VIERNES DE LA SEMANA I
¡Ten piedad
de nosotros, Hijo de David!
Lectura del libro del profeta
Isaías 29, 17-24
Así habla el Señor:
¿No falta poco, muy poco tiempo, para que
Líbano se vuelva un vergel y el vergel parezca un bosque?
Aquel día, los sordos oirán las palabras
del libro, y verán los ojos de los ciegos, libres de tinieblas y oscuridad. Los
humildes de alegrarán más y más en el Señor y los más indigentes se regocijarán
en el Santo de Israel. Porque se acabarán los tiranos, desaparecerá el
insolente, y serán extirpados los que acechan para hacer el mal, los que con
una palabra hacen condenar a un hombre, los que tienden trampas al que actúa en
un juicio, y porque sí no más perjudican al justo.
Por eso, así habla el Señor, el Dios de la
casa de Jacob, el que rescató a Abraham:
En adelante, Jacob no se avergonzará ni se
pondrá pálido su rostro. Porque, al ver lo que hago en medio de él, proclamarán
que mi Nombre es santo, proclamarán santo al Santo de Jacob y temerán al Dios
de Israel. Los espíritus extraviados llegarán a entender y los recalcitrantes
aceptarán la enseñanza.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 26, 1. 4.
13-14 (R.: 1a)
R. El Señor es mi
luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré? R.
Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo. R.
Yo creo que contemplaré la bondad del
Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 9, 27-31
Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos
ciegos, gritando: «Ten piedad de nosotros, Hijo de David.»
Al llegar a la casa, los ciegos se le
acercaron, y él les preguntó:
« ¿Creen que yo puedo hacer lo que me
piden?»
Ellos le respondieron: «Sí, Señor.»
Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que
suceda como ustedes han creído.»
Y se les abrieron sus ojos.
Entonces Jesús los conminó: « ¡Cuidado!
Que nadie lo sepa.»
Pero ellos, apenas salieron, difundieron
su fama por toda aquella región.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
El pueblo de Israel, sometido al imperio
de turno sabe que en su tierra fue ciego y fue sordo. Sabe que en cierta forma
él mismo es responsable del mal que ahora padece. Pero el profeta no hace tanto
énfasis en el castigo, sino en el anuncio esperanzador de un tiempo nuevo: “los
que sufren volverán a alegrarse en el Señor, los pobres gozarán con el Dios
Santo de Israel”.
El profeta Isaías había presentado en el
texto anterior al que escuchamos, un oráculo contra los que quieren edificar su
vida sin tener en cuenta a Yahvé. Pero, a pesar de esto, no todo está perdido.
El profeta vislumbra como cercana la salvación total. Esta salvación está ya
presente en el corazón de los que esperan aunque no aparezca en el orden
externo.
Cuando los profetas en medio de la cultura
palestina, hablan de vergeles y de bosques, lo hacen desde un contexto en el
que lo normal es la sequedad, el calor, la infertilidad; situaciones, que el
pueblo judío por sí mismo no podía solucionar. Por eso, cuando el Profeta
Isaías dice que el Líbano está a punto de convertirse en un vergel, y el vergel
en un bosque, expresa la presencia de Dios, el Día del Señor. Y esto se
completa con la imagen de los sordos que oyen, los ciegos que ven, los
oprimidos que se alegran y los pobres que se gozan en el Dios de Israel.
El cambio de situación que vaticina el profeta
incluye además el castigo de quienes han oprimido y maltratado al pueblo:
desaparecerán los agresores, los descreídos, los injustos con el pobre y el
inocente.
En el texto de la liturgia de hoy aparece
la esperanza de la acción reparadora de Dios, que comprende toda la creación:
el desierto será un vergel, y el vergel será un bosque frondoso; pero sobre
todo, el nuevo orden toca al hombre de manera definitiva: el tirano
desaparecerá, reinará la paz, la justicia y la salud.
Cuando triunfe el Mesías, cuando llegue su
Reino y todo sea transformado y el mundo redimido, no podrá existir el mal en
ningún sentido. Tanto el mal cósmico como el humano habrán desaparecido. Todos
escucharán y todos verán porque todos vivirán pendientes de la palabra de Yahvé
y de su voluntad salvadora.
***
Dos ciegos siguen a Jesús pidiéndole que
los cure. Lo llaman llenos de fe y de esperanza. La petición de estos dos
hombres incluye una confesión de fe; al llamar a Jesús “hijo de David”, lo
reconocen como el descendiente de David que tenía que venir, portador del
cumplimiento de las promesas mesiánicas.
La enfermedad quebranta, por eso los
milagros de curación física tienen una fuerza particular: no sólo se trata del
bien de la salud sino que devuelven la “firmeza” al decaído y derrumbado. El
Dios que se muestra capaz de vencer la enfermedad es el Dios que se revela
capaz de devolver vigor y firmeza a la obra que Él mismo ha creado.
El evangelista muestra que Jesús no los
curó inmediatamente, que esperó llegar a la casa a la que se dirigía y que
además los interrogó sobre su fe. La fe y no sólo el simple contacto de la mano
de Jesús es lo que cura a los ciegos. “¿Crees que puedo hacer eso por
ti?”. La fe que es confianza incondicional de que el bien vence al
mal, de que Dios es más grande que cualquier mal o enfermedad.
Todo esto quiere decir que se hacen
realidad las palabras de Isaías escuchadas por boca del profeta. La
transformación anunciada toma cuerpo en el Mesías que da la vista a los ciegos.
La vida marcada por el pecado propio o el de los otros lleva a una visión
desenfocada de nosotros mismos, de los otros y de la realidad toda. La Buena
Noticia abre los ojos para ver la ceguera en la que estamos y la necesidad que
tenemos de ser curados y salvados.
Hace falta reconocerse necesitado, abrir
el corazón, para ver cómo la pobreza es capacidad para ser enriquecidos, la
ceguera posibilidad de una nueva luz. Jesucristo abre los ojos a los ciegos. Es
el final de la esclavitud y el comienzo de la liberación. Jesucristo devuelve a
cada hombre la dignidad. Basta que un hombre lo acepte y alce la cabeza, para
que lo que esclaviza quede derrotado perdiendo su fuerza para degradarlo.
Jesucristo explica y entrega al mundo en
cada curación, en cada milagro, que Él hace nuevas todas las cosas. Basta un
pequeño gesto de amor para que el egoísmo y la maldad sean vencidos.
Igual que los ciegos que rápidamente
divulgan la noticia por toda la comarca, el seguidor de Jesús, tocado por la
misericordia y el amor del Señor no puede callar la proclamación de las
maravillas que realiza Dios entre sus hijos. Este tiempo de adviento puede ser
una gran oportunidad para nosotros como personas y como comunidades para
examinar si nuestro camino de fe sigue estos pasos.
Para discernir
¿Dónde están puestas mis esperanzas?
¿Pido a Dios desde mi pobreza?
¿Encuentro en Jesús el cumplimiento de mis
anhelos más profundos?
Para rezar
Ven Señor Jesús
Ven Señor Jesús, luz que viene de lo alto
y no permitas que las tinieblas tomen
nuestro corazón.
Ven Señor Jesús, luz que no se apaga
y abre con la gracia de tu Espíritu
nuestros ojos.
Ven Señor Jesús, luz venida a nuestro
mundo
y sana nuestras cegueras y oscuridades.
Ven Señor Jesús, luz resplandeciente
y renueva nuestra mirada para tener tus
mismos ojos
y reconocer la obra de Dios.
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