilidad, allá, la fuerza; los que son pobres aquí, allá arriba serán ricos. ¿De donde les viene su riqueza? De haber dado aquí los bienes, recibidos de Dios, que poseían por un tiempo; allá reciben lo que Dios les da por toda la eternidad.
Hermanos míos: aquí los ricos son los
pobres; es bueno que el rico descubra su pobreza. ¿Se cree que está lleno? Es
hinchamiento, no plenitud. Que reconozca su vaciedad para poder ser colmado.
¿Qué es lo que posee? Oro. ¿Qué es lo que todavía le falta? La vida eterna. Que
mire bien lo que tiene y reconozca lo que le falta. Hermanos, que dé lo que
posee a fin de recibir lo que no tiene”…
San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del
Norte) y
doctor de la Iglesia – Exposición sobre el salmo 121
Para rezar
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara
lo mismo que te quiero te quisiera.
pues aunque lo que espero no esperara
lo mismo que te quiero te quisiera.
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